UNA RELECTURA DE GÉNERO PARA LA NECRÓPOLIS DE MEDELLÍN
A GENDER REINTERPRETATION OF THE NECROPOLIS OF MEDELLÍN
Raquel SAN QUIRICO GARCÍA*
Resumen
Este estudio pretende ser una relectura sobre la necrópolis de Medellín, la cual se va a centrar en el análisis de materiales tanto de las tumbas sexuadas como de las no sexuadas, basándonos en la publicación de Almagro Gorbea sobre la misma en el año 2008. El principal objetivo es contribuir a la visibilización de las mujeres en esta sociedad a través del estudio de los materiales que se han encontrado en los ajuares y concienciar de la importancia que tiene la introducción de la perspectiva de género en todos y cada uno de los estudios que se realizan. Observando las diferencias que existen entre unas tumbas y otras, también se podrá conocer con profundidad la organización social de este oppidum situado en la denominada periferia tartésica.
Palabras clave
Necrópolis de Medellín, género, ajuar, sociedad tartésica, cultura orientalizante
Abstract
This research pretends to be a reexamination of the necropolis of Medellín, analyzing materials from burials, both in cases the sexuality of the human remains is known and not. The basis of the study is the analysis by Martín Almagro Gorbea about the necropolis of Medellín, published in 2008. The main purpose is to contribute to the visibility of women in this society through the study of materials found in grave goods and draw attention about the importance that the introduction of genre perspective has in all investigations. It is possible to recognize the social organization in this oppidum situated in the tartessic periphery, observing differences between the burials.
Key Words
Necropolis of Medellín, genre, burial goods, tartessic society, orientalizing culture
INTRODUCCIÓN
Este trabajo pretende llevar a cabo una relectura de la necrópolis orientalizante de Medellín (ALMAGRO GORBEA et al. 2008), conocida con el nombre de “el Pozo”. En esta ocasión desde la perspectiva de género. Enmarcada en el contexto temporal que va desde mediados del siglo VII a.C. hasta principios del siglo V a.C. (675-425 a.C. aproximadamente). Esta necrópolis nos ofrece una gran variedad de materiales y al ser una necrópolis de cremación, el estudio de la población se ve complicado debido a que no todas las tumbas encontradas nos pueden dar información sobre el sexo de la persona enterrada y muchas veces es el ajuar el que incita a ofrecer una respuesta a este problema.
El objetivo principal que se persigue es contribuir a la visibilización de las mujeres en el mundo de la arqueología, y concienciar sobre la importancia que tiene la introducción generalizada de la perspectiva de género en todos y cada uno de los estudios que se realizan. Dado que la mayor parte de los estudios a lo largo de la historia han centrado sus hipótesis y teorías en el hombre, en masculino, la autoridad del hombre por encima de la de la mujer y la caza como elemento principal de subsistencia durante la época prehistórica, consideramos necesario desarrollar los estudios sobre mujeres hasta comprender las sociedades del pasado en su conjunto, sin menospreciar ninguna actividad ni a ninguna persona. Con estas relecturas y la visibilización de otros géneros en el pasado también se pretende acabar con la desigualdad social que existe en la actualidad.
Para ello vamos a centralizar la atención que las tumbas que han podido ser sexuadas y en su ubicación espacial. También se intentará realizar alguna analogía entre las tumbas sexuadas y no sexuadas a partir de la relación de materiales entre unas y otras. El uso de Sistemas de Información Geográfica ha facilitado el análisis espacial de la necrópolis, realizando una localización georreferenciada aproximada de las sepulturas, diferenciando con símbolos las diferentes generaciones a las que pertenecen y colores las sepulturas femeninas, masculinas y sin sexuar.
Para la realización de esta relectura nos vamos a apoyar en los estudios que ya se han realizado y que han sentado las bases de la arqueología funeraria con perspectiva de género, en particular aquellos publicados en este país (RÍSQUEZ CUENCA y HORNOS MATA 2005a, SANAHUJA YLL 2006, RUIZ RODRÍGUEZ y MOLINOS 2007, BELÉN DEAMOS 2012, PRADOS TORREIRA 2012).
Algunos ejemplos los tenemos en estudios realizados sobre necrópolis del mismo horizonte cultural como el que aquí vamos a estudiar, caso de Setefilla (AUBET SEMMLER 1995) o Cerrillo Blanco de Porcuna (RÍSQUEZ CUENCA 2015), o para la cultura ibérica, como la necrópolis de Baza (RUIZ RODRÍGUEZ, RÍSQUEZ CUENCA y HORNOS MATA 1992) o la de El Cigarralejo (RÍSQUEZ CUENCA y GARCÍA LUQUE 2012).
