“Mi optimismo está basado en la certeza de que esta
civilización está por derrumbarse.
Mi pesimismo, en todo lo que hace por arrastrarnos
en su caída.”
La servidumbre moderna es una esclavitud
voluntaria, consentida por la muchedumbre de
esclavos que se arrastran por la faz de la tierra.
Ellos mismos compran las mercancías que los
esclavizan cada vez más. Ellos mismos procuran un
trabajo cada vez más alienante que se les otorga si
demuestran estar suficientemente amansados. Ellos
mismos eligen los amos a quienes deberán servir.
Para que esta tragedia absurda pueda tener lugar, ha
sido necesario despojar a esa clase de la conciencia
de su explotación y de su alienación. He ahí la
extraña modernidad de nuestra época. Al igual que
los esclavos de la antigüedad, que los siervos de la
Edad Media y que los obreros de las primeras
revoluciones industriales, estamos hoy en día frente
a una clase totalmente esclavizada, solo que no lo
sabe o más bien, no lo quiere saber. Ellos ignoran
la rebelión, que debería ser la única reacción
legitima de los explotados. Aceptan sin discutir la
vida lamentable que se planeó para ellos. La
renuncia y la resignación son la fuente de su
desgracia.
He ahí la pesadilla de los esclavos modernos que
no aspiran sino a ser llevados por la danza macabra
del sistema de la alienación.
La opresión se
moderniza expandiendo por todas partes las formas de
mistificación que permiten ocultar nuestra condición
de esclavos.
Mostrar la realidad
tal como es y no tal como la presenta el poder,
constituye la subversión más genuina.
Sólo la verdad es
revolucionaria.
Capítulo III: La
planeación territorial y la vivienda
“El urbanismo es
esta toma de posesión del medio ambiente natural y
humano por el capitalismo que, desarrollándose
lógicamente como dominación absoluta, puede y debe
ahora rehacer la totalidad del espacio como su
propio decorado.”
Guy Debord, La
Sociedad del Espectaculo.
A medida que construyen su mundo con la fuerza
alienada de su trabajo, el decorado de este mundo se
vuelve la cárcel donde tendrán que vivir. Un mundo
sórdido, sin sabor ni olor, que lleva en sí la
miseria del modo de producción dominante.
Este decorado está en permanente construcción,
nada en él es constante. La remodelación continua
del espacio que nos rodea está justificada por la
amnesia generalizada y la inseguridad con las que
tienen que vivir sus habitantes. Se trata de
cambiarlo todo a la imagen del sistema: el mundo se
vuelve como una fábrica, cada vez más sucio y
ruidoso.
Cada parcela de este mundo es propiedad de un
Estado o de un particular. Este robo social que es
la apropiación exclusiva de la tierra se materializa
en la omnipresencia de los muros, de las rejas, de
las cercas, de las barreras y de las fronteras. Son
las marcas visibles de esa separación que lo invade
todo.
Pero al mismo tiempo, la unificación del
espacio, según los intereses de la cultura
mercantil, es el gran objetivo de nuestra triste
época. El mundo debe convertirse en una inmensa
autopista, absolutamente eficiente, para facilitar
el transporte de las mercancías. Todo obstáculo,
natural o humano, debe ser destruido.
La concentración inhumana de esa masa de
esclavos es fiel reflejo de su vida: se asemeja a
las jaulas, a las cárceles, a las cavernas. Pero a
diferencia del esclavo o del prisionero, el
explotado de la época moderna debe pagar por su
jaula.
“Pues no es el
hombre sino el mundo el que se ha vuelto anormal.”
Antonin Artaud
Capítulo IV: La
mercancía
“A primera vista,
una mercancía parece ser una cosa trivial, de
comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es
un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas
y reticencias teológicas.”
Carlos Marx, El
Capital, capítulo I, libro 4.
