NISOLOGÍA EN EL OCCIDENTE FENICIO-PÚNICO A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA
NISSOLOGY IN THE PHOENICIAN-PUNIC WEST THROUGH ARCHAEOLOGY
Daniel RIOJA GONZÁLEZ *
Resumen
En los últimos años el interés por los territorios insulares de tamaño reducido ha crecido en los ámbitos académicos. En ellos se concibe la cultura material como el elemento característico del paisaje humano habitado/frecuentado, creado a partir de modelos mentales por cada grupo. El pueblo fenicio-púnico parece tener una predilección en su patrón de asentamiento por ocupar islotes cercanos a la costa. Se lleva a cabo aquí un análisis en lo que se conoce como “Occidente fenicio’’ sobre las ínsulas de tamaño reducido a través de los restos arqueológicos, buscando desentrañar no solo la cantidad y función de las mismas, sino también la importancia que éstas tenían para la cultura fenicio-púnica como referentes simbólicos en la organización de su espacio.
Palabras clave
Islas, territorio, mundo fenicio-púnico, modelos mentales, restos arqueológicos, santuarios.
Abstract
In the last years the interest for the insular territories of small size has been growing in academic fields, where the material culture can be perceived as a characteristic element of the human inhabited or frequented landscape and created in base of a mental construction model designed by different groups. Between these groups it should be mentioned the phoenician-punic culture that seems to have a predilection in its settlement pattern in said territories. This work tries to analyse the Phoenician Occident about the reduced size insulates through the archaeological remains, searching to unravel not only the quantity and the function but also the relevance for the phoenician-punic culture.
Key words
Islands, territory, phoenician-punic, mental construction, archaeology, sanctuary.
INTRODUCCIÓN, ÁREA DE ESTUDIO Y OBJETIVOS
Este trabajo es fruto de una investigación que tiene como intención ser una parte o al menos un adelanto de una futura tesis doctoral en la que se indagará más a fondo sobre el tema que aquí se trata. El término “fenicio-púnico” se usa aquí de forma genérica y desde una concepción cultural/arqueológica: fenicios orientales, fenicios occidentales, cartagineses, ebusitanos, etc. Se trata, por tanto, de una agrupación que en el Mediterráneo Central y Occidental corresponde a una presencia estable de diferentes poblaciones de alrededor de un milenio. El interés en realizar este trabajo se debe a la propia experiencia personal, en la que me surgió la duda, como isleño que soy, sobre la razón que impulsó al ser humano a ocupar las islas e islotes costeros, a dejar una huella humana sobre ellos. Esta duda creció aún más tras años de voluntariado en el yacimiento púnico del islote costero de Sa Galera (Mallorca).
Hasta hace relativamente poco tiempo las pequeñas islas solo habían sido objeto de investigación por parte de especialistas en la flora y fauna, siendo menospreciadas por los demás campos de investigación hasta que se empezaron a percibir las islas como parte integrante de un paisaje cultural. Además hoy en día existen revistas especializadas en el tema como Journal of Marine and Island Cultures o Journal of Island and Coastal Archaeology. Es por esta razón por la que he querido incluir dentro del título de este trabajo la palabra “nisología”. Se trata de un término griego referido a la ciencia que se encarga de estudiar las islas (BALDACCHINO 2012:59; McCALL 1994:94). No obstante, al ser éste un término poco conocido y no reconocido por la RAE no haré referencia continua a dicha palabra en este trabajo. Para referirme a este tipo de estudios hablaré indistintamente de pequeñas islas o islotes (si son de un tamaño muy reducido) así como de pequeñas ínsulas.
No existe un único objetivo en este trabajo. En un primer momento la idea era hacer una especie de emulación a la obra “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II” y “Memorias del Mediterráneo” ambas obras de Fernand Braudel, miembro de la Escuela de los Annales (GEMELLI 2005). Concretamente a la idea que subyace en considerar al Mediterráneo como un sujeto histórico (geohistoria) y su capacidad de relacionar estructura y coyuntura. Braudel se interesó además por el medio en el que viven y vivieron los hombres de la cuenca mediterránea: clima, montañas y llanuras, mar y ríos, caminos y ciudades, y analizó el ritmo casi inmóvil del “tiempo geográfico”, lo que también se conoce como larga duración. Mi idea original hubiera tratado de seguir las mismas pautas que se desprenden de la geohistoria, estudiar como objetivo geohistórico las pequeñas islas del Mediterráneo en época fenicio-púnica a partir del contexto arqueológico.