Cabe señalar que para los contextos tartésicos no contamos con estudios de género, como los que se pueden tener para otros períodos culturales, como los de la Prehistoria (QUEROL FERNÁNDEZ 2005; SÁNCHEZ ROMERO 2008, 2014; SÁNCHEZ ROMERO y ALARCÓN GARCÍA 2015), o para las sociedades iberas, que revelan la importancia de estas mujeres para sus sociedades. En este último caso tenemos infinidad de tumbas como la 155 de la necrópolis de Baza, o bien representaciones de las “damas” como la de esta misma tumba, o la dama de Cehegín, la del cerro de Los Santos o Galera, o en otros lugares fuera de la Península Ibérica como en Vix, que nos muestra el gran poder que las mujeres tenían durante esta misma época en Europa, aspecto que podría también ocurrir en la sociedad tartésica orientalizante.
Mujeres que parecen estar muy presentes en algunas necrópolis como La Angorrilla, donde de las 78 tumbas excavadas un 49% son masculinas y un 51% femeninas (RÍSQUEZ CUENCA 2015: 71), lo mismo que en Setefilla, necrópolis prácticamente contemporánea, al menos en sus inicios, a la necrópolis que vamos a analizar, presenta ya una jerarquización en el espacio funerario (AUBET SEMMLER 1995). Otra de ellas sería la tumba de la casa de El Carpio en Toledo, de la primera mitad del s. VII, que contienen una doble inhumación de mujer y recién nacido con materiales orientalizantes como un alabastrón y una jarrita con incrustaciones de botones de cobre, además de un brazalete de plata, un pequeño vaso y dos cuchillos, junto a cerámica, anillos o un broche de cinturón; de nuevo nos indica que nos encontramos con tumbas de mujeres de la élite (PEREIRA SIESO 2012).
El papel que estas mujeres tenían como garantes de la legitimidad del grupo familiar y continuidad del linaje es imprescindible en estas sociedades y como tal merece ser estudiado como un aspecto más de la cultura de estas comunidades. Gracias a otros estudios recientes como los realizados por Carmen Rísquez y Antonia García (Rísquez CUENCA Y GARCÍA LUQUE 2012: 261) se ha podido comprobar el papel tan importante que tenían las mujeres en poblaciones como el Cigarralejo, observando cómo se observan relaciones de poder a partir de las mujeres, siendo estas las protagonistas en las necrópolis, con un porcentaje del 40% frente a un 36% masculino, y organizándose los espacios alrededor de ellas, siendo en este caso muy importante la actividad textil vinculada a las mujeres, así como la participación igualitaria de mujeres y hombres en rituales relacionados con la muerte y posiblemente banquetes funerarios.
RELEYENDO LA NECRÓPOLIS DE MEDELLÍN: RESULTADOS PRELIMINARES
La necrópolis de Medellín (Fig.1), en la que centramos este estudio, utiliza principalmente el rito de la cremación. Esta práctica es una de las más poderosas a la hora de transformar el cuerpo después de la muerte pero, sin embargo no lo transforma completamente y a partir de los huesos quemados que se conservan podemos conocer gran cantidad de información que ya hemos comentado. En ella encontramos dos tipos de enterramiento. En una primera etapa aparecen principalmente en urnas y posteriormente in bustum.
Fig. 1. Plano de la necrópolis de Medellín con georreferenciación aproximada. Planta extraída de ALMAGRO-GORBEA et al. 2008: 901 (autoría propia)
Estos enterramientos se han realizado en un periodo de tiempo comprendido entre el 675 y el 425 a.C., correspondiéndose con dos claros momentos de la protohistoria de la zona como son el Orientalizante, momento en que se iniciaría la necrópolis, y el llamado Postartésico o Postorientalizante, entre el 550 y el 400 a.C., una etapa que se vincula con la llamada crisis tartésica.
De las sepulturas que hemos utilizado para el estudio por sus características (alrededor de 200), un 68% han sido sexuadas, de las cuales un 53% corresponde a hombres y un 47% a mujeres (ALMAGRO GORBEA et al. 2008: 918) (Figs. 2 y 3).
Fig.2. Distribución de datos por generación, sexo y total. Datos extraídos de ALMAGRO GORBEA et al. 2008: 918 y modificados
Fig.3. Gráfica que representa la Figura 2
No cabe duda, como ya pusieron de manifiesto sus investigadores (ALMAGRO et al. 2008), que esta necrópolis muestra uno de los conjuntos arqueológicos más relevantes para entender el periodo orientalizante en el área extremeña. Es por ello que se constituye, a nuestro entender, en un pilar muy valioso para poder acercarnos a conocer la sociedad de este momento y el notable papel que las mujeres desempeñaron en la consolidación de las estructuras familiares, tema este que hemos intentado desarrollar en este trabajo.