En este estrecho y lúgubre espacio en donde
vive, el esclavo acumula las mercancías, que según
los mensajes publicitarios omnipresentes, deberán
traerle la felicidad y la plenitud. Pero entre más
acumula mercancías, más se aleja de él la
posibilidad de acceder un día a la felicidad.
“De qué le sirve al
hombre poseerlo todo, si a cambio pierde su alma.”
El Evangelio según San Marcos 8, 36
La mercancía, ideológica por esencia, despoja de
su trabajo al que la produce y despoja de su vida al
que la consume. En el sistema económico dominante,
ya no es la demanda la que condiciona la oferta,
sino la oferta la que determina la demanda. Es así
como, de manera periódica, surgen nuevas necesidades
consideradas vitales por la inmensa mayoría de la
población: primero fue el radio, luego el carro, el
televisor, el computador y ahora el celular.
Todas estas mercancías, distribuidas masivamente
en un corto lapso de tiempo, modifican en
profundidad las relaciones humanas: sirven por un
lado para aislar a los hombres un poco más de sus
semejantes y por otro, para difundir los mensajes
dominantes del sistema.
“Las cosas que
poseemos terminan por poseernos.”
Capitulo V: La
alimentación
“Lo que es comida
para unos, es veneno para otros.”
Paracelso
Pero es cuando se alimenta que el esclavo
moderno ilustra mejor el estado de decadencia en que
se encuentra. Disponiendo cada vez de menos tiempo
para preparar la comida que ingiere, se ve reducido
a consumir a la carrera lo que la industria
agroquímica produce. Erra por los supermercados en
busca de los ersatz que la sociedad de la falsa
abundancia consiente en darle. Su elección no es más
que una ilusión. La abundancia de los productos
alimentarios no disimula sino su degradación y su
falsificación. No son otra cosa que organismos
genéticamente modificados, una mezcla de colorantes
y conservantes, de pesticidas, de hormonas y de
otros tantos inventos de la modernidad. El placer
inmediato es la regla del modo de alimentación
dominante, así como la de todas las formas de
consumo. Y las consecuencias que ilustran esta
manera de alimentarse se ven por todas partes.
Pero es frente a la indigencia de la mayoría que
el hombre occidental se regocija de su posición y de
su consumo frenético. Por tanto, la miseria está
dondequiera que reine la sociedad mercantil
totalitaria. La escasez es el revés de la moneda de
la falsa abundancia. Aunque la producción
agroquímica es suficiente para alimentar a la
totalidad de la población, en un sistema que hace de
la desigualdad un criterio de progreso, el hambre no
deberá desaparecer jamás.
“Ellos están
convencidos de que el hombre, especie pecadora por
excelencia, domina la creación. Como si todas las
demás criaturas no hubieran sido creadas sino para
servirles de comida, de pieles, para ser
martirizadas y exterminadas.”
Isaac Bashevis
Singer
La otra consecuencia de la falsa abundancia
alimentaria es la multiplicación de las fábricas de
concentración y el exterminio bárbaro y a gran
escala de las especies que sirven para alimentar a
los esclavos. Esta es la esencia misma del modo de
producción dominante. La vida y la humanidad no
resisten más ante el afán de lucro de unos cuantos.
Capítulo VI: La
destrucción del medio ambiente
“Qué triste es
pensar que la naturaleza habla y que el género
humano no la escucha.”
Victor Hugo
El pillaje de los recursos del planeta, la
abundante producción de energía o de mercancías, los
residuos y los desechos del consumo ostentoso
hipotecan las posibilidades de supervivencia de
nuestra tierra y de las especies que la pueblan.
Pero para darle paso al capitalismo salvaje, el
crecimiento no deberá parar jamás. Hay que producir,
producir y volver a producir cada vez más.
