LA SACRALIDAD DE LAS MADRES. CASO DE ESTUDIO: LAS MADRES REALES DE LA IV Y V DINASTÍA
THE SACREDNESS OF MOTHERS. CASE STUDY: THE ROYAL MOTHERS OF THE IV AND V DYNASTY
Coraima GUTIÉRREZ DURÁN*
Resumen
Este trabajo analiza la figura significativa de las madres reales de la IV y V dinastía del Reino Antiguo Egipcio. Mujeres ostentadoras de uno de los títulos más antiguos conservados desde el punto de vista familiar y consanguíneo, así como representantes de algunos de los rasgos más característicos del prototipo femenino bajo el que habrían crecido hasta convertirse en la contraparte femenina del monarca, y con ello completar la pareja real gobernante.
Muchas fueron figuras sociales destacadas y con cierta sacralidad en la historia egipcia, lo que se observará en los casos singulares analizados mediante sus titulaturas, inscripciones, representaciones, tumbas y servidores.
Palabras Claves
Madres, condición de la mujer, historia antigua, Egipto, egiptología.
Abstract
This paper analyses the significant figure of the royal mothers of the IV and V Dynasties of the Ancient Egyptian Kingdom. These women held one of the oldest titles preserved from a family and blood point of view, as well as representing some of the most characteristic features of the female prototype under which they would have grown up to become the female counterpart of the monarch, thus completing the ruling royal couple.
Many of them were prominent social figures with a certain sacredness in Egyptian history, which will be observed in the singular cases analysed through their titles, inscriptions, representations, tombs and servants.
Keywords
Mothers, womens status, ancient history, Egypt, egyptology
INTRODUCCIÓN
El antiguo Egipto ha despertado gran interés desde la Antigüedad, atrayendo la atención de autores clásicos como Heródoto de Halicarnaso, Estrabón o Diodoro de Sicilia entre muchos otros, que expusieron en sus obras impresiones y descripciones acerca de sus habitantes y de su tierra, conocida entre los propios egipcios como Kemet. Desde sus comienzos como disciplina científica la egiptología ha ido estudiando numerosos y diversos aspectos del antiguo Egipto, como: los diferentes reinados y faraones, partes de la vida cotidiana de la gente común y de la élite, sus acciones políticas y religiosas o incluso los recursos disponibles con los que elaboraron muchos de los grandes monumentos conservados aún en la actualidad. Todo esto, se ha reflejado en variedad de publicaciones de temáticas muy distintas.
A pesar de ello, aún son muchos los aspectos por esclarecer de esta cultura, destacándose especialmente entre ellos los relacionados con la familia real y su dinámica, así como también el rol que tienen sus diferentes miembros. Siendo esto esencial para conseguir una imagen más clara tanto de las transiciones dinásticas como de las transmisiones del poder regio en sí. Para ello, es vital conocer las figuras de algunos personajes claves, como bien son las mujeres de la realeza, centrándonos principalmente en las denominadas como madres reales y reinas. En relación con esto, las investigaciones sobre la mujer egipcia en general han aumentado de forma gradual con el paso del tiempo, de ahí ejemplos como: Las mujeres en el antiguo Egipto de Gay Robins (1996), Daughters of Isis de Joyce Tyldesley (1998), La mujer en tiempos de los faraones de Christiane Desroches Noblecourt (1999), Señoras y esclavas. El papel de la mujer en la historia social del Egipto antiguo de José Carlos Castañeda Reyes (2008), Dancing for Hathor. Women in ancient Egypt de Carolyn Graves-Brown (2010), The role of Egypt’s dynastic queens de Joyce Tyldesley (2016) o Women in Ancient Egypt. Revisiting power, agency and autonomy de Mariam F. Ayad (2022), que muestran diferentes escenarios en su día a día. Los estudios sobre estas mujeres reales son escasos, aunque hay aspectos mejor conocidos durante algunos períodos que en otros, así como multitud dedicados usualmente a una determinada temática.
EL ENTORNO FEMENINO DEL FARAÓN DURANTE EL REINO ANTIGUO
El antiguo Egipto siempre fue gobernado a través de una pareja real y de una familia que permitiese que su linaje prosiguiera, tal y como lo establece su propia mitología mediante la pareja real y divina de Osiris e Isis. El trono egipcio ha sido ocupado principalmente por un varón, y a su vez transferido mayoritariamente de padres a hijos. Siendo esta acción donde las mujeres de la realeza resultaban esenciales, de ahí que en la mayoría de los matrimonios el nuevo Horus fuese unido con una mujer de su propia familia, ya que eran quiénes legitimaban al nuevo monarca.
Estas mujeres, especialmente las destinadas a convertirse en reinas y madres reales, tenían un modelo a imitar, es decir, un prototipo femenino, en base al cual debían ser y comportarse como determinadas diosas vinculadas, sobre todo Isis y Hathor, con la familia real y el faraón. Dicho modelo adoptaría aspectos de las dos divinidades y su relación con el propio gobierno del antiguo Egipto según los mitos, aunque también atribuyen a estas mujeres cualidades de diversas divinidades femeninas más. El enfoque en una u otra diosa cambió a lo largo de la historia de Egipto. Unos rasgos enfocados principalmente en comportarse como la primera reina consorte y madre real, la diosa Isis, cuya actuación fue clave para la existencia de un heredero, Horus, al trono egipcio y su ascenso al mismo. En el caso de Hathor, se concentrarían en el carácter protector compartido con Isis para con el monarca, y, por tanto, nuevo Horus. Esto supone que dichas mujeres a través de sus acciones y habilidades similares a las deidades conseguían convertirse en lo requerido por ese prototipo femenino, es decir, en lo que toda reina egipcia debía ser (DESROCHES 1999: 17, 25; SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 84-85).
Como continuadoras de estas divinidades, y siguiendo lo establecido por los mitos, estas mujeres tenían unas cualidades y deberes que como dignas sucesoras se reflejaban en los diferentes cargos y títulos que podían presentar, e incluso su intervención en distintos rituales, ya sean religiosos o funerarios entre otros. De esa manera, actuaban como las protectoras del heredero, pero también como reina-consorte y madre real al igual que las mencionadas deidades.
Por supuesto, estas mujeres reales también podían ser identificadas con otras divinidades diferentes. Actualmente, se tienen bastantes conocimientos sobre la vida de la mujer egipcia en general, algo que reflejan de forma obvia las obras ya mencionadas anteriormente, así como otras que se centran en aspectos de sus vidas en poblados como Deir el-Medina, como: “Women at Deir el-Medina” de D. Sweeney (2016) al hablar sobre la vida, los roles destacados e identidades de esas mujeres y sus familias. Otros se centran en aspectos de la salud o en la población envejecida femenina como “Women growing older in Deir el-Medina” de D. Sweeney (2006) o “Living and dying at Deir el-Medina: an osteological análisis of the TT290 assemblage” de Anne Austin (2018) o “The people of Deir el-Medineh: A preliminary paleopathology study” de Lisa Sabbahy (2010) entre otras muchas temáticas tratadas en diferentes trabajos. Sin embargo, existe una gran diferencia sobre lo conocido de las vidas de las mujeres de la realeza, pues hay muy diversas investigaciones que dan a conocer aspectos muy concretos de sus vidas, o bien centrados específicamente sobre sus figuras específicamente más en unos períodos que en otros. Por eso, con frecuencia lo conocido sobre sus vidas suele ser sobre su importancia en vida y luego tras su muerte en los reinados de los soberanos.
