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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo |
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio.
Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar. |
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Crítica de la razón podemita |
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Las reflexiones que siguen no tienen -de ningún
modo- el sentido de una recusación completa
del partido político Podemos. Si es una crítica,
ha de ser entendida como un intento de análisis
de lo que ha fallado en él para que haya
venido, con el tiempo, a caer en un proceso de
problematización interna autodestructivo.
Realizar una crítica no es necesariamente
desautorizar los aspectos positivos que pertenecen
a lo criticado. En las críticas que Kant
hizo a la razón no perseguía desmembrarla,
descalificar o incapacitar a la razón humana;
por el contrario, intentaba esclarecer y fortalecer
las potencias inherentes a la razón, para
lo cual era necesario conocer qué ingredientes
(facultades) la componen, cómo se articulan
entre sí y cuáles son sus límites
en virtud de todo ello. De modo análogo,
procuraré simplemente analizar los ingredientes
(ideológicos) de Podemos, cómo se
articulan y qué limites encuentra en tal
articulación. A
mi juicio, el devenir de Podemos ha ido contra
sí mismo. Comenzó haciendo acopio
de ilusión de mucha gente, muchísima;
comenzó elevando en la escena española
nobles ideales surgidos del 15M; pero se encuentra
ahora en una fase en la que mucha gente se siente
desilusionada con lo que hace y propone, y asimismo
en una fase en la que sus ideales están
siendo puestos en tela de juicio por doquier.
¿Qué
estructura interna posee este proceso? He llamado autofagia [1] a un tipo de devenir, propio
de nuestro presente occidental en virtud del cual
un proceso se devora a sí mismo. Y ello
no a causa de agentes externos, sino por la dinamica
inmanente misma a tal proceso. Creciendo, decrece.
Pues bien, presentaré tres rostros o variantes
de esta autofagia en Podemos. Pero antes, me gustaría
describir los "ingredientes"
(ideológicos) de la razón podemita,
tal y como yo lo veo y lo he ido confirmando a
través de varios años.
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1.
Ingredientes ideológicos de Podemos y su
relación
De
modo conciso, los ingredientes ideológicos
de Podemos son fundamentalmente tres. A mi juicio,
cada uno de ellos posee su valor independiente (que
no voy a discutir aquí). Lo que interesa
es la reunión de los tres, que transforma
a cada uno de ellos y los convierte en otra cosa.
La tríada es mayor que la suma de sus tres
componentes.
1.1.
Populismo
El primer componente es el
populismo y su referente clave Laclau. El populismo
(y ya se han escrito algunos libros sobre ello en
España) posee muchos rasgos. Pero bastará
con subrayar dos que son esenciales.
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a)
Poder soberano como receptor de demandas
muy diversas
El populismo suele
surgir en una situación de crisis.
En una crisis de la democracia y en una
situación en la que el neoliberalismo
se expande es lógico que el malestar
y la indignación del pueblo (o
de la ciudadanía, como se quiera)
se extienda también y que abarque
a diversos estratos o "clases"
sociales. Por tanto, primer rasgo a destacar:
el populismo tiene que incorporar en su
concepción de la soberanía
la cuestión del malestar y, así,
de las "demandas" que provienen
de diversos ámbitos sociales en
un abanico muy amplio. Y tiene que incorporar
a esa concepción de soberanía
la idea de que el "poder soberano"
se comporta fundamentalmente como "receptor"
de esas demandas. Como regueros de agua
en tiempos de lluvia y vendaval, las "demandas"
discurren por una multiplicidad de cauces
y conducen el caudal a una riada más
voluminosa, donde quedan reunidas las
aguas y emparentadas. El "poder soberano"
ha de hacerse cargo de esta riada general
-transversalidad, en términos políticos-
y procurar que llegue a su destino: al
Gobierno.
b) Elemento
afectivo del nexo social y carácter
carismático del liderazgo
Estamos
hablando de malestar. Las demandas se
forjan sobre un suelo común de
malestar. Aquí viene el componente
"emocional". El populismo, y
es lógico, no puede simplemente
dar cauce a las demandas mediante fríos
y rectos "principios"; va de
suyo que, al mismo tiempo y de manera
muy especial, acoja las emociones vinculadas
a las demandas. Esto es fundamental: no
se trata de encauzar sólo un "grupo
de intereses", sino, más allá,
de ofrecer una canalización a un
"plexo emocional". Este elemento
necesita un liderazgo sensible y capaz
de incorporar inteligencia emotiva. Un
líder así es, necesariamente,
"carismático". "Carisma"
viene del griego kharízesthai,
"agradar", "hacer favores".
