LAS RELACIONES COMERCIALES ENTRE EL NOROESTE Y EL SUR DE LA PENÍNSULA IBÉRICA EN ÉPOCA ROMANA: VIGO Y LA BÉTICA
THE TRADE RELATIONS BETWEEN NORTHWEST AND SOUTH ON THE IBERIAN PENINSULA IN ROMAN TIMES: VIGO AND THE BETICA
Abigaíl MONROY MÍGUEZ*
Resumen
El objeto de estudio a tratar se centra en las relaciones comerciales efectuadas entre la ciudad de Vigo y la Bética en época romana a partir de la comercialización de productos del mar, su explotación, elaboración, etc. Se partirá de unos antecedentes, y atendiendo, a su vez, a los vestigios arqueológicos hallados, se demostrará una intensificación y especialización de dicha explotación.
Palabras clave
Vigo, comercio, salazones, pesca, arqueología.
Abstract
The aim of this study is focused on the commercial relationships between the city of Vigo and the Baetica province in Roman times, specially the commercialization of sea products, but also their exploitation and processing. Attending to a specific background and in accordance with the archaeological remains, we can illustrate an intensification and specialization of such exploitation.
Key words
Vigo, trade, salted products, fishing, archaeology.
INTRODUCCIÓN
El presente artículo sintetiza el Trabajo de Fin de Máster de mismo título, defendido en la Universidad de Granada en septiembre del 2017; basado en el estudio de las relaciones comerciales acaecidas entre el noroeste peninsular, concretamente, de la ciudad de Vigo y la región de la Bética en época romana, con el objetivo de realizar una aproximación de la significación e importancia que supuso Vigo como núcleo romano de explotación de los recursos marinos y su comercialización.
Cuando Roma llegó a las costas del noroeste de la actual Galicia, no se encontraron con una tierra baldía y despoblada, sino todo lo contrario. Aquí se hallaba la denominada “cultura castreña”, una sociedad que tuvo un desarrollo de larga duración cuyo impulso social, cultural, económico, etc., cogió velocidad y fuerza entre los siglos IX-VIII a.C., aproximadamente. La cultura castreña abarcaba una extensión territorial mucho más amplia que la galaica, pero es quizás la región donde arqueológicamente ha aportado a la investigación mayor información y, a su vez, enormes diferencias entre sus vecinos portugueses o astures, por ejemplo. Diferencias importantes en sus estructuras defensivas, habitacionales, sociales, etc.; por lo tanto, una realidad y diversidad tan amplia, la de la cultura castreña, que resulta un trabajo arduo crear un perfil estándar.
Centrándonos en la ciudad de Vigo, esta cuenta con unos 27 castros catalogados y, en mayor o menor medida, todos tienen algún vestigio material arqueológico que nos habla del impacto que tuvo Roma en la zona. El principal dato y el más visible quizás son los restos de tipo mueble e inmueble, como tégulas, cerámica, ánforas, etc., por no mencionar las técnicas constructivas tan evidentes que marcan una clara diferencia entre las tradiciones indígenas y romanas (HIDALGO y RODRÍGUEZ SOBRAL 1997: 56).
Por otro lado, la huella arqueológica romana en los poblados castreños proporcionan indicios de tipo numérico, como la prosperidad que atraviesa en el siglo I d.C. la región, dando como resultado un crecimiento demográfico casi seguro y que obligó a una redistribución de los hábitats castreños, con una ordenación racional del territorio mucho más planificada para la mejora de la explotación de los recursos circundantes, dando así respuesta a la nueva distribución de los castros (Fig. 1).
Fig. 1. Sobre una fotografía actual de la ciudad de Vigo se hizo una reconstrucción de la paulatina bajada de la población ubicada en el Castro de Vigo hacia el Vicus que se conformó alrededor de las nuevas factorías salazoneras (Garrido, 2011: 48).
