¿Tienen razón los científicos en confiar en su juicio estético para elaborar y valorar las teorías? No siempre… nos responde el filósofo británico de la ciencia James McAllister, que ha estudiado las relaciones entre la belleza y la verdad en ciencia, pues los cánones estéticos no sobreviven a las revoluciones científicas.











Su visión de las ciencias es la de un racionalista, pese a lo cual su obra, Beauty and Revolution in Science, está enteramente dedicada al papel que desempeña en el desarrollo de la ciencia factores aparentemente poco racionales como los factores estéticos. ¿No es paradójico?

James McAllister: ¡Sólo a primera vista! Es verdad que para un racionalista tradicional los juicios estéticos son subjetivos: dos científicos podrán apreciar de modo distinto la belleza de una teoría. Ahora bien, la ciencia se caracteriza precisamente por la existencia de criterios intersubjetivos de elección de teorías, por lo que los criterios estéticos no deberían intervenir. Existe sin embargo un notable acuerdo dentro de la comunidad científica en un determinado período histórico acerca de lo que constituye la belleza de un enunciado. Estos cánones, claro está, pueden variar con el tiempo. A pesar de todo, pienso que esta evolución no es irracional y creo haber llegado en mi libro a identificar un mecanismo, o modelo, que da cuenta de ella.

Antes de exponer su modelo, ¿podría decirnos si estos criterios han desempeñado siempre un papel en el desarrollo de la ciencia?

En el caso de las ciencias empíricas, está bastante claro que sí, siendo esta influencia más manifiesta en las ciencias físicas y en astronomía, donde los ejemplos son legión. Las leyes de los movimientos planetarios de Kepler fueron mal acogidas ante todo por razones estéticas, pues las elipses eran consideradas imperfectas, menos bellas que las circunferencias. Más cerca de nosotros, la hostilidad del físico británico Paul Dirac hacia la joven electrodinámica cuántica derivaba de su poco aprecio por las operaciones matemáticas no estándar que ésta utilizaba. Inversamente, su adhesión a la teoría de la relatividad general no se fundaba sólo en el acuerdo de las predicciones de ésta con las observaciones, sino sobre todo en su belleza. Dirac solía decir que era más importante tener una ecuación bella que una ecuación concorde con la experiencia…

¿Cómo explica esta confianza en su juicio estético de científicos como Dirac?

Creo que la mayoría de nosotros estamos profundamente convencidos de que la belleza y la verdad están íntimamente relacionadas. Se puede ver ahí una variante epistemológica de la viejísima doctrina de la unidad de las virtudes que los griegos resumían con el término kalos kagathos (que se puede traducir a la vez por «bello para la vista» y «bueno por sus acciones») y que más tarde se expresaría en el Renacimiento por medio de la divisa Pulchritudo splendor veritatis («La belleza es el esplendor de la verdad»). Actualmente, no todos los científicos emplearán el término verdad, pero muchos dirán al menos que la belleza de una teoría es un indicio de su corrección o adecuación a la realidad. Físicos como Steven Weinberg y Roger Penrose se han expresado a menudo en este sentido: para ellos, el atractivo estético de una teoría es una guía muy segura en su búsqueda de las leyes fundamentales de la naturaleza. Pero se trata de una creencia que no resiste un examen.

¿Por qué?

Considerar que una propiedad estética de una teoría es indicio de su veracidad equivale a conceder a esta propiedad un papel fundamental. Dicha propiedad nos dice algo acerca del mundo igual que una constante física fundamental lo constituye. Lo cual supone que dicha propiedad se encuentra de un modo u otro en el fenómeno natural descrito por la teoría. Sean dos propiedades estéticas como la simetría y la simplicidad. ¿Por qué la mayoría de los científicos les confieren un valor de verdad? Porque las atribuyen al propio mundo. Por tanto, al reproducir estas propiedades «naturales», una teoría tendría una mayor probabilidad de acercarse a la verdad.
Este punto de vista me parece eminentemente discutible en más de un aspecto. En primer lugar, no es ni necesario ni suficiente que una teoría, para ser correcta, exhiba los rasgos estéticos del fenómeno que describe. Una teoría complicada de un fenómeno simple puede ser tan correcta como una teoría más simple. Además, este punto de vista parece presuponer que sabemos qué son las propiedades estéticas de un fenómeno independientemente de su teoría. Esto puede ser así en el caso de un objeto macroscópico, como un copo de nieve, por ejemplo, pero es mucho más problemático en el caso de una onda electromagnética. Por lo demás, se suele presentar el carácter simétrico de las ecuaciones de Maxwell como una garantía de su corrección. Pero esta justificación es circular: ¿qué sabemos de los fenómenos electromagnéticos independientemente de los que nos dicen de ellos las ecuaciones de Maxwell? Que yo sepa no tenemos ningún acceso secreto y directo al fenómeno que nos permita conocer sus propiedades.


En tal caso, ¿en qué se basan las preferencias estéticas de los científicos? ¿Hay que renunciar a todo vínculo entre verdad y belleza?


No, pero en vez de abordar la cuestión de una manera intuitiva o a priori hay que hacerlo de una manera empírica. Dicho de otro modo, hay que plantearla en la forma siguiente: ¿qué hace que una propiedad estética de una teoría sea considerada como un signo de su veracidad en un determinado período? Como es sabido, la inducción juega un papel capital en ciencia. De la observación de casos particulares los científicos extraen constantemente conclusiones más generales. Pues bien, también es por un proceso inductivo por lo que otorgan a ciertas propiedades estéticas un valor de verdad.

¿Cómo?

El mecanismo es el siguiente: cuando una teoría resulta estar de acuerdo con la experiencia, entonces sus propiedades estéticas quedan revestidas de valor de verdad. Los científicos están constantemente comprometidos, a menudo inconscientemente, en un proceso inductivo de búsqueda de estas propiedades correlacionándolas con las capacidades empíricas de la teoría. Una teoría acorde con la experiencia verá así sus propiedades erigidas en cánones estéticos. Éstos guiarán entonces a los científicos en la elaboración de una nueva teoría. Pero lo que hay que destacar aquí es que estos cánones sólo pueden desempeñar este papel porque han demostrado su validez empíricamente.

¿Se sigue de ahí que ya que los cánones estéticos cambian, las verdades también…?

Diría más bien que una correlación entre una propiedad estética y una verdad, en el sentido de adecuación con la experiencia, nunca es definitiva. En la mecánica del siglo XVIII, por ejemplo, una teoría era considerada tanto más bella cuanto más abstracta era. En el siglo siguiente, por el contrario, físicos como Lord Kelvin y Ludwig Boltzmann consideraban bellas teorías que permitían visualizar fenómenos o proponer modelos mecanicistas.
En mi opinión, esta búsqueda inductiva probablemente nunca desembocará en el descubrimiento de cánones estéticos ligados de un modo fundamental con la verdad, cualquiera que sea el sentido que los científicos den a este término. La historia de la ciencia revela más bien una especie de nomadismo en el paisaje estético: los científicos nunca se detendrán en un lugar preciso; siempre les convendrá más modificar sus preferencias estéticas para adentrarse en otros estilos de teorías.

No está claro cómo su modelo se aplica a las matemáticas, donde sin embargo la noción de belleza de un teorema o una demostración está muy presente.


Tengo que reconocer que intervienen otros mecanismos en la adopción de cánones estéticos, ya que éstos, por supuesto, no pueden tener base empírica. No obstante, se puede pensar que si un estilo de demostración resulta fructífero, entonces adquiere un valor estético. Nos encontramos aquí también, por tanto, con una forma de proceso inductivo.

También estamos tentados de objetarle que su modelo es muy internalista con respecto a las ciencias. Parece usted ignorar los factores externos, sociológicos, culturales, etc., en la adopción de cánones estéticos. ¿Cómo justifica este enfoque?

Es una pregunta que me han planteado a menudo los sociólogos de la ciencia. Éstos me reprochan que ignoro el contexto social de la adopción de un canon estético por una comunidad científica. Les respondo lo siguiente: no es verdad que por una parte haya algo intrínseco a las ciencias y por otro un contexto social que influye sobre ellas. Creo que en realidad no hay distinción entre factores sociales e intelectuales. Los factores que intervienen en mi modelo de inducción estética son de los dos tipos a la vez. Son intelectuales, pues una preferencia estética es, por supuesto, de naturaleza intelectual; son también sociales porque dependen de una práctica comunitaria. Cada individuo forma su juicio estético de acuerdo con la comunidad científica a la que pertenece. Mi enfoque, por tanto, introduce en cierto modo lo social en lo intelectual, un campo éste último que los sociólogos de la ciencia tienden a ignorar.