Y son los mismos que contaminan quienes se
presentan hoy en día como los salvadores del
planeta. Esos imbéciles de la industria del
espectáculo, patrocinados por las firmas
multinacionales, intentan convencernos de que un
simple cambio en nuestros hábitos bastará para
salvar al planeta del desastre. Y mientras que nos
culpan, continúan contaminando sin cesar el medio
ambiente y nuestro espíritu. Esas pobres tesis
seudo-ecológicas son repetidas por todos los
políticos corruptos que necesitan eslóganes
publicitarios. Pero se cuidan bien de no proponer un
cambio radical en el sistema de producción. Se
trata, como siempre, de cambiar algunos detalles
para que lo esencial siga siendo igual.
Capítulo VII: El
trabajo
“Trabajo, del latín
tri palium “tres palos”, instrumento de tortura.”
Para entrar en la ronda del consumo frenético,
hay que tener dinero y para tenerlo, hay que
trabajar, es decir, venderse. El sistema dominante
ha hecho del trabajo su principal valor, y los
esclavos deben trabajar cada vez más para pagar a
crédito su vida miserable. Se agotan en el trabajo,
pierden con él la mayor parte de su fuerza vital y
tienen que soportar las peores humillaciones. Pasan
toda su vida haciendo una actividad extenuante y
molesta para el beneficio de unos cuantos. La
invención del desempleo moderno tiene como propósito
asustarlos y hacerles agradecer sin cesar la
generosidad del poder.
¿Qué harían sin esta tortura que es el trabajo?
Son estas actividades alienantes las que nos
presentan como una liberación. ¡Qué mezquindad y qué
desdicha!
Siempre apresurado por el cronómetro o el
látigo, cada gesto de los esclavos está calculado a
fin de aumentar la productividad. La organización
científica del trabajo constituye la esencia misma
de la desposesión de los trabajadores, del fruto de
su trabajo y del tiempo que pasan en la producción
automática de las mercancías o de los servicios. La
actividad del trabajador se confunde con el de una
máquina en las fábricas, o con el de un computador
en las oficinas. El tiempo pagado no se recupera
jamás.
De esta manera, a cada empleado se le asigna un
trabajo repetitivo, ya sea intelectual o físico. Él
es un especialista en su área de producción. Esta
especialización se reproduce a escala planetaria en
el marco de la división internacional del trabajo.
Se concibe en Occidente, se produce en Asía, se
muere en África.
Capítulo VIII: La
colonización de todos los sectores de la vida
“El hombre entero
está condicionado al comportamiento productivo por
la organización del trabajo, y fuera de la fábrica,
mantiene la misma piel y la misma cabeza.”
Christophe
Dejours
A medida que el sistema de producción coloniza
todos los sectores de la vida, el esclavo moderno,
no conforme con su servidumbre en el trabajo, sigue
desperdiciando su tiempo en las actividades de
esparcimiento y las vacaciones planificadas. Ningún
momento de su vida escapa al dominio del sistema.
Cada instante de su vida ha sido invadido. Es un
esclavo de tiempo completo.
Capítulo IX: la
medicina mercantil
“La medicina hace
morir más lentamente.”
Plutarco
La degradación generalizada de su medio
ambiente, del aire que respira, y de la comida que
consume; el stress de sus condiciones laborales y de
la totalidad de su vida social son el origen de las
nuevas enfermedades del esclavo moderno. Su
condición servil es una enfermedad para la cual no
existirá jamás ninguna medicina. Sólo la completa
liberación de la condición en la que se encuentra,
puede permitirle al esclavo moderno reponerse de su
sufrimiento.
La medicina occidental no conoce sino un remedio
contra los males que sufren los esclavos modernos:
la mutilación. Es a base de cirugías, de
antibióticos o de quimioterapia que se trata a los
pacientes de la medicina mercantil. Nunca se ataca
el origen del mal sino sus consecuencias, porque la
búsqueda de las causas nos conduciría
inevitablemente a la condenación implacable de la
organización social en su totalidad.
