ORÍGENES, EVOLUCIÓN Y CONTEXTOS DE LA TECNOLOGÍA TEXTIL: LA PRODUCCIÓN DEL TEJIDO EN LA PREHISTORIA Y LA PROTOHISTORIA ORIGINS, EVOLUTION AND CONTEXTS OF TEXTILE TECHNOLOGY: PRODUCTION OF TISSUE IN PREHISTORY AND EARLY HISTORY Mª Irene RUIZ DE HARO* Resumen Palabras clave Abstract Keywords
Partiendo de nuestro interés por el mundo fenicio y la tecnología textil surge la idea de investigar que tipo de telar emplearon los fenicios y que tecnología textil tenían y traen a la Península Ibérica durante el periodo colonial. A raíz de este objetivo general se plantea abordar la investigación, partiendo del conocimiento del origen y evolución de la manufactura textil en el área del Mediterráneo Oriental, motivada por la escasez de fuentes para documentar la tecnología textil fenicia. Centrándonos también en los orígenes y evolución de la manufactura textil en la Península Ibérica, antes de la llegada de las gentes fenicias, que nos permitirá conocer que tecnología textil tenían las comunidades indígenas y como evolucionan hasta el Bronce Final. Estudiando la tecnología textil, tanto en la zona ocupada por los fenicios, o influenciada por estos, como en otras áreas peninsulares, para conocer el mantenimiento o cambio de la tecnología textil empleada en la producción de textiles, centrándonos en conocer que nuevas tecnologías pudieron introducir para realizar el hilado y que tipo de telar se empleo en el Bronce Final-Hierro I en la Península, en especial en el área de influencia colonial fenicia. En concreto, nos marcamos el objetivo de conocer los cambios en el sistema productivo textil protohistórico peninsular, insertando este objetivo dentro de un análisis de las evidencias arqueológicas relacionadas con el textil dentro de los contextos funcionales: domésticos, sacros, edificios singulares y funerarios, sin incurrir en una mera enumeración de hallazgos materiales arqueológicos singulares, desconectada de su contexto de recuperación, con lo que no se podría ir más allá de una simple descripción morfológica y cuantitativa de los distintos elementos técnicos relacionados con la manufactura textil. El presente trabajo se divide en tres grandes bloques. El primero recoge los orígenes y evolución de la tecnología textil en el ámbito Mediterráneo, desde la Prehistoria a la Protohistoria, comenzando nuestro recorrido desde el Paleolítico Superior, donde aparecen las más claras evidencias de la realización de entramados mediante fibras vegetales, enmarcado dentro de un proceso de evolución tecnológica y de distinción entre las diferentes áreas geográficas que repasamos, destacando las distintas tradiciones en usos tecnológicos para realizar el hilado y el tejido, pudiendo establecer una clara diferencia entre áreas, en el empleo de la tecnología textil. También en este bloque desarrollamos el enfoque de una producción textil centrada en el ámbito doméstico y dentro de una economía doméstica a una producción de tipo artesanal, inserta dentro de los circuitos comerciales, que paulatinamente se va especializando y diversificando en sectores hasta llegar al producto final del textil, así como toda una serie de artesanos especializados en la realización de los implementos necesarios para realizar manufacturas textiles, como los que realizaran las fusayolas y pesas de telar, metalúrgicos que realizaran agujas o husos metálicos, ebanistas que realizaran el armazón del telar y otra serie de artesanos, también ligados a la manufactura textil, como los tintoreros, relacionados con las actividades textiles, su uso o comercialización. En el segundo bloque analizamos las primeras evidencias arqueológicas de la manufactura textil peninsular, intentando conocer como realizan sus hilados y tejidos, unas evidencias que aparecen ya desde el Neolítico Final, multiplicándose en el Calcolítico, con un aumento paulatino de la actividad textil, con una tipología de evidencias arqueológicas, diferenciadas por áreas geográficas peninsulares, que claramente vemos en las pesas de telar y desde el Bronce Final en las fusayolas. En este bloque podemos observar que la manufactura textil se refleja en contextos domésticos y funerarios, pues sólo en estos dos contextos se documentan elementos materiales relacionados con la tecnología textil o restos de tejidos. El tercer gran bloque se centra en los contextos donde aparecen esos elementos de tecnología textil, centrándonos cronológicamente en el Bronce Final-Hierro, en la zona de colonización fenicia y de influencia orientalizante, extendiendo nuestra atención a otras áreas no afectadas directamente por la colonización semita. Con el análisis de los contextos doméstico, sacro, de edificios monumentales y funerarios, donde aparecen esos objetos, con lo que tratamos no sólo de conocer estos objetos y su distribución espacial dentro de cada contexto, sino también superar el mero estudio descriptivo y cuantitativo, para tratar de acercarnos a su uso y significado contextual.