Su modelo hace aparecer a los científicos como una especie muy conformista…

Es verdad que supone que una comunidad se pone de acuerdo, en un determinado período, sobre los valores estéticos. Hay, claro está, individuos que no adoptan estos valores. Mi modelo sólo pretende capturar los rasgos fundamentales de la evolución de los cánones estéticos, brindar una especie de aproximación de primer grado al proceso inductivo que la subtiende. Superimpuestos a estos rasgos, hay siempre efectos singulares, de tal modo que la imagen neta que da mi modelo se enturbia en la realidad histórica. ¿Pero cabe esperar otra cosa de un modelo?


¿Cómo influye este proceso inductivo en el desarrollo de la ciencia?


Como todo proceso inductivo, es conservador por naturaleza. La inducción remite a la idea que el futuro será como el pasado. Y ello conduce naturalmente a un comportamiento conservador. Si algo ha funcionado bien en el pasado, entonces podemos apostar que lo seguirá haciendo en el futuro. En ciencia, el proceso inductivo equivale a dar peso a formas, a estilos de teorías, que se han revelado empíricamente fructíferas en el pasado. No es una mala cosa en sí misma. El problema surge cuando estos modos se fosilizan en tradición, es decir, cuando duran más tiempo de lo que la experiencia justifica.


¿Puede dar un ejemplo?


La física newtoniana es un buen ejemplo de estilo de teoría de notable longevidad. Tres rasgos principales la caracterizan: su naturaleza determinista, su carácter continuo y la posibilidad de visualizar sus mecanismos y sus objetos. Por ejemplo, las partículas subatómicas se consideran como versiones miniaturizadas de objetos macroscópicos. Durante doscientos cincuenta años, juzgar la elegancia de una teoría sobre la base de estos criterios ha demostrado ser muy fructífero. Debemos a este estilo de física avances tan importantes en el siglo XIX como el electromagnetismo de Maxwell y la mecánica estadística de Boltzmann. Todo cambió con la llegada de la mecánica cuántica. La acogida de esta nueva teoría por parte de una cierta generación de físicos educados en la escuela de la física clásica ilustra bastante bien mi tesis. Está, por ejemplo, el caso de Albert Einstein. Por supuesto, tomó nota de los éxitos empíricos de la mecánica cuántica de los años 1920, pero éstos no bastaban para hacer de ella una teoría aceptable: al no ser determinista, era demasiado fea para Einstein. Asimismo, a Erwin Schrödinger le disgustaba profundamente la imposibilidad de visualizar los fenómenos cuánticos. Esta carencia significaba para él que se estaba probablemente en el mal camino. Tenemos aquí un caso notable de criterios estéticos que estuvieron demasiado tiempo vigentes.

Pero difícilmente se puede afirmar que Einstein era prisionero de un estilo newtoniano… ¿No constituyó su teoría de la relatividad restringida de 1905 la primera gran ruptura?

A riesgo de adoptar una postura bastante minoritaria, diría por el contrario que la relatividad restringida puede verse como una culminación de la física clásica, a la que libera de ciertas imperfecciones estéticas. Recordemos las motivaciones de Einstein. Su objetivo no consistía en elaborar una teoría empíricamente más potente sino en eliminar las asimetrías que aparecían cuando se aplicaba en el marco de la dinámica newtoniana las ecuaciones de Maxwell a cuerpos en movimiento.

De acuerdo en lo tocante a la motivación, pero cuando se atiende a los resultados se ve que Einstein renuncia además al carácter absoluto del espacio y del tiempo sobre el que se basaba la mecánica newtoniana. ¿No es algo que va más allá de un simple asunto de gusto?

El abandono de unas instituciones tan fundamentales demuestra sin duda una extraordinaria valentía intelectual. Pero a pesar de todo el resultado es una teoría cuya simetría queda fortalecida, por lo que desde este punto de vista es más atractiva según los cánones de la física clásica, aunque sea contraintuitiva en sus aplicaciones.

¿Cómo da cuenta su modelo de las revoluciones científicas?

Sea la situación siguiente. Surge una nueva teoría que explica mejor los fenómenos pero cuyas propiedades chocan con los cánones estéticos vigentes. Hasta entonces, el proceso de inducción estética aseguraba el acuerdo entre criterios empíricos y estéticos en la elección de una teoría, pero para esta nueva teoría los dos tipos de criterios entran en conflicto. El resultado es una inevitable escisión dentro de la comunidad científica. Algunos darán preferencia a los criterios estéticos y otros a los criterios empíricos. Pero lo que hay que observar es que en ambos casos estas preferencias, para sus defensores, están racionalmente justificadas. Las primeras, por la correlación establecida desde hace tiempo entre propiedades estéticas y eficacia empírica; las segundas, simplemente porque es racional adoptar una teoría atendiendo a sus éxitos experimentales. En tal caso, los factores empíricos darán origen a la revolución científica, mientras que los factores estéticos desempeñarán un papel contrarrevolucionario.

¡Es exactamente lo contrario de la visión propuesta por Thomas Kuhn de una revolución científica!

Efectivamente. Para Kuhn son las motivaciones de orden estético las que impelen a los científicos a cambiar de paradigma y no una teoría más adecuada a las observaciones. La causa, según él, es que los éxitos empíricos de una nueva teoría serán siempre inferiores a los de una teoría bien establecida. Por ejemplo, el sistema heliocéntrico de Copérnico «no salva mejor los fenómenos» que el sistema geocéntrico de Ptolomeo y fue por consideraciones estéticas, sin fundamento racional, por lo que finalmente se impuso. Kuhn ve en ello una revolución. No es mi opinión. El atractivo estético de la teoría de Copérnico se basa, por el contrario, en su carácter conservador: al eliminar una determinada construcción geométrica, los puntos ecuantes considerados tan desafortunados en el sistema de Ptolomeo, responde mucho más que este último a los cánones estéticos de la cosmología aristotélica, entonces todavía dominantes. En cambio, estoy por supuesto de acuerdo con Kuhn en ver una auténtica revolución en el nacimiento de la mecánica cuántica. Pero como hemos dicho ya, son factores empíricos y no estéticos los que dieron origen y, sobre todo, este cambio de paradigma nada tiene de inaccesible a la razón.

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JAMES W. McALLISTER enseña filosofía de la ciencia en la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, después de haber estudiado en Cambridge y Toronto. Residió en 1997 como investigador invitado en el Institute for Advanced Studies de Princeton, Estados Unidos. Es autor de Beauty and Revolution in Science, Cornell University Press, 1996, y coeditor de The Question of Style in Philosophy and the Arts, Cambridge University Press, 1995.

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Para contactarse con el profesor James W. McAllister, escribe a su correo electrónico j.w.mcallister@let.leidenuniv.nl
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  1. Mi campo es la ontología y no la filosofía de las ciencias, por lo que este artículo me sorprende de sobremanera, la estétcia unida a las ciencias... la belleza de una teoría, había escuchado ese tipo de cuestionamientos entre los epistemólogos... Yo me preguntaría más bien acerca de la verdad de la belleza que sobre la belleza de la verdad, que muchas veces no es bella. No sé si quiera extraviarme en una senda semejante por ahora, pero bien podría constituir un diálogo interesante.
    En este momento, sin embargo, más que extraviarme en sendas perdidas he iniciado el apostolado sin esperanzas de devolver el sentido a la cotidianidad desde la filosofía, o más bien como diría Heidegger desde el Pensar.
    Gracias por este enfoque, es bueno descubrir la irracionalidad en las ciencias... reconfortante e inquietante a lavez.

    He firmado con mi cuenta goger bloger, pero creo que es más adecuado mi otro blog, el lado a de mi pensamiento

    http://wwwarturoruiz.wordpress.com/

    en el Lado B hay más bien emociones...

    Por favor permite open ID para wordpress ¿que importa si hacen comentarios anónimos?

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  1. Diez años después, cuando un anhelo continental por fin se concretaba, viene el colapso. Europa sufrió durante su larga historia cruentas guerras, vio convertirse su territorio en un rompecabezas de jubilado de mil naciones más orgullosas de sí que con base real para sustentarse. Después de caído el régimen comunista que tenía tomada a la mitad del continente, por fin el Viejo Continente podría hacer realidad el sueño de la unificación. Monetaria, por lo menos. Así, a comienzos del siglo XXI, el euro salió a las calles a reemplazar en los bolsillos las viejas monedas nacionales. Griegos, alemanes y españoles dieron inicio a un experimento único en la historia: una misma moneda para distintos países. La Segunda Guerra del Golfo que hundió a la economía norteamericana, junto con la estabilidad inicial de las economías europeas, permitieron al joven euro ser la moneda fuerte del mundo, dejando al dólar en un lugar cada vez más debilitado. Pero, las debilidades del diseño paneuropeo pronto se hicieron notar.

    En primer lugar, algo básico en economía es que la moneda se sustenta en una política económica de Estado, algo que el euro carecía por completo. Lo que mantenía en pie a esta moneda era un cúmulo de buenas intenciones, manifestada en acuerdos internacionales sin compromisos mayores que obligasen a las partes a mantenerlo en el tiempo. Por ejemplo, el peso chileno se sostiene por la coordinación de políticas económicas dictadas por los organismos públicos pertinentes, como el Banco Central o lo elaborado por el Ministerio de Hacienda.

