HOMENAJE AL MAESTRO DE LAS PRIMERAS LETRAS

 

Agustín del Pino. Pedagogo. Psicólogo Industrial

 

Yo voy a ser un poco más ambicioso en mi homenaje porque quiero recordar  a cuatro de mis  maestros.  A todos ellos, les guardo un  gran cariño.  Confío en que alguno todavía  viva , a pesar de los  55  años que han pasado desde que hice mi ingreso en el Bachillerato en 1952, en el Instituto de Enseñanza Media de Toledo.

 

 

DOÑA CARMEN, MI MAESTRA DE PÁRVULOS

 

Mi primer recuerdo es para mi maestra de Párvulos. Se llamaba Carmen; era rubia, guapa, cariñosa, podría tener  entonces  unos 30 años.  El aula estaba aislada de cualquier  otra unidad docente . Se ubicaba  en el enorme edificio-una manzana entera-que ocupa el Ayuntamiento , los Juzgados, la   Comisaría y el Parque de Bomberos  de mi pueblo, Talavera de la  Reina.  Exactamente en la Plaza del Padre Juan de  Mariana, mi paisano, uno de los historiadores más grandes que ha dado la Compañía de Jesús.

 

La parte izquierda del aula  tenía grandes ventanas por las que entraba una generosa luz. En invierno , una estufa de leña  caldeaba la clase.  Era una sola escuela dedicada  a Párvulos.

 

Con  doña Carmen aprendí a dibujar las primeras letras  sobre el papel de un cuaderno de dos líneas y  también sobre una pequeña pizarra individual . Utilizábamos cartillas con dibujos de frutas y objetos familiares que tenían debajo una de las vocales. Pasados los meses  empezábamos a unir  letras y a silabear aquello, de ma-me-mi-mo-mu.

 

Recuerdo que contábamos a coro nuestras primeras decenas y con lápices Alpino sacados del plumier que nos traían los Reyes Magos , cuyos colorines nos parecían algo mágico.

 

Doña Carmen  nos hizo atractiva la entrada al colegio; nos creó los primeros hábitos  de convivencia con los demás  y nos trataba con  cariño. Era esposa de un oficial del ejército que alguna vez la  visitaba en la escuela y que me deslumbraba con su uniforme.

 

Me dio mucha alegría – y creo que yo también se la di a ella- cuando a mis 19 años asistió a la entrega del Primer Premio de Literatura  que me concedió el Ayuntamiento de Talavera   al ganar  el  concurso de la Semana Cultural, en 1961.  Estaba lleno el salón de actos y cuando acabé de leer mi trabajo, se me acercó a mí,  me besó,  me dio la enhorabuena  y me dijo que se sentía muy orgullosa de que hubiera sido su alumno.  Se acordaba de mi después de 14 años . Yo también me sentí muy contento de haberla dado esa satisfacción   personal y profesional.

 

Al cumplir seis años dejé la Escuela de  Párvulos  y mi familia se trasladó a Toledo, de donde regresaríamos pasados  cuatro años.  Al comenzar el bachiller.

 

 

DON CASIANO, LA ESCUELA PRIMARIA

 

El segundo recuerdo es para don Casiano.  Con él estuve  dos años en las Escuelas de  Santa Isabel de Toledo, en la plaza  del mismo nombre, ubicada detrás del Ayuntamiento, por encima de la calle del Pozo Amargo y camino del Seminario.

 

Don  Casiano era un hombre muy mayor , al menos así se me antojaba.  Podría tener 67 años. Era delgadito, de mediana estatura, con un bigote blanco, gafas , siempre llevaba corbata  e iba muy arreglado. No sé como lo conseguiría con aquellos sueldos de miseria que tenía  el magisterio.

 

Aquí mis recuerdos son  de un aula grande, con amplias ventanas y con una estufa potente que combatía el intenso frío de los inviernos  toledanos.  Nosotros éramos los pequeños del Grupo Escolar.  Todas las mañanas oíamos cantar a los chicos mayores el Prietas  las Filas  antes de entrar a clase. Nosotros estábamos exentos de estas obligaciones.