El líder ha de "hacer favores",
en el sentido de hacerse cargo de las
demandas afectivas; y tiene que "agradar",
al recogerlas y ofrecerles una forma simbólica
que entusiasme a todas las diferencias
más allá de ellas. El líder
carismático, por un lado, se debe
a las demandas; las modela, pues y por
otro lado, como un artista, imprimiéndole
símbolos en los que se reconozcan
todos los diferentes entre sí.
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1.2.
Comprensión del inconsciente y de las emociones
de tipo lacaniano
De
modo también conciso. Es obvio que un pueblo
reunido por demandas cuya síntesis es inseparable
de lazos emocionales, tenga que disponer de una
concepción del inconsciente colectivo y del
mundo emocional humano. Sin esto, ¿cómo
podría el liderazgo interpretar adecuadamente
la pluralidad de demandas (con su carga afectiva)
y vincularlas? ¿Cómo podría
el pueblo reconocerse en un espejo ideológico,
si éste no tuviese un componente "psico-político"?
El primer elemento, el populismo, hace necesario
al segundo.
align="justify">Ha
de ser esta teoría del psiquismo congruente
(al menos) con los dos postulados mencionados del
populismo (que hemos seleccionado como centrales).
Por eso, el freudismo de sesgo lacaniano ha triunfado.
Destaquemos de la teoría de Lacan dos elementos
que la hacen congruente en este contexto.
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a)
Flujos de sentido o deseo
De acuerdo con Lacan,
el psiquismo posee la forma de una estructura
(tiene un origen estructuralista del que
no puede prescindir). Es una estructura
porque posee elementos fijos, supraculturales
y suprahistóricos, aunque sus contenidos
cambien cultural e históricamente
(lo Real, lo Simbólico, lo Imaginario).
Pero no nos metamos tan a fondo, que perderíamos
el hilo. La estructura... ¿qué
contiene? Contiene "significantes".
Un significante, en el estructuralismo,
es el portador de un sentido. Por ejemplo,
un cuadro es un significante que porta
el sentido (artístico, en este
caso), o una palabra es un significante
(que porta un sentido (lingüístico,
en este caso). Los significantes del psiquismo,
en el mundo lacaniano, y para simplificar,
portan deseos (hay una diferencia entre
"deseo" y "goce",
pero introducirnos en esto nos desviaría
de la cuestión central aquí).
El
deseo es un flujo. ¿En qué
sentido? Veamos, vamos al estructuralismo
en general. Vaya usted a un diccionario
de español. El diccionario entero
es la estructura, metafóricamente
hablando. Cada palabra es un significante.
Busque el significado de una palabra y
verá que tal significado lo conduce
a otras palabras; estas otras palabras
lo conducirán, en su significación,
a otras y éstas a otras y así
sucesivamente. El significado, pues, no
está "quieto", por decirlo
así. Difiere respecto a sí
mismo, es decir, es el estar lanzado
o diferido de un signo a otro. "Flujo"
quizás no sea el término
más preciso en el lenguaje de Lacan,
pero nos puede servir para entender esto.
Tal y como en el caso del diccionario
del ejemplo, el deseo no es algo "fijo"
y "eterno", sino que fluye en
la estructura.
b) La "falta"
como receptora y organizadora de los flujos
de deseo
Pero
¿qué pasa con la estructura
entera? Una paradoja. La estructura, ella
misma, no es un "significante".
¿Dónde está entonces,
si lo que constituye al psiquismo es,
estrictamente hablando, un conjunto de
significantes? La estructura está
"presente" en cuanto "ausente".
Quiere decir que, como no es un significante,
está, existe -claro-, pero no en
la forma de signficante: está como
el todo que no puede "ser visto",
"ser objetivado". Pero está.
Está como un fondo. Y ese fondo
no es "trascendente", fuera
de las relaciones entre significantes.
Es inmanente (sólo puede estar en tales relaciones). Está,
entonces, presente en todas las relaciones
de deseo, pero no está como algo
concreto, sino como un todo que se sustrae
en cada una de sus presentaciones. A esto
le llama Lacan "falta". La falta
es, utilizando de nuevo la metáfora,
la riada (invisible) a la que van a dar
todos las relaciones de deseo como regueros.
Paradójicamente, los recoge y es
la que los sostiene en su relación.
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Hasta
ahora los elementos mencionados encajan, ¿verdad?