    Luego, tenemos la mala idea de juntar a economías tan dispares como la griega, cuya mitad de la población pertenece al aparato de administración estatal, con la alemana, cuyo poderío industrial y tecnológico es insuperable. Y ambas realidades disfrutaban del mismo estilo de vida. El primero lo sostenía con créditos otorgados por bancos de Alemania. Créditos blandos que tarde o temprano se ponen duros si no se pagan...

    Y, en tercer lugar, lo que ha terminado rematando a Europa es la irrupción de políticas ultraliberales que ya hicieron colapsar otras zonas del mundo, como Latinoamérica en los años 1980 o el Sudeste asiático a fines de los 1990. Los asesores de Reagan y Thatcher, cuales ángeles de la muerte, recorrían el mundo vendiendo la Buena Nueva de la deuda infinita, para comprar cosas que no necesitas realmente en tu vida. Se liberalizaron los requisitos para acceder a créditos, las regulaciones a los bancos sobre las garantías estatales a los depósitos, y todo tipo de control de auditorías que verificase el realismo de éstas. Muchos economistas de extrema derecha, como Hernán Büchi, intentan desviar la atención sobre las responsabilidades de todo esto, diciendo que es el Estado de bienestar el culpable de otorgar vidas de lujo insostenibles a los europeos. ¡Cuán falso es ello!

    Todo esto surgió en una conversación con amigos venezolanos que plantean la creación de una moneda única sudamericana, el sucre. Tenemos realidades sociales y económicas tan dispares en América Latina, que pensar en ello sería repetir el error del euro amplificado al mil por ciento. La tragedia del euro es acercarlo a la realidad. Esa moneda fue creada para ser el sustento de transacción de economías equivalentes, como la francesa, holandesa o alemana. Grecia no tiene nada que hacer ahí. Lo doloroso será lo que puede venir: que varios países europeos de economías muy pequeñas deban retirarse del conjunto. Si es que se pretende la supervivencia del euro como moneda.

    El caso del euro es la demostración más dramática de lo que sucede cuando la economía está totalmente supeditada a una utopía política. En Chile padecemos el caso totalmente contrario: las manifestaciones sociales de 2011 dejaron de manifiesto cuán dañino es que la política quede determinada por algún diseño económico experimental, como los realizados hace treinta años por las mismas personas que actualmente están en el gobierno. La economía es una rama en construcción. Las lecciones que la humanidad ha vivido, pienso, deberían hacernos reflexionar sobre la creación de equilibrios científicos de la economía, de cómo administrar nuestra casa de manera cuerda y sostenible.
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  2.  Ya se cumple medio año desde que los movimientos estudiantiles hicieran patente el sinnúmero de fallas que padece el sistema educativo chileno, y con ello, todo un entramado social creado a la mala durante la dictadura militar. El por qué esto ha estallado en estos momentos, quizás se deba al nulo manejo social y político del actual gobierno. Tal como he dicho anteriormente, la virtud de "gente exitosa y emprendedora" del que Piñera y los suyos hicieran gala en la campaña presidencial pasada no tiene ningún fundamento, porque un buen empresario en sí se forja con ingenio, esfuerzo y tacto, pero muchos de los funcionarios actuales del gobierno forjaron sus fortunas parasitando el gobierno militar y quedándose con las empresas del Estado que remataron a precio de huevo. Asi, cualquiera es rico! Molesta, entonces, leer las declaraciones del presidente que hiciera en el diario uruguayo El País, donde dice que las demandas sociales de los chilenos ponen en peligro el futuro desarrollo de la nación, poniendo como ejemplo la realidad que viven muchos países de la Unión Europea, que padecen una cruda situación económica. 

    Piñera mezcla peras con manzanas e intenta intimidar con el clásico trabalenguas de la ultraderecha, que habla muchas veces sin decir nada. Lo que sucede en la Unión Europea y en Estados Unidos se debe precisamente a personajes como Piñera, especuladores financieros con síndrome ludópata, que gusta de apostar con dineros ajenos en mercados a futuro sin soporte real. En ningún caso, como muchos especuladores pretenden hacernos creer, esta crisis se deba a una inviabilidad del Sistema del Estado Benefactor. En el caso griego, como así en el español o irlandés, los asesores venidos de Estados Unidos en la década de los años 1990 les hicieron creer que podían acceder a más bienes de los que realmente necesitaban, por medio del crédito. España, así, se metió en una burbuja inmoviliaria que ahora tiene a casi un millón de casas y departamentos sin vender o sin ser pagados. Grecia, de donde casi el cincuenta por ciento de sus habitantes trabaja en el sector público, se dio un estilo de vida de narcotraficante, con todos sus típicos excesos. Vemos que el origen del colapso europeo no se debe precisamente a la salud-educación gratuita estatal, sino al endeudamiento privado monstruoso y a la estupidez de la banca de otorgar préstamos a personas que no pueden pagarlos. 

    Es viejo el discurso intimidante de la derecha de decir que con cortar beneficios sociales una crisis se soluciona. La experiencia demuestra que las crisis del siglo XX y XXI fueron provocadas y siguen siendo provocadas por la falta de educación financiera de la sociedad y por el incentivo de la codicia, defecto del que especuladores como Jorge Errázuriz deforman y lo convierten en el "valor" de la vieja nueva economía. Las exigencias de la sociedad chilena en este agitado año 2011 son más que justas. Casi el 55% de la población apenas sobrevive con el sueldo mínimo, y al mismo tiempo, los precios de los alimentos y combustibles han subido hasta la estratósfera. La situación es desesperante para la mayoría. El desorden administrativo del actual gobierno agrega a esta explosiva sumatoria el ingrediente de la frustración de percibir que no hay perspectivas de realización ni personal ni familiar. Groseros son los costos de aranceles universitarios, y da mucha bronca saber que el 60% de esos dineros ¡son usados en publicidad y no en investigación o docencia!

    Los estados modernos hace rato que abandonaron la idea de los parches o aportes indirectos en la educación. No tiene sentido darle un bono o una beca a un estudiante para que elija con información deformada o derechamente falsa a qué universidad matricularse, si en muchas de éstas el interés es sólo despachar títulos profesionales al por mayor. Chile no tiene un rumbo general. El sistema de libertinaje de mercado se equipara a un montón de remeros tirando cada uno para su lado. La barca nacional se enreda en un remolino de estancamiento. La libertad de enseñanza sólo es un derivado del derecho a la educación. Éste último es el primero en la metáfora del huevo y la gallina. Si estableces en la Carta Magna el concepto de derecho a la educación, las instituciones que quieran impartir enseñanza real están obligadas a basarse en ese piso objetivo. Hoy en día, la libertad de enseñanza no obliga ni a sostenedores de colegios ni consorcios universitarios a ser rigurosos en sus roles. El despelote es máximo. Ni siquiera el más "prestigioso" colegio particular chileno se iguala a una medianamente apreciada escuela pública francesa. Si esta misma gente que hoy gobierna tuviesen la misma generosidad con el futuro de Chile y su educación como la tuvieron en los años ochenta, cuando regalaron fácilmente a la banca privada decenas de miles de millones de dólares para parchar la embarradita de los Chicago Boys, otra cosa sería. La intransigencia ideológica de Piñera y los suyos los está haciendo quedar solos en el mundo. Son los talibanes del dogma de Friedman que van quedando. 

    Pelear por lo que nos pertenece es el acto más patriota. Me enorgullece la genialidad, claridad y fuerza patriota de los estudiantes chilenos, que con determinación nos quieren hacer despertar de la ilusión del crédito y la vida blim blim y nos dirigen la mirada a lo realmente importante en la vida. Espero que los adultos pronto despierten y vean en qué otros pantanos estamos metidos: AFP, sistema de salud y el precio de los alimentos.

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  3. No voté por Piñera en las últimas elecciones presidenciales. Con desgano, para no entregar la dignidad, tuve que regalar mi sufragio a un candidato perdido en el tiempo, alguien arrancado de la década de los años 1990, quien fue colocado en la representación triste de una coalición alguna vez brillante pero que a fines de la década del 2000 daba lástima por donde se la mirara. Y ganó Sebastián. O perdió la Concertación. La realidad puede verse de las formas que uno quiera. Los chicos de la eficiencia llegaron a La Moneda con el aura y la promesa de ser los mejores, que ahora sí se acababa la corrupción, la mediocridad; que ahora primarían en las decisiones gubernamentales las soluciones a los “problemas reales de la gente”, como menciona cual fuese avemaría el eterno candidato Joaquín Lavín cada vez que tiene un micrófono y cámara de TV delante suyo. El éxito económico de muchos miembros, asesores y cercanos al presidente electo daban garantía de un promisorio futuro, porque, como algunos taxistas dicen, ‘como tienen plata no van a robar’.

