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lssi@elistas.net, 1 Febrero 2002
La LSSI y la supervivencia política
Arturo Quirantes Sierra
"Una pulga no puede detener una locomotora, pero
puede llenar de ronchas al maquinista" (de una tira de Mafalda).
Una vez más, el Consejo de Ministros no ha aprobado la Ley de Servicios de la
Sociedad de la Información (LSSI). Una vez más hemos respirado aliviados al
comprobar que el poder del gobierno nos ha perdonado la vida durante otra
semana. Una vez más mantenemos la esperanza ... hasta el próximo Consejo de
Ministros.
El gobierno tiene mayoría absoluta. El gobierno hará lo que se le antoje. El
gobierno nos comerá. Estoy sorprendido por la cantidad de personas a las que he
oído tales afirmaciones. Muchos parecen aceptar resignados lo que se nos viene
encima, con la filosofía del soldado que ve cómo la guerra se pierde y sólo
anhela hacer pagar caro al enemigo por su victoria, siquiera por esta vez.
Pero tras la apariencia de inevitabilidad, el MCYT sigue una vez más sin ser
capaz de aprobar la ley. Sus responsables se enfrentan a una semana más de
agónicos driblajes, echando balones fuera, achicando agua. Ellos y otros nos
preguntamos hasta cuándo podremos aguantar. Y es importante resaltar el "ellos,"
porque hasta ahora nuestra visión del otro lado de las barricadas no ha ido más
allá de suponer que, puesto que son mayoría absoluta, nos van a dar hasta en el
carné de identidad. Desoyendo los consejos de Sun Tzu, nos preocupamos demasiado
de lo que el enemigo puede hacernos a nosotros. Y olvidamos que, a menudo, las
murallas de apariencia sólida no son sino tapias más o menos parcheadas.
¿Acaso las instituciones no están formadas por hombres? ¿Y no están esos hombres
necesitados de victorias? No nos creamos que el gobierno es un bloque
monolítico. Nuestra piel de toro está regida por gente con metas y miras, con
ambiciones políticas, con planes ... y con temores. No es malo recordar que
ellos a veces tienen tanto miedo como nosotros. Hagamos un ejercicio intelectual
e intentemos imaginar lo que se juegan los, en apariencia, invencibles
adversarios.
BORJA ADSUARA. Es el Director general para el Desarrollo de la Sociedad de la
Información. Para entendernos, es el comandante de la tropa que asedia la plaza.
Y a veces parece que lo hayan dejado solo ante el peligro, porque cada vez que
el gobierno tiene que defender la LSSI es su nombre el que leemos en los
titulares de los diarios. Desvía un ataque tras otro con las armas que le han
dado: esa ley generará confianza, dará un marco jurídico estable al comercio
electrónico, la versión definitiva estará lista en cuanto se cumpla tal o cual
trámite, y por supuesto será enviada al Consejo de Ministros la semana que
viene, o a lo sumo a lo largo de este mes, o en todo caso...
Lo cierto es que, en el fondo, no puedo dejar de sentir cierta pena por él. El
hombre hace lo que puede, intentando sacar adelante una ley que prácticamente
nadie apoya, con argumentos estereotipados y dando la impresión de que lo hacen
por nuestro bien. Los aliados locales ya no le sirven, y el alto mando no envía
más tropas. Sabe que, en caso de que el territorio no sea pacificado
adecuadamente, él tiene las papeletas para cargar con la responsabilidad y hacer
de cabeza de turco. Y con esos galones, la pérdida de una batalla no augura un
rápido ascenso precisamente. Tal vez sea de esos jefes a los que el general ha
ordenado atacar hasta el último hombre. Y puede que, a estilo Alatriste, cumpla
su misión rezongando en lo fácil que es dar las órdenes desde la retaguardia,
sin haber visto nunca las trincheras, y sin saber del negocio de la guerra.
BAUDILIO TOMÉ. Su cargo es el de Secretario de Estado de Telecomunicaciones y
para la Sociedad de la Información. Su lugar en esta guerra es la del general
que tiene asignado un territorio y unas tropas. Desde su despacho, estudia el
mapa de operaciones y mueve sus fichas como un jugador de ajedrez. Al principio
dejó que su comandante llevase la campaña de la LSSI. Parecía una tarea fácil,
la oposición era débil y los nativos no parecían alborotarse. Pero todo rebaño
esconde sus viriatos. Así que tuvo que acudir en auxilio de su subordinado.