Sin embargo, al empezar a investigar sobre el tema, me di cuenta que había una cantidad ingente de información que me obligó a reducir mis ambiciones. Lo primero que hice fue reducir el ámbito de estudio. Tomé como punto geográfico una línea imaginaria que tracé entre los dos puntos terrestres más próximos de Sicilia y Túnez (Fig. 1) y decidí que estudiaría toda esa zona hasta el Extremo Occidente, incluyendo el Atlántico. Si bien el área geográfica que corresponde al Atlántico es mucho más grande que el Mediterráneo, es, sin embargo, esta primera zona marítima donde menos información he encontrado de presencia fenicio-púnica. Así, realmente dentro del estudio se contempla parte del Mediterráneo Central, Occidental y el Extremo Occidental. En segundo lugar, más que indagar sobre la interacción global entre ambiente y personas en las islas, reduje el objetivo de este trabajo inicial a descubrir la razón de la ocupación continua de las pequeñas islas e islotes en el Occidente por parte de los fenicios y la relación que guarda dicha ocupación con la erección de santuarios en esos contextos. Esto me parece de gran importancia puesto que hace ya varios años que investigadores ligados a estudios protohistóricos como Ruiz de Arbulo propugnaban la creación de nuevos planteamientos de los fenómenos sacros desde una perspectiva histórica y arqueológica (RUIZ DE ARBULO 1999:13). De forma secundaria trato de crear un catálogo de dichos territorios (a pesar de que no se trate de un listado completo) que sirva como base a futuros investigadores.
Fig. 1. Se observa un mapa ampliado en que se muestra una línea imaginaria entre Sicilia y Túnez separando el área a investigar. Fuente:https://www.google.com/maps/@37.1122288,11.4353773,295058m/data=!3m1!1e3 Última consulta el 31/08/2017.
Dadas las características del Máster para el que se realizó el trabajo inicial me centré principalmente en la presencia de restos arqueológicos, aunque también utilicé algunas fuentes escritas a pesar de que suelen dar problemas a los historiadores debido a varias causas: nunca es información de primera mano; resulta complicado autentificar su veracidad y suelen proceder del enemigo greco-romano, como los textos de Tito Livio sobre el desarrollo de la II Guerra Púnica (T.LIVIO XXVIII, 37, 3; COSTA y FERNÁNDEZ 1997:424), por lo que sólo las he utilizado cuando su referencia ayuda a dar respuesta a ciertos problemas.
Concepto de Isla en la Antigüedad
Antes de empezar a investigar la presencia material en las pequeñas islas e islotes hay que hacer una reflexión para entender el concepto de “isla” en la Antigüedad. Como ya he mencionado en la introducción el estudio de los pequeños territorios insulares no había sido objeto de interés científico para los historiadores y arqueólogos hasta hace relativamente poco tiempo. Sería a partir de la década de 1980 de la mano de las corrientes post-procesualistas cuando algunos autores recuperan el concepto del paisaje definido como una construcción social y cultural, apropiada y ordenada material y conceptualmente (McCALL 1994). A finales de esa misma década es cuando se empiezan a escribir obras en que se trata y se incluye la visión de los lugares insulares incluidos en un paisaje cultural propio (BALDACCHINO 2012:56-59), creciendo este interés hasta la actualidad, poniendo especial énfasis en la Antigüedad aunque también en el presente..., y es que las islas tienen una atracción especial para los visitantes.
Para la Edad Antigua los territorios isleños integrados dentro de la denominada Geografía se integraron como parte del pensamiento cosmológico, un término que surgió como una disciplina científica distinta (THIERING 2012:12). En dicho término, perfeccionado en época helenística, los islotes estarían incluidos en la percepción intuitiva del espacio, la llamada orientación hodológica, p. ej.la alineación de edificios administrativos y religiosos según ejes cardinales (THIERING 2012:14). El concepto de islas surgió dentro de la mentalidad de las poblaciones prehistóricas (continuando hasta la actualidad) como un denso sistema de referencia de puntos para orientarse en el espacio, tal y como demuestra el estudio etnoarqueológico de algunas sociedades primitivas de la Polinesia (RACKHAM 2012:87). Este sistema de referencias será adoptado por las generaciones futuras hasta la elaboración de los primeros mapas, de tal manera que a los territorios insulares se les concibe como un sistema dinámico de representación en el espacio. Se trata, por lo tanto, de “modelos mentales”, construcciones concebidas por un grupo humano, las cuales juegan un importante papel en la diferenciación del paisaje marítimo (FRANCO 2012:50-51).
La construcción de estos modelos mentales resulta imprescindible para la navegación de las personas (en espacial para aquellas que no disponían de medios técnicos para la orientación) puesto que las señales de cualquier tipo se perciben en un momento y lugar dado, de ahí que se establezca un vínculo entre estas señales y la asociación cognitiva, el cual servirá para la ya mencionada orientación hodológica (THIERING 2012:14). En particular las construcciones mentales son colecciones de topónimos, puntos de referencia que ayudan a triangular mentalmente este sistema de referencias. Esta triangulación mental es evidente a través del uso de una llamada tercera “isla fantasma” o “isla de emergencia” (THIERING 2012:14): la necesidad de georreferenciarse a través de una isla, lo que no significa que sea in strictu una isla, sino un punto destacado del paisaje costero o de interior para tomarlo como referencia. Por ello nos encontramos con la realidad de que el concepto de isla en la Antigüedad tenía un significado más amplio delo que entendemos en la actualidad.