Así como el sistema actual ha convertido cada
elemento de nuestro mundo en una simple mercancía,
también ha hecho de nuestro cuerpo una mercancía, un
objeto de estudio y experimentación para los
seudo-sabios de la medicina mercantil y de la
biología molecular. Los amos del mundo ya están a
punto de patentar todo lo viviente. La secuencia
completa del ADN del genoma humano es el punto de
partida de una nueva estrategia puesta en marcha por
el poder. La decodificación genética no tiene otra
finalidad que la de ampliar considerablemente las
formas de dominación y de control.
Como tantas otras cosas, nuestro cuerpo ya no
nos pertenece.
Capitulo X: la
obediencia como segunda naturaleza
“A fuerza de
obedecer se obtienen reflejos de sumisión.”
Anónimo
Lo mejor de su vida se le escurre por los dedos,
pero él continúa porque tiene la costumbre de
obedecer desde siempre. La obediencia se ha
convertido en su segunda naturaleza. Obedece sin
saber por qué, simplemente porque sabe que tiene que
obedecer. Obedecer, producir y consumir, he ahí el
tríptico que domina su vida. Obedece a sus padres, a
sus profesores y a sus patrones, a sus propietarios
y a sus mercaderes. Obedece a la ley y a las fuerzas
del orden, obedece a todos los poderes porque no
sabe hacer otra cosa. No hay nada que lo asuste más
que la desobediencia, porque la desobediencia es el
riesgo, la aventura, el cambio. Así como el niño
entra en pánico apenas pierde de vista a sus padres,
el esclavo moderno se siente desorientado sin el
poder que lo ha creado. Por eso, continúa
obedeciendo.
El miedo ha hecho de nosotros unos esclavos y
nos mantiene en esa condición. Nos inclinamos ante
los amos del mundo; aceptamos esta vida de
humillaciones y de miseria, solamente por temor.
Sin embargo, nosotros disponemos de la fuerza
numérica frente a la minoría que gobierna. Su fuerza
no la obtienen de su policía sino de nuestro
consentimiento. Justificamos nuestra cobardía al
enfrentamiento legítimo contra las fuerzas que nos
oprimen con un discurso lleno de humanismo
moralizador. El rechazo a la violencia
revolucionaria está anclado en los espíritus de
aquellos que se oponen al sistema defendiendo unos
valores que el mismo sistema les ha enseñado.
Pero cuando se trata de conservar su hegemonía,
el poder no vacila nunca en utilizar la violencia.
Capitulo XI:
represión y vigilancia
“Bajo un gobierno
que aprisiona injustamente, el lugar del hombre
justo es también en prisión.”
Henry David
Thoreau, La Desobediencia Civil.
Sin embargo, existen algunos individuos que
escapan al control de las conciencias, pero están
bajo vigilancia. Todo acto de rebelión o de
resistencia es asimilado como una actividad desviada
o terrorista. La libertad no existe sino para
aquellos que defienden los imperativos mercantiles.
A partir de ahora, la verdadera oposición al sistema
dominante es totalmente clandestina. Contra esos
opositores, la represión es la regla vigente. Y el
silencio de la mayoría de los esclavos frente a esta
represión es justificada por el propósito mediático
y político de negar el conflicto que existe en la
sociedad real.
Capítulo XII: El
dinero
“Y aquello que
hicimos antes por el amor de Dios, lo hacemos ahora
por el amor al dinero, es decir, por amor a aquello
que da la sensación más elevada de poder y la buena
conciencia.”
Aurora,
Nietzsche
Como todos los seres oprimidos de la historia,
el esclavo moderno necesita de su mística y de su
dios para anestesiar el mal que le atormenta y el
sufrimiento que le agobia. Pero este nuevo dios, a
quien entregó su alma, no es más que la nada. Un
trozo de papel, un número que tiene sentido solo
porque todos han decidido dárselo. Es por este nuevo
dios que estudia, trabaja, riñe y se vende. Es por
este nuevo dios que ha abandonado sus valores y está
dispuesto a hacer lo que sea. Él cree que entre más
plata posea más se librará de la coacción que lo
sujeta. Como si la posesión fuera de la mano de la
libertad. La liberación es una ascesis que proviene
del dominio de sí mismo; un deseo y una voluntad de
actuar. Está en el ser y no en el tener. Pero hay
que decidirse a no servir ni obedecer más. Falta ser
capaz de romper con unos hábitos que nadie, al
parecer, osa poner en tela de juicio.