Pronunció bellas declaraciones, recargadas de convicción y de autoridad, en la
Comisión correspondiente del Senado. Plantó afirmaciones tajantes en los medios
de comunicación, y procuró por todos los medios dar la imagen de alguien a quien
-como dicen los norteamericanos- uno podría comprarle un coche usado.
Inútil. La oposición no ha hecho sino recrudecerse cada vez más, y el general
aparece cada vez menos por el teatro de operaciones. Hasta cierto punto, es
lógico. ¿Para qué va a ir el general al frente, si para eso están los capitanes?
A él le corresponde planificar y mover tropas, la alta estrategia; que otros se
preocupen de las minucias tácticas, que para eso les pagan.
El problema para él es que el actual comandante parece incapaz de controlar la
situación. Sustituirlo significaría perder tiempo, así como reconocer
implícitamente la derrota. Y, para empeorar la situación, el teatro de
operaciones es crucial para el éxito del general. Su superior no debe estar nada
contento. Tal vez lo mejor sea agachar la cabeza, sobresalir lo menos posible y
que el comandante cargue con el oprobio de la derrota. Pensándolo fríamente,
cuesta mucho llegar al generalato para perderlo todo por un chiquilicuatre que
no sabe hacer su trabajo.
ANNA BIRULÉS. Ministra de Ciencia y Tecnología, o para seguir el símil, el
mariscal de campo. Su mapa de operaciones es más grande, y ambiciona
controlarlo. No le resulta sencillo. Aquí hay operadoras de telecomunicaciones
que no se doblegan, allí hay una política científica desarticulada, por ese otro
lado hay proyectos electrónicos sin madurar. Y, en el lugar más incómodo, una
guerrilla que no podía haber escogido peor sitio para protestar.
Estos niñatos con gafas de culo de vaso y camisetas de "Kiero ser Hacker" podían
haberse buscado otra camisa de once varas. ¿Es que no se dan cuenta de que la
LSSI iba a ser la piedra angular del MCYT? Es el único sitio donde poder
lucirse, el agarradero último de poder. Porque a fin de cuentas, ¿qué es un
ministerio si no tiene algo poderoso que ministeriar? Economía tiene en sus
manos el bienestar de los ciudadanos y la creación de riqueza. Hacienda domina
los bolsillos. Interior se encarga de mantener el orden. Fomento (o comoquiera
que se llame ahora) construye autopistas, pantanos y demás obras monumentales,
lugares excelentes para cortar cintas de inauguración. A Sanidad y Economía le
crecen últimamente los enanos, pero no por eso dejan de ser ministerios
influyentes. Todos tienen competencias para lucirse a base de bien.
¿Pero qué tiene Ciencia y Tecnología? Todavía está intentando aclarar quién
lleva la batuta de la ciencia, y ni siquiera tiene las Universidades a sus
órdenes (bueno, con la polémica de la LOU, mejor no meneallo ahora). El panorama
de las telecos es descorazonador. Pero la LSSI ... ah, eso es otra cosa. Daría
al MCYT grandes poderes: sancionadores, cautelares, inspectores, reguladores. El
ordeno y mando. No hay más que introducir la fraseología adecuada en la ley, y
el MCYT se convierte en el poderoso Ministerio de Internet. Hasta Rajoy tendría
que contar conmigo para apatrullar la Red. Internet es el futuro, y el
ministerio de Birulés su vigilante. Su garante de confianza. Su mamá gallina.
Y, de repente, se le rompen los huevos uno tras otro. Esos papanatas que he
puesto en la Sociedad de la Información no dan una a derechas. ¿Tan difícil es
la misión que se les ha asignado, que son incapaces de domeñar a esos cuatro
chateros? Deposité en ellos mi confianza, y tan sólo les pedí resultados. Y mira
la que han armado. Esos se están jugando su puesto, que a mí a las malas no me
conocen. Ya estoy harta de ser el patito feo del gobierno. Todavía tengo el
susto en el cuerpo cuando oí al Líder ofrecer cuatro ministerios al catalán. O
me espabilo, o pierdo el bastón de mariscada, digo de mariscala.
JOSE MARÍA AZNAR. El emperador. Poco os contaré de él, porque si nos ponemos a
ello tendríamos para atorar ancho de banda por un tubo. Si alguien quiera
profundizar en sus entresijos, para eso están los guiñoles.