La integración de Gallaecia en el imperio romano: Vigo
En Vigo, al igual que la mayoría de las zonas del litoral más meridional, fue de las primeras en entrar en contacto con el mundo romano, por eso, el proceso romanizador es intenso y temprano, debido a intercambios comerciales en esta región conocidos gracias a los hallazgos materiales desde, por lo menos, el siglo II a.C. Además, la acusada romanización que vivió el principal castro de la ciudad es observable por las diferencias estructurales entre las viviendas típicas castreñas (de planta circular) y las romanas (planta rectangular), así como por el empleo de diferentes materiales de construcción, como será el caso de la piedra (ACUÑA CASTROVIEJO 1993: 14), usada tanto para las edificaciones (murallas, recintos de diversa función, plazas) como esculturas. Incluso el inicio de la utilización de los baños indica una clara continuidad en estos asentamientos ya existentes.
Hasta el momento, Vigo no tiene ningún asentamiento romano de nueva planta durante casi todo el siglo I d.C. sino que reutiliza los emplazamientos castreños adaptándolos para sus actividades, demostrando una pacífica y lúdica simbiosis entre ambos grupos sociales Pero a partir de este momento, Roma experimenta su mayor desarrollo a nivel global y, por consiguiente, Vigo también comienza a crecer. Ésta pronto dio a conocer su potencial, ya que su excelente ubicación costera, y sus tranquilos arenales hacen de Vigo el lugar perfecto para comenzar a instalar centros productores derivados del mar (CARBALLO ARCEO et al. 1998: 94-96) (Fig. 2).
Fig. 2. (Fuente: Catálogo exposición “Emporium” 2016.)
Con la instalación de unas salinas a lo largo del siglo I d.C. se podría apuntar la existencia de algún asentamiento de nueva planta en la ciudad, muy probablemente, cerca de la costa, debido a que no es probable que la explotación de la sal fuera realizada por los indígenas del castro sino que estaría, muy probablemente, regulado y organizado por romanos; así parecen indicarlo, además, restos epigráficos hallados en la zona.
Otro ejemplo que recoge F.J. González García (2010), que clarifica mucho mejor el impacto de Roma en la costa viguesa, es el de la aparición, alrededor del siglo III d.C. y relacionado con el auge de la industria de la salazón, la aparición de las villae periféricas. Estas villae son interpretadas por la comunidad científica como una prueba más de que las poblaciones más romanizadas, probablemente élites, abandonaron el asentamiento principal vigués para instalarse en sus alrededores, siendo esto paralelo al desarrollo de prácticas totalmente nuevas que vinieron a sustituir las anteriores, donde el prestigio social, la identidad y la riqueza estaban más marcadas. Este hecho se materializa con la construcción de grandes residencias urbanas y rurales, como podría ser la villa romana de Toralla en Vigo (Fig. 3) donde estas manifestaciones de poder se intensificarían (GONZÁLEZ GARCÍA 2010: 415).
Fig. 3. Ubicación de la villa romana de Toralla (Vigo). (Carballo Arceo, et.al.; 1998: 93)
Relaciones comerciales entre el Vigo romano y la Baetica a través de envases contenedores de alimentos y otros productos
El siglo I a.C. va a significar un paulatino cambio en los materiales importados a lo largo y ancho del Imperio, tanto es así que los contenedores y todo tipo de productos de almacenaje y transporte serán totalmente itálicos en detraimiento de los usados hasta la fecha, como los púnicos. Por otro lado, progresivamente serán también modificados los recipientes fabricados en el propio territorio peninsular, concretamente en el sur, donde la demanda de nuevos productos y la cada vez mayor exportación obligará a sustituirlos por recipientes nuevos y de mejor calidad.
El comercio por el Atlántico estará bajo el control de los navegantes gaditanos, lo que hará que predomine en el norte peninsular productos originarios del sur frente a otros predominantes del Mediterráneo. Será a partir de ahora cuando la Ría de Vigo comience a funcionar como un gran puerto redistribuidor de mercancías hacia otros poblados indígenas, tanto del interior como de otras zonas de la costa, por medio de la navegación de cabotaje. Pero la Ría y sus pobladores también serán consumidores potenciales de estos productos venidos del sur, y por ello, se desarrollará un comercio a corta distancia, protagonizado por los propios nativos galaicos, debido a su mayor conocimiento del territorio tanto marítimo/fluvial como terrestre. La Ría de Vigo y su excelente emplazamiento geográfico como puerto redistribuidor se mantendrá hasta la actualidad (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ et al. 2016: 36).
