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Diálogo Iberoamericano

Núm. 16 / julio-agosto 1998. Pág. 10

Carlos Monsiváis en torno a la redención de Caín: "La violencia es un Estado paralelo"

Estuvo en la Universidad Central de Venezuela y habló sobre agresión, guerrillas y muerte. Sus explicaciones sobre fenómenos tales como el sicariato y los linchamientos se centran más en la deficiencia de los aparatos de justicia que en las influencias de los mass media. En su análisis de la violencia juvenil destaca que estamos presenciando una ruptura de lo que había sido la ética comunitaria, que se ha tendido a destruir lo que teníamos como costumbre de la calle y se está normalizando una erupción brutal de la muerte. En el fondo subyace algo terrible, el abaratamiento del valor de la vida humana.

Rosanna Marotta (Universidad Central de Venezuela). Se acomoda los lentes sobre la nariz y mientras engulle algunos bocados de pan de jamón criollo colocados en la mesa, accede a conversar. Su palabra es tímida, poco locuaz. Cada mordisco al manjar pareciera tener la misión de impedir la salida de los verbos, el fluir de sus pensamientos en vibración sonora. Carlos Monsiváis escucha con atención, levanta la mirada sagaz sobre la montura gruesa de sus cristales, y de inmediato lleva un nuevo bocadillo entre sus dientes.
Lo trae a Caracas una discusión, un diálogo. Participar en una mesa de trabajo sobre el drama de la violencia juvenil, rodeado de académicos y estudiosos del "fenómeno". Entre diagnósticos, estadísticas y recomendaciones atina ciertas reflexiones. Entre empanaditas de carne, panes y torticas de jamón, conversa con nosotros. Bajo el sortilegio del sarcasmo y la ironía, este intelectual mexicano logra desmontar verdades y develar mentiras, al tiempo que nos roba la sonrisa y nos deja la incertidumbre.
Un nuevo pacto fáustico
Hace dos años Monsiváis escribió un texto donde esgrimía un quirúrgico análisis de "Noticia de un secuestro", novela no-ficción de Gabriel García Márquez sobre el sicariato en Colombia. En ese espacio, el ensayista mexicano intentaba una aproximación a la psiquis del malhechor y su conciencia del delito. Para él, el nuevo pacto fáustico de la actual mitología latinoamericana podría enunciarse así: "Concédeme, oh narco... los fragmentos o los espacios vastos del dinero y la sexualidad frenética, permíteme que cambie mi expectativa de vida por la orgía de jactancias y miedos, el despilfarro, el alcohol, la droga (si lo permiten los patrones), el dominio sobre la vida ajena, tan extinguible. A cambio, te daré mi alma, o su equivalente: la indiferencia ante la posibilidad de morir joven, o de pasarme encerrado la mayor parte de la vida". Semejante intercambio de alma por muerte es la comunión nuestra de cada día. Tal es la conciencia del sicario, del niño nacional.
- ¿Por qué hablamos de violencia en nuestros países: acaso las sociedades del siglo pasado -y aún de los anteriores- no fueron igualmente atroces y criminales?
Desde luego, pero hay elementos novedosos, como por ejemplo la explosión demográfica. La Ciudad de México tiene catorce millones de habitantes, más otros seis en las zonas suburbanas. La violencia el año pasado arrojó cerca de 800 mil delitos, 400 mil declarados y otros tanto no denunciados. Esto es muy nuevo en México. El segundo elemento es la tecnología, la cual facilita mucho la acción criminal y una violencia más sofisticada. En síntesis, estamos presenciando una ruptura de lo que había sido la ética comunitaria. No sólo me refiero a la indudable presencia del narcotráfico en las comunidades campesinas o en los barrios pobres, sino a los linchamientos, uno de los fenómenos más preocupantes en los años recientes.
- ¿Por qué se producen los linchamientos?
Por desconfianza en el aparato de justicia o por conciencia de que el poder judicial es una entelequia. Es hartazgo que se traduce en el lenguaje de la barbarie y que todavía no ha tenido condena ni del gobierno, ni de la sociedad, ni de las iglesias. Y estamos hablando de 50 a 60 linchamientos monstruosos anuales.
- ¿A qué se debe la ruptura de la ética comunitaria?
A diversos fenómenos: la indiferencia ante la muerte al prodigarse; la presencia del narcotráfico, el cual en México es el principal responsable de introducir otros criterios éticos amén de ser el principal masificador de armas; y a una suerte de conciencia no dicha, pero muy presente, del valor decreciente de la vida humana.