2.1. Orígenes y evolución de la manufactura textil en la Prehistoria: la hilatura y el tejido Desde la Prehistoria el ser humano manejo pieles animales y fibras vegetales para cubrir su cuerpo, lo difícil es conocer cuando dejo de utilizar exclusivamente pieles para su vestimenta e incluyo fibras vegetales y animales con mayor o menor tratamiento para realizar una cobertura que colocaría en su cuerpo como una vestimenta elaborada a base de hilos entramados que formarían un tejido (ALFARO 1984:71-72). Podemos situar, según los indicios arqueológicos el origen de la manufactura textil dentro del Paleolítico Superior (EIROA 2000:207-209). El hilo trenzado, usado en forma de cordón o cuerdas, que pudo ser una de las primeras técnicas textiles, parece claro que fueron empleadas desde el Gravetiense por las evidencias arqueológicas que tenemos, se elaboraran cuerdas o cordones con fibras vegetales finas aptas para uso textil. Todo apunta a ello porque en este periodo se realizaban puntas de proyectil y otros implementos, que requerían para su funcionamiento unirlos a un eje, por lo que necesitarían fibras vegetales o animales en forma de cordón para unirlas. También vemos el gusto por los elementos de adorno personal, los cuales estarían unidos por algún tipo de hilo o cordoncillo realizado en fibra vegetal. Para este periodo tenemos la aparición de agujas, con perforaciones finas (BARBER 1991:39-41). Las denominadas “Venus Paleolíticas”, en unos pocos casos lucen escuetas prendas, unas de tipo ornamental como gorros, tejidos con fibras vegetales o de conchas, redes para cabello, cinturones, faldones y chales o, también, piezas de adorno personal como brazaletes y collares (MASVIDAL 2006:37-40). La indumentaria para el periodo del Paleolítico Superior, según estudios realizados a finales del siglo pasado por Olga Soffer, James Adovasio y David Hyland, de la Universidad de Illinois, sobre materiales hallados en la República Checa, fechados hacia el 27000 a. C., se centra en el hallazgo de improntas de cuerdas y tejidos trenzados en bloques de arcilla solidificada, observados por microscopio (EIROA 2000:214). Una de las cuestiones importantes es preguntarnos como realizaban este incipiente hilado. Para el Paleolítico Superior no existen huellas de los elementos materiales que posteriormente aparecerán para realizar el hilado. Por lo que tenemos que valorar la existencia de otro método para lograr el hilado de fibras y la realización de tejidos, sin la tecnología textil que aparecerá durante el Neolítico (ALFARO 1984:72). 2.1.1. La evolución y avances en la manufactura textil, hilado y tejido, en el Neolítico En el periodo Neolítico, coincidiendo con el origen de una economía agrícola, es el periodo donde ya tenemos perfectamente documentada la actividad textil. Los tejidos pueden ser de fibra vegetal o animal. Una de las fibras vegetales más empleadas para la confección de tejidos fue el lino (Linum usitassimun), este tipo de lino se cultivó en exclusiva para su empleo en la confección de tejidos y es propia de los climas suaves del Mediterráneo. Pero para utilizarla como fibra textil necesita un tratamiento previo. Otra de las fibras textiles empleadas para la confección de tejidos fueron las fibras animales, entre estas la más empleada fue la lana, pero también se empleó el pelo de cabra o el de camélidos (EIROA 2000:333). El huso fue una solución estándar, a nivel prácticamente global, una innovación técnica que dío lugar a lo que denominamos huso o husillo, una especie de eje que, en forma de varilla, ayuda a unir el hilo mediante la torsión de las fibras textiles de forma más rápida y firme que girando y enroscando el hilo con las manos. El huso en este periodo Neolítico podía ser de hueso, marfil o madera y la fusayola de cualquiera de estos materiales o realizados en piedra o arcilla. Las primeras evidencias de hilo realizado con huso las encontramos en lugares como en el Fayum (Egipto) o en Jarmo, sobre el 7000 a. C.; en el VI Milenio a. C. en Shimghuar, Irak o en los primeros niveles de Yahaya en el sureste de Irán o en Israel (BARBER 1991:41), y en Europa occidental, en la peninsula italiana, se documentan en el V o IV Milenio a. C. (MEDEARD 2003). Para la elaboración de tejidos de superficie continua, las comunidades neolíticas crearon el telar textil. Con la innovación producida por la introducción en el telar del lizo y la barra de calada, se logró la realización de tejidos más elaborados y de forma más rápida, al facilitar, con el cambio de vertiente, la pasada de la trama (ALFARO 1984:94-96). Vestigios de estos telares nos llegan a través de la iconografía, ya que fueron fabricados en materiales perecederos, en madera exclusivamente en algunos casos, por lo que el paso del tiempo desintegró sus vestigios, en otros casos contamos con alguno de sus elementos como las pesas de telar, que tenían la función de tensar la urdimbre, realizadas en arcilla o de piedra. Hay otros instrumentos que también participan en la elaboración de tejido en el telar, como la espátula, el peine y la lanzadera, realizados en hueso o madera (BARBER 1991:78-82). Otro tipo de telar, considerados telares móviles, que dependiendo de su tamaño o el número de placas, producirán un tejido de una reducida anchura, son el telar de placas y el telar de rejilla, importantes aquí, porque parece que de estos telares más simples, evolucionaron los telares horizontales y verticales fijos (ALFARO 1984:85-92). 2.1.1.1. El telar de suelo o telar horizontal y el telar de pesas Podemos afirmar que este tipo de telar de suelo (Fig. 1) se utilizó a partir de Egipto hasta Irán, desde el Neolítico a la Edad del Bronce. Gracias a las representaciones de este telar en Egipto podemos conocer cómo funcionaba y que partes lo componían, vemos claramente como este telar era utilizado por dos tejedoras, que realizan las distintas tareas como el cambio de vertiente, manejo del lizo, pasado de la trama y el apretado del tejido con la espátula, como podemos ver en el mural de la tumba de Khumhotep en Beni Hasan de la dinastía XII o en la maqueta de madera de la tumba de Meketre. Fig. 1. Telar de suelo egipcio. Imagen procedente de http://adcproyectoegipto.blogspot.com.es