La estratégica localización que el antiguo oppidum de Medellín presenta, un cerro bajo el que se encuentra el río Guadiana, permitía divisar un extenso territorio, que propició a su vez vigilar el paso en los caminos y la actividad en lo que denominaríamos la chora de Medellín. Fue ese, el principal factor que favoreció el desarrollo de este enclave en la denominada periferia Tartésica. Las vías de comunicación, que se desarrollaron ya en momentos anteriores, posibilitaron que Medellín controlara el comercio de productos entre el sur de la Península Ibérica y el norte, el este y el oeste. De igual forma, la navegabilidad del Guadiana en ciertos tramos, permitió el transporte hacia el suroeste de la península. Todo ello explica la presencia en esta necrópolis de algunos materiales que procederían de ese comercio. Las vegas de este río, conocidas por ofrecer fértiles tierras para el cultivo, favorecieron la llegada de población desde el sur, que introdujo nuevas técnicas agrícolas venidas de oriente como el policultivo. También la cercana localización de afloramientos de metales, principalmente cobre, y el control de este tipo de materias primas que provenían del norte de la región extremeña, incrementaron el poder de la población de Medellín.
La élite aristocrática, procedente de la antigua organización heterárquica del Bronce Final (RODRÍGUEZ DÍAZ 2009), se hizo con el control de la tierra. Este hecho se refleja muy bien en la necrópolis, ya que se pueden distinguir algunas tumbas con ajuares que tienen materiales de prestigio y manufactura de buena calidad, y otras cuyos materiales también son importantes pero son de menor calidad. Podríamos por tanto distinguir diferentes categorías sociales.
La necrópolis refleja en todo momento los procesos de cambio que se están produciendo tanto en la periferia tartésica como en todo el suroeste de la Península Ibérica. Durante el primer cuarto del s. VI a.C. encontramos en la necrópolis un proceso de transición entre el auge orientalizante del período anterior y lo que va a suceder con posterioridad. Comienzan a aparecer cambios principalmente en el ritual de enterramiento de una manera leve, las sepulturas en urna van dejando paso a las sepulturas en bustum. Justo después situaríamos la segunda fase (III y IV de Almagro (ALMAGRO et al. 2008)), que llegaría ya hasta el abandono de la necrópolis, enmarcada en el postartésico o postorientalizante, con el cambio definitivo generalizándose el bustum. A partir del año 575 y hasta finales del s. VI a.C., la necrópolis sufre un cambio acusado. Desciende el número de tumbas que presentaban un ajar de calidad y solamente algunas destacan sobre el resto, el rito de enterramiento en urna apenas aparece y se generaliza el rito en bustum. Este fenómeno se corresponde con la crisis ocurrida durante el siglo VI a.C. en todo el mundo tartésico, influido en parte por la llegada de población griega a las costas onubenses. Se produce, como ya se comentó, una dispersión de la población hacia zonas agrícolas distantes de Medellín; la mayor parte de la élite aristocrática que habitaba este oppidum se instala con su clientela en el campo creando lo que Alonso Rodríguez denomina la “señorialización del campo” (RODRÍGUEZ DÍAZ 2009). Se construyen los llamados palacios-fortín como son Cancho Roano o la Mata y se desarrolla una vida retirada de la urbe. Este descenso de población lo podemos apreciar en la necrópolis, aparecen menos sepulturas durante este momento y se abandonan algunos de los espacios de enterramiento ocupados en épocas anteriores, lo que podrían estar indicándonos una organización familiar en la necrópolis. Durante el último cuarto del s. VI a.C. parece apreciarse un ligero repunte de población, que podrían indicar una pequeña recuperación dentro de la población que no ha abandonado el antiguo poblado de Medellín. Sin embargo, no encontramos ajuares tan llamativos y de gran calidad como ocurría en el s. VII a.C. Finalmente durante el s. V a.C. se produce un descenso brusco de enterramientos que acaban en la segunda mitad de este siglo con el abandono de la necrópolis.
Tumbas dobles
1. Tumbas de parejas
Cada uno de los espacios que se van ocupando en las distintas fases parece estar presidido por una tumba doble de hombre y mujer (Fig. 4). Esto sin duda estaría indicando la importancia que adquiere la pareja en la construcción de linajes. En algunos casos, la urna cineraria contiene los restos de ambos cuerpos (sepulturas 85A/6, 86H/18 y 85B/15), y en otros, es uno de los dos el que se encuentra en la urna o bustum y los restos del otro cuerpo entre los cantos rodados que conforman el encachado (86D/2, 85B/2, 86C/8 y 85B/1). En dos casos, ambos cuerpos están enterrados en urnas diferentes pero en el mismo espacio, se trata de las tumbas 86G/49 y 86G/50 del 650-625 a.C. y 86G/41 y 84G/41A del 625-600 a.C. El conjunto 85A/6 del 625-600 a.C., situado al oeste tiene una urna cineraria gris donde aparecen tanto restos masculinos como femeninos de la misma edad. Otra tumba doble en la misma urna aparece en la sepultura 86H/18, perteneciente al primer cuarto del siglo VI a.C. En la generación posterior (575-550 a.C.), otra tumba doble en la misma urna aparece en la sepultura 85B/15.