 

Si cierro los ojos , me viene a la memoria el Catón, con un verde racimo de uvas  y con su letra U debajo. El libro  olía a papel nuevo, recién  cortado y producía una  agradable llamada a continuar leyendo. Ahí fue donde de verdad empecé a leer.

 

En el segundo año, teníamos la Enciclopedia de Dalmau Carles, de color gris azulado.  Aquí empezaron ya a llegarme los primeros conocimientos de cultura general  a través de las variadas materias que contenía. Siempre he recordado que en una de sus páginas , dedicada sin duda a practicar los hábitos de la lectura , se  titulaba “Un día en los grandes Almacenes”. Era muy divertido leerlo porque nos estimulaba la imaginación. Allí se describía  ¡en el año 48 ¡ lo que puede ser hoy un gran centro comercial , tipo El Corte Inglés. Me llamaba la atención aquello de subir por “escaleras  rodantes”, lugares para columpiarse los niños mientras los padres compraban....

 

Don Casiano  tenía buen carácter, pero si  perdía la paciencia alguna vez con algún alumno, le sacudía con una vara en las palmas de la mano.

 

Yo le recuerdo con  mucho cariño porque estoy seguro que con  él  aprendí a leer y a escribir y a saber que  el mundo exterior era inmenso  y que me esperaba fuera de aquél aula, de aquél barrio y de aquella imperial ciudad.

 

Casting para los seises

 

Estando en la clase de don Casiano   tuve una experiencia muy bonita y aunque no resultó finalmente positiva, me agrada que hubiera sucedido. Un buen día se presentaron un par de sacerdotes y nos pusieron a cantar , puede que el  “Cara al sol”  pero no estoy muy seguro. Pero se trataba de una canción que sabía toda la clase. Según cantábamos , los curas se acercaban a nosotros y escuchaban nuestra voz.  Al final, a tres o cuatro niños  nos pidieron el nombre y nos dijeron que fuéramos  a la Escuela de los Seises, situada muy cerca de la Catedral.

 

Llegué a mi casa entusiasmado y se lo conté a mi madre.  Fue la noticia de la semana  en la familia. El niño podría ser “seise”. A mí lo que me hacía  ilusión  de verdad era vestirme como un “seise”, con su blusa blanca sobre un hábito rojo,  y encima , el bonete.  Y, además,  cantar en ese sitio  que , apenas se veía, pero que era el coro de la catedral.

 

Fui al “casting” curiosamente solo. No como ahora que las madres llevan a los niños de la mano hasta para mear,  a ver si hacen negocio con el niño. Allí me recibió un joven que tocaba el piano. Me hizo cantar  la escala musical , subiendo un par de veces el tono.  Supongo que no di la talla porque me dijo , muy amable, que “ tenía una voz muy bonita  pero parecía que estaba constipado ; que me fuera a casa y que ya me llamarían”. Hasta ahora.

 

DON MATÍAS MARTÍN SANABRIA, EN LA ACADEMIA DE CULTURA DEL FRENTE DE JUVENTUDES

 

Luego cambié de colegio.  Me llevaron a lo que entonces se llamaba Academia de Cultura del Frente de Juventudes,  origen de lo que más tarde se llamaría Colegio Menor San  Servando .Era el colegio de mayor prestigio entre los centros privados de Toledo –excepción hecha de los religiosos-, aunque  era gratuito. El colegio ocupaba una planta entera del edificio que albergaba la Diputación Provincial.

 

Esta Academia fue creada por iniciativa de un gran pedagogo toledano, a quien  no sé si se le ha hecho suficientemente justicia en el mundo docente. Se lllamaba Matías Martín  Sanabria. Era un enamorado de la educación. Tenía su método propio de aprendizaje de la lectura a través de signos y gestos acompañados de onomatopeyas.  También utilizábamos cuadernos cuadriculados, y  un sistema de escritura en el que dibujábamos las letras  siguiendo a la maestra que  escribía sobre una pizarra cuadriculada.  Al principio las letras ocupaban  cuadros  las minúsculas y ocho las mayúsculas.