Siguiendo con las partes del telar de suelo egipcio, la barra de calada, puede ser redonda, pero es más eficiente si es ancha y plana, ya que puede ser girada y puesta sobre su borde para crear un hueco en la urdimbre, entre los hilos pares e impares, para pasar la trama, al encontrarse ésta inserta dentro de la urdimbre. En cambio, la barra del lizo se sitúa fuera de la urdimbre, sobre ésta, estando conectada a la urdimbre por los hilos pares o impares, que estarán atados a ésta mediante pequeños cordoncitos de hilo, que atrapan la urdimbre y la unen al lizo. La barra de lizo no presenta asas, se puede levantar con la mano para introducir la trama. Los egipcios idearon una solución para levantar el lizo y tener las manos libres, que aparecen claramente en representaciones del Reino Medio, son los conocidos como soportes del lizo, que se posicionan uno a cada lado del telar, con forma de cuchara (BARBER 1991:83-91). El telar de pesas hace su aparición también en el periodo Neolítico, pero en áreas geográficas distintas al telar de suelo. Este telar se presenta instalado para elaborar el tejido de forma vertical, algo inclinada. Tendrá la urdimbre colocada en una sola viga o barra, en posición superior, llamada la viga de urdimbre o travesaño superior, y se usaran una serie de pesas para crear la tensión en la urdimbre, instaladas en su parte inferior. Las pesas de este telar solían ser de barro o piedra, presentando una o varias perforaciones, y se adjuntaban, con cuerdas atadas, a grupos de hilos de urdimbre. El tejido se comenzaba en la parte superior, donde se inician las filas de la trama, que conforme se realizan se van empujando hacia arriba con la espátula. Los primeros ejemplos del uso de un telar de pesas (Fig. 2) los tenemos en Hungría, donde se han encontrado evidencias en lugares pertenecientes a la Cultura de Köros, con cronologías calibradas entre el VII y VI Milenio a. C., en pleno Neolítico. En la parte norte de la zona mediterránea encontramos la misma situación para el telar de pesas durante el periodo Neolítico, lotes de pesas aparecen en Anatolia, Italia y Grecia, que pueden pertenecer a telares, pero esas evidencias no estan asociadas a tejidos o a otros elementos de manufactura textil. Las primeras evidencias textiles de esta zona provienen del Período Cerámico de Catal Hüyük, en Turquía, alrededor del VI Milenio a. C. (BARBER 1991:91-104). Fig. 2. Imagen de un telar de pesas, junto con la elaboración del hilo con huso de fusayola inferior. Imagen procedente de http://spqraleajactaest.blogspot.com.es
2.2. La manufactura textil en la Protohistoria: el desarrollo de la tecnología textil y su evolución hacia el artesanado Para este periodo podemos ya hablar de un artesanado textil, es decir, personas dedicadas a la artesanía textil como oficio; no es ya sólo dentro del espacio doméstico donde se realizarían trabajos textiles, sino que también surgen en este periodo verdaderos centros de producción textil, inicialmente ligados al palacio o al centro de poder y para épocas posteriores también tendremos una producción textil del pequeño artesanado en talleres, que podemos ver a través de los restos arqueológicos de edificios singulares o áreas de viviendas dedicadas al trabajo del textil (BARBER 1991:99-106). Además las fuentes escritas nos proporcionan datos sobre el artesanado textil, como las procedentes de los archivos de Ugarit, de zonas mesopotámicas o de tablillas micénicas, en lineal B (VIDAL 2003:110-117). Esta producción textil pronto se configuró como un artesanado muy especializado, en áreas como Mesopotamia, Egipto y El Egeo que, hacia el 2000 a. C., ya contaba con una producción textil perfectamente organizada y cuyos productos tuvieron mucho peso en el conjunto del comercio a distancia del momento (GARCÍA 2005:115-120). Los husos egipcios tienen la característica de tener la fuyasola situada en la parte superior, contradiciendo la práctica común en el resto del mundo, posición mantenida a lo largo de toda su historia. Otra característica de los husos egipcios es que suelen tener una ranura, a modo de gancho, en el extremo superior de la varilla, con la función de que se inserte en esta el inicio del hilo, para que al poner en funcionamiento el huso este no se suelte, para el caso egipcio, la inclinación de esta ranura siempre es de izquierda a derecha, en el resto de las zonas, como El Egeo, está realizada de derecha a izquierda. En la tradición europea, y algunas zonas de Oriente Próximo, aparece un huso con fusayola en posición baja, lo que nos indica una división por áreas geográficas y, de cierta forma, también cultural o tecnológica, según la tradición del empleo de dos tipos de husos, de fusayola superior o baja, muy diferenciados. En la zona de Oriente Próximo tenemos las primeras representaciones de hilado en un cilindro-sello protohistórico de Choga Mish, en Khuzestan, Iran. Fechado alrededor del 3000 a. C., se representa la escena de una mujer hilando. Otro cilindro-sello de este periodo muestra