    Y, de repente, se dejó caer el 27F, el tusunami y el marepoto. La descoordinación en la reacción del gobierno saliente dieron la sensación urgente de que asumiera pronto una especie de salvador. Y con esa premisa asume un Piñera con todas las de ganar, puesto que los grandes líderes siempre aprovechan circunstancias complejas para realzar su estampa y concretar sus proyectos partiendo de cero. Pero el tiempo pasaba y la excusa era la instalación. Como milagro aparecen los niños símbolos de los derechos laborales pasados por el traste de tipos inescrupulosos, y, hábil como él sólo, el presidente aprovecha mediáticamente este terrible caso, pero como todo lo farandulero, algo devastador como lo sucedido a estos 33 trabajadores pronto pasa al olvido. Y de ahí, todo en picada para la Coalición por el Cambio. Si la crítica a los gobiernos anteriores siempre se agarraba del caso MOP-Gate, a las gentes de derecha les estalla en la cara algo infinitamente peor: es el famoso Caso Kodama, con un intento de fraude de un inflado del 6.000% del valor real de dicha obra de construcción vial, hace caer a la ministra Magdalena Matte, una señora bien que hizo tan excelente trabajo, que de las seis mil casas que hay que reconstruir en Talcahuano, sólo faltan 5.986. Los conflictos de intereses de los amigos del presidente pronto comienzan a hacer mella en la solidez política que se requiere para un buen gobierno. Donde se había prometido todo en el mayor sentido superlativo de las cosas, comienzan a verse las hilachas de la mediocridad, de la cosa mal hecha, de la falta de realismo, y, en definitiva, de la carencia de liderazgo necesario en un gobierno. Otra cosa es con guitarra, y se vislumbra para ellos algo que para el resto es obvio: no es lo mismo administrar una nación que manejar una empresa. Pero también, al mismo tiempo, logro darme cuenta de algo.

    No seamos hipócritas: casi todos los cercanos, sino el mismo Piñera, hicieron sus fortunas al alero de la dictadura militar. Lamiéndole las botas a Pinochet, los civiles que fueron el sustento político del régimen hicieron a un lado a los corporativistas de Patria y Libertad y abrazaron la ideología monetarista de Milton Friedman, pero esta vez, y a diferencia de lo que no alcanzó a concretar en su patria, donde su protector cayó en desgracia después del caso Watergate, en Chile tuvo toda la libertad para experimentar con una sociedad completa. Y las privatizaciones de las empresas estatales no se hicieron esperar, las que fueron devaluadas dudosamente para ser compradas, curiosamente, por muchos de los asesores, ministros, subsecretarios y cercanos al general. Así, todo fue feliz, salvo por ese ‘pequeño’ tropiezo de 1982, cuando la banca chilena se hizo pedazos, haciendo un adelanto de lo que sucedería veintiséis años después en la nueva Madre Patria estrellada y con bandas rojas y blancas del norte, pero la buena voluntad del Segundo Padre de la Patria entregó a tan nobles propósitos miles de millones de dólares del erario fiscal que nunca han sido devueltos. Los jóvenes y emprendedores del Sí -y uno que otro malagradecido del No- crearon el paraíso de la economía liberal con la paradójica protección de un régimen militar y la complacencia de una legislación tributaria indulgente con algunas travesuras de cuello y corbata. Todo bien para el currículum social, pero...

    Pienso que ahora, por primera vez en sus vidas, estas personas se ven enfrentadas al mundo real, a la competencia de verdad, a esa competencia que dicen promover en cuanta charla y seminario se publica en el diario de Agustín. Ya no pueden dar órdenes desde su oficina en la empresa de papá. La carcaza en la que se forjaron y desarrollaron no existe en este mundo de devenires políticos, de conflictos sociales nacidos en esa misma época en la que ellos y sus padres se enriquecieron a costa de ríos de sangre. Están pasmados del mundo y de sí mismos. De ver que el Chile real es más complejo, más rico en entramados sociales que aquellos dados en los dos colegios en los que estudió el gabinete completo del Gobierno de Excelencia. Les está penando ser el gobierno de los amigos de barrio, de ser el gobierno más endogámico en la historia de Chile, y cometen una y otra torpeza porque no saben cómo tratar a los que viven fuera de sus ghettos, y además, se suma al hecho de que ahora nadie los protege de los vaivenes de la ruda vida real. Son penosos hijitos de papá perdidos lejos de la protección del mundo feliz.

    Es lamentable y muy preocupante saber que recién estas personas están experimentando el mundo de carne y hueso, y nada menos que en la administración del Estado. Dios nos libre de cómo terminará este experimento de gobierno de derecha. Lo que no entiendo es que supuestamente se prepararon durante dos décadas para asumir el desafío de hacer las cosas bien, y nos salen con este pastelazo de gobierno mediocre. Tal como Kiko, aquel cómico y patético personaje del Chavo del Ocho, que sólo puede presumir de sus cosas bajo las faldas de mamá, los chicos del Gobierno de la Eficiencia mostraron la debilidad intrínseca a las fortunas de invernadero -que se crearon bajo la protección de las armas- cuando tuvieron que salir al mundo a intentar resolver los problemas reales de la gente, aquellos que, aunque nadie los note, ellos mismos crearon en 17 años de experimentos sociales y económicos.
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  4. Dedicado a la realidad gubernamental chilena actual

    (Leer de arriba hacia abajo, y luego de abajo hacia arriba)

    En nuestro partido cumplimos con lo que prometemos.

    Sólo los imbéciles pueden creer que

    no lucharemos contra la corrupción.

    Porque si hay algo seguro para nosotros es que

    la honestidad y la transparencia son fundamentales

    para alcanzar nuestros ideales.

    Demostraremos que es una gran estupidez creer que

    las mafias seguirán formando parte del gobierno

    como en otros tiempos…

    Aseguramos sin resquicio de duda que

    la justicia social será el fin principal de nuestro mandato.

    Pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que

    se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política.

    Cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que

    se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias.

    No permitiremos de ningún modo que

    nuestros niños tengan formación insuficiente.

    Cumpliremos nuestros propósitos aunque

    los recursos económicos se hayan agotado.

    Ejerceremos el poder hasta que

    comprendan que ahora

    somos la nueva política…

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  5. Sin sorpresas. Así se presentaron los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 13 de diciembre en Chile. El candidato de la derecha, Sebastián Piñera, obtuvo el primer lugar, mas no alcanzó la cantidad de votos suficiente como para asumir la presidencia. El candidato de la oficialista Concertación, Eduardo Frei, obtuvo un magro 29%, reflejando la sumatoria de desaciertos de sus líderes. Marco Enríquez-Ominami, el diputado ex militante del Partido Socialista, estableció cátedra en un sistema electoral binominal al lograr nada menos que un 20%, siendo la tercera opción. Concluyó así un proceso un tanto apático, que hizo suyo el estado de desgaste de la actual política chilena. Piñera por primera vez en cincuenta años logró el primer lugar en una elección democrática para la derecha nacional, pero no por méritos propios, sino por el mediocre candidato de su coalición rival. Primarias concertacionistas malhechas, cambios de reglas constantes, resurgimiento de estilos estalinistas en el PS, todo conspiró para el fracaso del 13 de diciembre. Pero más que lo anterior, fue muy notorio el estado de anacronismo y de asincronía con la sociedad de los líderes de la Concertación. La coalición gobernante ha sido sin lugar a dudas la más exitosa en la historia de Chile, concretando un grado de desarrollo impresionante, consolidando las instituciones democráticas, dañadas o derechamente destruídas por la dictadura de Pinochet. Pero también fue víctima de sus éxitos, porque la ciudadanía, más educada y con mejores condiciones socioeconómicas, pedía más (cosa natural y sana en una sociedad consciente) y la coalición no supo responder a las nuevas necesidades con la premura y precisión indicadas. Muerto el tótem que los unía -Pinochet-, la Concertación se vio perdida en el rumbo político. ¿Cuál sería el símbolo que los uniera? Nunca lo supieron, por eso desde 2006 en adelante, solo dieron palos de ciego y penosos espectáculos de desorientación. Escalona y los suyos, por ejemplo, aun recurrían al rechazo a la dictadura y a Pinochet, cuando la sociedad actual hace rato que superó esos traumas. Muchos DC negaron el apoyo para el establecimiento de modernas políticas de natalidad y sexualidad. Y, cual mafia, la Concertación se cerró en si misma, pensando que tenían seguro un electorado cautivo. La realidad ha demostrado otra cosa.