Ahora bien, el entorno femenino del faraón está compuesto por varios miembros de la familia real, cuya importancia es mayor cuánto más cercanos son al monarca, lo que reflejan en determinados elementos que poseen y las distinguen, como bien son los diferentes títulos que van a ostentar a lo largo de la historia del antiguo Egipto, así como sus representaciones y los elementos típicos de dichas iconografías como bien se reflejan especialmente en las reinas y madres reales, de los que más adelante se hablará. Por ello, la lista de mujeres que conformaban ese entorno era extensa y sus orígenes muy diferentes, pero a pesar de ello, todas eran definidas en base a ese mencionado vínculo o cercanía con el rey: la gran esposa real/reina-consorte, esposas secundarias, madre real o del rey, hija del rey, hermana del rey y los ornamentos reales.
Respecto a esto, hay que tener en cuenta que aquellas destinadas a ser reinas/reina-consorte solían con frecuencia poseer varios de esos mismos títulos al provenir de la misma familia del rey. En cuanto a los ornamentos reales, al igual que Sánchez Ortega (2022) no compartimos la traducción tradicional de “concubina”, sino que más bien, tal y como Sánchez Ortega (2022) expresa en su obra, se tratarían de mujeres consideradas como damas de honor en la corte egipcia, y que, por tanto, contarían con el beneplácito del monarca.
METODOLOGÍA
El desarrollo del presente artículo sobre las madres reales de la IV y V dinastía del Reino Antiguo egipcio ha supuesto la utilización de una meticulosa y sencilla metodología con diversos enfoques historiográficos.
En primer lugar, la elaboración de este trabajo hace uso de una terminología concreta completamente relacionada con estas mujeres reales y su entorno, de ahí que se empleen todos aquellos conceptos y titulaturas que contribuyen a aclarar la importancia de su rol en el gobierno del antiguo Egipto junto al monarca.
En segundo lugar, esta metodología implica también el estudio de las representaciones de estas mujeres reales y, por ende, de sus tumbas.
Por ello, se ha recopilado y contrastado toda la información disponible sobre el tema y así proporcionar una visión lo más cercana posible de estos miembros de la familia real, lo que se refleja en la estructuración llevada a cabo.
Así, en este estudio se expondrá no sólo el papel jugado por estas madres reales, sino también la gran importancia que tiene su figura al ser tenida en la más alta consideración y en el más alto estatus dentro de la corte a lo largo de toda la historia egipcia. Con este fin, se mostrarán todos aquellos elementos que hacen posible el cumplimiento de sus deberes, enfocando este trabajo principalmente en presentar lo más completa posible toda su figura y todo lo que representa en diversos ámbitos, así como también la enorme importancia y veneración que reflejan algunas de estas mujeres, incluso mucho tiempo después de su muerte reflejándose consigo en el legado que dejan tras de sí. Por ello, comenzaremos desde los aspectos más generales, es decir, con una breve introducción sobre el entorno femenino del monarca durante el Reino Antiguo en el que se hallarían aquellas que ocupan esa posición de madre real. A continuación, se presentará y profundizará en todos aquellos aspectos que conforman su figura y los deberes que tiene, destacándose principalmente durante la IV y V dinastía del Reino Antiguo a través de la exposición de varios casos de estudio de algunas de esas madres reales, en concreto Khamerernebty I (IV dinastía), Khentkaus I (finales de la IV dinastía- inicios de la V dinastía) y Khentkaus II (V dinastía), a través de los cuales se va a hacer referencia a su vinculación con ámbitos como el de la política, pero también a la trascendencia que sus acciones marcaron en el recuerdo de sus gentes para que tiempo después de sus muertes, aún fuesen recordadas.
Los objetivos del presente artículo son varios. Por un lado, se quiere mostrar la figura de la madre real dando una imagen lo más completa y desarrollada posible sobre la misma y su entorno a lo largo de la historia del antiguo Egipto, pero principalmente durante el Reino Antiguo. Por otro lado, se pretende mostrar la importancia tan significativa que radica en estas mujeres tanto a nivel simbólico como político, lo que entre otros elementos se refleja en la gran veneración que reciben, y, por tanto, de la tan alta estima en la que estaban consideradas.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Madres reales en el Reino Antiguo Egipcio
Entre todas aquellas mujeres que forman parte del círculo íntimo del monarca, sólo hay una que junto con aquella denominada como la reina destaca, y esa es la que es reconocida como la madre real (aunque frecuentemente ambos títulos pueden ser ocupados por una única mujer). Respecto a sus orígenes, con frecuencia suelen provenir de la propia familia real y, por tanto, estar relacionados con el soberano incluso hasta consanguíneamente, aunque también podrían provenir de familias de la élite cercanas al poder. El hecho es que no es algo que pueda asegurarse al desconocerse parte de la historia de muchas de esas mujeres.
Así, esta madre real ocupa uno de los papeles centrales dentro de la ideología de la realeza del Reino Antiguo, ya que a lo largo de la historia egipcia la figura materna es muy significativa tanto a nivel simbólico como en el propio marco político en función de las circunstancias o contexto en el que tuviese lugar el reinado del monarca (NUZZOLO 2009: 420; SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 123).
La importancia de su figura radica en el hecho de que se trata de quién hace posible la encarnación del faraón en vida, pero también permite y legitima la continuación dinástica (ROTH 2023:1-2). Su rol continúa con lo establecido a raíz de la propia mitología, pues como las diosas sus acciones permiten la continuación de una dinastía con el alumbramiento de un heredero, a quién protege y guía en su ascenso al trono egipcio. Ese hecho hace que ostenten una posición social privilegiada al ser considerada en el más alto estatus dentro de la corte egipcia, lo que refleja su posesión del título “madre real” o “madre del rey” y sus variantes, los textos y su iconografía. Su ostentación de estos elementos enfatiza no sólo su posición, sino que también alinean su figura con los paradigmas mitológicos de la realeza.
Ahora bien, estas mujeres reales ostentaban como su título principal y definitorio de su estatus, el “mwt nswt”, es decir, “madre real” o “madre del rey”, el cual se trata del título más antiguo conservado en el contexto familiar consanguíneo, y cuyo uso según Nur–el-Din (1980), Baud (1996), Sabbahy (1998), Roth (2001) y Sabbahy (2020) (entre otros), está atestiguado desde la I dinastía hasta la XXVI dinastía. Su posesión pone de manifiesto como ya se ha mencionado lo especial que era la figura materna tanto desde el punto de vista del plano simbólico o político, y eso hacía que sobresaliera por encima del resto de mujeres reales, lo que refleja entre otros elementos la presencia de numerosos sacerdotes asociados a sus cultos, especialmente durante el Reino Antiguo. Este título lo más probable es que se otorgase sólo a madres que viviesen durante el momento de coronación de sus hijos, ya que todas las que lo portan muestran claros indicios de haber ejercido esa función en vida tras la coronación de su hijo y muerte de su antecesor. Su posesión refleja, una vez más, la importancia que tendrían estas mujeres, ya que sus figuras daban un intenso valor añadido en su conexión con el rey, definida ésta por la protección mágica, sabiduría y experiencia que le aportan al nuevo monarca. Sus portadoras suelen estar presentes en los funerales de sus hijos, de tal manera que su relación con los ritos funerarios iba más allá de que sobreviviera o no al morir su hijo. Siendo este título precisamente el que refleja el cumplimiento de lo principal para que estas mujeres fuesen consideradas madres reales, que es dar a luz al sucesor del trono egipcio, a quién protegen y legitiman (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 123-125; CALLENDER 1992: 36; NUZZOLO 2009: 422, 424; DILWYN 2000: 425-426).