a tres mujeres ocupadas en tareas textiles, dos de ellas parecen sostener husos, con fusayola superior. De Kish, del Periodo de la Dinastía III, fechado alrededor del tercer cuarto del III Milenio a. C., se representan otros dos husos de fusayola superior. Por las evidencias arqueológicas, podemos decir que en Mesopotamia e Irán se empleó, como en Egipto, el huso de fusayola superior a lo largo de toda su historia. En Anatolia hay que destacar los husos completos localizados en las tumbas reales de Alaca Höyük, del mismo horizonte que el Tesoro de Troya II y del cementerio real de Ur, de mediados del III Milenio a. C., donde se hallo un singular objeto. Este objeto, por su forma, tamaño y detalles, parece ser un huso, pero un huso de fusayola en posición media, apareciendo este tipo de huso en otras tumbas de la zona de Anatolía (BARBER 1991:51-61). Los husos de fusayola superior y baja están presentes en dos zonas geográficas bien diferenciadas: Egipto y Oriente Medio, con un huso de fusayola superior, y Anatolia junto a Europa, con un huso de fusayola inferior (BARBER 1991). A esta distinción en la realización del hilo hay que sumar otra característica, que también coincide con esa misma división geográfica, la dirección en la que se gira el huso para realizar el hilado, tensionándose el hilo hacia la izquierda, denominado giro en Z, en la primera zona, o hacia la derecha, giro en S, en la segunda (ALFARO 1984:81-83). 2.2.2. Los tipos de telares y sus áreas geográficas El telar de suelo, que continuó utilizándose en las mismas áreas geográficas que en el periodo Neolítico, apenas varió. En el área egipcia, de donde proviene la mayoría de la información sobre este telar, vemos que entre el Predinástico y el periodo Dinástico Antiguo quedó configurado el telar de suelo, de tal manera que no varió a lo largo de su historia. Fue el único tipo de telar empleado hasta el siglo XV a. C., cuando se introduce el telar de marco, del que trataremos más adelante, concretamente se incorporó en la Dinastía XVIII (KOHEN 2006:114-116). El telar de pesas en este periodo sufre una serie de mejoras técnicas, encaminadas a la realización de mejores tejidos, con entramados más elaborados, junto a una serie de innovaciones tecnológicas encaminadas a conseguir realizar tejidos más largos, como muestran las evidencias arqueológicas conservadas de este tipo de telar (BARBER 1991:105-113). El ámbito geográfico donde se utilizó este tipo de telar se amplió, llegando también a Egipto, introducido por los conquistadores macedónicos en el siglo IV a. C. Una excepción más antigua, para el ámbito egipcio en el uso de este telar de pesas, se dió en el tell-el Ghaba, situado en la llanura costera al norte del Sinaí, donde se encontraba un puesto de frontera egipcio entre los siglos VII y VI a. C., en el que se localizaron pesas de telar (KOHEN 2006:116-119). Para ganar longitud en el telar de pesas, tenemos otras propuestas en un diminuto frasco de aceite de Corinto, un arybalos, fechado en el 600 a.C., en el que se nos muestra una escena del famoso concurso de tejidos, en el que participaron Atenea y Aracne, donde la tejedora de la derecha llevaba en sus pies unos zuecos, a modo de altas plataformas, que le proporciona la altura extra que necesita para manejar telares más altos, para obtener tejidos más largos. La otra tejedora, que se sitúa a la izquierda del telar, empleó otro método para lograr la altura extra necesaria para tejer en un telar de una altura superior a la convencional, usando una banqueta. Otra solución que se dio al problema de obtener tejidos más largos nos la proporcionan las tejedoras de la Cultura Hallstática, que cavaron trincheras justo en la zona donde caen las pesas del telar, para ganar en el largo de la urdimbre, como podemos ver en la urna de Sopron, localizada en Hungría, ya dentro de la Edad del Hierro. Pero la innovación técnica definitiva, para solucionar este problema en el telar de pesas, fue la creación de una barra giratoria en la parte superior del telar, consiguiendo que la barra de urdimbre o travesaño girase sobre sí misma, enrollando el tejido a medida que este era realizado, para ir acumulando el material tejido y poder continuar trabajando. Los lizos también forman una parte fundamental en la realización del tejido, aparte de ser una importante innovación técnica, que permiten la realización de distintos tipos de entramados en el tejido (BARBER 1991:105-113). Además de la existencia del telar de suelo y el telar de pesas, tenemos pruebas de la existencia de un tercer tipo de gran telar, el denominado telar de marco (Fig. 3). Es un tipo de telar vertical que consiste en un gran marco de madera formado por dos grandes postes de madera clavados en el suelo o ajustados a travesaños en los que apoyarse, complementando el marco dos barras de madera, que cierran el conjunto por arriba y por abajo, dentro de este marco se sitúan la barra superior e inferior de urdimbre, que conforman un telar completamente de madera (BARBER 1991:113-118). Fig. 3. Telar de marco egipcio. Imagen procedente de http://www.egiptoforo.com.
Parece que el telar de marco fue un invento de la zona Siria y Palestina pasando desde allí a Egipto en la Dinastía XVIII (ALFARO 1984:92-94). Las hipótesis de su introducción en Egipto son varias, por un lado este telar sería introducido en la zona egipcia por los hicsos, en el Segundo Periodo Intermedio o, tal vez, por artesanos sirios o palestinos en el Reino Nuevo. También se plantea la hipótesis de que este telar fue un invento egipcio sacado de una evolución del telar de suelo (KOHEN 2006:115-116).