    Sin lugar a dudas el triunfo de Frei en segunda vuelta cada vez se torna más imposible. Si los timoneles de la Concertación -los causantes del desastre político más grande de los últimos tiempos- no renuncian, los votos de Enríquez-Ominami se difuminarán en la indecisión. Frei no es líder, y peor aún, los lideres concertacionistas actuales tampoco lo son. La campaña oficialista está dedicada erróneamente a las personas en general, pensando que el hecho de la perenne permamencia de Escalona o Latorre no afecta la sensibilidad popular. Craso error. Olvidan los publicistas que los que deciden esta elección no es la población en su totalidad, sino las personas inscritas, las que en algún grado u otro se interesan en política. Y esa gente está (estamos) aburrida de las medidas dictatoriales de la Junta Concertacionista. No entender el voto de Enríquez-Ominami es no entender el sentimiento de hastío del electorado, de la ciudadanía. Se necesita que de una vez por todas los personajes de la izquierda conservadora (como Escalona) se hagan a un lado, porque los tiempos son otros, y no se convence a nadie con misticismos dogmáticos ni sacralizando a iconos como el Che Guevara. La sociedad postmoderna chilena es más concreta, para bien y para mal. Necesita y vive del momento. Las ideologías no convencen a nadie. Son pendejerías del adolescente siglo XX y su Guerra Fría. Ahora se desea un bienestar concreto, acompañado de buena retórica que lo haga sentir realizado. Esperemos qué sucede...
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  6. Hace algún tiempo, la prestigiosa revista New Scientist destacó un exitoso best-seller de divulgación científica, "From Lucy to Language (Desde Lucy al Lenguaje)", de Donald Johnson y Blake Edgar, que trataba del tema de la aparición del lenguaje humano. Pero, ¿cómo hay que abordar esta improbable investigación del origen del lenguaje, un hecho que no fosilizó antes de la invención de la escritura, hace solamente cinco mil años atrás?

    Los lingüistas disponen de material abundante y extraordinariamente diversificado: las, aproximadamente, cinco mil lenguas habladas por el hombre moderno. Recientemente, el lingüista norteamericano Merrit Ruhlen ha lanzado una piedra a la charca de sus estimados colegas: aplicando un método de clasificación elaborado por su maestro Joseph Greenberg, Ruhlen pretende demostrar que todas las grandes familias de lenguas existentes derivan de una lengua madre única. Esta conclusión está en perfecta coherencia con los datos más recientes aportados por la genética de las poblaciones y la arqueología, cuyas conclusiones dicen que las poblaciones humanas actuales tienen un origen común a partir de una población madre de la prehistoria. Pero, a nivel de la técnica lingüística, la demostración de Ruhlen no convence a todos los especialistas. No parece, pues, que la controversia vaya a extinguirse.

    Una cuestión muy diferente es preguntarse por la aparición del lenguaje: ¿es posible construir una narración darwiniana plausible y, al menos parcialmente, refutable? En primer lugar ¿cómo hay que calificar la especificidad del lenguaje humano? El célebre lingüista Noam Chomsky ha dedicado gran parte de su carrera a responder a esta pregunta. De una manera general, sus conclusiones pueden resumirse de este modo: el lenguaje está determinado por un módulo especializado del cerebro; todos los humanos lo poseen, y quedan excluidos de él el resto de los animales. Finalmente, este módulo es el responsable de la utilización de una «gramática universal» que permite generar un espectro ilimitado de expresiones significativas.

    Los trabajos de otro lingüista estadounidense, Derek Bickerton, apoyan las conclusiones de Chomsky. Bickerton ha estudiado en profundidad los pidgins, protolenguajes ingeniados en situaciones excepcionales por grupos humanos aislados que no disponen de ninguna lengua en común (los esclavos de las islas, por ejemplo). En algunos lugares del mundo, estos pidgins se han transformado en verdaderas lenguas, las criollas, a menudo en el espacio de una sola generación. Bickerton ha conseguido demostrar que, a pesar de que los vocabularios, evidentemente, difieren, las estructuras gramaticales de todas estas lenguas son asombrosamente parecidas.

    La especie humana actual dispone, pues, de facultades innatas para el lenguaje. Pero ¿qué hay que entender por innato? No se trata de la facultad de hablar una lengua determinada, sino de aprender cualquier lengua. ¿Cómo se ha podido configurar esta facultad a lo largo del tiempo?

    Chomsky considera que «la teoría de la evolución [...] tiene poco que decir sobre cuestiones de esta naturaleza». Bickerton se inspira en la teoría de los equilibrios puntuados de Stephen Jay Gould y Niles Eldredge y recurre luego a un acontecimiento «catastrófico», una hipotética macromutación genética, para explicar la adquisición del módulo cerebral del lenguaje en el ser humano.

    Pero ¿no habría intervenido también la selección natural, en el sentido habitual de la expresión? Steven Pinker, un alumno de Chomsky en el MIT, tachó de falsa esta opinión, muy compartida por los lingüistas y los cognitivistas. El debate estaba servido, y en la década de los 1990, los aportes de los principales participantes fueron objeto de un extensísimo artículo. Según sus propias palabras, Pinker y el coautor, Paul Bloom, persiguen un «objetivo increíblemente enojoso»: quieren, nada más y nada menos, demostrar que, lo mismo que el ojo, el lenguaje es un sistema complejo y que la selección natural es el único mecanismo susceptible de explicarlo. Sin embargo, una vez cumplida su tarea, Pinker y Bloom no proponen ninguna hipótesis sobre la aparición del lenguaje.

    Con todo, esta explicación ha de completarse con datos anatómicos, ya que el lenguaje no queda confinado en el interior del cerebro humano. Los símbolos han de transformarse en una serie de sonidos, lo cual significa la posesión de un conjunto de condiciones para emitirlos y recibirlos. Según Philip Lieberman, la evolución de la morfología del aparato vocal humano, especialmente el descenso de la laringe, ha permitido el desarrollo de un sistema de comunicación que maximiza la transmisión de la información y minimiza los errores de percepción.

    Entre otros, un antropólogo británico, Chris Knight, ha emprendido recientemente la vía abierta por Pinker. Aunque admite el carácter especulativo de su hipótesis, Knight reivindica su refutabilidad, especialmente a partir del análisis de las pinturas rupestres del Paleolítico.

    Cualquiera que sea el futuro de esta hipótesis, el psicólogo Robin Ian McDonald Dunbar, en uno de los numerosos comentarios que acompañan el artículo de Knight, escribe: «en ciencia, a menudo, es más importante ser interesante que tener la razón».
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  7. No hay que soñar: la moral no se basa en la biología. Pero las reflexiones de evolucionistas y de etólogos sobre las estrategias animales nos esclarecen las condiciones bajo las cuales surge la moral en las sociedades humanas. La selección natural pudo favorecer los comportamientos cooperativos.


    Un siglo después de Darwin, algunos biólogos, filósofos y politólogos, basándose en un nuevo entendimiento de la selección natural, reexploran el vínculo entre evolución y moral. El ser humano, tal como lo presentó Darwin, es un producto de la evolución, y la selección natural no determina solamente su anatomía y su fisiología, sino también las formas de su comportamiento. Así, pues, el mejor medio para comprender nuestros impulsos morales sería, quizás, poner de manifiesto las ventajas que, en la lucha por la vida, pueden aportarnos las tendencias que valoran ciertas acciones y condenan otras. De este modo, la moral se revelaría, al menos en parte, como un fenómeno de tipo biológico. Esto permitiría sustituir las especulaciones vagas de teólogos y filósofos por un enfoque más riguroso.

    Cualquier tentativa de establecer una relación entre biología y moral humana ha de empezar por reconocer la gran distancia que hay entre las presiones biológicas que determinaron la evolución de nuestros antepasados y los códigos morales a los que hoy estamos adheridos. Como es bien sabido, la vida de muchos otros animales viene determinada por la transmisión cultural, entre generaciones, de diversas formas de comportamiento. Algunas veces se introducen innovaciones culturales que dan lugar a la invención de nuevos modos de adaptación al entorno. En un caso, ya célebre, el macaco japonés (Imo, el «simio genial») preparó una técnica que permitía separar el trigo de la arena: lanzarlos al mar. La generalización de esta técnica hizo que el grupo de simios se familiarizaran con el agua, aprendieran a nadar y, luego, exploraran una isla cercana .

    En nuestra especie, los procesos de transmisión e innovación culturales se han desarrollado a gran escala, y es totalmente posible que gran parte de los comportamientos humanos contemporáneos tengan una relación muy lejana con las presiones ancestrales ligadas a la selección natural en un entorno tipo sabana. El hecho de que el hombre sea un producto de la evolución no debe hacernos buscar en cada forma de comportamiento humano su correspondiente ventaja desde el punto de vista de la selección natural.

    Por otra parte, y tal como habían observado claramente Darwin y su aliado Thomas H. Huxley, ninguna teoría de la evolución, por compleja que sea, podrá guiar jamás nuestro comportamiento. Cada día, en las culturas más diversas, los individuos han de enfrentarse a decisiones que les obligan a plantearse cuestiones morales básicas. En todos los códigos o sistemas de referencia, puede establecerse una distinción entre ciertos principios fundamentales y unos preceptos emanados de ellos, al igual que en geometría es posible separar axiomas de teoremas. Cuando de opiniones diferentes derivan reglas morales diferentes, ¿qué actitud hay que adoptar? Aunque momentáneamente exista la tentación de dejarse llevar por la idea de que la biología debería poder regular el problema identificando una solución determinada como la más «natural», una somera reflexión remite al punto de vista fundamental de Darwin y Huxley. En efecto, siempre podemos preguntarnos si no estamos precisamente ante un caso en que se deba resistir a la «naturaleza».