El historiador Le Febvre sostiene que hay mucho más en el espacio de lo que el ojo es capaz de percibir, un espacio que se traslada a identidades más complejas cuya significación es producida socialmente (LE FEBVRE 2013). Siguiendo esta premisa, si investigamos a través de una metodología científica la correlación de los restos arqueológicos concretos de una cultura que encontramos en estos territorios podemos llegar a reinterpretar la creación de estos modelos mentales como base para una teoría. Esto es debido a que cada cultura desarrolla de forma diferente estructuras cognitivas que luego aplica a sus construcciones mentales de manera acorde con su visión particular del mundo. Es por lo tanto la manera en la que conciben el paisaje (FRANCO 2012:46-47; THIERING 2012:11-13). A grandes rasgos se puede decir que las “islas” en la Antigüedad eran lugares que emergían de ríos o mares y eran localizados en aguas abiertas (FRANCO 2012:47), predominando esa visión de surgir sobre un espacio más o menos plano y aislado. Así que otros lugares a pesar de encontrarse en el continente como los peñones, cabos, o las pequeñas penínsulas unidas al continente por un istmo de tierra o tómbolo, también son susceptibles de ser interpretadas como si de islas se trataran, por esta razón las incluyo en este trabajo como tales.
Dado que apenas contamos con textos que nos hablen de la concepción que tenían los fenicios del mar, las costas y las islas, la aproximación al papel que jugaron los islotes en su cosmovisión y, sobretodo, en su navegación y ocupación de nuevas tierras la debemos deducir del registro arqueológico. Además la creciente urbanización que ha sufrido todo el litoral de la costa mediterránea como consecuencia del auge económico y turístico ha provocado que muchos yacimientos de presencia fenicia se encuentren hoy bajo estructuras urbanas. Eso implica que muchos hallazgos han sido destruidos para siempre o que en el mejor de los casos los datos disponibles proceden de intervenciones de urgencia, quedándonos una información fragmentaria y llena de lagunas. Sin embargo la presión urbanística provocada por el turismo no ha afectado a las pequeñas islas e islotes, que, dado su aislamiento, se conservan por lo general “vírgenes”, convirtiéndose en un lugar perfecto para el estudio de sus restos arqueológicos.
Es bien sabido por el público en general que los fenicios elegirían como lugar predilecto las costas y pequeñas islas para su asentamiento y/o comercio. Comúnmente se cree que esto es debido a que la insularidad combina dos importantes elementos: centralidad en el sistema de comunicaciones y un relativo aislamiento que otorga una seguridad aparente (FRANCO 2012: 46). Sin embargo, como desarrollaré más adelante, esto no resulta del todo cierto. Los fenicios han dejado una característica huella material en las pequeñas islas e islotes que no tiene similitud a la dejada por otros navegantes anteriormente ni la tendrá con posterioridad. Esto, a mi parecer, es debido a la manera en que concebían los fenicios dicho territorio, creando un modelo mental que sería el reflejo de su visión particular del mundo; sus creencias.
CONTEXTO GENERAL
Los fenicios fueron de los primeros navegantes en comerciar en el Mediterráneo Occidental, no obstante los micénicos ya habían comerciado por las mismas costas occidentales siglos atrás dejando como testigo su característica cerámica en lugares como la actual Cerdeña, Andalucía o Baleares entre otros (GUERRERO 2003:145-146; 2004:118). Los nurágicos, etruscos, así como otros pueblos indígenas protohistóricos del Mediterráneo Occidental también realizarían navegaciones ultramarinas a otros territorios para realizar intercambios comerciales (FRANCO 2012:45). Los fenicios se aprovecharían de estas rutas marítimas preexistentes para incluirlas dentro de su recorrido, así que navegarían por un territorio ya explorado en su mayoría por otras culturas, dejando su huella por toda la costa.
Al igual que sus predecesores éstos también elegirían como lugar predilecto las pequeñas islas. Comúnmente se cree que esto es debido a que la insularidad combina dos importantes elementos: centralidad en el sistema de comunicaciones y un relativo aislamiento que otorga una seguridad aparente (FRANCO 2012: 46). Sin embargo, como desarrollaré más adelante a lo largo de mi trabajo, esto no resulta del todo cierto. Los fenicios han dejado una característica huella material en las pequeñas islas e islotes que no tiene similitud a la dejada por otros navegantes anteriormente ni que la tendrá con posterioridad. Esto es debido a la manera en que concebían los fenicios dicho territorio, creando un modelo mental que sería el reflejo de su visión particular del mundo; sus creencias.
Modificaciones geomorfológicas y condiciones climáticas de las costas
Los paisajes frecuentados y ocupados por los fenicios son habitualmente costeros, sometidos frecuentemente a transformaciones de tipo geomorfológico, en algunos casos de forma brusca. Dichos procesos de cambio forman parte de la dinámica geomorfológica de los territorios costeros, un proceso el cual se vio acelerado por la acción antrópica. Las acciones antrópicas en el medio natural como la deforestación para la explotación maderera o las rozas para ganar terreno agrícola, provocan un aumento en el arrastre de tierra de las corrientes fluviales y, por consiguiente, un mayor aporte sedimentario en las desembocaduras, por lo que en la actualidad la línea de costa puede ser diferente a como era en la Antigüedad (MORHANGE 2016: 85).