Por supuesto, el título de “mwt nswt” presenta algunas variantes entre las que destacan “mwt nswt bity” o “madre del rey del Alto y Bajo Egipto” que es ostentado por diversas madres reales y reinas durante el Reino Antiguo. La propia documentación hallada muestra que su uso es menor, ya que sólo se ha encontrado en el Reino Antiguo y en posesión de algunas mujeres reales pertenecientes a la dinastía XI, dinastía XII y la dinastía XVIII (FEUCHT 2016: 210; ROTH 2023: 4). En relación con esto, se halla otra variante, “mwt nswt bity mwt nswt bity”, que resulta bastante polémica en base a sus posibles diferentes interpretaciones. Así, sobre dicho título hay dos posibles traducciones: 1º “madre de dos reyes del Alto y Bajo Egipto” y la 2º “rey del Alto y Bajo Egipto y madre del rey del Alto y Bajo Egipto”. La problemática que presenta se debe a que la primera interpretación nos lleva a pensar que estamos ante una mujer que habría ejercido como reina y madre real, y que estuvo presente en la coronación de dos de sus hijos como monarcas, lo cual no suele ser muy habitual, pero que iría completamente en consonancia con todo lo dicho hasta ahora sobre lo que implicaba ser una madre real. Sin embargo, en el caso de la segunda interpretación nos llevaría a la posibilidad de que su portadora en calidad de reina hubiera ejercido como monarca, tal y como se ha planteado para el caso de la reina Khentkaus I. Una hipótesis que se ve reforzada por algunas representaciones con elementos singulares que presenta esta reina en su tumba. A pesar de ello, no presenta su nombre en forma de cartucho real, por lo que bien podría haber ejercido también como regente hasta que sus hijos alcanzaran la edad adecuada y su labor o mandato tan apreciado que se hubiera reflejado más tarde en su tumba y en la forma en la que era recordada tanto por sus familiares como por el pueblo (SÁNCHEZ ORTEGA 2022:300-301).
Así mismo, este título de madre real a veces es relacionado con el de “madre del dios” e “hija del dios” por la similitud y relación que presenta al hacer referencia al monarca. En el caso de este último, su posesión parece ser casi exclusiva de las madres reales, lo que implica que una vez se convertían en madres estas mujeres pasaban a tener una condición especial que parece recordar a las de una divinidad (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 132-134). Además, dicho título de “hija del dios” les sería otorgado tras el ascenso de sus hijos al trono. En cuanto al de “madre del dios” es propio de las madres reales a partir de la VI d. (ROTH 2023: 7, 9). Por supuesto, la titulatura de estas mujeres siempre va a ser más extensa, portando diferentes títulos que la relacionarán con ámbitos diversos.
Cuando se trata de poner en relieve su posición, la iconografía actúa como un vehículo para ello. En las representaciones de todos los miembros de la familia real se aprecian detalles, porque no todos son representados de la misma manera. En el caso de las mujeres reales hay particularidades que sólo manifiestan aquellas destinadas a ejercer como madres reales y en la mayoría de ocasiones también como reinas, de ahí que destaque su aparición con determinadas actitudes o realizando algunas actividades.
En su iconografía, la mejor forma de reconocer a una madre real es con la presencia de un rasgo específico que lleve en su persona, el tocado de buitre (NUZZOLO 2009: 423). Así, si observamos las representaciones de las madres en el Reino Antiguo y a lo largo de toda la historia de Egipto, estas mujeres suelen llevar casi siempre ese característico tocado. Un tocado real con la forma de un buitre en reposo, cuyas alas están replegadas hacia abajo, de tal manera que parecen estar abrazando los laterales de la cabeza de su portadora, mientras la cabeza del ave se posiciona sobre la frente de la mujer. Además, dicho tocado acaba en la parte posterior de la cabeza como si fuera la cola de la propia ave. Un ave que representa a la diosa buitre Nejbet, una deidad protectora del Alto Egipto y del propio faraón, lo que haría también referencia al rol de la madre real una vez más, en lo referente a su carácter protector. Así, un ejemplo de este tocado en una madre real del Reino Antiguo egipcio se encontraría en un fragmento de relieve del complejo funerario de la reina Iput I en Saqqara, en concreto, del templo de su pirámide (ROTH 2001: 555).
Por tanto, este tocado de buitre se puede considerar como un atributo característico de la madre real, y cuyos orígenes están precisamente relacionados una vez más con la propia mitología egipcia. En este caso, estas mujeres reales hacen hincapié en ese prototipo femenino mencionado manifestándose como representantes de parte de los aspectos femeninos de la realeza a través de elementos de la diosa Nebjet, quién incluso estaría presente en determinados títulos que ostentan en el Reino Antiguo algunas de estas mujeres de la familia real (NUZZOLO 2009: 423).
En ocasiones, dicho tocado de buitre es asociado también con otro tocado distinto que es el uraeus, aunque éste último no suele aparecer, ya que tan sólo se han determinado dos casos de madres reales que lo portan, Khamerernebty I (IV dinastía) y Khentkaus II (V dinastía), y en el caso de Khentkaus II hay bastante polémica en torno al significado de su presencia sobre la frente de esta reina y madre real. Respecto a este uraeus, que se asocia con la diosa Wadjet (deidad protectora del Bajo Egipto y del faraón), parece haber pasado a ser un atributo de las madres reales y mujeres reales a partir de la VI dinastía al haberse hallado más casos de reinas que lo portan (NUZZOLO 2009: 423). Así mismo, durante el Reino Antiguo en determinadas reinas consideradas como madres reales se han encontrado otros elementos representativos en sus casos de sus posiciones, como, por ejemplo, son la presencia entre sus manos de un cetro en forma de papiro y de un que reflejan perfectamente representaciones de reinas como Khamerernebty I.
Así mismo, al igual que otras mujeres reales pueden llevar pelucas largas o cortas, y estar envueltas en un manto liso o plisado de la realeza y el característico vestido blanco y ajustado sostenido por tirantes en los hombros. Aunque dicho atuendo también presenta variaciones, como diversos mantos que las cubren hasta sus tobillos (como aquel que en los hombros acaba en formas puntiagudas), como piezas muy propias de estas damas reales. En relación con esto, también se han hallado representaciones dónde llevan puesta una piel felina con manchas típicas de un leopardo, como la hallada en una de las paredes de la tumba de Meresankh III. Por supuesto, también pueden llevar otros tocados no característicos como el tocado de buitre, entre los cuales predomina el uso de diademas con cintas, pañuelos o casquetes ajustados a sus correspondientes cabezas, pero con notables variantes (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 113-116).