3.1. Los orígenes de la manufactura textil en la Prehistoria Reciente El número de fusayolas en el periodo neolítico peninsular es muy reducido y bastante amplio en sus vecinos, lo que puede indicarnos que aquí el método de hilado fue distinto, hasta la introducción del huso de forma más generalizada, pudiendo realizar el hilado mediante la torsión de las fibras con las manos o la mano y otra superficie (ALFARO 1984:72), o tal vez inicialmente empleando un huso totalmente de madera. Encontramos entre la industria ósea agujas, alfileres y espátulas, que podemos relacionar con la manufactura de textiles (CASTRO 1980:127-129). En varias cuevas andaluzas se han encontrado los denominados “tensadores textiles” que son unas finas barras óseas con perforaciones a lo largo empleadas para tejer de un modo rudimentario pudiendo hacer pequeñas bandas de tejido, pudieron ser usadas también como complemento del telar de rejilla o bien para la cestería. Ejemplos de estos tensadores textiles los tenemos en la Cueva de El Toro de El Torcal en Antequera (Málaga), en la Cueva del Hundidero-Gato en Benaoján (Málaga) y en la Cueva de la Murcielaguina en Priego de Córdoba (CARDITO 1996:126-127). Para el Neolítico final tenemos, en algunos yacimientos peninsulares, placas de telar, como en el poblado de Penedo de Lexin en Mafra (Portugal). También en Portugal se encontraron varios crecientes curvos, con perforaciones en sus lados, en el yacimiento de Monte da Tumba en Setúbal de su fase Ia, mientras en el sureste también se documenta alguna pesa de telar, una paralelípeda, perforada en cada extremo, en el yacimiento de Terrera Ventura en Tabernas (Almería) en su Fase I (2850-2550 a. C.), perteneciente a su periodo Neolítico Final, junto a una serie de fragmentos de placas de telar y una completa, junto con dos fragmentos de cuernecillos (CARDITO 1996:135-139). Durante el Calcolítico, la presencia de las fusayolas en la Península Ibérica es el testimonio de la penetración y adopción de un nuevo elemento tecnológico que se diseminó por toda la Península. En algunas áreas aparecen en gran cantidad, lo que puede indicar una especialización en el trabajo del textil, e incluso una incipiente división del trabajo. Productos textiles serían elaborados no sólo para consumo doméstico, sino también para el intercambio de bienes, insertos en un circuito de intercambio que depende de la explotación del medio natural para obtener las fibras textiles (CASTRO 1980:127), como sugieren los porcentajes de animales domésticos de este periodo, donde se encuentra la oveja, y también por la explotación del lino, como podemos ver en yacimientos calcolíticos de la zona portuguesa (EIROA 2000: 426-427; 431). Instrumentos textiles se asocian, como en el yacimiento de Cabezo Juré situado en Alosno (Huelva), habitado desde los inicios del III Milenio hasta mediados del II Milenio a. C., con cuatro fases de ocupación. En sus zonas de habitación se encontraron objetos de tecnología textil, como fusayolas con forma esférica, y de variados tamaños, cuernecillos de arcilla y objetos realizados en metal, como agujas o alfileres (NOCETE et al 2004:184-186). Para este periodo podemos ver una clara tipología de formas en las pesas empleadas en el telar, según las áreas geográficas y la fase del Calcolítico a la que pertenezca. Otro tipo de pesas de telar, muy comunes y abundantes en el periodo del Cobre, son los cuernecillos o crecientes de arcilla, siempre presentando dos perforaciones en sus extremos, su distribución geográfica es amplia desde los poblados del Sureste hasta el Bajo Guadalquivir y Portugal (MAJÓN-CABEZA 1986), muy representados en la Cultura de Los Millares, como vemos en el yacimiento de Terrera Ventura en Tabernas (Almería) (GUSI et al 1991: 181-183). A parte del telar de pesas también se empleara en este periodo el telar de placas con el que se pueden confeccionar pequeñas bandas de tejido, un tipo de telar móvil con un uso muy extendido en la Península Ibérica durante el Calcolítico, con precedentes en el Neolítico Final. Para la Edad del Cobre es muy frecuente encontrar placas de telar en los poblados, apareciendo también formando parte de ajuares funerarios, en menor medida (CARDITO 1996: 130). Durante la Edad del Bronce, por los ejemplares de fusayolas estudiadas para este periodo, vemos que estas inicialmente tienen formas esféricas y cilíndricas, siendo grandes y pesadas. Para finales del Bronce sus formas se hacen más variadas y livianas, apareciendo también formas cónicas, troncocónicas, bitroncocónicas y bicónicas con un tamaño más pequeño, y mostrando una mejor elaboración, no sólo en las terminaciones, más cuidadas, algunas decoradas, sino también en las formas de elaborar las fusayolas, con formas más eficientes para la realización del hilado. Esta variabilidad de formas, tamaños y pesos en las fusayolas nos indica un uso de las mismas, dependiendo de su peso y forma, para la realización de determinados grosores de hilos, aptos para realizar distintos tipos de tejidos (CASTRO 1980:137). En la Cultura Argárica, por las evidencias de objetos relacionados con la manufactura textil y por la diversidad de tamaños en las fusayolas, se confirma una cierta especialización en el trabajo del hilado. En la Cultura del Argar también en las necrópolis, entre sus ajuares, aparecen objetos relacionados con la manufactura textil, como en el yacimiento del Cerro de la Viuda en Lorca, donde se encontraron fusayolas de forma cónica (MAJÓN-CABEZA 1986). En Jaén, perteneciente al grupo argárico del alto Guadalquivir, en el yacimiento de Peñalosa, situado en Baños de la Encina (Jaén), constatamos la singularidad de una muy buena representación de la actividad textil en sus viviendas, que suelen tener zonas dedicadas a esta actividad, tanto