    ¿Puede sostenerse la idea según la cual los recientes desarrollos de la teoría de la evolución permiten, efectivamente, esclarecer ciertos aspectos de la moral humana sin que ello obligue a lanzarse a un proyecto inalcanzable o a enunciar una simple banalidad? Creo que sí. Algunas de las ideas introducidas en la teoría de la evolución desde los años 1960, ideas que han modificado nuestro concepto fundamental del funcionamiento de la selección natural, permitirían elaborar una nueva representación del hombre en tanto que agente moral, así como del origen y las funciones de la moral.

    Según una versión simplista, aunque muy extendida, de las ideas darvinianas, la selección natural es, ante todo, un mecanismo que favorece a los seres fuertes, crueles y carentes de escrúpulos. A lo largo de todo el siglo pasado, los biólogos de la evolución se han preguntado por la posibilidad del altruismo concebido como la tendencia de un organismo a adoptar comportamientos que favorecen la reproducción de otros organismos en detrimento de su propia reproducción. Hasta los años 1960, varios casos de comportamientos aparentemente altruistas en la naturaleza habían dado lugar a ciertas explicaciones evolucionistas vagas y poco satisfactorias que, generalmente, invocaban un «interés del grupo» o un «interés de la especie», por la simple razón de no poder explicar el hecho de que, como resultado de la selección natural, un organismo pudiera favorecer las capacidades biológicas de otro en detrimento de las propias. Dos aportaciones decisivas modificaron el enfoque de esta cuestión. La primera, debida a William D. Hamilton, que era entonces estudiante de doctorado en la Universidad de Londres, puso de manifiesto el hecho de que algunos alelos que determinan en sus portadores comportamientos altruistas pueden verse favorecidos por la selección natural en caso de que los beneficiarios de tales comportamientos sean organismos emparentados. El elemento decisivo de la evolución del altruismo en el marco de la selección natural es la propagación de alelos apropiados. Como, probablemente, los organismos emparentados están también provistos de alelos altruistas, el aumento de su reproducción podría compensar la pérdida sufrida por el organismo altruista desde el punto de vista de su propia reproducción. Hamilton propuso una aplicación importante de esta idea, sirviéndose de ella para explicar la presencia de subgrupos estériles en los insectos sociales (hormigas, abejas, termitas). Sus continuadores ampliaron el alcance de este ejemplo y propusieron muchos ejemplos nuevos .

    La segunda aportación importante la hizo Robert L. Trivers, que por entonces era un joven profesor de Harvard. Trivers sugirió que, incluso entre organismos no emparentados, los que adoptan un comportamiento altruista podrían ser favorecidos por la selección natural en caso de que este comportamiento fuera recíproco: un organismo hoy donante podría verse beneficiado mañana; la ayuda mutua que se prestan ambos organismos aumenta, a largo plazo, sus posibilidades de reproducción . Craig Packer, un joven investigador inglés especializado en el estudio del comportamiento social de los animales, sugirió que la hipótesis de Trivers podía aplicarse a la formación de coaliciones entre babuinos machos no emparentados que, a veces, se agrupan de dos en dos para alejar a otro macho de una hembra cuando ésta es apta para la reproducción. Entonces, uno u otro de estos babuinos puede alcanzar su objetivo de emparejamiento . Los trabajos de Hamilton sugerían que ciertos comportamientos animales podrían favorecer las oportunidades de organismos próximos desde el punto de vista de la evolución. El fecundo artículo de Trivers indica la posibilidad de que el altruismo se expanda más rápidamente cuando se forman coaliciones de altruistas.

    Durante los años 1980, Robert Axelrod, un investigador de ciencias políticas de la Universidad de Michigan que trabajaba en colaboración con Hamilton, propuso un desarrollo teórico muy interesante de las ideas de Trivers. Axelrod propuso modelizar las interacciones sociales entre animales bajo la forma del dilema del prisionero . En este conocido juego, dos individuos pueden elegir entre un comportamiento cooperativo y otro no cooperativo. Para un individuo, lo peor es cooperar con alguien no cooperativo. El resultado es menos malo si ninguno de los dos coopera, y es mejor en caso de cooperación mutua. La eventualidad más favorable es la del explotador sin escrúpulos que responde a un comportamiento cooperativo con un rechazo a la cooperación. Según este modelo, si alguien está obligado a jugar con otro individuo, su máximo interés debería ser rechazar sistemáticamente cooperar: si el otro de muestra cooperativo, el rechazo del primero permitirá a éste una ganancia máxima; si se muestra no cooperativo, le valdrá más hacer lo mismo. Por consiguiente, cuando la posibilidad de interacción sólo se produce una vez, el rechazo a cooperar parece ser la estrategia más favorable.

    Organizando un torneo informático en el que algunos algoritmos se oponían entre sí, Axelrod demostró que el caso es diferente cuando los actores pertenecen a una población obligada a interacciones repetidas, ya que entonces sí son posibles algunas coaliciones altruistas del tipo de las descritas por Trivers. El argumento desarrollado por Axelrod muestra de manera convincente que, a partir del momento en que los organismos cooperativos están presentes en número suficiente, en el interior de una población puede prevalecer una forma particular de estrategia cooperativa: comportamiento inicial de cooperación, sanción de todos los no cooperantes con el rechazo a cooperar con ellos la vez siguiente y vuelta a la cooperación cuando adopta nuevamente un comportamiento cooperativo. Sin embargo, la dificultad esencial que plantea el análisis de Axelrod es explicar de qué modo los comportamientos de tipo cooperativo pueden imponerse dentro de esta población. En un entorno hostil dominado por organismos no cooperativos, los que desean cooperar son castigados severamente. Así, pues, ¿cómo puede explicarse que aparezca la cooperación?

    Una manera de abordar la cuestión consiste en examinar de qué modo el análisis de Axelrod podría aplicarse a los casos más manifiestos de interacción entre animales no emparentados: coaliciones entre machos para asegurarse el acceso a las hembras, aseo social... Una característica evidente es que los participantes pueden aprovechar una libertad mucho mayor que la prevista por el modelo: contrariamente a los desdichados prisioneros, no están obligados en absoluto a la interacción. Si, efectivamente, deciden formar una unidad social, disponen de un amplio abanico de socios potenciales. Los babuinos machos que buscan una hembra pueden tratar de conseguirla por sí solos u optar por formar equipo con ciertos miembros de su grupo, pero no con otros. Esto nos permite introducir el concepto de juego opcional, que corresponde a una situación en la que es posible actuar en solitario, o bien entrar en interacción con otros jugadores, con la posibilidad, si se decide la interacción, de elegir a los socios entre un conjunto de candidatos potenciales. Imaginemos a unos primates que proceden de un estado asocial en el que había posibilidades recurrentes de juegos opcionales: interacciones para el aseo, la caza en grupo, la cooperación en la defensa del grupo, o la formación de coaliciones para tener acceso fácil a determinadas hembras.

    Si estos animales son capaces de establecer distinciones y modular su comportamiento en función del modo en que han sido tratados en el pasado por cada uno de los otros primates, podrá aparecer, e imponerse prácticamente la mayor parte del tiempo, una estrategia de cooperación con animales cooperativos (o más exactamente, que todavía no se han mostrado no cooperativos). Aunque la población sea invadida por animales sin escrúpulos, esto sólo será temporal. En efecto, cuando los explotadores constituyen mayoría, los individuos que se deciden a actuar solos y rechazan las interacciones con otros se ven favorecidos por la selección. La cooperación podrá reaparecer en el momento en que los asociales hayan eliminado a los «sin escrúpulos» .

    Este panorama es alentador, ya que demuestra hasta qué punto la evolución, dentro de las condiciones de la selección natural, puede favorecer efectivamente el comportamiento cooperativo. Pero, ¿qué relación puede tener con la moral? ¿Qué consecuencias tendrá en las cuestiones éticas la demostración de la posibilidad evolutiva de una forma de altruismo (en el sentido biológico) en los animales, representada por el comportamiento cooperativo?
    En primer lugar, conviene establecer una distinción importante entre el altruismo en el sentido que le atribuyen los biólogos y el concepto de altruismo sobre el que se basa la reflexión moral. La ética no se interesa por los comportamientos ciegos, ni aun en el caso de que éstos tengan consecuencias benéficas para otros individuos. Tampoco le conciernen esencialmente las acciones que provocan el aumento de las oportunidades de reproducción de otro organismo. Las motivaciones son decisivas: las acciones altruistas objeto de la reflexión ética son las que están movidas por el deseo de favorecer el bienestar ajeno.