Como todo emperador, ansía conquistar territorios y fundar un impero que
recuerden las generaciones venideras hasta el fin de los
tiempos. No siempre es fácil, pero si aquí se pierde allí se gana. Claro que no
es un Napoleón, sino tan sólo un presidente con mayoría absoluta. Y, como
presidente y político, sabe que toda victoria tiene un precio a pagar.
Es tan abnegado que no va a presentarse a la reelección (a no ser que el
partido, el pueblo y todo el universo planetario se lo implore, rodilla en
tierra y con lágrimas en los ojos). Pero eso no significa que no pretenda lo
mejor para su país y para su partido. ¿Formas de lograrlo? Hay unas cuantas. Una
de ellas podría ser desarrollar el comercio electrónico en España. Puede que la
burbuja tecnocom haya reventado tiempo ha, pero haciendo bien las cosas
podríamos hacer que el comercio del siglo XXI nos devuelva el lustre y la gloria
que una vez nos pertenecieron.
No tengo nada que objetar. El problema viene cuando, en el proceso, se mete el
comercio electrónico y la web no comercial en el mismo saco. Parece que la red
libertaria, libre y auto-organizada haya dado paso a las empresas on-line, las
agencias de certificación y el negocio digital. Y, aunque el Plan Info XXI haga
aguas (pregunten a Maky, que gustoso les hará una lista pormenorizada), no
estaría mal recordar esto:
"La Sociedad de la Información es, sobre todo, un impulso a la libertad. Estamos
comprometidos en la defensa de las libertades de todos y cada uno de los
ciudadanos, aquí o en cualquier otro lugar; la libertad para emitir su opinión y
para recibir la que otros puedan generar. Queremos libertad y también queremos
libertad a través de y gracias a la red."
Paradojas de la vida, ese párrafo formaba parte de la presentación oficial del
Plan Info XXI, un discurso leído por un tal José María Aznar. Puede que creyese
las palabras que pronunció en aquel momento. O tal vez se limitase a leer
hermosas palabras redactadas por otro, poniendo cara de creérselas. En cualquier
caso, el discurso se ha olvidado. Si fuésemos generosos, podríamos pensar que el
emperador, con tantos y tan graves asuntos que considerar, sencillamente no ha
prestado atención a un asunto menor. Bastante tuvo con crear un nuevo ministerio
de dudosa necesidad y poner a su frente a una desconocida (por otro lado, eso de
que sea mujer da una imagen como de centrista, muy aconsejable de cara a la
galería).
Pero en cualquier caso, la idea le ha salido rana. ¿Qué harás, emperador?
¿Seguir en tus trece, volcando esfuerzos y capital político en la empresa, o
plegar velas en busca de victorias más fáciles en otra parte? La tenacidad gran
virtud es, pero es muy delgada la línea que la separa de la cabezonería pura y
dura. Hasta ahora tu mariscala te ha hecho creer que la oposición no durará
mucho, que no hay más que aguantar un poquito más y enseguida veremos la luz al
final del túnel.
Desengáñate. En tanto que la información libre se siga considerando como otro
folleto publicitario que hay que vender, tasar y
regular, la LSSI no tendrá éxito. Podrás aprobar tu ley, pero será tu ley, no la
nuestra. Y ni siquiera tus imperiales poderes podrán impedir que se convierta en
papel mojado.
Personalmente, prefiero creer que te están informando mal sobre la situación de
trincheras. Qué le vamos a hacer, son un ingenuo creyente en la bondad innata. A
lo peor te están pintando una Internet de color de rosa. También Napoleón pensó
que la conquista de España sería sencilla al principio. Volcó sus mejores
tropas, sus mariscales más brillantes, y finalmente perdió su imperio. Tampoco
él sabía cuándo hay que retirarse.
Escucha nuestra voz, Presidente. Es la voz de tus ciudadanos. Retira tu ley.
Hazlo ahora que todavía tiene remedio. Tus enemigos
políticos te flagelarán por ello, pero de peores has salido. Con un poco de
suerte, podrás conseguir una ley sobre comercio electrónico, nosotros
navegaremos libremente y todos contentos.
Una de los puntos que más han escocido a los internautas es esa pretensión de
tasar la información. Los americanos gustan de decir eso de "la información es
libre." Pero la palabra free (libre) también significa gratis. ¿Tal vez te
tradujeron mal la frase? Pues ya lo dijo mi paisano Miguel Ríos: a aprender
inglés, que es de gran porvenir. Legisla a los mercaderes, pero deja de poner
precio a la información.
Insubordinadamente suyo,
Arturo Quirantes Sierra.
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