en espacios cerrados como abiertos, encontrándose fusayolas realizadas en pizarra con escotaduras laterales, localizadas en la vivienda VI, en las zonas donde se desempeñaba el trabajo textil VI a y VI g (CONTRERAS et al. 2000: 129-134). Esta vivienda está muy bien estudiada y es una de las viviendas de este poblado junto con las viviendas I, II y III donde se han recuperado evidencias de la manufactura textil (ALARCÓN 2005: 556-595; 607). En este periodo se emplea en la Península Ibérica el telar de pesas, que muestra tipologías de pesas variadas (MAJÓN-CABEZA 1986), siendo el yacimiento de El Argar, situado en Almería, donde se documenta la tipología más variada y completa de pesas de telar. En este yacimiento podríamos pensar en la elaboración de pesas de telar de una forma que no sólo cubriera las necesidades domesticas de una unidad de residencia familiar, para la elaboración de sus tejidos, sino en una fabricación de pesas de telar para su intercambio, idea corroborada por el hallazgo arqueológico de dos hornos para la cocción de pesas de telar in situ en El Argar, que fueron encontrados y dados a conocer por los hermanos Siret (ALFARO 1984: 99-103). También se documentan pesas de telar en necrópolis, como la del yacimiento de La Encantada en Almería, donde se encontraron pesas de telar en el interior de un edificio de carácter funerario, en cuyo interior se hallaron unas estructuras, interpretadas como mesas de ofrendas o altares, sobre las que se encontraron pesas de telar de arcilla, a modo de ofrendas (MAJÓN-CABEZA 1986).
En este capítulo analizamos la importancia de no sólo conocer los objetos que nos aporta la arqueología sobre la manufactura textil que han sobrevivido hasta nosotros, como las fusayolas o las pesas de telar, tan profusamente descritas en las memorias de excavación, y otros instrumentos sobre la manufactura textil en la Protohistoria. Estos trabajos nos aportan mucha información sobre las tipologías de estos instrumentos empleados en la manufactura textil, pero no dejan de ser más que inventarios de un catálogo de individuos y sus tipologías, que vamos enmarcando en las distintas fases de la evolución de la tecnología textil, por lo que es necesario dar un paso más y situarlos dentro de su contexto de recuperación, para tratar de conocer más sobre la manufactura textil desde el periodo del Bronce Final. Los contextos habitacionales nos ayudan a conocer y valorar los distintos espacios o áreas de actividad, para poder identificar y valorar la funcionalidad del presencia de determinados accesorios relacionados con la actividad textil, dentro del material mueble, en relación con las estructuras constructivas, mostrándonos que en ocasiones podemos identificar la realización de una actividad cotidiana y habitual, como la manufactura textil, que pudo generar en el registro arqueológico claros indicios, como la acumulación de pesas en un determinado lugar, lo que nos puede indicar que estamos ante conjuntos de pesas de telar, que no siempre están siendo empleadas, un telar desmontado, o si estas piezas las encontramos en hileras podemos afirmar que se trata de un telar in situ del que tan sólo nos quedan estas piezas para ubicarlo dentro de la vivienda. La documentación de pesas de telar cerca del punto de luz de la vivienda también sería un claro indicio, ya que se necesita una buena luminosidad para realizar esta tarea, también podemos encontrarnos con hoyos de poste a una cierta distancia, no muy amplia, que claramente no sean postes empleados para sujetar el techo sino que pertenezcan al armazón de madera de un telar, planteamientos que podríamos extender a la localización y contextualización de fusayolas, agujas, alfileres y otros instrumentos empleados en la elaboración de textiles o relacionados con esta actividad (SARDÁ 2010: 39; 47-48; 52; 61). Examinando los distintos santuarios dedicados a Astarté diseminados por la Península Ibérica podemos ver que aparecen una serie de objetos votivos u ofrendas depositados para esta diosa compuestos, entre otros elementos, por objetos relacionados con la manufactura textil, como agujas, fíbulas, botones que irían acompañando a vestidos depositados por la oferente en una tradición que pertenece al universo simbólico fenicio u oriental, de origen cananeo y donde confluyen variables creencias en un sincretismo religioso que da forma a la diosa Astarté (JIMÉNEZ FLORES 2007:62). En la Península Ibérica el culto de Astarté fue muy difundido. Analizando las obras de autores como Plinio, Mela, Estrabón y Avieno, nos sirven para situar toda una red de santuarios dedicados a Astarté situados en el litoral sur andaluz prolongándose también hacia el noreste peninsular. Muchos de estos enclaves se situaron en grutas costeras como el santuario de Punta del Nao en Cádiz, constituyendo estos centros sacros también la función de puntos de atraque (ROMERO 2008:75-81). Uno de los ejemplos de santuario costero lo tenemos el Santuario de Astarté en La Algaida, en Cádiz (LÓPEZ 1996: 459-461), entre los elementos de ofrenda a esta diosa se documentó un gran número de fíbulas de metal, que nos puede indicar que se le ofrecen vestidos como ofrenda a la diosa en algún tipo de ritual (BLÁQUEZ 2006: 94). La Algaida fue un santuario dedicado a Astarté, que se funda en el siglo VI a. C. y pervive hasta el siglo I a. C., compuesto por tres edificios y un solar o témenos, entre las ofrendas que se documentaron, como cerámicas, aparecen las ofrendas relacionadas con el textil, como las fíbulas anulares y agujas, que nos indican que esta diosa tenía más de una advocación en este santuario, no sólo para navegantes (FERRER 2000: 108-109). Uno de los más antiguos santuarios dedicados a la diosa Astarté documentados en la Península Ibérica se sitúa cerca de un