    Para relacionar biología de la evolución y moral, hay que ir más allá de las demostraciones sobre la posibilidad de acciones altruistas en el sentido que les atribuyen los biólogos. El punto esencial debería ser la investigación de si existen datos que indiquen que la selección natural pudo determinar la formación de una tendencia a la simpatía (o un sentimiento del mismo tipo) entre nuestros antepasados homínidos. En la historia de nuestra evolución, ciertas variaciones genéticas pudieron hacer, por ejemplo, que, en un ambiente como el de la sabana, individuos portadores de alelos específicos se desarrollaran de tal modo que llegaran a mostrar una disposición creciente a tener en cuenta ciertos intereses de los semejantes que les rodeaban. Estos homínidos habrían sido incitados a entrar en el tipo de interacciones modelizadas en los juegos recurrentes de Axelrod o en los juegos opcionales que acabamos de describir. Además, el análisis anterior puede ampliarse de la manera siguiente: la selección natural debería favorecer a los individuos que tratan los intereses de sus socios potenciales exactamente de la misma manera que sus propios intereses, mientras estos socios no se hubieran mostrado no cooperativos .

    Ciertas investigaciones primatológicas recientes parecen indicar que la evolución de una tendencia a la simpatía es más que una simple posibilidad teórica. En un estudio reciente, Frans de Waal recogió una gran variedad de observaciones de actos de benevolencia, no humanos, que iban de la protección al consuelo. Ciertos animales, aparentemente, mueren de pena después de la pérdida de un «ser amado» . Aunque el riesgo de caer en un antropomorfismo afectivo es muy grande, ciertos tipos de comportamiento, como en el caso de un joven chimpancé que recogía cuidadosamente frutos para compartirlos con su madre paralítica, son difíciles de explicar sin dar por supuesta la existencia de cierto tipo de percepción de necesidades del otro y de respuesta a tales necesidades.

    Aunque en el hombre se admita la hipótesis de la evolución de ciertas tendencias al desarrollo de una capacidad de simpatía hacia los individuos que le rodean, quedaría todavía por explicar cuál es la relación entre estas tendencias y los códigos morales. La organización social compleja de nuestros parientes próximos en la evolución, sus profundas diferencias con las sociedades humanas pueden darnos algunos indicios. Las sociedades de primates, como han demostrado los trabajos de Waal y de otros, no suelen mostrar una cooperación idílica: en ellas hay conflictos, infidelidades, una tensión constante y luchas políticas brutales . Aunque la existencia de cualquier forma de vida social tiene su origen en la simpatía que los animales sienten unos por otros, también hay que reconocer que esta simpatía es puesta muy a prueba, y que a veces es pisoteada si existe la posibilidad de obtener ganancias importantes traicionando a sus amigos. Un adulto macho que entrevea la posibilidad de acceder a una posición dominante podrá abandonar a su compañero aunque le haya sido fiel durante meses o años. Los vínculos entre chimpancés o bonobos pueden romperse fácilmente, y las relaciones sociales requieren a veces largos y complejos procesos de reparación.

    Cabe imaginar que, desde los grupúsculos de nuestros antepasados homínidos, las sociedades humanas han manifestado una estabilidad mayor y han hallado el medio de dar más peso a su tendencia a la simpatía. Para evitar ceder ante la tentación de romper a la menor oportunidad el vínculo que les unía a algunos de los individuos de su entorno y de verse obligados a esforzarse para restablecer dicho vínculo, nuestros antepasados habrían desarrollado una estrategia de prevención, fortaleciendo su instinto de simpatía mediante unas reglas de conducta. Una de las primeras funciones del lenguaje fue, quizás, permitir que el hombre se dominara y pudiera mantener la relación con el otro renunciando a la tentación de romperla. Desde este punto de vista, la moral puede contemplarse como un dispositivo de regulación de los impulsos que amenazan a la sociedad humana y que, a la vez, son susceptibles de poner en peligro su supervivencia y su reproducción. Sería, pues, una estrategia específicamente humana de mantenimiento de la paz mediante el establecimiento de ciertos límites que no deben franquearse.

    Ciertamente, existe una distancia enorme entre las series de reglas simples que han permitido reducir las tensiones en la vida social de los homínidos y nuestros actuales modos de reflexión complejos. Sin embargo, si se toma en serio, esta hipótesis introduce un punto de vista nuevo acerca de la moral contemporánea, una moral que se habría elaborado a partir de estas primeras reglas y a lo largo de procesos históricos; la confrontación con otros grupos humanos habría conducido a un intento de resolver las diferencias y a una reflexión sobre la actitud a adoptar ante seres por los cuales no existe una simpatía inmediata. Unos códigos morales más exigentes serían el resultado de un esfuerzo de razonamiento sobre los sentimientos con los que se identificaban nuestros antepasados a medida que avanzaba el conocimiento mutuo.
    Sin duda, esta breve exposición del origen de la moral es muy hipotética. Si merece ser tomada en serio, es porque la respuesta que propone se sitúa a medio camino entre dos posiciones igualmente insatisfactorias. En efecto, las exigencias de la moral no son ni exigencias completamente abstractas, procedentes de una razón trascendental e independiente de las características humanas, ni tampoco la simple expresión de sentimientos naturales. La moral humana está a medio camino entre lo abstracto y lo puramente descriptivo . En definitiva, esta hipótesis debería juzgarse según unos criterios idénticos a los que conviene aplicar a la de Darwin, es decir, en relación con su capacidad de explicar una gran diversidad de fenómenos surgidos de muchos campos diferentes, como la teoría general de la evolución, la primatología, la evolución de los homínidos, la antropología, la psicología y la historia de la moral y de la religión.
    Intentar descubrir la posibilidad de que, en el marco de la evolución, surgiera el altruismo humano debería tener, al menos, un efecto liberador. Con demasiada frecuencia las afirmaciones morales se perciben a partir de un concepto pesimista del comportamiento humano. El célebre consejo de Macchiavello suele imponérsenos como el realismo mismo: «si todos los hombres fueran buenos, este precepto (no mantener la palabra) no sería bueno; pero como son malos y no mantendrían la palabra que os han dado, tampoco vosotros debéis mantenerla» . A pesar de que, a primera vista, nuestro conocimiento de la historia de la vida parece justificar esta opinión sobre la naturaleza humana, un examen más atento de ciertas consecuencias del darwinismo permite esperar que podríamos ser mejores de lo que piensan los pesimistas. Y, también, que podríamos servirnos de la biología para profundizar en la proposición de David Hume según la cual nuestra falta de indiferencia hacia los que nos rodean es «un principio que explica en gran parte el origen de la moralidad»

    Gentileza de Philip Kitcher, catedrático de filosofía de la ciencia en la Universidad de Columbia.