-Monsiváis, hábil en la pintura del verbo, detalla un suceso que ilustra su asombro por el linchamiento, o desprecio hacia la vida ajena-: "En Veracruz un joven fue detenido luego de que al parecer violara y matara a una señora. La comunidad donde se produjo el suceso contrató a un compañero que tenía un equipo de video para que grabara el linchamiento. Este fue grabado durante 40 minutos. Fue la barbarie extrema porque al joven lo quemaron vivo. Recuerdo que en un momento dado se apagó la hoguera, más el hombre seguía con vida, por lo cual la volvieron a encender. Todo esto me resulta inaudito e inaceptable. Sé que es un hecho que se reproduce al menos en seis o siete países de América Latina".

- ¿La violencia puede articularse como instrumento de poder?
Yo creo que lo es en la medida en que los gobiernos acuden a ella como método de control y como vía de obtención de fondos: tal es el caso de las guardias blancas o los grupos paramilitares. Creo también que desde hace un tiempo semejante uso de la violencia se desbordó y que estamos viendo la manera en que la violencia misma está arrinconando a los aparatos de justicia y destruyendo lo que había sido la cultura urbana. Cito el caso de Ciudad de México por mi chauvinismo cosmopolita: no puede ser que las mujeres hayan perdido por completo el uso de la calle. Cuando vemos el alto número de mujeres que toman clases de artes marciales entiendo cómo se ha transformado no sólo la mentalidad femenina, sino los usos de la cultura urbana. La violencia se ha convertido en un Estado paralelo que, en el caso de las macrópolis, amenaza con devorar las vías de convivencia. Recientemente el gobernador panista (el PAN es el partido de la derecha en México) del estado de Chihuahua, afirmó que el asesinato de cuatro trabajadoras en ciudad de Juárez era un hecho normal. Poco a poco se está masificacando a Jack el Destripador, y se concibe como normal su azaña.
- ¿Violencia como elaboración cultural?
Como fenómeno cultural ha producido en México la aparición de los "narco-corridos", una celebración de los narcotraficantes como antihéroes trágicos. Ha producido el más deplorable cine y ha dado origen a un intento de "novela no ficción". Sin embargo, no creo que estemos ante una genuina reelaboración cultural de la violencia: estamos más bien en la etapa de una asimilación medrosa, impotente y resentida de la misma, la cual nos ha subvertido el orden de la convivencia, ha destruido lo que teníamos como costumbre de la calle y está normalizando una erupción brutal de la muerte.
- ¿Qué hay de mitos y realidades en la influencia de los mass media?
Yo creo que lo massmediático tiene que ver con el estilo de las matanzas, no con las causas y los orígenes. Desde luego que todos los narcotraficantes han devorado con pasión el cine norteamericano de violencia. Ellos se inspiran en los gestos, las actitudes. Se observa una clara influencia massmediática en la manera como irrumpen en las discotecas, en los restaurantes, en la vestimenta de los gángsters. Sin embargo, lo profundo en todo esto es el abaratamiento del valor de la vida, y no creo que hasta allí lleguen los medios de comunicación.
- ¿Usted cree que es posible redimir a Caín?
Creo que la redención de Caín está más en las manos de los ángeles que en quienes como yo atropelladamente contestan preguntas que están fuera de su alcance. A Caín dudo que se le pueda reeducar. En todo caso se le pueden enseñar artes marciales a Abel, o se le puede persuadir para que se asocie con todos los de su especie y consiga del gobierno un adecuado sistema de seguridad pública. Pero a Caín, en principio, le veo una reeducación muy difícil.


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