Fig. 4. Planta con ubicación de las tumbas de pareja (autoría propia)
Durante el 550-525 aparece una tumba femenina en bustum y los restos de un varón entre el encachado que cubría la tumba. Finalmente durante el 500-475 a.C., momento final de la ocupación de la necrópolis, encontramos dos sepulturas en las que el varón está en bustum y la mujer entre el encachado. Ambos se encuentran en la cuadrícula 85B.
Todo esto debe ser relacionado con los cambios que se pueden estar produciendo en los grupos familiares que se entierran en esta necrópolis, en un momento de crisis, que se deja ver igualmente en el decrecimiento de los ajuares, en el que algunas de las élites ocuparan nuevas zonas rurales, y otras permanecerán en el oppida, lo que podría explicar que tres de estos enterramientos ocupen la zona nuclear y solo uno esté en otra zona, que ya no se volverá a ocupar.
2. Tumbas mujer + infantil
Otro aspecto en el cual es importante incidir es el hecho de que encontremos tumbas femeninas enterradas junto a infantes en la fase orientalizante. Cinco tumbas de la segunda generación (650-625 a.C.) y una de la tercera (625-600 a.C.) tienen en la misma urna o en otra complementaria individuos recién nacidos o de corta edad (Fig. 5). Predominan los enterramientos en los que la criatura es menor de seis meses y ha sido enterrada junto a una mujer en cinco de los casos. Estos enterramientos podrían estar indicándonos un lazo familiar entre ambos, madre-hijo/a, en los que la muerte podría haberse producido en momentos posteriores al parto. No debemos olvidar que las muertes producidas en estas sociedades por causas sobrevenidas al parto, como posibles infecciones, o la muerte de la madre que podría ocasionar el fallecimiento en poco tiempo de la criatura. El otro caso, (86D/4), hay una urna para cada persona. Aquí el infante tiene entre 2 y 3 años. Por tanto, entendemos que los individuos con pocos meses de vida eran enterrados junto a su madre y cuando cumplían cierta edad, en este caso 3 años, se enterraban en la misma tumba pero en diferente urna.
Fig. 5. Planta con la ubicación de las tumbas de mujer + infante (autoría propia)
Se encuentran repartidos en diferentes espacios de la necrópolis. Una de estas tumbas es comentada en el apartado anterior (86G/49) junto a la que había un varón. Otras dos sepulturas aparecen en la zona suroeste de la necrópolis y solamente estas dos mujeres se encuentran aquí enterradas, no aparecen varones en este momento, sí después. Entenderíamos entonces que son las que inician la necrópolis. Una de ellas además tiene un ajuar muy abundante y de gran calidad, destacando tres vasos tipo Chardon y una copa de barniz rojo, aunque ambos presentan materiales suntuosos.
Otras dos tumbas se sitúan en la zona que hemos considerado es el núcleo de la necrópolis, una de ellas incluida en la segunda generación y la siguiente en la tercera. Ambas tienen un ajuar muy similar.
Por último, en la zona norte de la necrópolis, la tumba con dos urnas (86D/4). Es la primera que se entierra en este espacio y podría iniciarlo. Como se ha comentado en el apartado anterior referido a las tumbas dobles, es una zona con vacíos temporales. Sin duda hay que destacar el lujoso ajuar que acompaña a ambas urnas, con dos vasos Chardon, cuchillo o fíbula.
El hecho de que encontremos tumbas con infantes solamente en esta fase, que se corresponde con el orientalizante, momento álgido de la necrópolis, tendríamos que relacionarlo con el aumento de poder de la élite aristocrática y el reparto de tierra con el consiguiente desarrollo de la propiedad privada. Con ello, un sistema hereditario se pone en marcha al emerger esta aristocracia, al igual que se ha visto para otros territorios. No es usual encontrar infantes en las necrópolis y por ello entendemos la importancia que la herencia tiene en este contexto.
Así pues en ambos tipos de enterramientos dobles (pareja o mujer+infantil), las mujeres, en estos casos pertenecientes a las élites aristocráticas, contribuían a través del matrimonio a la perduración de la clase dominante asegurándose su descendencia y la herencia de su estatus (RÍSQUEZ CUENCA 2015).
Periodo Orientalizante: mujeres con prestigio
La primera fase de la necrópolis durante el s. VII a.C., considerada orientalizante por las influencias fenicias que se aprecian en los materiales, marca el inicio del espacio funerario y organiza cómo se desarrollará posteriormente el espacio. Para esta franja cronológica, contamos con 66 sepulturas y, sin lugar a dudas, ofrecen los ajuares más suntuosos y con materiales de una calidad excepcional. En este contexto es donde se observa la incorporación de motivos culturales fenicios como son los grabados en las placas de marfil y los peines de elementos zoomorfos y divinidades orientales, como pueden ser Astart y Melqart. Existe un predominio de divinidades femeninas representadas en los objetos de ajuar de Medellín. También el toro, el león y la flor de loto son elementos recurrentes en los grabados. También comentábamos que muchos de los elementos de ajuar estudiados tienen grandes similitudes con los que se han encontrado en necrópolis como Setefilla, la Joya o Cruz del Negro.