Los productos que se comercializarán de norte a sur serán prácticamente los mismos que ya se distribuían en época prerromana con los pueblos fenicios y púnicos, es decir, vinos, aceites, salazones, vajillas, etc., pero ahora con mayor intensidad, importancia y cantidad. Se trata pues de un momento de gran importancia debido a que será ahora cuando, gracias a este gran tráfico comercial, se introduzca de manera estable la moneda como modo de transacción.
Quizás mediante los contactos con griegos y púnicos los galaicos tuvieran conocimiento de la moneda, aunque no hay documentación de que la Galicia prerromana la empleara, y será, por lo tanto, con la llegada de Roma cuando la circulación monetaria adquiera una importancia reseñable en Galicia, a partir del siglo I d.C. (ARIAS, 1992: 83). De este modo, la Ría de Vigo se convertirá, a comienzos de la nueva Era, en un importante foco productor y exportador, donde el intercambio de materias primas, en especial de metales, por otros productos manufacturados del mundo mediterráneo harán de esta zona un enclave destacable, además de ser uno de los principales nudos y puntos comerciales del mundo atlántico, preferentemente, para el abastecimiento de productos hacia las Islas Británicas.
Pero lo que nos compete en este apartado, son las relaciones comerciales que surgieron entre el norte y sur peninsular, a raíz del auge mercantil romano, cuando Vigo se incorporará a las grandes rutas comerciales ya establecidas con anterioridad, y que abarcan todo el Mediterráneo hasta las lejanas Islas Británicas. De este modo, llegan a aguas viguesas productos como vinos, aceites, salazones, ánforas, productos de lujo, lucernas, y un sinfín más, procedente de todos los puntos del Imperio, pero en especial, de la Bética. La mejor prueba de estos intercambios comerciales entre norte y sur son, quizás, los recipientes anfóricos donde venían los productos a comerciar, teniendo un claro ejemplo hallado en la Ría de Vigo.
Ánfora Gaditana
Destacamos pues, uno de los hallazgos más relevantes aparecidos en la Ría de Vigo que corrobora la presencia del comercio bético con estas costas, y será a través del ánfora Haltern 70, la cual comienza a tener una fuerte presencia en el siglo anterior, en un formato previo conocido como Ovoide 4 (Fig. 4).
Fig. 4. Ánfora de procedencia gaditana hallada en el Castro de Vigo. (Fuente: Catálogo exposición “Emporium” 2016).
Se trata de un tipo de ánfora que podía contender en su interior vino, mosto cocido, olivas en conserva, etc., producidas muy probablemente en el Valle del Guadalquivir. Este tipo de ánforas tiene una fuerte presencia en esta región, así como en otras zonas de los límites germanos, indicando que su uso tenía una clara finalidad para el comercio atlántico, siendo, por la tanto, la Ría de Vigo uno de los lugares de desembarco principal para la redistribución hacia los castros y los territorios del interior de Galicia. Por otro lado, los precios documentados y estudiados en esta zona reafirman la importancia de este tipo de ánforas, donde, por ejemplo, un naufragio hallado en el interior de la Ría de Vigo, frente a Cabo de Mar, acaecido alrededor del siglo I d.C. permitió recuperar cientos de Haltern 70, algunas Dressel 7-11 y recipientes de vajilla fina, entre otros productos que, además, demostraron que ese cargamento procedía claramente de la Bética (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ et al. 2016: 37).