Capitulo XIII: No
hay alternativa a la organización social dominante
Acta est fabula
El juego terminó
Ahora bien, el esclavo moderno está convencido
de que no existe alternativa a la organización del
mundo presente. Se ha resignado a esta vida porque
piensa que no puede haber otra. Es ahí en donde
reside la fuerza de la dominación presente: hacer
creer que este sistema que ha colonizado toda la
superficie de la Tierra es el fin de la historia. Ha
convencido a la clase dominada que adaptarse a su
ideología equivale a adaptarse al mundo tal como es
y tal como ha sido siempre. Soñar con otro mundo se
ha convertido en un crimen condenado al unísono por
los medios y por todos los poderes. El criminal es
en realidad aquel que contribuye, consciente o no, a
la demencia de la organización social dominante. No
hay locura más grande que la del sistema presente.
Capítulo XIV: La
imagen
“Pero, sabed, oh
rey, que no adoraremos a tus dioses ni nos
arrodillaremos ante la imagen de oro.”
Antiguo
Testamento, Daniel 3 :18
Ante la devastación del mundo real, es necesario
para el sistema colonizar la conciencia de los
esclavos. Es por eso que el sistema dominante ha
decidido enfocarse en la disuasión que, desde la más
pequeña edad, cumple el papel preponderante en la
formación de los esclavos. Ellos deben olvidar su
condición servil, su prisión y su vida miserable.
Basta con ver esa muchedumbre hipnótica, conectada a
las pantallas que acompañan su vida cotidiana. Ellos
disfrazan su insatisfacción permanente con el
reflejo manipulado de una vida soñada, hecha de
dinero, de gloria y de aventura. Pero sus sueños son
tan lamentables como su vida miserable.
Hay imágenes para todo y para todos. Esas
imágenes llevan en sí el mensaje ideológico de la
sociedad moderna y sirven de instrumento de
unificación y de propaganda. Se multiplican a medida
que el hombre es despojado de su mundo y de su vida.
Es el niño el primer blanco de esas imágenes. Hay
que volverlos estúpidos y extirparles toda forma de
reflexión y de crítica. Todo ello se hace, claro
está, con la desconcertante complicidad de sus
padres, quienes han desistido ante el impacto de los
medios modernos de comunicación. Ellos mismos
compran todas las mercancías necesarias para la
esclavización de su progenie. Se desentienden de la
educación de sus hijos y se la dejan al sistema del
embrutecimiento y de la mediocridad.
Hay imágenes para todas las edades y para todas
las clases sociales. Los esclavos modernos confunden
esas imágenes con la cultura y, a veces, con el
arte. Se recurre constantemente a los instintos más
bajos para vender cualquier mercancía. Y es la
mujer, doblemente esclava en la sociedad presente,
la que paga el precio más alto.
Ella es presentada como simple objeto de consumo. La
rebelión ha sido también reducida a una imagen
desprovista de su potencial subversivo. La imagen
sigue siendo la forma de comunicación más directa y
más eficaz: crea modelos, embrutece a las masas, les
miente, les infunde frustraciones y les insufla la
ideología mercantil. Se trata, pues, una vez más y
como siempre, del mismo objetivo: vender, modelos de
vida o productos, comportamientos o mercancías,
vender no importa qué, pero vender.
Capitulo XV: El
entretenimiento
“La televisión
embrutece a los que la miran, no a los que la
hacen.”
Patrick Poivre
d’Arvor
Esos pobres hombres se divierten, pero ese
divertimiento no sirve más que para distraerlos del
auténtico mal que los acosa. Han dejado que hicieran
de su vida cualquier cosa y fingen sentirse
orgullosos de ello. Intentan lucir satisfechos pero
nadie les cree; ni ante al frío reflejo del espejo,
alcanzan a engañarse. Pierden su tiempo delante de
unos imbéciles que los hacen reír o cantar, soñar o
llorar.