En esta fase han sido sexuadas 33 tumbas femeninas y 24 tumbas masculinas. Es en el único momento en el que las tumbas femeninas son mayoría y destacan por sus ajuares. Por tanto debemos comprender que las mujeres aquí enterradas tendrían un rol social importante. Hay que destacar el uso de algunos materiales en esta fase, como son los cuchillos afalcatados, los broches de cinturón tipo A3 y A4, peines de marfil y fíbulas. Todos ellos objetos de prestigio que demuestran que estamos ante una población de alto estatus social.
En el último cuarto de siglo encontramos paridad entre las tumbas femeninas y las masculinas, los materiales utilizados son similares a las tumbas anteriores pero en este caso disminuyen las piezas de marfil. La división espacial entre tumbas masculinas y femeninas en la zona nuclear parece diluirse.
Algunos de los objetos que encontramos en los ajuares en esta primera fase parecen estar relacionados principalmente con tumbas femeninas. Por ejemplo, los vasos tipo a Chardon (Fig. 6), como María Belén ya indicaba (BELÉN DEAMOS 2012) y también Mariano Torres (TORRES ORTIZ 2008), aparecen solamente en tumbas femeninas en esta primera fase y principalmente en la segunda generación. Se encuentran repartidos en tumbas periféricas y en tres de los seis casos en las sepulturas con ajuares de más calidad de la necrópolis en esta fase, acompañados de cuchillos, fíbulas y broches. Solamente en una ocasión aparece en una tumba sin sexuar pero, por recurrencia, y al no encontrarse éstos en ninguna tumba sexuada masculina, es probable que se trate de una mujer. Sería entonces un material que podría sexuar sepulturas en algunas necrópolis, ya que en los túmulos A y B de Setefilla, parece ocurrir lo mismo, pues se vinculan únicamente a mujeres (AUBET SEMMLER 1995). En este caso, dado que se trata de materiales localizados en unos pocos enterramientos, todos de la primera fase, sería muy interesante realizar análisis de pastas de los mismos, para corroborar que se trata de producciones autóctonas, del lugar, como se ha hecho con otros materiales, el caso de las cerámicas grises (LORRIO ALVARADO 1989) o su procedencia de otras zonas, que nos podrían remitir a uniones matrimoniales de estas mujeres procedentes de otros territorios, una línea interesante para investigar en futuros trabajos. De cualquier forma, lo que si queremos reseñar es la relevancia de las mujeres que los incluyen en sus ajuares, con tumbas de cremación en hoyo cubiertas por encachado que daría una mayor monumentalidad a la tumba, y selectas ofrendas de bóvidos.
Fig. 6. Planta con la ubicación de las tumbas de mujer con vasos a Chardon (autoría propia)
Tal y como Almagro-Gorbea apunta en las conclusiones sobre Medellín (ALMAGRO GORBEA et al. 2008: 523-524), y también ha sido comprobado en este estudio, durante el siglo VII a.C. los broches tartésicos tipo A3y A4 aparecen en más tumbas femeninas que masculinas, diez en mujeres y cuatro en hombres, además de en un enterramiento doble de varón y mujer. El broche de cinturón en este momento sería un objeto de prestigio que estaría relacionado con el destacado papel que las mujeres parecen tener. A partir del siglo siguiente, disminuye el número de broches en tumbas femeninas, lo que se ha relacionado con un cambio en la indumentaria utilizada pero probablemente también con el cambio social que venimos comentando, en el que las mujeres parecen haber perdido prestigio social.
El primer cuarto del siglo VI a.C., como ya se ha mencionado, es un momento de transición entre la fase orientalizante y la crisis del siglo VI que propiciará el desplazamiento y dispersión de población hacia zonas más rurales. Ahora las tumbas ocupan la misma zona que ocupaban las tumbas dobles. La zona cercana al pozo queda sin tumbas en este momento y se sitúan principalmente hacia la zona sur y noroeste, dejado el noreste sin ocupación. Comienzan a homogeneizarse los ajuares y a desarrollarse el rito en bustum. En este primer cuarto de siglo muchas de las tumbas femeninas ya no son enterradas en urna y sí en bustum, y en el caso de las masculinas, principalmente se entierran en urna tipo Cruz del Negro; el uso de la urna gris ha caído prácticamente en desuso.