En lo referente a otros aspectos de estas representaciones, en caso de ser aquellas que también ejercieran el rol de la reina, podían aparecer acompañando al soberano en cuestión, sobre todo durante el Reino Antiguo, sentadas en el suelo con sus piernas posicionadas a un lado y un brazo cruzando su pecho o simplemente con una de sus manos tocando al rey mediante su tobillo. Aunque este tipo son de las que existen muy pocos ejemplos, siendo uno de ellos parte de los restos fragmentados de una estatua de la reina Khentetka junto al monarca Djedefra en el Museo del Louvre (París). Dicha estatua nos muestra a Khentetka de rodillas envolviendo con su único brazo conservado completo uno de los tobillos de Djedefra (cuyos pies son lo quedan de su efigie). Khentetka, posiblemente con un vestido largo y ajustado que habría llegado hasta sus tobillos, su cabello a la altura de los hombros enmarcando su rostro, y su brazo izquierdo parcialmente conservado reposando sobre su regazo, aparece representada en un tamaño menor que Djedefra.
En ocasiones, podían aparecer junto al rey en escenas rituales como apoyo al culto desarrollado en cuestión, aunque su presencia destacaba y era especial durante los rituales de concepción y nacimiento del rey (ROTH 2023: 11). Aunque también podían aparecer en otras escenas rituales como el ritual de los papiros de Hathor junto a alguna de sus hijas en ocasiones, propiciando con ello el renacimiento del monarca, como puede observarse en el caso de Hetepheres II y su hija Meresankh III. Sin embargo, en este caso nos interesan más sus representaciones con sus hijos. En ellas, no tienen por qué aparecer con el mencionado tocado de buitre, ya que es más común que en esos casos reflejen su posición colocando los títulos que la reivindican.
En esas escenas que comparten con sus hijos e hijas, estas mujeres reales tienen un contacto directo con ellos. Existen ejemplos muy diversos de esto, mostrando en muchos casos a los “nuevos Horus” en compañía de sus madres reales y reinas, lo que no suele ser usual. A continuación, un ejemplo de ello serían algunas de las representaciones de la reina Hetepheres II con su hija Meresankh III procedentes de la tumba G7530sub (tumba de Meresankh III). Así, en el interior de esta tumba, en concreto, en el interior de un nicho del muro oeste de su sala de ofrendas, madre e hija aparecen representadas de pie portando vestidos largos y ajustados hasta los tobillos. Sus vestimentas se ven completadas por el uso de pelucas cortas hasta la altura de los hombros, pero sin ningún adorno más. Sin embargo, lo más destacado de este par de estatuas es cómo la que representa a Hetepheres II pasa su brazo izquierdo por los hombros de su hija mientras su otro brazo se extiende a lo largo de su cuerpo. Mientras que en el caso de Meresankh III, su brazo derecho está envuelto alrededor de la cintura de su madre y el izquierdo extendido a lo largo de su cuerpo (DUNHAM y SIMPSON 1974: 18). Por lo tanto, se tratan de representaciones que reflejan muy bien la relación que tienen con su progenie, aunque en el caso de las mujeres expuestas como ejemplos en este apartado en concreto, no conserven entre su titulatura el título de “mwt nswt”.
Otros tipos de representaciones materno-filiales nos muestran a la reina-madre representada justo detrás de su hijo o junto a éste en la misma silla o banco. En consonancia con esta última tipología, y a pesar de que no son muy frecuentes este tipo de escenas en comparación con otras, es posible decir que existen varios tipos de representaciones. Éstas se diferencian entre sí no sólo por las identidades de los representados, sino por las posiciones que progenitora e hijos ocupan en esas determinadas representaciones. Así, se han hallado varios ejemplos. En primer lugar, aparecen representaciones que muestran a la madre y reina sentada frente a su hijo. En segundo lugar, otras son aquellas dónde la posición de ambos varía a causa de que la atención se enfoca en la dirección y conexión de las miradas entre madre e hijo. Luego, otro tipo sería aquel dónde se muestra a la madre y reina sentada en una especie de trono con el nuevo Horus colocado sobre su regazo o sobre sus piernas. Por último, hay casos dónde aparece la madre y reina representada como la personificación de una diosa mientras amamanta al nuevo Horus (BAUD 1999:195). Otro aspecto destacado de sus representaciones con sus hijos suele ser aquellas en las que estas mujeres reales aparecen junto a los miembros femeninos de su familia, es decir, no sólo sus hijas, sino también sus nietas. En ellas, estas madres reales y reinas destacan por aparecer delante del resto y con un tamaño mayor que el resto de sus familiares, quiénes le siguen después en orden y menor tamaño (ROTH 2023: 3). Un ejemplo de ello son algunas de las representaciones de Hetepheres II con su hija Meresankh III en la sala norte de su tumba junto a las principales mujeres de su familia (DUNHAM y SIMPSON 1974: 20).
La relación tan directa y cercana que estas mujeres reales tienen con el monarca se refleja en la gran importancia que la figura materna tenía en el antiguo Egipto, pues como ya hemos comentado se le atribuía la capacidad de proporcionarle al nuevo soberano experiencia, protección y sabiduría entre otros elementos, de ahí que recibiesen tal alta consideración por parte de la sociedad egipcia. Ese alto estatus se manifiesta también en sus tumbas, pues desde las primeras dinastías se han atestiguado la construcción de grandes monumentos funerarios que muestran la gran relevancia de su destacada figura social, habiendo casos durante el Reino Antiguo y en las primeras dinastías donde eran muy similares a los de los propios reyes. El tamaño y la ubicación de estas tumbas de madres reales muestran que suelen ser enterradas muy cerca de los complejos funerarios de sus maridos o incluso cerca de sus hijos (siendo un ejemplo significativo de este último caso la posible tumba de la reina Hetepheres I en Giza) (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 123; NUZZOLO 2009: 424-425). Sin embargo, la importancia de estas madres no sólo se manifiesta en estos monumentos funerarios, sino en el establecimiento de sus propios cultos que contaban con un personal de servicio propio, que aludía a sí mismo como “servidores de la casa de la reina madre”, así como también a la existencia en los templos de los dioses de lo que es denominado como la “Casa del Ka” para estas mujeres, siendo un ejemplo de ello la “Casa del Ka” de la reina y madre real Nymaathap (finales de II dinastía- inicios de III dinastía) que se habría hallado cerca de la residencia oficial de Min (ROTH 2001:67) . A esto hay que añadir, por supuesto, la presencia de un número variado de sacerdotes de distintos tipos organizados y jerarquizados que estarían al servicio de estas madres reales para el mantenimiento de su culto y de la realización de los ritos funerarios necesarios. Aunque en muchos casos, no es posible determinar la madre real a la que sirven porque no especifican un nombre. El caso es que la relevancia de la figura de una madre real es algo que incluso se refleja con gran fuerza en las propias necrópolis reales, pues destaca entre el resto de las mujeres reales. Algo que incluso se observa con mayor exactitud en la constante mención a las madres reales en las tumbas de aquellos que las sirvieron como una manera más de mantener su recuerdo, siendo esto parte del legado que dejaron tras su fallecimiento (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 125).
La figura de la madre real durante la IV y V dinastía del Reino Antiguo. Casos de estudio
Durante la IV y V dinastía del Reino Antiguo se puede observar de forma muy clara, tal y como hemos comentado, lo significativa que era la figura materna en la sociedad egipcia, y como la figura de la madre real reflejaba algunos de los aspectos destacados de la mitología egipcia. En ambas dinastías se conocen las identidades de varias madres reales notables, especialmente por los importantes roles que jugaron para los reinados de determinados monarcas, y, por tanto, en el ámbito político. Un elemento relevante a tener en cuenta en estas madres reales que conservan el título, es que aquellas pertenecientes a la IV dinastía lo habrían recibido en vida tras haber visto cómo sus hijos fueron coronados como monarcas del Alto y Bajo Egipto. Sin embargo, entre aquellas pertenecientes a la V dinastía algunas lo habrían recibido también tiempo después de su muerte, tal y como reflejan algunas tumbas.