Esto ha provocado que algunos yacimientos que originalmente se encontraban en la misma línea de costa a día de hoy se encuentren a kilómetros de distancia, que algunas islas se unan, etc. A la hora de estudiar las islas hay que tener en cuenta cuatro transformaciones geomorfológicas principales que pueden sufrir: colmatación de estuarios, como el estuario del Guadalete en la bahía de Cádiz; la formación de tómbolos que convierten antiguas islas en penínsulas, como el caso de Illa Plana en Ibiza; formación de deltas, como el Cerro del Villar; y de forma menos frecuente la erosión marina de una plataforma rocosa, como en Nora (Cerdeña) (ALONSO et al 2009:14).
LAS ISLAS EN EL MUNDO FENICIO OCCIDENTAL
Es importante mencionar que amplias zonas del Mediterráneo, sobre todo en la parte central, fueron objeto del expansionismo militar cartaginés, como las islas Eolias (al norte de Sicilia) (AMPOLO 2009:316). En ellas la presencia púnica solo se debe a su posición aventajada o de dominio frente al enemigo durante un periodo de belicosidad, sea contra griegos o romanos, dejando una huella arqueológica insustancial. Por lo tanto, como dichas actuaciones de ocupación no corresponden a los patrones de ocupación típicos de las comunidades fenicio-púnicas no se hará mención a ellas, aunque se trate de islas. Algunas de las pequeñas islas e islotes así como los territorios susceptibles de ser estudiados como tales según el concepto de ‘’isla’’ en la Antigüedad son los que se describen a continuación, fruto de un extenso trabajo que aquí se ha tratado de resumir de la mejor manera posible.
• Área Balear: Ibiza, Isla Plana, Mallorca, Sa Dragonera, Puig de Sa Morisca, Illot D’En Sales, Illetes, Sa Galera, Na Guardis, Menorca.
• Córcega.
• Área de Cerdeña: Cerdeña, Península Sinis, Mal di Ventre, Golfo de Oristano, Nora, Tavolara, Archipielago de Sulcis, Sulky, San Pedro, San Vittorio.
• Área de Sicilia: Sicilia, Motia, Favignana,Pantelaria.
• Norte de África: Cartago, Rachgoun, Almina, Mogador.
• Área Mediterránea de la Península Ibérica: Gibraltar, Cerro del Villar, Peñón de Salobreña, Zona de Murcia.
• Área Atlántica Andaluza: Isla de Las Palomas, Sancti Petri, Islas Gadeiras, Isla de La Algaida, Isla de Saltés.
• Oestrymnides (desde el sur de Portugal hasta Gran Bretaña): Santa Olaia, Abul (Portugal),Thanet (Inglaterra).
• Macaronesia: Azores. Canarias.
Hay que tener en cuenta que este no es un listado completo pero sí lo suficientemente amplio como para investigar y crear teorías al respecto. Debido a lo limitado de este articulo respecto a la investigación completa y original he creído conveniente solo citar las áreas estudiadas sin entrar al detalle en ellas, realizando a continuación las siguientes aclaraciones. Tanto Menorca como Córcega no han arrojado datos fiables sobre la presencia fenicio-púnica en los territorios en que se centra esta investigación. Además cabe destacar que en el caso de la Macaronesia, debido a sus características especiales, se ha decidido por hacer un estudio más generalistico. No obstante, en la mayoría de los casos estudiados se ha comprobado que está presente una construcción sacra o, al menos, hay evidencias de una sacralidad del territorio que corresponde a su vez con las dataciones más antiguas, como sucede en los siguientes lugares.
SA GALERA: Se trata de un islote situado en la zona este de la bahía de Palma, tiene una extensión aproximada de 2500 m2 y se encuentra a unos 120 metros de la costa (MARTÍN, ARGÜELLO y JOVANI, 2015:140). Además de este islote existe a cincuenta metros un peligroso escollo situado en dirección sudoeste, que al menos en el cambio de Era debió de estar en superficie, formando por lo tanto un conjunto de islas. El escollo actual posiblemente debió de tener alguna relación cultual con el islote principal pero faltan trabajos arqueológicos subacuáticos que lo confirmen. El islote fue frecuentado por navegantes desde tiempos muy remotos, y se cree que ya desde esos momentos debió de tener una fuerte importancia como lugar sacralizado, como demuestra una cueva funeraria vinculada a cultos religiosos de la prehistoria (GALIANA, 2015:101-102). Sobre el islote se encuentra un yacimiento cuyas excavaciones que siguen en curso dieron a la luz un santuario púnico-ebusitano del siglo IV a.C., en el cual no se realizaron actividades mercantiles. Se puede seguir la huella arqueológica que ha dejado el uso cultual (entendido dentro de la cultura púnica) de este espacio al menos hasta el último cuarto del siglo II a.C. o finales del I a.C. (MARTÍN, ARGÜELLO y JOVANI, 2015:141-148).