Esta ánfora hallada en el Castro de Vigo se adscribe, formal y técnicamente (pasta cerámica calcárea depurada, de color amarillenta y detalles de “arquitectura” morfológica, como la carena en los hombros o el pivote hueco), a las producciones llamadas “Ovoides gaditanas”, es decir, provenientes de la Bahía de Cádiz, y con una cronología aproximada desde el segundo cuarto del siglo I a.C. hasta los años iniciales del principado de Augusto (GARCÍA VARGAS 2016a: 63).
Ánforas Béticas
Será a partir de mediados del siglo I a.C. cuando se inicie una “segunda fase” del comercio romano en el Noroeste, donde destacará la cuasi substitución de las mercancías transportadas en ánforas italianas por productos envasados en ánforas de producción peninsular sudatlánticas de tipología romanizada, destacando las producciones del valle del Guadalquivir. De hecho, serán estas ánforas béticas las que coparán los mercados al norte del Duero a partir del cambio de era. Pero, como se señaló, este comercio bético, de impronta ya plenamente romana, tiene sus raíces en época republicana, ya que, a partir de los años centrales del siglo I a.C., corresponde un ánfora ovoide del Guadalquivir hallada en el Castro de Vigo con el sello HOR (atii?) sobre el asa (Fig. 5), la predecesora inmediata de la Haltern 70 imperial. De esta marca se conocen varios ejemplares, siempre sobre ovoides del Guadalquivir, donde algunas se documentan en la fachada atlántica peninsular (GARCÍA VARGAS 2016b: 67).
Fig. 5. Asa de ánfora ovoide bética con fecha aproximada del siglo I a.C. (Fuente: Catálogo exposición “Emporium” 2016).
Fuera como fuere, a partir de un momento relativamente temprano del siglo I d.C., los repertorios cerámicos de procedencia bética comienzan a diversificarse, teniendo así un comercio cada vez más regular y centrado en un conjunto relativamente amplio de productos; tanto es así que se incluyen productos cerámicos de mesa del Guadalquivir y la costa atlántica, como ollas, jarras y morteros, así como producciones anfóricas producidas en menor cantidad que las grandes series regionales, como las ánforas pequeñas de base plana conocidas como “Tipo Urceus” (Fig. 6) y que fueron halladas también en el Castro de Vigo (GARCÍA VARGAS 2016b: 67).
Fig. 6. Ánfora Dressel 7-11 (Izquierda) y ánfora tipo urceus (Derecha) provenientes de la Bética halladas en el Castro de Vigo. (Fuente: Catálogo exposición "Emporium" 2016).
Otro caso muy interesante documentado en las costas de la Ría de Vigo es la de un naufragio ubicado en Cabo do Mar (Alcabre, Vigo). Localizado sobre 1974 cuando se realizaban labores de marisqueo, comenzaron a recuperarse restos cerámicos posteriormente reconocidos como romanos. Los materiales aparecen en un fondo de rocas y arena, correspondiendo a fragmentos cerámicos de ánfora, terra sigillata y tegulae, entre otros, datados en el siglo I d.C., además de fragmentos de ánforas de tipo Dressel 7-11 y 11b (Fig. 7). En las investigaciones subacuáticas se documentó una dispersión de materiales cerámicos que indicaba que esa zona era muy propensa a los naufragios; debido a las corrientes, los restos estaban dispersos en un área de entre 150-250 m lineales, y a una profundidad máxima de 12 metros (LUACES ANCA y TOSCANO NOVELLA 2016: 68).
Fig. 7. Ánforas béticas recuperadas de un naufragio en aguas viguesas. (Fuente: Catálogo exposición "Emporium" 2016).
Los estudios llevados a cabo señalan a un naufragio de una embarcación que transportaba vino y conservas, entre otros productos de consumo, provenientes claramente de la Bética, y que casi con total seguridad se dirigía a las recién creadas salinas del Arenal de Vigo.