Periodo Postorientalizante: cambios y nuevas relaciones
Nos adentramos en el s. VI a.C. Un descenso de la población reafirma la crisis sufrida en el mundo tartésico. También lo hacen los ajuares que muestran una mayor homogeneidad y solamente algunas tumbas destacan sobre el resto. El bustum se ha convertido en el rito por excelencia y el uso de urnas cinerarias ha desaparecido prácticamente en todas las sepulturas. Este descenso de población, como venimos explicando, se debe a la dispersión de parte de las élites hacia zonas más rurales, donde construirán, junto a su clientela, palacios-fortín en los que vivir y protegerse de los posibles ataques exteriores. En algunos poblados, como parece ser el de Medellín, se ha localizado un nivel de derrumbe en alguno de los sondeos realizados que se corresponde con esta cronología. La llegada de población griega a las costas andaluzas podría haber propiciado un clima de inestabilidad en el horizonte tartésico.
Debido a que parte de las élites aristocráticas han abandonado el oppidum, algunas de las zonas antes ocupadas en la necrópolis dejan de tener tumbas. En ninguna de las generaciones de esta necrópolis se supera apenas la veintena de sepulturas, frente a las treinta tumbas mínimo que aparecían durante el s. VII a.C.
Uno de los cambios más importantes que se observan es el descenso de materiales de alta calidad en las tumbas femeninas. Dejan de aparecer tanto cuchillos como broches, sí que encontramos alguna fíbula; tampoco las piezas de marfil se encuentran ahora en las tumbas femeninas, y lo mismo ocurre con las joyas. En el caso de las fíbulas y los broches han variado su tipología; ahora encontramos broches de escotadura, alguno con influencia focense, y las fíbulas son anulares hispánicas. La respuesta a ello puede ser un cambio social, en el que las mujeres dejen de tener un rol destacado, a pesar que el número de tumbas masculinas y femeninas es prácticamente igual. Lo que sí aumenta ahora es el número de tumbas sin sexuar, debido a la generalización del rito en bustum que impide conocer estos datos por la mayor destrucción de los restos óseos.
Las tumbas aparecen repartidas de manera más dispersa por la necrópolis y sin orden aparente aunque siguen localizándose un mayor número de ellas en la zona nuclear, en las cuadrículas 70, 86C, 85B y 82, como ha ocurrido durante toda la cronología de la necrópolis. Sí que se sigue observando una mayor importancia en la zona noreste y especialmente con la sepultura de la quinta generación (575-550 a.C.) denominada 86H/4. Esta tumba es sin duda, la más rica de toda la necrópolis y la que marcaría la diferencia con todas las demás de este sexto siglo, ya que, exceptuando esta, el resto presentan un ajuar muy homogéneo. Podríamos asegurar que se trata de un aristócrata que proviene de una familia muy importante con gran peso en el poblado durante largo tiempo. El resto de élites aristocráticas han abandonado la población, pero no este aristócrata y su clientela. La presencia del carro es sin duda una marca de prestigio. Junto a él aparece un broche de escotadura, una fíbula anular, ocho placas de marfil, un cuchillo afalcatado, fragmentos de un diphros, cerámica de barniz rojo y restos de ovicáprido. A su lado, una tumba femenina en la que solo se han encontrado restos de ovicáprido como ajuar. Las tumbas femeninas son todas homogéneas y solamente en alguna encontramos fíbulas anulares.
En la sexta, las tumbas aparecen dispersas por la necrópolis y sí se localiza en este caso, un repunte en la zona contraria a la generación anterior, hacia el sureste. Muchas de las tumbas sin sexuar presentan fíbulas de tipo anular pero nada podemos decir sobre ellas. Entra las femeninas, la tumba 86H/15, situada cerca de la tumba regia anterior es la única de la que podríamos destacar su material, con un broche tartésico tipo 3 y una fíbula anular.
En la última generación del s. VI a.C. los enterramientos se reducen prioritariamente a la zona nuclear, todas las tumbas son muy homogéneas sin material que destacar, a excepción de una tumba no sexuada, la 70/19 en la que encontramos un cuchillo tipo 3, un fíbula anular hispánica, cuentas de collar, un escarabeo y la única copa fenicia a bandas que se ha encontrado en la necrópolis. Por los materiales podría decirse que se trata de una tumba muy distinta a las anteriormente descritas en todas las cronologías, con elementos de prestigio como son la fíbula y el cuchillo y elementos de origen oriental, como son la copa y el escarabeo.
A partir del s. V a.C., durante el primer cuarto, se observa un repunte en el número de tumbas, volvemos a la treintena, muchas de ellas sin sexuar y más varones que mujeres. Este repunte de población puede deberse a una estabilidad social tras la crisis del siglo VI a.C. Ahora den nuevo tenemos prácticamente todas las zonas anteriormente ocupadas con, al menos, una sepultura. La zona nuclear y principalmente la cuadrícula 85B alberga el mayor número de enterramientos.