El rol de estas mujeres, en calidad también de reinas en la mayoría de ocasiones, resultó ser de vital importancia al asegurar una dinastía o al convertirse en algunos casos como Khentkaus I en lo que denominaríamos como la matriarca de una nueva dinastía. Durante el Reino Antiguo, la figura de la progenitora es de gran relevancia debido a su cercanía e influencia en el gobernante. Por lo tanto, son mujeres con una gran fuerza y autoridad dentro y fuera de la corte egipcia hasta el punto de aparecer algunas en la conocida Piedra de Palermo junto a la lista de nombres de reinados y monarcas que se suceden a lo largo de la historia egipcia (GRAVES-BROWN 2010: 23-24).
Así mismo, durante el Reino Antiguo se observa como el poder y la autoridad de estas mujeres reales va creciendo a lo largo de las distintas dinastías que componen este período. Eso es algo que se va a reflejar no sólo en las acciones que habrían realizado (de las que no podemos decir mucho), sino también en la construcción de grandes monumentos funerarios en algunos casos y en la posesión de títulos que les permitiesen una gran capacidad de maniobra política para llegar a cumplir uno de sus grandes objetivos como madres reales, es decir, conseguir que sus hijos llegaran al trono egipcio. Dicha capacidad se ve manifiesta en algunas de esas mujeres reales bajo su incorporación a algún sacerdocio determinado, que nos hablaría de su participación en ámbitos variados como bien serían no sólo el religioso, sino también el funerario, e incluso el político y jurídico.
Caso de estudio 1. Khamerernebty I
Khamerernebty I. Mujer real de la IV dinastía del Reino Antiguo, cuyos orígenes se desconocen, ya que no se han identificado a sus padres, aunque posiblemente esté relacionada con alguno de los monarcas de la IV dinastía. Durante dicha dinastía va a ejercer en calidad de reina y madre real. El único aspecto claro de su historia es un matrimonio del cual tiene dos hijos, entre los que destaca la hipótesis de que Micerinos fuese uno de ellos al tratarse de la mejor candidata para ello. Su fallecimiento parece haber ocurrido bajo el reinado de éste.
Entre los diferentes títulos que conserva como parte de su titulatura extensa destacaría especialmente aquellos que la definen como la esposa y reina de un monarca y madre del rey, es decir, el “mt nswt” y el “mwt nswt”. En este caso, también es denominada como “mwt nswt bity” o “madre del rey del Alto y Bajo Egipto”. La relevancia de estos títulos es que ponen de manifiesto una posición social importante al ser la figura materna tan bien considerada. Respecto al resto de títulos nos hablan de una mujer muy vinculada no sólo a la familia real, sino también y de forma muy estrecha con el monarca por su cercanía al mismo. Así mismo, su titulatura muestra la figura de una mujer con una potente carga de autoridad e influencia que sobresale por encima del resto del entorno femenino del monarca en muy diversos aspectos, (al igual que veremos en los casos de estudio posteriores) de ahí su vinculación con varios sacerdocios que reflejan su participación en ámbitos como el político, del conocimiento y jurídico, o incluso desde el punto de vista funerario con su asociación y participación dentro de determinados ritos funerarios para con el propio monarca o sus hijos (lo que evidenciarían algunos de sus títulos).
Así mismo, en su caso Khamerernebty I también posee el mencionado título de “st ntr” o “hija del dios”, un título que casi únicamente pueden portar en exclusiva las madres reales. El caso es que las implicaciones que podría tener este título han dado lugar al cambio de teorías con el paso de los años, pero en este caso su posesión nos muestra la importancia de esta mujer, que su posición como tal evocaba una condición ciertamente singular con respecto a la divinidad, es decir, como una madre real habría dejado de ser una simple humana a estar revestida del misterio divino propio de una deidad (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 132-134).
Su alta posición social no sólo se expresa a través de su titulatura, sino también en su lugar de descanso, representaciones propias y lugares o monumentos que están asociados con ella. En relación a su tumba, a día de hoy existen varias hipótesis sobre la misma a causa de que no hay una ubicación precisa en Giza debido a que se hipotetizan la mastaba conocida como tumba de Galarza (que en los últimos años se le ha atribuido más a su hija Khamerernebty II), la pirámide IIIa del complejo funerario de Micerinos o una gran mastaba anónima rodeada de tumbas de sacerdotes funerarios en el Campo Central de Giza. Por ello, las dos últimas opciones son más consideradas como su posible tumba, en tal caso ambas nos mostrarían con sus ubicaciones de que estaríamos ante una mujer de una notable influencia e importancia. Esto sería así, ya que en el caso de la pirámide IIIa habría estado enterrada dentro del complejo del que habría sido su hijo, reflejando así su cercanía e influencia sobre el propio monarca, y con su culto en una pequeña capilla dentro de dicha pirámide. Sin embargo, en el caso de la gran mastaba anónima mostraría la gran relevancia de esta madre real ante el tamaño de su monumento funerario, pero por su ubicación central, es decir, justo rodeada de las tumbas de un variado número de sacerdotes funerarios al servicio de una madre real no identificada, lo cual es un signo de su especial y alto estatus.
En consonancia con esto, son varias las representaciones que se le atribuyen a esta madre real, aunque hasta ahora no se ha podido asegurar de que su identidad corresponda con alguna de esas representaciones. Se tratan de una serie de estatuas femeninas en diversos estados fragmentarios procedentes de algunas de las tumbas ya mencionadas. Entre las mismas, hay que destacar la presencia de una parte de estatua que representa a una madre real sin identificar con su tocado de buitre que parece con gran probabilidad representar a Khamerernebty I. Dicha pieza sería una cabeza (VM 3) de grauvaca y de unos 12 cm de altura, de procedencia desconocida y localizada en Uppsala (Sweden). En ella se observa a una mujer con una peluca estriada y parte de ese tocado de buitre, que muestra un rostro redondo con ojos grandes, doble mentón y cuello grueso, que coinciden con los rasgos de las representaciones de su posible hijo, Micerinos. A ésta hay que unir otra procedente de la capilla de la pirámide IIIa que representaría a una mujer con el tocado de buitre (FAY 1999: 104). Por tanto, éstas entre otras posibles representaciones nos mostrarían a esta mujer en calidad de madre real. Todo ello, nos habla, por tanto, de una mujer de una gran relevancia como corresponde a su estatus como madre real.
Caso de estudio 2. Khentkaus I
Khentkaus I. Mujer real de finales de la IV dinastía e inicios de la V dinastía del Reino Antiguo, cuyos orígenes se desconocen al no identificarse a sus padres, aunque hay teorías que señalan a Micerinos como su posible progenitor. Así, a finales de la IV dinastía va a ejercer como reina y madre real al dar a luz a los primeros monarcas de la V dinastía. Por este motivo, habría sido también la matriarca de esta última dinastía. En torno a su figura, los únicos aspectos claros son su identidad y su matrimonio o matrimonios, según las hipótesis planteadas por algunos investigadores. Fruto de ello, esta mujer real parece haber tenido al menos entre dos o tres hijos, es decir, los que serían los primeros soberanos de la V dinastía, Userkaf, Sahura y Neferirkara, si seguimos lo establecido en el Papiro de Westcar. Lo más probable es que antes de morir hubieran sido coronados dos de sus posibles hijos.