Ánfora onubense tipo “La Orden”
Esta ánfora (Lám. 8) nos aleja ya de nuestro rango de estudio, al tratarse de una pieza tardoantigua, pero es necesario pararse en su estudio por sus características y su procedencia. Fue hallada en perfecto estado de conservación, casi completa, en la calle Hospital nº5 en Vigo, en una necrópolis, la cual fue reaprovechada posteriormente como sepultura infantil. Este hallazgo vigués es excepcional al constituir, hasta la fecha, el único ejemplar completo de ánfora de esta tipología hallado fuera de su área de producción, las figlinae de la barriada de La Orden, en la periferia del casco urbano de la antigua Onuba (Huelva), donde se recuperó un ejemplar íntegro que permitió la definición de la forma, de la denominada como variante B; sin embargo, no es fácil saber, por el momento, si los dos subtipos definidos son significativos desde un punto de vista cronológico o geográfico (BERNAL CASASOLA 2016: 108).
Fig. 8. Ánfora onubense procedente de la calle Hospital nº 5 (Vigo). (Fuente: Catálogo exposición "Emporium" 2016).
Lo que particulariza este hallazgo es la certificación de la distribución de estos envases en el norte de la fachada atlántica, ya que solo eran encontrados en la zona de la Bética o en puntos aislados del Algarve portugués. Estos epidérmicos descubrimientos ilustran una intensa y compleja red de intercambios, que aún no conocemos bien, ya que estos materiales son de reciente definición y por eso no están todavía bien identificados por los arqueólogos. Según Bernal Casasola (2016), su cronología avanza hasta el siglo VI d.C., es decir, época tardoantigua, debido a los hallazgos en contextos de consumo; pero, probablemente, habrá que revisar dicha cronología en un futuro debido a que recientemente se hallaron envases de la misma tipología en Baelo Claudia (Cádiz), que se datan en la segunda mitad del siglo V d.C. (BERNAL CASASOLA 2016: 109).
CONCLUSIONES
Desde finales del siglo I d.C., y sobre todo, el II d.C., la población del noroeste, y en concreto, la de Vigo, hasta ahora concentrada en los castros, comienza a construir un nuevo paisaje habitacional alrededor de lo que será el centro productivo en la costa viguesa, debido a que el castro pierde peso progresivamente. El que había sido el entorno indispensable de socialización durante siglos, deja ahora de ser la unidad política de referencia sobre la que giran los círculos de relación social. Su posición destacada en el paisaje como medio representativo de la individualización de una comunidad dentro de una extensión territorial, carece ya de sentido.
Por lo tanto, el foco habitacional vigués se traslada cercano a los nuevos enclaves económicos que comienzan a surgir, principalmente, los relacionados con la explotación del mar, naciendo así el vicus portuario de entrada y salida de productos marinos hacia todos los rincones del imperio. Dicho centro tendrá una finalidad industrial, productor de sal y de salazones de pescado, que adquirirá una importancia tan destacable que se concentrarán a lo largo de la costa viguesa numerosos centros productores, salinas y factorías de salazones.
Por lo tanto, nos encontramos ante una fuerte industria marina atestiguada por los vestigios arqueológicos hallados por todo Vigo, tanto en mar como en tierra, y que vienen a desmentir la visión tradicional de que el NO de la península ibérica fue un lugar apartado, poco romanizado y alejado de toda su influencia. Como remarcan los principales investigadores gallegos (CURRÁS REFOJOS 2007; HIDALGO CUÑARRO 1997; FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ y MORAIS 2016; PEÑA SANTOS 1989; etc.), los hallazgos de un elevado número de factorías altoimperiales en las Rías Baixas relacionadas con el mar afianzan la potencialidad productiva que tuvo el entorno ya en fechas tan tempranas.
Se demuestra así que el NO fue partícipe de la vida y vicisitudes del Imperio, además de recalcar la importancia de las rutas comerciales marítimas, donde el Mediterráneo no era el único motor existente, y en el que el Atlántico cumplió con una función altamente importante para llegar a los enclaves más septentrionales del Imperio. Por ello, el NO, y en concreto, la incipiente ciudad de Vigo, cumplían con unas condiciones más que óptimas para convertirse, durante siglos, en un notable centro manufacturero de productos del mar, que continúan en auge hasta nuestros días.
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