PENÍNSULA SINIS: Se trata de una pequeña península con una superficie cercana a los 220 km², que tiene salida hacía el golfo de Oristano, y se encuentra frente a tres islas (Sa Tonnara, Mal di Ventre y Catalano) y a un elevado número de islotes y escollos (BERNARDINI y ZUCCA, 2009:193), aunque solamente Mal di Ventre tiene ocupación estable. En su interior se encuentra la ciudad de Tharros, una de las más antiguas de Cerdeña y en la que se documenta presencia anterior de un pequeño asentamiento nurágico preexistente. Durante las primeras excavaciones del lugar en 1964 salió a la luz una torre o lugar fortificado dentro del cual se encontró una estatua de la diosa Astarté y en cuyo alrededor se estructura el asentamiento fenicio (BARTOLONI, 2002:81).
Primeramente se pensó que tendría alguna utilidad defensiva, pero dado el hallazgo de la estatua, se apunta a que era un lugar religioso, por lo que la fortificación podría ser el peribolo que delimita el área sagrada. Parece ser que tras la crisis del siglo VI a.C. Tharros junto con Karalis son las dos ciudades que más rápido se recuperan, adquiriendo una gran riqueza y esplendor en contraposición con Sulky, que tardará más en recuperarse (POMPIANU, 2010:16). El lugar tras la invasión romana se despoblaría poco a poco hasta que finalmente la zona se abandonaría alrededor del año 110 a.C.
MOTIA: Situada a 1 km de la costa sobre la actual isla de San Pantaleo, en una bahía rodeada de otras tres islas tiene una superficie de 0,45 km². Con sus restos más antiguos datados en el siglo XII a.C. debió de representar un punto de apoyo y una base comercial morfológicamente muy similar a la ciudad fenicia de Tiro, siendo la ciudad fenicia más antigua de la costa siciliana (DELGADO y FERRER 2007:29-30). En las numerosas excavaciones que se llevaron a cabo en la isla destacan las áreas rituales religiosas, como el denominado Kothon, un estanque sagrado que formaba parte de un templo dedicado al dios Baal, así como a una serie de tres templos superpuestos, todos vinculados a un mismo espacio religioso (DELGADO y FERRER 2007:34). La zona del estanque corresponde a los primeros momentos de urbanización de la ciudad, datable en la primera mitad del siglo VIII a.C. Una primera fase de sistematización urbana se lleva a cabo a mediados del siglo VI a.C., cuando fueron realizadas imponentes obras públicas (DELGADO y FERRER 2007:42-44) como la muralla, zonas portuarias, etc.
MOGADOR: También denominada Cerné o Kerné se trata de una isla situada a 1,5 km de la ciudad marroquí de Essaouira, con una extensión de 3 km de largo y 1,5 km de ancho es la única isla que se podía reconocer (junto a Mohamedia) a lo largo de la costa atlántica norteafricana. Sobre la isla de Mogador se han detectado hasta ocho áreas arqueológicas, identificándose principalmente un asentamiento interpretado como una factoría fenicia y hasta dos posibles desembarcaderos (LOPEZ PARDO et al. 2011:110). Llama la atención la más de una centena de grafitis sobre cerámicas y la ausencia de estructuras sólidas, por lo que su ubicación debió de ser temporal y poco duradera en el tiempo puesto que tiene una vida de poco más de un siglo: desde principios de siglo VII a.C. hasta mediados del siglo VI a.C. (LOPEZ PARDO et al. 2011:114). En cuanto a las prácticas religiosas de los ocupantes de Mogador se pueden centrar en torno al hallazgo de un betilo cuadrangular junto al que se encontró un quemaperfumes de dos pisos con claro uso cultual (LÓPEZ PARDO y RUIZ CABRERO 2006, 215-220).
GIBRALTAR: Se trata de un peñón mundialmente conocido situado en el Estrecho que lleva su nombre, unido al continente por un istmo arenoso. La presencia fenicio-púnica en el lugar se centra en la Cueva de Gorham, en el lado que mira hacia el Mediterráneo (FERRER 2004: 111). Las primeras excavaciones arqueológicas en el lugar se llevaron a cabo entre 1948-1956, realizándose a lo largo de los años siguientes otras muchas, (incluyendo también de tipo paleontológico) que han contrastado que los materiales protohistóricos son un santuario fenicio. Se ha encontrado un gran número de ofrendas cerámicas pero lo que más llama la atención por la cantidad y la perduración en el tiempo son los escarabeos de pasta vítrea, los cuales han dado las dataciones más antiguas para este conjunto (FERRER 2004:112), con una cronología que abarca desde finales del siglo VII a.C. hasta principios del siglo VI a.C. La frecuentación de la cueva por marineros fenicios continuó en época púnica y hay evidencias de que perduró hasta época romana, como atestiguan los signos de deposición de ofrendas junto a fragmentos romanos, siendo el más moderno unas monedas del siglo III d.C.
PEÑÓN DE SALOBREÑA: Este peñón hoy unido a tierra firme fue durante la protohistoria un promontorio insular de reducidas dimensiones frente a la desembocadura del río Guadalfeo, en la localidad de Salobreña (Granada), lugar que fue de población púnica conocida como Selambina (FERRER 2009:112). La constancia durante generaciones de restos arqueológicos en el yacimiento ha provocado en tiempos recientes que fuera visitado habitualmente por expoliadores, destruyendo buena parte del contexto arqueológico. Esta situación obligó a la realización de una excavación de urgencia en 1992, en la que se detectó entre las graves destrucciones un edificio rectangular del que solo se conservan los zócalos (RAMOS y ROOS 1992:356-357) que junto a los hallazgos materiales asociados se ha interpretado como un templo tardopúnico, datable entre los siglos II-I a.C., aunque hay suficientes materiales cerámicos como para pensar en una función de la isla como lugar sacralizado al menos desde siglo V a.C. 1 (FERRER 2009:113). Los materiales más destacables son un conjunto de terracotas que recuerdan elementos arquitectónicos. El templo perdería su sacralidad con la construcción de estructuras para salazones de pescado romanas a mediados del siglo I a.C.