 

Luego se iba  reduciendo el tamaño de la letra , hasta dejar las mayúsculas en dos cuadros y las minúsculas en uno.  Al final de cada curso,  nos encuadernaban todos los cuadernos de “a limpio”  -con pluma, tintero y secante- y hacían una exposición escolar.  Cada trimestre enviaban las notas y los padres tenían que escribir un informe.

 

Recuerdo también que teníamos uniforme  en el que predominaba el gris y el azul y un capote en invierno, con botones plateados que nos  daban una apariencia de ·”pequeños marineros “ en tierra.  Existía disciplina , pero suave y asistir al colegio era muy agradable.

 

Pobre de nosotros rompíamos las botas  jugando al fútbol en los recreos con los pequeños trozos de tejas que encontrábamos . Tener una pelota era un sueño y conseguir “un balón de reglamento”  era visitar el país de  Jauja. Pero, no importaba, con nuestra teja éramos felices.

 

A dos profesores quiero homenajear, además de al director ya mencionado.

 

LA SEÑORITA MARIA JESÚS

 

La primera es a la señorita  María Jesús, morena, joven, dulce y con más paciencia que el santo Job. Llevaba siempre un baby blanco; ella nos recogía en el primer año , afianzaba nuestros hábitos de lectura y escritura  y nos abría  los primeros conocimientos de geografía, historia , física y literatura. Era un encanto de maestra y nos hacía muy agradable estar en clase.

Estando con ella, a mis 8 años, decidieron organizar una rondalla y allí empecé a tocar el laúd y la bandurria, costumbre que todavía no he dejado.

 

DON MANUEL RODRÍGUEZ

 

El otro profesor a reseñar se llamaba don Manuel Rodríguez.  El  me preparó para el examen de Ingreso en el Bachillerato que hicimos en el Instituto de Enseñanza Media  de Toledo. Creo recordar que de 30 alumnos de la clase , aprobamos 28 a la primera. Eso habla de su calidad como docente.

 

Don Manuel, tendría 35 años.  Era  de mediana estatura,  tenía el pelo rizado y era en su forma de hablar un auténtico toledano, por su acento y por su cadencia. O sea, era un “bolo” de los de verdad.  Nos trataba como a hombrecitos;  delegaba  en nosotros la responsabilidad por nuestros actos : rendimiento escolar, disciplina, etc. Contaba muy bien la historia, y siempre que podía-en geografía, en física- nos contaba sus experiencias vitales. Aún me acuerdo de lo mal que lo pasó un día en una playa de Galicia, cuando se puso a jugar de niño en un islote y le dejó aislado la pleamar.

 

AGRADECIMIENTO, TAMBIEN A DON JOSÉ DOMINGUEZ LOZANO

 

 Y ya acabo con un agradecimiento muy especial supongo que a don Manuel y a don Matías Martín Sanabria con una actuación muy especial que me facilitó la continuación de mis estudios de Bachlillerato, de Magisterio, de Educación Física, de Pedagogía y de Psicología.  Gracias a estos estudios , que empiezan por la gran oportunidad que me brindaron esta dos personas, he podido desarrollar una vida profesional de  alto nivel, acabando como Director de Formación  de la empresa número 1 de España – y una de las 8 primeras del mundo- en el sector de la construcción. Se trata de Dragados.

 

Pues bien, en el verano de 1952 , recién aprobado el examen de ingreso en Bachillerato trasladaron a mi padre – conductor del PMM- a Talavera de la  Reina , a petición suya.

 

En aquella  época, en Talavera no había Instituto; solamente se podía estudiar Bachillerato por libre  o en uno de los dos colegios privados , de pago, existentes.  Vivíamos en un barrio humilde y un buen día de primeros de septiembre se presentó en mi casa el Delegado Local de Juventudes, avisado por mis profesores toledanos, sin duda.

 

José Domínguez  Lozano que así se llamaba este señor, intercedió por mí en el Colegio Cervantes ( Reconocido) ,para que me concedieran una de las pocas becas que por ley estaban obligados  a adjudicar . No hace falta decir la alegría que mis padres y yo recibimos por poder estudiar como becario ( eso sí, becario “de los de antes,” con exigencia de sacar  notable de media en junio) , Pero eso ya quedaba de mi parte.

 

 

 

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