poblado protohistórico, situado en el Guadiana, O Castro dos Ratinhos en Portugal, una muestra de la adopción de la religión semita en el interior del alentejo portugués. Datado para finales del siglo IX a. C. con una clara arquitectura sagrada semita. Situado en la primera sala del santuario, entre el altar exterior y un betilo, se situó la base del pilar Asherah, una representación del árbol de la vida, una de las múltiples representaciones de Astarté. Siete fueron los botones de oro encontrados escondidos junto a la base del soporte del Asherah, los cuales iban cosidos a un fino tejido, posiblemente a una vestimenta sacerdotal u ofrendada a la diosa que dejo su impronta en el barro como pudieron observar los excavadores del santuario (PRADOS 2010: 272-274). En este contexto nos referimos a una serie de edificaciones complejas y difíciles de encuadrar dentro de una determinada función. Para algunos son edificios singulares dada su peculiaridad constructiva dentro de la Península Ibérica y su reducido número, para otros son edificios que forman un complejo monumental al estar conformados por un conjunto de edificios que se relacionan de forma orgánica, con un tipo de construcción que sobrepasa la arquitectura doméstica de su periodo, mostrando una arquitectura destinada a la propaganda del poder (JIMÉNEZ 1997: 142-143). Muchos de estos complejos aparecen aislados en medios rurales sin asociación con núcleos de población, con una exhibición arquitectónica orientalizante, unos ajuares que los vinculan con elementos aristocráticos y una distribución en el complejo de tipo palacial (JIMÉNEZ 2009: 89-71). El complejo monumental de Cancho Roano fue construido a inicios del siglo VI a. C. y destruido hacia finales del siglo V a.C. por un incendio, utilizado en los primeros años del siglo IV a.C. para realizar rituales funerarios y fundarse en sus alrededores una necrópolis (PRADOS 2011: 63-64). En este complejo monumental tenemos el ejemplo mejor estudiado, que presenta una gran evidencia de la existencia en este lugar de un artesanado textil. El artesanado textil en Cancho Roano queda evidenciado arqueológicamente por la gran cantidad de elementos empleados en la manufactura textil. Para el hilado se documentan en Cancho Roano una gran cantidad de fusayolas, unas trescientas cuarenta y tres, localizadas de forma dispersa por diferentes estancias del edificio central, así como en los compartimentos o estancias situadas rodeando el edificio central, que aparecen concentradas en los sectores septentrional y oriental. También se localizan pesas de telar, algunas formando conjuntos, lo que permite proponer la presencia de telares de pesas en varias estancias del complejo donde, en el momento de la destrucción del edificio, se encontrarían en funcionamiento varios telares, algunos situados en las estancias perimetrales o alas y en zonas del edificio central. Otros elementos de la manufactura textil fueron documentados en Cancho Roano como una serie de agujas y punzones. Incluso, se encontró, en el ala oeste del edificio, un estuche óseo para portar agujas, en cuyo interior se encontró un conjunto de agujas de bronce, junto a una aguja de hueso. Posiblemente la elaboración de textiles fue encaminada a la creación de excedente para su intercambio por otros productos en un circuito comercial donde se encontraba inserto el santuario-palacio, produciendo textiles dentro de la demanda de este producto, ya fueran de lujo o de uso cotidiano (BERROCAL- RANGEL 2003). Con la llegada a la Península Ibérica de los fenicios, y durante el periodo colonial, asistimos a la aparición de unas nuevas fórmulas funerarias y tipos de tumbas, acompañadas con una nueva cultura material, que vemos en los contextos funerarios fenicios, surgiendo los cementerios coloniales del sur de Ibéria, con un nuevo significado del espacio funerario, al que se añade el factor genealógico de estos colonos (DELGADO et al. 2007:37-41), sepultados con un ajuar formado, además de vajilla cerámica, ungüentarios, quemaperfumes, adornos personales y de aseo, entre otros objetos del ajuar. En algunos casos, como en la necrópolis del Cortijo de las Sombras, situada en Frigiliana, provincia de Málaga, también aparecen objetos relacionados con la tecnología textil, como una fusayola troncocónica de arcilla, localizada en superficie, pero que procedía de las tumbas localizadas allí, o en el ajuar de las tumbas número 2 y 13, agujas de coser realizadas en bronce (ARRIBAS et al. 1969:219; 233-234; 237). En los contextos funerarios, interpretados desde la arqueología funeraria o de la arqueología de género, podemos ver la importancia que llegó a tener el artesanado textil y los tejidos en la vida de ultratumba, no sólo fue importante en la vida cotidiana y religiosa. Aunque algunos sigan relacionando la aparición de estos objetos propios de la actividad textil exclusivamente al mundo femenino, como indicador de género, ya que como sabemos en el mundo mediterráneo, tanto hombres como mujeres, se dedicaron a la producción textil, tanto en el ámbito doméstico como en el especializado, estos mismos criterios atributivos debemos aplicarlos al ámbito funerario. De forma abundante, se localizan durante este periodo fusayolas en las tumbas, como el elemento predominante dentro de los objetos relacionados con la elaboración del textil encontrados en ellas, que son exvotos o amuletos que acompañan al difunto en su paso a la otra vida, teniendo un significado, en el plano simbólico, que no sólo debe relacionarse con el género, atribuyendo mecanicamente la tumba a una mujer, pudiendo tener otros sentidos, si partimos de la base del significado de este objeto, y lo atribuimos a que el ocupante de la tumba desempeñó un trabajo relacionado con el textil (RAFEL 2007:115-120).