ISLA DE LAS PALOMAS: Se trata de una isla también denominada como isla de Tarifa junto a la ciudad homónima, unida desde el siglo XIX a tierra firme. Tiene una extensión de 0,3 km² y sobre ella se sitúa una necrópolis fenicio-púnica de los siglo VI-IV a.C. Se sabe que la zona próxima a Tarifa existía al menos hasta el siglo XII un archipiélago de varias islas unidas a tierra, delante del cual se situaba una línea de arrecifes (PRADOS et al. 2009:445-447). Por lo tanto este lugar resulta idóneo para la presencia fenicia según sus pautas de asentamiento.
Hay una serie de datos por los que se cree que en el islote pudo haber existido un santuario previo a la construcción del recinto funerario: por un lado nos encontramos que en 1886 se encontró una cabeza de mármol que representa a la deidad Venus Marina, fechada aproximadamente en el siglo I d.C. (RUIZ 2010:5). A este dato es preciso recordar la vinculación que establecían los romanos entre las deidades fenicio-púnicas y las suyas propias, existiendo una evidente vinculación entre Venus Marina y Astarté. Por otro lado tenemos el hallazgo de un gran número de anclas de piedra encontradas en un fondeadero cercano (RUIZ 2010:9), en este caso según recoge la documentación histórica era frecuenta hacer rodar anclas de piedra sobre las zonas sagradas como medio ritual. Con todos estos datos se fortalece la existencia de un santuario sobre el islote.
Islas ideales no habitadas
Aquí quiero retomar un punto anterior en el que mencioné lo que comúnmente se cree acerca de la elección de las islas por parte de los fenicios para asentarse: centralidad en el sistema de comunicaciones y un relativo aislamiento que otorga una seguridad aparente (FRANCO 2012:46). Esto no resulta del todo cierto puesto que hay islas que resultan ideales para un establecimiento permanente debido a sus condiciones y que, sin embargo, nunca se trató de asentarse en ellas o bien se hizo tardíamente por diversas causas. A continuación mencionaré sólo algunas de estas islas a modo de ejemplo.
El mejor de los ejemplos lo encontramos en la isla de Formentera. Aunque Formentera no es una gran isla tampoco se la puede considerar pequeña. Con una extensión de más de 83 km² dista tan sólo tres kilómetros de la isla de Ibiza, es observable desde la capital y resulta fácil llegar hasta ella. Cuenta además con terrenos aptos para la agricultura, fuentes de agua, zonas de costa óptimas para fondear naves y se presupone una reducida población indígena que no implicaría ningún problema. Por todo ello resultaba un buen lugar donde asentarse, sin embargo no es así. A pesar de que en una parte de esta isla se hallaron en superficie fragmentos cerámicos fenicios (contemporáneos al asentamiento fenicio de la ciudad de Ibiza), éstos sólo debieron ser el reflejo de frecuentaciones o establecimientos efímeros como tantos otros debieron existir en las islas Pitiusas (COSTA y FERNÁNDEZ 1997:398).
Formentera y sus islotes costeros quedarían aparentemente deshabitados durante siglos, hasta que, como consecuencia de la conquista romana de Mallorca en el 123 a.C., se pueblan tanto la propia Formentera como algunos de sus islotes. El islote de S’Espalmador (COSTA y FERNÁNDEZ 1997:398) se encuentra al norte de la pitiusa menor y resulta paradigmático puesto que se ha encontrado un yacimiento que contaba con al menos un centenar de construcciones, datadas las más antiguas sólo en el 125-100 a.C. e interpretadas como una factoría que sería la base portuaria de la actividad ebusitana en la isla (COSTA y FERNÁNDEZ 1997:434) trasladada desde las bases de Mallorca. Esto resulta extraño puesto que lo más propicio sería establecerse en la propia Formentera. En este sentido el investigador V. Guerrero apunta una hipótesis al respecto (GUERRERO 1997:267):
“Cabría pensar que los colonos ebusitanos, que se vieron obligados a abandonar las bases mallorquinas, continúan con sus actividades comerciales y salineras refugiados en un lugar más próximo a la metrópoli, pero con una ubicación que les permitía reproducir un modo de vida similar al que habían desarrollado en Mallorca” (GUERRERO 1997:267).
Se trata, por lo tanto, de personas que huyen del invasor, lo que en la actualidad conocemos como “refugiados” y que al no poderse instalar en Ibiza debido a su alta densidad demográfica deciden instalarse en el lugar más cercano de la capital, en este caso Formentera y sus alrededores. Por lo que observamos que si bien existió una ocupación púnica sobre esta isla en fechas tardías no se debe a que sea un asentamiento planificado y deseado debido a sus excelentes condiciones, sino a una necesidad imperiosa de establecerse en algún lugar.
