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hackmeeting@sindominio.net 10 Diciembre 2003
Gran Portera
Arturo Quirantes Sierra
A mediados de los años cuarenta, un Teniente
Coronel del ejército español llamado Manuel Chamorro se refirió a la
interceptación de las comunicaciones ajenas como "la portera de la casa enemiga,
que recoge todo lo que en la misma se dice y refiere todo lo que en ella se
habla". De seguir vivo hoy, seguramente pediría la Medalla al Mérito
Adivinatorio. Hoy más que nunca, España es un nido de porteras que todo lo
quiere cotillear.
Los programas tipo Gran Hermano baten marcas de audiencias, y si eso sucede no
creo que sea por su elaborada trama argumental, sino porque sublima nuestros
sentimientos de cotillas. Nuestro gobierno nos chafardea con todo tipo de
propuestas, desde los pasaportes biométricos hasta los sistemas de
almacenamiento de datos de tráfico. Total, ¿quién no disfrutaría con una base de
datos de todos nuestros conocidos y amigos? Y así, la gente que de verdad se
preocupa por la privacidad propia y ajena es vista como bichos raros.
Si tiene usted hijos y se pasa por una juguetería, pregunte por los equipos
espía infantiles. A nuestros hijos les venden kits de agentes 007. Y no me
refiero a los walkie-talkies, sino a visores nocturnos, micrófonos
direccionales, alarmas antipadres y !sensores de movimiento! Luego váyase a Zara
o a la sección de discos del Corte Inglés, y fíjense en los chips de rastreo
RFID que usan ahora en lugar del código de barras (Kriptópolis ya nos ha dado el
aviso, y les aseguro que es para asustarse).
Y, si quiere de verdad jugar a agente del CNI (por desgracia, creo que ahora
tienen vacantes) y decidarse a rastrear a la gente, acaban de sacar la última
idea genial. Con un mensaje, puede averiguar dónde está cualquier móvil. ¿Desea
usted saber si Pérez está realmente en la reunión de ventas? Pues mensajito, y a
averiguar dónde se halla. Esta nueva función de los móviles la conocían hasta
ahora las fuerzas de seguridad; pero desde ya, también puede disfrutarla usted.
En efecto, por medio del móvil se puede conocer la posición geográfica de su
propietario con un margen de error de unos centenares de metros. Muchas
organizaciones de ciberderechos lo ha avisado, por activa y por pasiva: el móvil
se está convirtiendo en un chip de rastreo que permite seguir todos nuestros
pasos, como sospechosos bajo vigilancia. Y ahora también podrá unirse al juego
cualquier ciudadano. Total, si a las telecos les obligan a retener todos esos
datos de tráfico, ¿por qué no sacarles un rendimiento?
Y lo más grande de todo es que nos lo venden como una ventaja. Gracias a este
sistema, dicen, los padres podrán "tener localizados" a sus hijos, y los
viejecitos con Alzheimer no se perderán. Po fale. Y tampoco estaría de más
tatuarle la dirección en la frente, ya puestos, añadiendo el aviso de "se
gratificará su devolución".
Por si no se han dado cuenta, estoy intentando ser irónico. Ahora resulta que
esos futuros novelados tipo 1984, donde a cada
ciudadano le siguen hasta el último de sus movimientos, nos lo estamos
construyendo nosotros. Nos controlan nuestras compras con chips, nuestros
movimientos con los móviles, nuestra identidad con identificadores biométricos
(que, entre nosotros, fallan más que una escopetilla de feria, pero por
intentarlo que no quede).
A este paso, seguro que mañana, o pasado, alguna mente preclara en el Ministerio
de Cienciología propone un sistema similar para rastrear a todo internauta. Con
sólo un mensaje,podrá usted saber si su hijo está chateando con alguien de
confianza, o descargándose peligrosos videos pirata. Bueno, alguien inventará
algún sistema para impedirlo. Mientras tanto, pueden intentar rastrearme todo lo
que quieran gracias a mi móvil ... porque no tengo.
Y, tal como está el patio, ni ganas. El que quiera comunicarse conmigo, que me
envíe un e-mail. A fin de cuentas, es un sistema de comunicaciones que controlo
yo: lo abro cuando me da la gana, puedo filtrar los mensajes que no deseo, y si
decido responder lo haré bajo mis propias condiciones. Incluso puedo cifrar el
mensaje. Lo de controlar a los demás, votar por teléfono a 90 céntimos/minuto y
sacar fotos se lo dejo a los imbéciles que se creyeron que, con un trozo de
metal portátil, podrían ser libres. Y si es usted usuario de móvil, disculpe mi
forma de señalar. Pero eso es lo que hay.
© Arturo Quirantes Sierra. Algunos derechos
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