¡Mueren 12 000… y no
es noticia!
SI cuatro
edificios se derrumbaran, cuatro torres gemelas, por
ejemplo, repletas de niños y niñas, con el trágico
saldo de 12 mil muertos, supongo que a nadie se le
ocurriría discutir que esa terrible noticia
encabezase todos los informativos, todas las
portadas.
Nadie,
en ninguna redacción o estudio de radio o
televisión, objetaría que la noticia de esas doce
mil niñas y niños muertos acaparase titulares y
columnas, opiniones y reportajes, fotografías y
testimonios.
Nadie que
tuviera voz pública dejaría pasar la oportunidad de
referirse a tan dramático suceso abogando por que
nunca volviera a repetirse semejante desgracia.
Si un
terremoto sacudiera a un país o un tsunami
irrumpiera de improviso en una playa y provocara la
muerte de doce mil niños y niñas, nadie osaría
pretender en un medio de comunicación que tan
dolorosa catástrofe cediera el principal espacio a
un partido de fútbol, por ejemplo, o a la enfermedad
de una popular tonadillera. No habría jefe político
o religioso en el mundo que no mostrara su
consternación por lo sucedido, ni gobierno u
organismo de ayuda humanitaria que no movilizara sus
recursos.
Si una banda
terrorista secuestrara a 12 mil niñas y niños y
diera un plazo de 24 horas amenazando con ejecutar a
sus rehenes de no ser satisfechas sus demandas, no
habría plaza en el mundo que no se llenara de manos
blancas exigiendo la liberación de los condenados,
no habría ciudadano indiferente a la suerte que
pudieran correr esos doce mil niños y niñas.
Pues bien,
todos los días, cuando nos levantamos, ya han muerto
en el mundo 12 mil niños y niñas. No del tsunami que
no hubo ayer, de la torre que tampoco se cayó o de
la banda terrorista que ya no es, esos 12 mil niños
y niñas han muerto de hambre, de simple y maldita
hambre. Y el hambre y sus miserables consecuencias
no son noticias.
Cansaría a la
audiencia —dice el director del medio— un fijo
titular a ocho columnas, todos los días, en el que
la única variable fuese la cifra, cada día más alta.
Por ello no
hay medio que a esos doce mil muertos les dedique un
breve titular, una triste crónica, acaso una reseña
en la sección de “Mundo insólito”.
Tampoco hay
oportunidad de conmemorar aniversarios porque todos
los días se reeditan los muertos y sus causas, y no
habría día que no fuera, a la vez, tragedia y
aniversario de la misma desgracia.
Doce mil niñas
y niños muertos entre el desayuno y la cena, entre
el periódico de la mañana y el informativo de la
noche.
Y hablamos
sólo del hambre. Hay otros muchos edificios que se
caen todos los días por causas parecidas. Tsunamis
de enfermedades para quienes no puedan adquirir las
correspondientes vacunas, terremotos que derrumban
escuelas y parques infantiles, bandas terroristas
que lucran con la explotación laboral infantil, con
la prostitución de niños y niñas.
Y hablamos
sólo de la infancia.
Pero no
aparece una sola plaza que se llene de manos blancas
para condenar un crimen que no por repetido deja de
ser crimen, ni un medio de comunicación que dé
cobertura a semejantes atentados, que interrumpa sus
emisiones para dar entrada, “en vivo y en directo”,
a una conexión de última hora, “en el mismo lugar de
la noticia”, a un corresponsal que corrija el número
de muertos y desaparecidos, que entreviste a los
vecinos, antes de devolver la conexión a los
estudios y dar paso a otra tanda de comerciales.
El informe es
de Naciones Unidas. “Cada siete segundos muere un
niño de hambre”. Alrededor de 12 mil al día.
La prensa necesitaría varias
ediciones especiales o agregar 60 páginas más por
cada número, para informar someramente de sus
nombres, que los hay, de sus rostros, que los
tienen, de las familias rotas por el dolor y la
impotencia, de esos 12 mil cadáveres que no tienen
dolientes ni titulares, que carecen de historia,
para los que nadie organiza misas de aniversario y
homenajes. Esos doce mil pequeños muertos de todos
los días a manos de un canalla orden económico que
se nos vende como progreso, que tiene en las leyes
que lo amparan la solidez de su impune edificio y
que aterroriza a través de sus bandas monetarias el
depuesto gobierno de la vida.
http://www.granma.cu/espanol/2006/julio/lun3/27noticia.html
http://www.granma.cu/index.html
|