A través del deporte mediático, se representa el
éxito y el fracaso, el esfuerzo y las victorias que
el esclavo moderno ha dejado de vivir en carne
propia. Su insatisfacción lo incita a vivir por
encargo frente a su aparato de televisión. Mientras
que los emperadores de la Antigua Roma compraban la
sumisión del pueblo con pan y circo, hoy en día, es
con divertimientos y consumo del vacío que se compra
el silencio de los esclavos.
Capitulo XVI: El
lenguaje
“Uno cree que
domina las palabras, pero son las palabras las que
lo dominan a uno.”
Alain Rey
El control de las conciencias es el resultado de
la utilización viciada del lenguaje por la clase
económica y socialmente dominante. Siendo el dueño
de todos los medios de comunicación, el poder
difunde la ideología mercantil a través de la
definición fija, parcial y amañada que le atribuye a
las palabras.
Las palabras son presentadas como si fueran
neutras y su definición como evidente. Controladas
por el poder, designan siempre una cosa muy distinta
a la vida real.
Es ante todo un lenguaje de la resignación y de
la impotencia, el lenguaje de la aceptación pasiva
de las cosas tal como son y tal como deben
permanecer. Las palabras actúan por cuenta de la
organización dominante de la vida y el hecho mismo
de utilizar el lenguaje del poder, nos condena a la
impotencia.
El problema del lenguaje es el punto esencial de
la lucha por la emancipación humana. No es una forma
de dominación que se añada a otra sino que es el
centro mismo del proyecto de sometimiento del
sistema mercantil totalitario.
Es a través de la reapropiación del lenguaje y,
por tanto, de la comunicación real entre las
personas, que surge de nuevo la posibilidad de un
cambio radical. Es en este sentido que el proyecto
revolucionario converge con el proyecto poético. En
la efervescencia popular, la palabra hablada es
re-aprendida y reinventada por extensos grupos. La
espontaneidad creativa se encuentra en cada uno y
nos une a todos.
Capitulo XVII: La
ilusión del voto y la democracia parlamentaria
“Votar es abdicar.”
Élisée Reclus
No obstante, los esclavos modernos se sienten
todavía ciudadanos. Creen votar y decidir libremente
quién conducirá sus asuntos, como si aún pudieran
elegir. Pero, cuando se trata de escoger la sociedad
en la que queremos vivir, ¿creen ustedes que existe
una diferencia fundamental, entre la
socialdemocracia y la derecha populista en Francia,
entre demócratas y republicanos en Estados Unidos y
entre laboristas y conservadores en el Reino Unido?
No existe ninguna oposición, puesto que los partidos
políticos dominantes están de acuerdo en lo
esencial: la conservación de la presente sociedad
mercantil. Ninguno de los partidos políticos que
pueden acceder al poder pone en entre dicho el dogma
del mercado. Y son esos mismos partidos los que, con
la complicidad mediática, acaparan las pantallas;
riñen por pequeños detalles con la esperanza de que
todo siga igual; se disputan por saber quién ocupara
los puestos que les ofrece el parlamentarismo
mercantil. Esas pobres querellas son difundidas por
todos los medios de comunicación con el fin de
ocultar un verdadero debate sobre la elección de la
sociedad en la que queremos vivir. La apariencia y
la futilidad dominan sobre el profundo
enfrentamiento de ideas. Todo esto no se parece en
nada, ni de lejos, a una democracia.
La democracia real se define en primer lugar y
ante todo por la participación masiva de los
ciudadanos en la gestión de los asuntos de la
ciudad. Es directa y participativa. Encuentra su
expresión más autentica en la asamblea popular y en
el dialogo permanente sobre la organización de la
vida en común. La forma representativa y
parlamentaria que usurpa el nombre de democracia
limita el poder de los ciudadanos al simple derecho
de votar; es decir, a nada. Escoger entre gris claro
y gris oscuro no es una elección verdadera. Las
sillas parlamentarias son ocupadas en su inmensa
mayoría por la clase económicamente dominante, ya
sea de derecha o de la pretendía izquierda social
demócrata.