Podemos referir también un caso en la isla de Menorca, concretamente en el puerto de la ciudad de Mahón. El topónimo de dicha ciudad deriva del nombre del general cartaginés Magón Barca, quien recaló con parte del ejército en su puerto para pasar la invernada del año 206-205, en el contexto de la II Guerra Púnica (COSTA y FERNÁNDEZ 1997:424-425), lo que se considera también documentado a través de la arqueología (GUERRERO 2003:26-27). El puerto de Mahón es uno de los puertos naturales más grandes del mundo y cuenta en su interior con unos cuantos islotes como Isla del Rey, Isla Pinto e Isla de la Cuarentena, entre otros. En ninguno de estos islotes se han encontrado materiales fenicio-púnicos a pesar de que en ellos sí se han realizado tanto prospecciones como excavaciones arqueológicas, dando a la luz en la Isla del Rey una basílica paleocristiana del siglo VI d.C. Además de las ya mencionadas existen otras islas en que a pesar de la idoneidad del lugar no se halla una presencia fenicio-púnica estable. Son los casos del archipiélago de Cabrera o las islas Columbretes entre otras.
SOBRE LOS SANTUARIOS
La construcción de santuarios/templos en la Antigüedad era importante puesto que entraban en juego intereses políticos y económicos. En el mundo fenicio- púnico los templos están ligados a la administración del Estado (RUIZ DE ARBULO 1999: 21-22), que en ellos se hace garante de protección ante los tratos comerciales, recauda impuestos y a través de ellos controla el territorio sirviendo además, obviamente, como puntos de realización de actos rituales. Por estas razones los templos se solían situar en los puertos o cercanos a ellos. Basta recordar las repercusiones que tiene en los estudios de la Antigüedad el concepto de port of trade (RUIZ DE ARBULO 1996:17; POLANYI 1957).Otros santuarios, sin embargo, eran sacrilizadores de fenómenos geológicos o naturales que servirían además como hitos y sistemas de orientación o de peligro, mientras que otros servirían como frontera: protectores de los límites y proclamadores de la soberanía del Estado en los límites de su territorio y más allá de lo que parecerían éstos… Se ha llegado a crear una clasificación bastante extensa de los santuarios fenicio-púnicos en cuanto a su funcionalidad (RUIZ DE ARBULO 1999:13-14), sin embargo éste no es el objetivo de este trabajo. Lo que se busca es encontrar la explicación primigenia de la relación que existe entre la erección de santuarios y los asentamientos o frecuentaciones en el mismo espacio. Para entenderlo utilizaremos sólo dos casos como referente, aunque podrían ser muchos más: Mogador y Sa Galera.
En cuanto al tema de Mogador observamos como los navegantes que recalaban en esa isla tenían un lugar para sus rituales religiosos entorno a un betilo en el que no hay signos de ninguna construcción religiosa (LÓPEZ PARDO y RUIZ CABRERO 2006:215-220). En el caso de Sa Galera el sistema de canales en la piedra con un claro sentido cultual se realizó antes de la construcción del edificio (MARTÍN y ARGÜELLO 2016:70). Por lo tanto la sacralización de estos lugares se hizo mucho antes de la construcción de los santuarios. El Estado con su construcción simplemente se aprovecharía de que estos lugares tenían una importancia simbólica entre la comunidad para sacar provecho.
Otra hipótesis que me planteo personalmente es que la razón por la que existe una predilección por los islotes e islas pequeñas en la cultura fenicio-púnica, se deba a arraigos religiosos de índole cosmogónica que tengan sus raíces en las tradiciones fenicias orientales y que con posterioridad se haya extrapolado a intereses políticos pero conservando dentro de la mentalidad de grupo la misma construcción simbólica, algo que entraría dentro de la lógica para una sociedad tan profundamente religiosa como es la fenicia. Por desgracia, como viene siendo habitual en el mundo fenicio, no nos han llegado muchos datos sobre los mitos, ritos u otros aspectos culturales de la religión fenicia, aunque sí que conservamos un mito cosmogónico, recogido parcialmente a través de Eusebio de Cesarea (segunda mitad del siglo III d.C. y primera del siglo IV d.C.) de textos de Filón de Biblos (siglo I d.C.), quién lo recogió a su vez de Sanjuniatón (hipotético sacerdote fenicio de Tiro). En este mito se cuenta según G. WAGNER lo siguiente (WAGNER 2000:33-34):
(…) el viento enamorado de su propio principio, surgió Mot, un caos de cieno del que aún no se habían separado las aguas, y del que se formó el resto de la creación, incluyendo los animales que fueron hechos a imagen de un huevo de aquel, que luego lanzó fuegos de los que surgieron el sol, la luna, las estrellas y los grandes astros (…) Los seres humanos habrían sido creados de la unión de la pareja formada por el viento y la noche (…) (WAGNER 2000:33-34).