En este momento la mayoría de las tumbas presentan cerámica gris como viene ocurriendo a lo largo de toda la necrópolis, barniz rojo tanto en varones como en mujeres, de nuevo placas de marfil que en muchos de los casos son amortizaciones dejadas en herencia porque la manufactura pertenece al s. VII a.C., también algunas placas son del s. VI, se observa principalmente en la decoración geométrica y no zoomorfa u oriental que tienen grabada. Estas placas aparecen indistintamente en tumbas masculinas y femeninas. El hecho de que algunas sepulturas incluyan algún broche tartésico tipo 3 permite también hablar de una amortización, ya que son broches que han dejado de fabricarse. Los fragmentos de diphros a su vez también los encontramos en la mayoría de las tumbas.
Es probable que en este momento se incluyan en las tumbas muchas amortizaciones porque quieran retrotraerse al pasado siglo VII a.C. tras la crisis sufrida en el siglo VI.
Finalmente, la última generación solamente ofrece nueve tumbas, de las cuales solo dos son varones y una mujer, las otras seis tumbas que aparecen no han podido ser sexuadas. El ajuar es muy pobre y todas las tumbas son muy homogéneas. Solamente destacar, como ya se hizo en el análisis de la necrópolis, la tumba de inhumación con un varón sin ajuar en su interior.
La salida de población de nuevo sería la causa de la caída en desuso de la necrópolis y el abandono del poblado. La cultura y el mundo considerados tartésicos decaen y desaparecen. La periferia tartésica deja paso a la denominada cultura turdetana y al desarrollo de los oppida.
Cultura material: cuchillos y copas
1. Cuchillos
Como podemos ver en el plano (Fig. 7), tanto varones como mujeres tienen cuchillos en sus tumbas. En la necrópolis de “el Pozo” han aparecido doce, cuatro en mujeres, en tumbas con un ajuar destacado y solamente en sepulturas entre el 650-575 a.C. Tal y como hemos comentado, a partir del s. VI a.C. las tumbas femeninas dejan de ofrecer ajuares tan suntuoso como lo hacían durante la época orientalizante. En el caso de los hombres son seis los cuchillos que aparecen, en la misma cronología que las mujeres. Los únicos cuchillos que pertenecen a una cronología más tardía son los que aparecieron en la tumba sin sexuar del 525-500 a.C.
Fig. 7. planta con la ubicación de las tumbas con cuchillos y broches asociados a estos cuchillos (autoría propia)
Se han clasificado en tres tipos y, tanto el tipo 1 como el tipo 2 aparecen indistintamente en tumbas femeninas y masculinas; en el caso del tipo 3, solamente uno aparece en tumba femenina y tres en masculina, otro de ellos en la sepultura sin sexuar. La diferencia entre ellos sin la forma de la curva, tanto el tipo 1 como el 2 tienen curvatura en toda la hoja y el 1 solo en el tramo final. Su longitud oscila entre los 8 y los 21.5 cm. Lo importante de ellos es que aparecen asociados en nueve de los once casos a fíbulas o broches. Los tipos 1 y 2, al ser más antiguos se asocian a fíbulas y broches de una cronología también anterior, como son los broches tartésicos tipo A3 y 4 y la fíbula de doble resorte DRIA1a. Los tipo 3, exceptuando uno de ellos que se acompaña de un broche tartésico, se relacionan con fíbulas anulares hispánicas y broches de escotadura, los más recientes.
Los cuchillos no han sido considerados armas, se trataría de elementos rituales de sacrificio. Queremos destacar su presencia en tumbas femeninas que podría indicar la participación de las mujeres o su relación con estas prácticas. Especialmente las tumbas femeninas en las que están presentes los cuchillos son muy suntuosas y, el que aparezcan broches o fíbulas junto a éstos indican que serían personas muy importantes de la comunidad. Además, las tres están ubicadas en espacios que anteriormente no habían sido ocupados.
2. Copas
Otro material considerado importante son las copas. 13 objetos de este tipo han sido encontrados en la necrópolis de manera contextualizada (Fig. 8), ya que tanto el kylix griego de mediados del s. VI a.C., como algunas copas Cástulo de finales del s. V a.C. han sido localizadas fuera de sepulturas y sin contexto claro. De las 13 copas, 4 son de barniz rojo, 5 de cerámica gris, 3 realizadas a mano y 1 copa fenicia a bandas. La mayoría de las copas se han encontrado en enterramientos femeninos, 7 de 13; 3 en tumbas masculinas y otras 3 en tumbas sin sexuar.