Esta madre real posee una titulatura extensa que la muestra como una reina y esposa de un monarca con el “mt nswt”. Aunque, los más destacados entre todos sus títulos son aquellos que la identifican precisamente como una madre real, es decir, el “mwt nswt” (madre del rey/madre real), y, por tanto, el título más antiguo conservado en el contexto familiar consanguíneo que muestra lo importante que era la figura materna en el antiguo Egipto. En su caso, su singularidad es aumentada por su ostentación de una variante de este título que ha generado desde su descubrimiento polémica por las implicaciones de una de sus interpretaciones, dicho título sería “mwt nswt bity mwt nswt bity”. Así, la primera interpretación sería “madre de dos reyes del Alto y Bajo Egipto”, que haría referencia a su posición de madre real que ha estado presente durante la coronación como soberanos de dos de sus hijos, lo que no es usual. Sin embargo, la segunda sería “el rey del Alto y Bajo Egipto y madre del rey del Alto y Bajo Egipto”, y con ella no sólo nos la mostraría como una madre real, sino también que hubiera podido ejercer como monarca en base a esto y su inusual tumba (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 300-301). Ahora bien, estos títulos revelan cómo esta mujer real sería una figura de una gran importancia en la propia corte real egipcia, y, por tanto, poseería una notable carga de autoridad ejecutiva e influencia, tal y como reflejan otros títulos que conserva que la destacan entre el resto de mujeres reales en muy diversos aspectos y ámbitos. En base al resto de su titulatura nos muestra a una mujer muy vinculada con la familia real, pero también con el monarca debido a que su titulatura hace referencia a una mujer muy cercana al soberano. Esta relación tan estrecha nos habla de una mujer muy respetada entre los círculos de su posición y muy estimada por varios soberanos (sus hijos), lo que se reflejó en el mantenimiento de su culto.
En su caso, al igual que el caso de estudio anterior, también poseía el título de “st ntr” o “hija del dios”, portado casi exclusivamente por las madres reales. Sus implicaciones en función de las teorías que sobre él existen son diversas, pero en este caso lo que nos interesa principalmente es que nos reforzaría una vez más la relevancia de esta mujer, ya que su ostentación como tal aludía a una condición bastante singular con respecto a una deidad, es decir, como una madre real habría pasado de ser una simple humana a estar revestida del misterio divino propio de una diosa (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 132-134).
Por supuesto, su alto estatus al igual que Khamerernebty I no es expresado únicamente en su titulatura, sino también en su tumba, representaciones y elementos relacionados con su figura. Así, su monumento funerario es sumamente singular por ser la conocida como cuarta pirámide de Giza, concretamente muy cerca del complejo funerario del faraón Micerinos. Su singularidad reside en el hecho de que no sólo combina elementos y apariencia de una mastaba y de una pirámide a la vez. Curiosamente, no encaja en los parámetros de la tumba que suele tener una mujer real en el antiguo Egipto, sino que en realidad comparte características con las tumbas de monarcas anteriores de esa dinastía al poseer una pequeña capilla, un patio pavimentado, un templo del valle, una ciudad de las pirámides, una calzada, e incluso un barco solar excavado en la roca, así como también un muro delimitador que encierra todo el conjunto (HASSAN 1943: 14). La singularidad de esta mujer se refuerza aún más cuando se hace evidente que su tumba se halla bastante lejos de aquellos monarcas que se consideran como candidatos a ser sus posibles esposos (Shepseskaf o Userkaf en base a las diferentes hipótesis), sino que se coloca cerca de aquellos considerados como los antecesores y grandes monarcas de principios de la IV dinastía. Esto muestra que se trataba de una mujer con una gran relevancia entre los principales círculos sociales de la corte, y cómo habría sido tenida en la más alta consideración para otorgarle un gran monumento mortuorio con elementos característicos de las tumbas de soberanos y en una zona tan especial como es su ubicación final. Así mismo, el hecho de poseer una ciudad de las pirámides en su complejo funerario, una vez más vuelve a hacer hincapié en lo poderosa e influyente que habría sido para tener un variado número de servidores para el mantenimiento de su culto, ya que por la zona hay un gran número de servidores de una madre real no identificada, lo que vuelve a reforzar su relevancia como un signo de su especial y alto estatus.
Además de su tumba, esta madre real destacará también por el mantenimiento de su culto, el cual se perpetúa y mantiene tiempo después de su muerte no sólo en su propio complejo funerario o entre los servidores funerarios identificados y no identificados que le servían, sino también en el hecho de que durante la V dinastía su culto va a volver a funcionar con fuerza, de lo que según algunas hipótesis se habría encargado uno de sus posibles hijos o nietos al colocar una pequeña zona de posible culto a su persona en el monumento funerario de otra reina de la V dinastía, conocida como Khentkaus II. Dicha zona sería el espacio que habría ocupado una pequeña pirámide de culto actualmente muy dañada.
Luego, en lo concerniente a sus representaciones a pesar de ser sumamente escasas destacan una vez esa singularidad que la caracteriza. Esto se debe a que en una de ellas aparece sentada sobre un trono con un vestido largo y ajustado hasta los tobillos complementado con una peluca larga y un collar ancho. Sobre su cabeza porta el característico tocado de buitre de las madres reales, mientras que uno de sus brazos aparece cruzado sobre su pecho y sujetando con una de sus manos un cetro. Sin embargo, es la otra representación que se conserva la que causa polémica, ya que en ella aparte de todos esos elementos que caracterizan la imagen anterior, se halla en esta ocasión como tocado un uraeus y una barba postiza, lo que son elementos propios de un faraón (VERNER 1994: 128-129; HASSAN 1943: 16-17). Todo esto ha generado teorías acerca de que su mandato pudo llegar a ser mayor que el de ya de por sí destacado de una madre real. Dicha idea ha surgido en base a los numerosos elementos inusuales que la rodean y que conforman parte de la historia que se conoce de esta reina.
Caso de estudio 3. Khentkaus II
Khentkaus II. Mujer real de la V dinastía del Reino Antiguo, al igual que en los casos anteriores se desconocen sus orígenes, ya que sus progenitores no han sido identificados. A pesar de ello, hay teorías que la vinculan con la familia real de la IV dinastía o con alguno de los primeros monarcas de la V dinastía. Se trata de una mujer que durante la V dinastía va a ejercer como reina y madre real. Respecto a ella, el único aspecto claro de su vida es su matrimonio con el faraón Neferirkara, del que habría habido varios hijos, destacándose especialmente los que más tarde serían los monarcas Neferefra y Niuserra. Su fallecimiento se habría producido durante el reinado de alguno de los dos hijos, por lo que posiblemente los habría visto a ambos coronados antes de morir.