En este texto encontramos el mito del huevo cósmico u ovogénesis, el cual no es exclusivo de los fenicios. Es repetido, aunque con diferencias, a lo largo de la Historia por muchas culturas (BÁEZ-JORGE 1991). Según este mito se creía que de un huevo surgió toda la vida. Puesto que de un huevo surgió la vida no es de extrañar que los huevos de avestruz en la cultura fenicio-púnica fueran tan preciados, se les solía decorar y eran un símbolo de vida y regeneración. Por esta razón se colocaban en las tumbas. Dichas tumbas, sobre todo las necrópolis era habitual que se encontraran alejadas de los núcleos de población por un elemento purificador como viene siendo el agua (RUIZ 2010:4). El gran ejemplo de este caso lo encontramos en la ciudad de Tiro. De Tiro pertenecen un amplio porcentaje de navegantes que frecuentarían y se asentarían por las costas circundantes del territorio marítimo desde Tiro hasta el Extremo Occidente en época arcaica. Dicha ciudad se encontraba en una isla y su necrópolis principal se sitúa al otro lado de la costa, ya en tierra continental (AUBET 2004:87).
Por lo tanto comprobamos como a lo largo de los siglos los fenicios y sus descendientes culturales continúan con las mismas pautas de asentamiento que habrían seguido en los territorios de la “madre patria’’ debido a una costumbre cultural basada en creencias mítico-religiosas, en la que se asociarían los pequeños territorios insulares con el huevo cósmico depositado sobre las aguas antes de que éstas se separasen. Para dar una mayor credibilidad a esta hipótesis basta con poner de ejemplo el puerto militar de Cartago. Cartago es una ciudad de fundación tiria y la isla que se encuentra en el puerto militar así como el conjunto del propio puerto sufrieron una gran transformación de forma artificial para que tuviera la forma deseada (GLASMAN 2007:11-12). Dejando de lado las razones prácticas, que es obvio que las tiene, la forma recuerda la yema de un huevo, retrotrayendo por lo tanto esa imagen mental cosmogónica. De tal manera creemos que esa predilección en el patrón de asentamiento por las ínsulas de tamaño reducido se debe a un modelo mental en que se relaciona de forma consuetudinaria estos territorios con aspectos religiosos.
No pretendo que ésta sea la única explicación causal, sino que debió de influir en buena medida en esas elecciones que facilitaron la ordenación no sólo de la navegación sino de la propia vida. Resulta obvio que peñones como el de Gibraltar o penínsulas como la de Tharros no tienen ningún parecido físico con la imagen mítica del huevo cósmico, sino que debieron de ser un referente que avisaba ante un peligro o que tenían ciertas peculiaridades visuales que lo hacían propicios para que en ellos se realizaran rituales. Hay que tener en cuenta que la sociedad fenicia es muy religiosa pero, como viene siendo habitual en este tema no nos han llegado muchos escritos sobre sus ritos, prácticas o creencias religiosas. Esto sumado a las variantes y a la complejidad que implica interpretar sus modelos mentales con los escasos datos que disponemos dificulta el poder dar una única explicación causal a las ubicaciones estudiadas que conecte el esquema mental con la elección concreta, con lo que a grandes rasgos solo se puede decir que las pequeñas ínsulas eran vistas como un paisaje sacralizado, útil a la autorreferencia (vital y de navegación), debido a fuertes creencias religiosas.
CONCLUSIONES
En este trabajo lo que se ha pretendido es realizar un estudio de las pequeñas islas e islotes asociados a grupos culturales fenicio-púnicos a través de la Arqueología. Se ha primado descubrir el significado de la ocupación de las pequeñas islas e islotes en el Occidente por parte de los fenicios-púnicos y la relación que guardaba ésta con la erección de santuarios en los mismos lugares. A través de una profunda reflexión, tras el análisis de los datos expuestos, se puede llegar a formular una serie de conclusiones.
La primera de ellas es que el concepto de “isla’’ en la Antigüedad no se adscribía exclusivamente al concepto de islas que nosotros tenemos actualmente, sino que eran un punto destacado del paisaje costero o de interior para tomarlo como referencia, una zona elevada que sobresalía del horizonte marítimo.
A través de los hallazgos documentados se observa que en la mayoría de los casos las cronologías más antiguas corresponden a los restos asociados a un santuario, al igual que ocurre en los asentamientos continentales, sólo que en el primer caso se advierte primigeniamente una relación simbólica sin intenciones político-económicas. Esto es debido a múltiples causas, que tienen como hilo común un modelo mental en que se relaciona de forma consuetudinaria estos paisajes con aspectos religiosos. Aunque la construcción del santuario por parte del Estado o de una casta sacerdotal acarreará una múltiple intencionalidad/funcionalidad que no afectará al significado original, puesto que los grupos culturales vincularán y/o adoptarán dichos cambios a sus construcciones mentales.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a mi profesora Liliana Spanedda y a los directores de Sa Galera: Ramón Martín, y Jorge Argüello por la ayuda que me han dado a la hora de realizar este estudio con todas las dudas que tenía.
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* Universidad de Granada riojasantaponsa@hotmail.com
1 También se han encontrado restos de asentamientos anteriores desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro (RAMOS y ROOS, 1992:360).