Fig. 8. Planta con la ubicación de las tumbas con copas en su ajuar (autoría propia)
Todas las copas de barniz rojo pertenecen a contextos femeninos de época orientalizante, del 650 al 575. De nuevo se observa cómo a partir del 575 los materiales más suntuosos desaparecen de las tumbas femeninas. En cuanto a las grises, 3 aparecen en sepulturas de mujeres y 2 en varones. En este caso las copas de cerámica gris sí que abarcan cronológicamente más etapas, ya que las tenemos desde la primera generación en el s. VII a.C. hasta el primer cuarto del s. V a.C. Las copas a mano, una en una tumba masculina de la segunda generación (650-625 a.C.) y otras dos en tumbas sin sexuar, una en esta misma generación y otra en el primer cuarto del s. V a.C. Corresponderían a modelos que parece ser que se utilizaban antes del s. VII a.C. El elemento más significativo sería la copa fenicia a bandas que pertenece al 525-500 en una tumba sin sexuar junto a dos cuchillos, un escarabeo y una fíbula anular. Es un objeto muy poco recurrente en el mundo tartésico, solamente lo encontramos en la tumba 17 de Setefilla y en la necrópolis de Alcácer do Sal y existen algunos paralelos de copas de bandas jonias, de las que podrían haberse imitado los modelos (Almagro-Gorbea 2008: 624). Todas aparecen en individuos adultos.
Las copas se consideran objetos utilizados en rituales sociales asociados a prácticas de comensalidad, con la bebida y en este caso no podemos olvidar la importancia del vino para estas culturas y las élites aristocráticas. También constituyen elementos de ofrenda en rituales de enterramiento y, generalmente se asocian a contextos masculinos. Debido a que no existen apenas referencias al uso de las copas en el mundo tartésico, nos ha parecido interesante destacar su presencia, en el caso de Medellín, donde además aparecen también relacionadas, al menos en contextos funerarios, con el mundo femenino. Es este un tema que consideramos de interés para profundizar en posteriores trabajos.
Como ya anunciábamos en el análisis de la necrópolis, durante todo el s. VII a.C., exceptuando dos piezas en la tumba masculina 82/25 de la primera generación, no se ha encontrado ningún elemento de barniz rojo en tumbas masculinas, solamente en femeninas. A partir del s. VI a.C. el uso del barniz rojo se extiende también a las tumbas masculinas. Ya se ha comentado también el contexto en el que las copas de este material han sido encontradas, solamente en tumbas femeninas. Cabe solamente enunciar que quizás, algunas de las tumbas no sexuadas pertenecientes al siglo VII a.C. con cerámica de barniz rojo podrían ser mujeres por recurrencia de materiales, aunque es solamente una hipótesis que no se puede asegurar debido a la presencia de tumbas sin sexuar con este tipo de materiales. La opción que se plantea es que, la cerámica de barniz rojo podría ser un elemento de los ajuares femeninos durante el s. VII a.C. y que posteriormente se extiende a todos los enterramientos.
A MODO DE CONCLUSIONES
Para finalizar, como conclusiones generales a la necrópolis, comentar que no se ha encontrado ninguna sepultura con el ajuar típico fenicio, el jarro de bronce y el brasero de este mismo material, que están en las tumbas principescas de este momento, a pesar de que sí se observan influencias orientales en los materiales, principalmente en los grabados de los marfiles del s. VII a.C. donde los elementos zoomorfos y las divinidades orientales junto a las flores de loto son los protagonistas. Alguno de los colgantes también hemos visto que son similares a alguno que aparece en contextos fenicios, pero principalmente la cerámica que aparece es cerámica realizada a mano, cerámica gris y cerámica tipo Cruz del Negro, influencias de necrópolis de la baja Andalucía como ya hemos comentado.
Otro aspecto a destacar es la edad (Fig. 9) de la mayor parte de los difuntos enterrados, exceptuando los restos infantiles que aparecen con las mujeres en la primera fase, solamente encontramos cuatro sepulturas con individuos menores de 20 años. Una de ellas es la joven de entre 10 y 15 años que aparece en el inicio de la necrópolis en la zona nuclear (70/21), y otro un joven de 8-10 años en la sepultura 86G/35 de la cuarta generación (600-575). Los otros dos son dos infantiles sin sexo determinado, uno en la sepultura 86H/20 del 625-600 y otro en la sepultura 86G/26 del 500-475. Como podemos observar, todos ellos se encuentran situados hacia la zona este del espacio funerario.
Fig. 9. Gráfica con la edad de defunción de la necrópolis (información extraída de ALMAGRO GORBEA et al. 2008)
El resto de personas tienen una edad entre 30 y 40 años principalmente, por tanto serían personas adultas. Algunas de ellas tienen más de 50-60 años y parece ser que en la mayor parte de los casos, (exceptuando la tumba regia 86H/4 que corresponde a un varón de 50-60 años), apenas tienen más materiales que la urna cinearia en la que se encuentran los restos óseos con un plato como tapadera, o en los casos del bustum apenas un plato gris, por lo que podríamos decir que todas ellas tienen un ajuar muy escaso.
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* Universidad de Granada rsanquirico@correo.ugr.es