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  8. The Economist sorprendió esta semana con un artículo un tanto surrealista. Analizaba, desde su perspectiva monetarista, las consecuencias a corto y mediano plazo de la actual crisis y proponía nada menos que establecer como norma la "flexibilidad laboral" como única solución al inminente desempleo masivo que se avecinaría.
    Esta revista y muchas otras del ámbito económico friedmaniano tienen un particular sentido del humor, si podemos llamarlo así a lo caraduras que son. The Economist, Forbes, Harvard Business Review y América Economía avalaron durante todos estos años las prácticas del extremismo liberal predicadas por Milton Friedman y las conductas "emprendedoras" (léase ahora "estafadoras") de personajes como Bernard Madoff, cuyos reportajes halagadores han sido borrados de las páginas web de dichas publicaciones en las últimas semanas... La autocrítica escasea en estas supuestas revistas prestigiosas; los editores, por lo visto, más que economistas serios eran seguidores de la doctrina religiosa en que se ha convertido la visión friedmaniana de la economía. La aversión a la regulación que The Economist profesaba, defendiendo la libertad absoluta de la ejecución financiera y confiando ciegamente en la Mano Invisible, tan invisible que no existe, ahora discretamente se está metamorfoseando en una propaganda de la desregulación laboral. Según esta publicación (y de la que El Mercurio se ha hecho eco), se recomienda a los gobiernos del planeta que la única forma de evitar que las tasas de desempleo lleguen a los niveles de la Gran Depresión es desregulando la legislación laboral, es decir, poner en práctica la doctrina de la flexibilidad laboral. ¿Qué más flexibilidad laboral de la que ya existe en estos momentos? La facilidad de motivos para despedir personas, los abusos en las horas extra, la nula capacidad fiscalizadora y preventiva de la Dirección del Trabajo, sobre todo en el área agrícola y de comercio de tiendas por departamento, el no pago de cotizaciones previsionales, y un largo etcétera, demuestran que eso ya existe. Otra cosa es legitimar la esclavitud. Fíjense que estas revistas siempre ponen como ejemplo a India y China como paises vigorosos y audaces, pero ¿cuáles son las condiciones sociales de sus trabajadores? Trabajan muchas veces por comida, los niños cosiendo zapatillas Nike en vez de ir a la escuela, donde sólo unos pocos gozan del bienestar que produce a la larga un mercado laboral no regulado. En la universidad me tocó una vez hacer un trabajo sobre regulación laboral en mi ramo de Economía, y un compañero que era gremialista me replicaba en la exposición del mismo que una economía sana no debiera tener regulación, porque perfectamente podrían entenderse el empleador y el trabajador directamente tanto en el establecimiento de sueldos como de beneficios. ¡Vaya idealista! Y él mismo me criticaba por ser "comunista" en mis proposiciones... Tanto la doctrina marxista clásica como la monetarista son ilusiones colectivas, no tienen base racional. Lamentablemente la economía se ha estudiado en este último siglo más como doctrina religiosa que como ciencia. Y The Economist y otros son manuales de catecismo más que revistas de ciencia económica. Replican lo que los sacerdotes de Chicago predican desde sus púlpitos. Por eso hemos caído en este infierno, del que, espero, salgamos lo antes posible.
    Los trabajadores no tienen por qué pagar con su estabilidad laboral y su bienestar los costos que dejó la orgía de los malabaristas de las finanzas como Madoff y Stanford y de la irresponsabilidad de bancos como el Santander, que jamás estudió la base racional de las propuestas de inversión de los anteriormente mencionados. Los siguieron como se sigue a un mesías. Esto se soluciona de la forma en que Obama y Bachelet lo están haciendo: con la propuesta Keynes, es decir, con el gran impulso a las obras públicas. En situaciones críticas como las actuales, el único que tiene dinero es el Estado, porque a los inversionistas les baja el pánico escénico, y más que bonos directos (si bien son buenos per se), al desarrollar obras públicas de gran alcance, benefician al país por su perdurabilidad y utilidad pública (como lo fue en los años 1930 la construcción en Estados Unidos del puente Golden Gate, en San Francisco) y a su vez, como necesitan materiales, reactivan a las industrias que lo producen, que a su vez contratan a más personas para trabajar en ellas, que, a su vez, necesitan comprar bienes básicos y suntuarios, lo que reactiva la industria de bienes y servicios. El engranaje económico vuelve a moverse, como diría John Maynard Keynes.
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  9. A mediados del 2008, la célebre ministra Mónica Jiménez de la Jarra invitó a su amiga inseparable, la (dudosa) antropóloga Patricia May, a dictar unas charlas "motivacionales" a los funcionarios, relacionadas con el desarrollo que cada uno debe tener con el "yo interior" (no sé, salvo para los esquizofrénicos, si habrá un "yo exterior"...). "Momó" -como Patricia se refiere tan cariñosamente a la Ministra Jiménez- estaba muy preocupada del desarrollo espiritual de los trabajadores del MINEDUC, y "les recomendaba encarecidamente" que asistieran a las charlas, una eufemística forma de forzar la asistencia. Uno puede preguntarse por qué Momó no organiza con el mismo ahínco (y presupuesto) charlas sobre Schopenhauer o Chomsky, entre otros, intelectuales de verdad que se han pronunciado marcadamente sobre el importante rol que debe tener la educación pública en el desarrollo real de la sociedad, pero no, le parece más interesante invitar a una minúscula señora charlatana vendedora de pomadas místicas, y nos quejamos de la calidad de la educación... Pensemos que fuerza, además, a funcionarios brillantes que pueden no ser creyentes o en la cual su fe está en otra dirección, a asistir a parsimoniosas habladurías sin sentido. Porque está bien que May y sus secuaces crean en lo que quieran, están en su derecho de creer en la inmortalidad del cangrejo si les place, pero otra cosa es insertar esta charlatanería en los planes institucionales. Es como ver al New Age infectar las instituciones del Estado!!! Como si no nos bastara con lo inmiscuido que está el dogma católico en la legislación nacional...

    En los últimos años muchos personajes particularmente excéntricos y megalómanos se han valido de las herramientas de marketing modernas para difundir sus doctrinas claramente falsas, e incluso peligrosas en algunos casos. Recordemos nada más a Jim Jones y su secta del Templo del Pueblo en Guyana, o al espantoso caso de la secta Puerta del Cielo, cuando su líder Marshall Applewhite convenció a sus seguidores que cometieran suicidio al paso del cometa Hale-Bopp, en 1997, creyendo que todos ellos eran extraterrestres y que debían abandonar sus "envases" (léase cuerpos) para ir tras la nave OVNI que supuestamente viajaba detrás del cometa.... No tan cruento como estos casos, pero si igual de preocupante por el grado de fiabilidad con el que se toma por parte de personas e instituciones, es el pintoresco caso de Los Mensajes en el Agua, del japonés Masaru Emoto. Emoto plantea -sin ningún argumento serio- que los cristales de hielo adquieren una forma determinada en función del tipo de pensamiento que una persona dirija hacia el agua congelada... ¡Tan absurdamente increíble como la pulsera de los once poderes de nuestro querido Omar Gárate! Y lo más increíble de todo es que estos pastelazos se incluyen ¡como planes de estudio en cursos de algunas universidades chilenas, como la Universidad Mayor! Con solemne seriedad algunos psicólogos de dudosa reputación declaman las bondades del análisis de la personalidad mediante el método de las formas de los cristales de Emoto. Bueno, no nos sorprendamos, basta con ver a Pilar Sordo vendiendo sus insólitas pomadas numerarias del sometimiento de la mujer... No me asustaría ver pronto algunas cátedras en universidades nacionales tales como "Anatomía del Chupacabras I y II", "Lingüística del perro que habla de Sábado Gigante", "Teología del Vidente de Villa Alemana" o "Proyecciones Estadísticas de Alejandro Ayún", entre otras geniales creaciones de nuestras mentes brillantes. Y nos preguntamos sobre el origen de la lamentable calidad de la educación chilena.... Esta estupidez aflora como callampas en gran parte, reconozco, por la nula presencia mediática de intelectuales reales, y esto último sucede, finalmente, por el enorme ego de éstos últimos que prefieren seguir viviendo en sus torres de marfil y creyéndose una casta de elegidos antes que cumplir con su rol en la sociedad, que es la de liderar el progreso del pensamiento compartiendo lo que producen y poseen, que es, a la larga, el verdadero, permanente y único progreso al que puede aspirar nuestra especie. Mientras tanto, contemplemos estos fenómenos para anormales como Patricia May, Emoto, los amantes de Herbalife y todos los seres humanos de débil voluntad.

    Como muestra, el video promocional de Masaru Emoto:

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  10. Llegó el verano, y los chilenos por fin tienen tiempo para dedicarse a sus hobbies. Unos salen a excursionar, otros a poncear a las playas, y nuestra querida diputada RN, la "Karlita" Rubilar, hace de las suyas en su rol más preciado: ser detective privada de inteligencia, una actividad que es tradición en su familia, persiguiendo a los malévolos zombies ajusticiados, conocidos como "detenidos desaparecidos". Aunque, como hemos sabido, no muy bien le ha ido...



    Comienza el juego de misterios, conocido como los "falsos falsos detenidos desaparecidos", y vemos al creador de esta treta, Javier Gómez, de negro, junto a Carlos Larraín, dándole indicaciones a Karlita sobre la estrategia a seguir creada desde el lado oscuro por Darth Mamo.

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    Tratando de limpiar la imagen de su tataratataratataratatarabuela, Rebeca Rubilar, quien había sido la ministra de planificación familiar del rey Herodes, acusa que los verdaderos asesinos de los Santos Inocentes eran los ancestros de la ex ministra Barría, abortistas romanos y de grupos de lesbianas proigualdad de género.

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    Aconsejada por el cardenal Jorge Medina, Karlita publica un artículo en "despiertachile.cl" declarando que el verdadero rol de la Inquisición era guiar espiritualmente a las ovejas descarriadas, y que las incineraciones masivas de herejes eran en realidad actos de fuego espontáneo producidas por la influencia de Satanás.

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    Karlita llama a conferencia de prensa para aclarar que fray Bartolomé de Las Casas no era un piadoso curita, sino el primer elemento infiltrado del naciente comunismo español, que defendía a los hediondos y flojos indios mapuches, y que el acusado primer Rubilar llegado a Chile, don Pedro de Rubilar, no era un despiadado encomendero, sino un noble español que forjaba el espíritu de los indios a punta de duro trabajo.

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    Dateada por Miguel Serrano y ante la Juventud RN, Karlita declara que el Holocausto judío por parte del glorioso Partido Nacionalsocialista alemán es un asqueroso mito creado por el sionismo internacional para controlar la economía mundial.

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    Acá vemos a Karlita de incógnita junto a Richard Nixon informándole que ya instaló todos los micrófonos en un hotel cercano, tal como se lo había pedido, y que unos amables jóvenes periodistas en práctica la ayudaron en la misión.
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¿En cuántas cuotas los bancos devolvieron el préstamo que el Estado chileno les dio en 1982?
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