Las conclusiones de este trabajo las podemos resumir en tres grandes ámbitos: - Cambios en la tecnología textil: Se producen estos cambios tanto en hilatura como a la hora de realizar los tejidos, mediante una serie de innovaciones tecnológicas desde el Paleolítico Superior al Neolítico, cuando, desde una rudimentaria tecnología textil inicial, se pasa a la creación del huso con fusayola para el hilado y los distintos tipos de telar para realizar los tejidos. Podemos apreciar, en el área mediterránea, una clara división geográfica en el empleo de distintas tecnologías y variantes para la elaboración de textiles. Surgiendo innovaciones tecnológicas durante la Edad del Bronce. Para la Península Ibérica vemos como en el registro arqueológico comienzan a documentarse el huso con fusayola y el telar de pesas desde el Neolítico Final. Será en el Bronce Final y con el inicio de la colonización fenicia, cuando veamos grandes cambios tecnológicos, basados en los indicadores textiles, tanto de hilado como los empleados en la elaboración de tejidos, con fusayolas de formas más eficientes y la introducción del telar de marco. También con la llegada de gentes semitas se introducen otras nuevas tecnologías en el ámbito textil, como el cuenco humificador y el combinador de hilos, elementos de tecnología textil fenicia que tendrán que ser mejor documentados y estudiados, para determinar mejor tanto su función, como su relación con los contextos de colonización fenicia en los que se documentan. - Cambios en las formas de producción textil: Desde los orígenes de la producción textil esta se centra en el ámbito doméstico. En el Neolítico surge una gran especialización y diversidad técnica en la realización de textiles, dentro aún de una producción doméstica, pero excedentaria, realizada para el intercambio por otros bienes, con un gran aumento en la Prehistoria Reciente. Es durante la Edad del Bronce, en el Mediterráneo Oriental, donde queda bien constatada la existencia de un artesanado textil, documentado tanto en el registro arqueológico, como en las fuentes escritas de ese periodo. Este artesanado textil especializado y diversificado, inicialmente controlado por los palacios, se manifiesta en casos como en el artesanado textil de Ugarit. Con la caída de los centros palaciales, surgen nuevos espacios o contextos donde se realizan las manufacturas textiles, pudiendo confundir a veces talleres artesanales textiles con áreas domésticas o almacenes de tipo oriental, por su similitud constructiva. Esta tradición tecnológica y productiva del artesanado textil fue traida por poblaciones semitas a la Península Ibérica, durante el periodo colonial. Pese a ya existir en la Península una tradición en la producción textil, que pudiera ser excedentaria, en el ámbito doméstico, ya desde el Calcolítico, será con la llegada de la colonización cuando el sistema de producción textil cambie, surgiendo entonces una producción artesanal en el sector productivo textil, con gran diversificación en parcelas productivas especializadas, como en el caso de los tintes textiles. - Cambios en los contextos donde aparece, tanto tecnología textil como indicios de su producción: El análisis de la tecnología textil y de objetos relacionados con los tejidos, desde sus contextos de recuperación, nos permite dar un paso más en el conocimiento de los tejidos y su tecnología, no quedándonos en un simple, aunque necesario, trabajo empírico, descriptivo y cuantitativo. En la Península Ibérica vemos cómo desde la llegada de poblaciones semitas, los contextos donde se localiza tecnología textil o elementos relacionados con los tejidos se amplían, no sólo apareciendo en ámbitos domésticos o funerarios. Con la presencia de los colonos fenicios se documentan estos indicadores textiles en contextos sacros, dentro de la implantación de un culto a la diosa semita Astarté y de las infraestructuras que la representan. Será en los santuarios dedicados a esta diosa donde encontremos tanto tecnología textil, como objetos relacionados con tejidos, así como exvotos u objetos relacionados con culto, dentro de una producción artesanal, a veces, inserta en el propio santuario. En el contexto funerario se inserta, dentro de una tradición panmediterránea, la costumbre de introducir intrumentos de tecnología textil entre el ajuar funerario, lo que se constata arqueológicamente desde el Neolítico. Costumbre que también se pratica en la Península Ibérica, pero será desde el Bronce Final, con la llegada de las influencias semitas, cuando encontremos, de forma más común, fusayolas, agujas, y fíbulas formando parte del ajuar funerario, que acompaña al difunto. Todo parece indicar que, desde el origen de esta costumbre hasta el Hierro I, las fusayolas apuntan, en este contexto, además de algún significado simbólico ritual, al género femenino de la persona allí enterrada. Será a partir del Hierro I, cuando su significado, en el contexto funerario, pueda cambiar, impregnado ahora su significado de una connotación artesanal, en el caso de la producción textil, ya que ahora aparecen tanto en tumbas femeninas como masculinas, según los estudios antropológicos de los restos óseos, por lo que estos indicadores textiles cambian a un significado que asigna al ocupante de la tumba una actividad laboral, dentro del artesanado textil, o alguna advocación de tipo simbólico religioso.
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