No hay que conquistar el poder, hay que
destruirlo. Es tiránico por naturaleza, sea ejercido
por un rey, un dictador o un presidente electo. La
única diferencia en el caso de la “democracia”
parlamentaria es que los esclavos tienen la ilusión
de elegir ellos mismos al amo que deberán servir. El
voto los ha hecho cómplices de la tiranía que los
oprime. Ellos no son esclavos porque existen amos,
sino que los amos existen porque ellos han elegido
mantenerse esclavos.
Capitulo XVIII: El
sistema mercantil totalitario
“La naturaleza
no creó amos ni esclavos, yo no quiero dar ni
recibir leyes.”
Denis Diderot
El sistema dominante se define entonces por la
omnipresencia de su ideología mercantil. Ocupa a la
vez todos los espacios y todos los sectores de la
vida. No profesa más que: produce, vende, consume,
acumula. Ha reducido todas las relaciones humanas a
unas parcas relaciones mercantiles, y considera que
nuestro planeta es una simple mercancía. La función
que nos asigna es el trabajo servil. El único
derecho que reconoce es el derecho a la propiedad
privada. Al único dios que rinde culto es al dinero.
El monopolio de la apariencia es total. Solo
aparecen los hombres y los discursos favorables a la
ideología dominante. La crítica de este mundo se
ahoga en el mar mediático que determina qué está
bien y qué está mal, lo que se puede y lo que no se
puede ver.
Omnipresencia de la ideología, culto al dinero,
monopolio de la apariencia, partido único disfrazado
de pluralismo parlamentario, ausencia de una
oposición visible, represión en todas sus formas,
voluntad de transformar al hombre y al mundo: He ahí
la verdadera cara del totalitarismo moderno que
ellos llaman “democracia liberal”, pero que es hora
de llamar por su verdadero nombre: el sistema
mercantil totalitario.
El hombre, la sociedad y todo nuestro planeta
están al servicio de esta ideología. El sistema
mercantil totalitario ha logrado lo que ningún otro
totalitarismo había podido: ocupar cada resquicio
del planeta. Hoy en día, ninguna forma de exilio es
posible.
Capitulo XIX:
Perspectivas
A medida que la
opresión se expande por todos los sectores de la
vida, la rebelión toma el aspecto de una guerra
social. Los motines renacen y anuncian que la
revolución está por llegar.
La destrucción de la sociedad mercantil
totalitaria no es un asunto de opinión, es una
necesidad absoluta en un mundo que se sabe
condenado. Ya que el poder está en todas partes, es
por todas partes y por todo el tiempo que hay que
combatirlo.
La reinvención del lenguaje, el trastorno
permanente de la vida cotidiana, la desobediencia y
la resistencia son las palabras claves de la
rebelión contra el orden establecido. Pero para que
de esta rebelión surja una revolución hay que
encaminar las subjetividades a un frente común.
Es en la unidad de todas las fuerzas
revolucionarias que hay que obrar. Esta no se puede
conseguir más que siendo conscientes de nuestros
fracasos pasados: ni el reformismo estéril ni la
burocracia totalitaria pueden ser una solución para
nuestra inconformidad. Se trata de inventar nuevas
formas de organización y de lucha.
La autogestión en las empresas y la democracia
directa a escala comunal constituyen las bases de
esta nueva organización que debe ser anti-jerárquica,
tanto en la forma como en el contenido.
Al poder no hay que conquistarlo, hay que
destruirlo.
Capitulo XX: Epílogo
“Caballeros, el
tiempo de la vida es muy corto…
Si vivimos, vivimos para hollar cabezas de reyes.”
William
Shakespeare