En esta ocasión, esta madre real conserva también una titulatura extensa dónde aparece en calidad de reina y esposa de un monarca con el “mt nswt”. Aunque, al igual que Khentkaus I, entre sus títulos destacan más los que la presentan como una madre real, es decir, el “mwt nswt” (madre del rey/madre real), que se trata del título más antiguo conservado en lo referente al contexto familiar consanguíneo como ya se ha comentado, y que muestra la importancia de la figura materna para la sociedad egipcia. Así, tal y como ocurre con su antecesora (Khentkaus I), su singularidad aumenta porque también posee una variante de este título que ha ocasionado polémica debido a las traducciones del mismo, dicho título sería “mwt nswt bity mwt nswt bity”. De este modo, la primera interpretación sería “madre de dos reyes del Alto y Bajo Egipto”, por lo que nos mostraría a una madre real que ha podido ver a dos de sus posibles hijos coronados como monarca, lo que no es corriente. Luego, la segunda interpretación sería “el rey del Alto y Bajo Egipto y madre del rey del Alto y Bajo Egipto”, no sólo nos mostraría a una madre real, sino también que hubiera podido ejercer como monarca en base a este elemento y lo hallado en su tumba (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 300-301). La importancia de estos títulos reside en el hecho de que ponen de manifiesto la alta consideración en la que era tenida la figura materna y su importancia dentro de la corte egipcia. Así mismo, estos títulos junto al resto que componen su titulatura nos muestran a una mujer, por un lado, muy cercana a la familia real y al propio monarca. Mientras que por otro lado, también nos presenta a una mujer de una notable autoridad ejecutiva e influencia que sobresale al igual que en los casos de estudio anteriores en muy diversos aspectos, de ahí su vinculación con varios sacerdocios que reflejan su participación en ámbitos como el político o incluso en el jurídico, pero también cómo tenía una relación muy estrecha con determinados ritos funerarios en los que participaría y que estarían asociados principalmente al propio monarca o a sus hijos (lo que muestran algunos de sus títulos).
Esta madre real también presenta el título de “st n
r” o “hija del dios”, portado casi exclusivamente por las madres reales. Sus implicaciones en función de las teorías que sobre él existen son diversas, pero en este caso lo que nos interesa principalmente es que nos reforzaría una vez más la relevancia de esta mujer, ya que su ostentación como tal aludía a una condición bastante singular con respecto a una deidad, es decir, como una madre real habría pasado de ser una simple humana a estar revestida del misterio divino propio de una diosa (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 132-134).
Por supuesto, su alto estatus al igual que Khamerernebty I o Khentkaus I no es expresado únicamente en su titulatura, sino también en su tumba, representaciones y elementos relacionados con su persona. Respecto a su monumento funerario, éste está conformado por un complejo piramidal en Abusir cerca del de Neferirkara. El conjunto está conformado por una pirámide, antecámara, capilla, cámara mortuoria, un templo mortuorio con varias habitaciones, un patio con columnas y pilares, almacenes, una pequeña pirámide de culto y varias estancias de distintos tamaños. A diferencia de su homónima, su tumba con forma piramidal es como las características pirámides que muestran las reinas de la V dinastía (CALLENDER 2011: 171; VERNER 2001:150). A pesar de ello, también presenta elementos en la forma interna de su construcción que son inusuales para una reina. Luego, como parte del conjunto y de su culto se halla un templo mortuorio propio de buen tamaño con varias cámaras para dicho culto e incluso para ofrendas (VERNER 2001: 154-155, 157-158). Por ello, como lugares de culto esta madre real tendría este templo junto a la capilla de su pirámide debido a que la pequeña pirámide de culto no sería para ella, sino para su antecesora (VERNER 2001: 160-161). Así mismo, parece que su complejo tendría espacios reservados a los sacerdotes que se encargarían del culto de la reina y su mantenimiento en la zona norte de la entrada a todo el conjunto funerario (VERNER 2001: 162-163). Curiosamente, casi todo el conjunto funerario muestra dos fases de construcción que evidenciarían su cambio de posición, es decir, pasa de ser sólo esposa/reina a ser esposa/reina y madre real después, siendo este último evidenciado en la terminación de su complejo bajo el reinado de su hijo Niuserra. Por lo tanto, este complejo funerario muestra a una mujer de gran importancia en la familia real y para el monarca, pero también en la propia corte debido a la complejidad de su tumba. El hallazgo de esas salas al principio del complejo como lugares ocupados para sus sacerdotes también nos muestra a una mujer tenida en alta consideración ante el variado número de sacerdotes que se habrían hecho cargo de su culto.
Así mismo, parece ser que su relevancia hace que su culto se perpetúe, ya que en el centro del patio de su complejo se hallaron más de un centenar de fragmentos de papiros que reflejan no sólo la importancia de su culto, sino también como éste aún se mantenía tiempo después de la muerte de esta mujer, es decir, aún se le rendía culto durante la VI dinastía.
En consonancia con esto, son varias las representaciones, principalmente en estado fragmentario, atribuidas a esta mujer real procedentes de su monumento funerario. En esta ocasión, sólo destacaremos algunas de ellas. En un fragmento de fayenza aparece una pequeña representación de Khentkaus II sentada en un tipo de trono y llevando un vestido largo y ajustado hasta los tobillos complementado con brazaletes en sus muñecas y un collar ancho en su cuello. Así mismo, muestra un cabello largo y el tocado de buitre sobre el mismo, mientras entre una de sus manos sostiene un y la otra una vara de papiro, con lo que podría estar haciendo referencia a las diosas Nebty. Esto nos mostraría que esta mujer tiene un estatus mayor incluso que otras reinas (CALLENDER 2011: 178-179). Luego, en otra representación exactamente igual a la anterior, salvo por el hecho de que en esta ocasión el tocado de buitre aparece junto al uraeus sobre su frente y sosteniendo en vez de la vara de papiro, un cetro w
s.
Por supuesto, esas representaciones en las que aparece sentada en un trono y con el tocado de buitre y el uraeus se repiten en varias ocasiones más entre diversos elementos conservados de su complejo funerario. Aunque también muestra representaciones en las que no porta ese tocado de buitre, sino el uraeus. En relación con esta mujer, se han hallado restos de una escena que compartiría con su hijo Niuserra, pero que se encuentra incompleta. Una vez más, destacamos respecto a esta escena lo conservado de Khentkaus II que resalta principalmente, y es su tocado de buitre, es decir, su rasgo distintivo de madre real. En base a esas sutiles diferencias en sus representaciones respecto a los tocados diversos, algunos investigadores como Callender (2011) suponen que ese juego con los dichos tocados se debería a que se tratarían de una referencia a las diosas Nebty.
Todo ello, nos habla, por tanto, de una mujer de una gran relevancia como corresponde a su estatus como madre real, y con gran influencia para que su culto perdurase, al igual que los casos de estudio anteriores, mucho tiempo después.
La sacralidad de una madre real y su legado
En el antiguo Egipto, la figura materna era sumamente especial y significativa en muy diferentes ámbitos, de ahí que el título de madre real sea el más antiguo conservado en referencia al contexto consanguíneo. Las madres reales de los casos de estudio anteriormente presentados son sólo una muestra de la singularidad de las mujeres que ocupaban esa posición social. Su rol jugaba un papel muy importante para la propia realeza desde el punto de vista de su mitología, pero también para el monarca en sí mismo.
Según sus mitos, toda madre real ostentaba el estatus más alto dentro de la corte egipcia, ya que como mujer real debía seguir ese prototipo femenino mencionado (inicialmente en este trabajo) actuando como las divinidades pertinentes acordes a su papel de progenitora, y, por tanto, proteger, auxiliar y guiar al monarca en todo lo que pudiese y éste precisase. Así, la figura materna en base a esto era vista como poseedora de una gran sabiduría, experiencia y astucia. Por tanto, su persona y su propia relación con el monarca eran muy valoradas. Esa enorme valoración se debía a que no sólo le proporcionarían protección mágica al monarca, sino que también toda su experiencia y sabiduría ayudarían al monarca a gobernar de forma adecuada, al igual que todas las divinidades con algún rasgo o carácter maternal que estuvieron implicadas de alguna forma en el ascenso al trono de Horus según la mitología.
Así mismo, estas mujeres tenían una gran vinculación, tal y como muestran los casos de estudio, en muchas ocasiones con el ámbito político y jurídico si las circunstancias del reinado del monarca en cuestión así lo requerían. Aunque esa vinculación también la tendrían con los ritos funerarios, especialmente aquellos referidos a sus hijos y al propio monarca, por lo que no sería descabellado plantear la idea de que pudiesen seguir ejerciendo como guías y protectoras incluso en el Más Allá, de ahí que en ocasiones sus tumbas estén cerca de las de sus hijos. Además, otro aspecto singular es que muchas de estas madres reales que conservan su título, parecen haberlo obtenido en vida tras la coronación de su hijo como soberano.
El caso es que a lo largo de todo el Reino Antiguo existen numerosas madres reales muy notables. Estas mujeres eran muy respetadas en la sociedad egipcia hasta el punto de que se encontraba entre los más altos honores el servir a una madre real. Siendo precisamente un honor del que presumen muchos personajes destinados a su servicio, entre los que habría una gran variedad muy diversa, en sus propias tumbas. Aunque por desgracia, en muchos casos cuando hacen referencia a ser servidores de una reina-madre no suelen colocar el nombre de dicha mujer (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 124-125). Dichos servidores forman parte de lo que podríamos denominar como las redes clientelares de estas mujeres, que en algunos de los casos de las madres reales estudiadas en el presente trabajo son bastante extensas (como Khamerernebty I) frente a otras de las que no se han logrado hallar hasta la actualidad el nombre de ningún servidor a causa de que no suelen indicar el nombre de madre del rey a la que sirven. En los casos en los que se ha obtenido ese conocimiento se ha podido observar cómo hay familias enteras implicadas en el culto a una madre real y su propio mantenimiento, como bien pueden ejemplificarlo Akhethotep, un funcionario y sacerdote funerario de la V dinastía que forma parte del culto de una o varias madres reales junto a su esposa (Nikau-hathor) y su propia madre, Pesheset (una conocida médico de la IV dinastía) (HASSAN 1932: 73, 78; SÁNCHEZ CASADO 2019: 30, 34; SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 126). El caso es que todos esos servidores funerarios se encuentran asociados y organizados en ese culto funerario. Así, entre todas las mujeres reales que pueden aparecer en una necrópolis real estas madres reales destacan por encima del resto, muchas veces como ya hemos visto por los casos de estudio expuestos por singularidades que hacen que sobresalgan.
Ahora bien, la gran relevancia en estas mujeres reside en el hecho de lo esenciales que resultan para el ejercicio del poder. Las acciones de muchas de estas reinas y madres reales a su vez han hecho que sean recordadas en dinastías posteriores mediante el mantenimiento de su culto. Este legado puede verse ejemplificado en todos esos elementos que están relacionados con ellas en algunos de los casos de estudio planteados en este artículo, ya que Khentkaus I es recordada en el complejo funerario de otra reina posterior como es su homónima Khentkaus II mediante la pequeña pirámide de culto ya mencionada, que Niuserra parece mandar a construir como un reavivamiento del culto de una reina de una dinastía anterior, y considerada en este trabajo como la matriarca de la V dinastía. Otro ejemplo lo tendríamos en Khentkaus II, cuando hay evidencias del mantenimiento de su culto en una dinastía posterior como la VI dinastía e incluso llegando hasta finales del reinado del faraón Pepy II.
El caso es que esa gran importancia y singularidad que rodea a estas madres reales es lo que podría decirse que les proporciona ese halo de sacralidad, ya que estas mujeres al dar a luz al heredero al trono de Egipto dejarían de ser simples mujeres humanas para pasar a estar revestidas con ese misterio propio de la divinidad, por lo que le concederían a sí ese carácter sagrado, y, por tanto, siendo parte de su legado (SÁNCHEZ ORTEGA 2022: 134). Una sacralidad que se reflejaría en muchos casos también en sus tumbas y en el simbolismo que actualmente desconocemos que entrañan sus ubicaciones y formas, y que en este trabajo relacionamos con la continuación de su rol y todas sus implicaciones para con el monarca en el Más Allá.
REFLEXIONES FINALES
A lo largo del presente trabajo, se ha mostrado desde sus inicios la figura de una de las mujeres reales más destacadas dentro del entorno del propio monarca, la madre real. En el antiguo Egipto, la figura materna fue muy significativa en muy diversos ámbitos debido a lo que representa según sus propios mitos, y por ello, dentro de la corte egipcia recibía la más alta consideración.
Como reflexiones finales de este trabajo es posible decir que la figura de la progenitora era de vital importancia para el soberano, porque era percibida como alguien con sabiduría, experiencia y astucia que ayudaría y aconsejaría al rey en su labor de gobierno al aportarle a su mandato todo su conocimiento. Así mismo, hay que tener en cuenta que también resulta muy relevante porque al seguir ese prototipo femenino, esta madre real va a reflejar cualidades o habilidades de esas diosas, sobre todo ese carácter protector y en cierta forma de guía hacia el monarca y sus hijos en vida, pero también en muerte. Por otro lado, los diferentes casos de estudio analizados reflejan como las mujeres reales que ostentaban esta posición social o cargo eran mujeres que tenían una notable autoridad e influencia, incluso desde el punto de vista ejecutivo. Este hecho se ha reflejado a través de los títulos que las definen principalmente, así como la antigüedad de los mismos y sus implicaciones. Sin embargo, a esto hay que sumar las diferentes representaciones de dichas mujeres que refuerzan esa imagen de autoridad, así como respeto y veneración por parte de la sociedad egipcia, pero también sus propios monumentos funerarios que claramente especifican que sus propietarias eran muy singulares por la forma en la que se han construido sus tumbas o bien, por la localización de las mismas tal y como se puede ver en las tres reinas y madres reales presentadas como parte de este artículo.
Ese respeto y carácter sagrado provenía del hecho de que cuando estas mujeres reales se convertían en madres y daban a luz al nuevo faraón o nuevo Horus, dejaban de ser simples humanas a estar envueltas en ese halo de misterio que poseen las divinidades, ya que están actuando como ellas. Eso les proporcionaba cierto grado de sacralidad hacia su figura. Lo más probable es que estas mujeres llevasen a cabo una serie de acciones que hicieron que mucho tiempo después de su fallecimiento su culto se mantuviese o incluso se reavivase, y eso provocó que su legado perdurase hasta la actualidad. Por tanto, el primer objetivo de este trabajo que era dar a conocer la imagen más completa de las madres reales del antiguo Egipto, especialmente del Reino Antiguo se ha alcanzado por completo a través de la presentación de todos y cada uno de los aspectos que debían componer a la mujer real que ostentaba ese cargo. En cuanto al segundo objetivo, consistente en mostrar la importancia tan significativa que tenía la madre real en diversos ámbitos y la devoción que recibían, se cumplió. Esto se logró, no sólo mostrando los elementos que lo provocaban, sino también reforzándolo con cada una de las mujeres reales tratadas a lo largo de los tres casos de estudio analizados.
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* Universidad de Granada. a.cori.gutierrez@gmail.com, https://orcid.org/0000-0003-4988-1921