Hay una analogía entre las "demandas"
en el populismo y los "deseos" en el
psiquismo lacaniano. Y hay una fuerte analogía
entre el "líder" populista y
la "falta" del inconsciente en este
esquema, el lacaniano. Vamos al tercer ingrediente
de la tríada.
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1.3.
Marxismo gramsciano
De
modo también conciso. El marxismo no tiene
un cuerpo doctrinal saturado. Significa esto que
afirmar "soy marxista" implica prácticamente
no decir nada. Y eso porque el marxismo es muy rico
en sus variantes. Están, al menos, el marxismo
clásico (Marx y Engels), el marxismo heterodoxo
(Karl Korsch, G. Lukács) -en el que se basó
la Escula de Frankfurt, transformándolo y
rebasándolo- el marxismo leninista, el estalinista,
el marxismo estructuralista (Althusser), el marxismo
actual de Toni Negri (que asume gran parte de los
postulados postestructuralistas, de Foucault y Deleuze,
fundamentalmente)... Está también
el marxismo de Gramsci. Este es el que ha triunfado
en la ideología de Podemos. ¿Por qué?
Porque es congruente con los dos elementos anteriores:
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a)
Introducción del elemento "cultural"
en la noción de "clase social"
Para el marxismo clásico
una "clase social" tiene (a) un
lugar en las relaciones de producción
y (b) una "ideología".
La ideología es el conjunto de valores,
ideas, convicciones, etc. que rigen la concepción
de las cosas. La ideología, para
el marxismo clásico, NO pertenece
a la "infraestructura". La infraestructura
es lo que mueve a una sociedad desde la
profundidad y se compone de dos elementos:
(a) los "medios de producción"
(unos más artesanales y aislados
en la edad feudal, por ejemplo, otros ya
plenamente industriales y comerciales en
el capitalismo) y (b) las "relaciones
de producción", que son las
relaciones sociales que vienen "determinadas"
por los "medios de producción".
En su totalidad, la "infraestructura"
genera una "superestructura" en
superficie, que es la ideología.
Cambia la infraestructura, cambia la superestructura.
Pues
bien, Gramsci, entre otras cosas, introduce
un cambio. Se puede comprender -a mi juicio-
ajustadamente, si decimos que introduce
parte o gran parte de la ideología
(que antes era supra-estructural) en la
"infraestructura". Quiere decir
esto que lo que mueve, desde la profundidad,
a una sociedad no son sólo sus "medios
de producción" y las "relaciones
sociales de producción", sino
también la mayoría de los
elementos "ideológicos".
Lo ideológico no es simple expresión
(pasiva) de la infraestructura, sino que
forja rumbos y transforma las cosas (es
activa). Por ejemplo, el poder, la clase
dominante, emplea medios de comunicación
para verter ideología. De este modo,
hace de la ideología un factor de
cambio invisible. Esto es, hablando en general,
la "cultura" en términos
gramscianos.
Pues
bien, la cultura, que es activa, tiene entonces
que ser tomada muy en cuenta como elemento
de transformación. Y la cultura posee
en su interior una multiplicidad diferencial.
Hay que extraer de ella lo "transversal"
que une.
b) Soberanía como "hegemonía"
política y cultural
De
este primer elemento se deriva otro importante.
Para el marxismo clásico, la clase
oprimida ha de tomar el poder, en cuanto
tal clase. Ahora se añade que, para
tomar el poder, el liderazgo del partido
ha de recoger también (y fundamentalmente)
lo "cultural-ideológico",
hacerse "receptor" suyo y, dado
esto por supuesto, elevarlo al poder. De
ese modo una comprensión de las cosas
se hace "hegemónica".
Es obvio que estos dos elementos destacados
del marxismo gramsciano encajan con los
anteriores dos elementos. Es congruente
con ellos.
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- Encaje
de los tres "ingredientes"
No
pretendo aquí -insisto- enjuiciar, sino analizar.
No enjuicio, pues, ninguno de estos tres elementos.
Me limito a analizar la relación entre ellos.
Porque en la relación dejan de ser "tal
cual" y son en virtud de la relación
misma.
El
elemento populista se cruza con el marxista lacaniano.
Las "demandas" han de ser recogidas por
un receptor, el elemento de liderazgo. Este elemento
de liderazgo ha de funcionar como funciona la "falta"
en Lacan. Ha de estar presente en cuanto ausente.
Ha de representar y organizar a la totalidad de
demandas en sus relaciones, pero él mismo
no puede ser un elemento de esas relaciones. Tiene
que "sustraerse", invisibilizarse, actuar
sólo como receptor que organiza demandas,
estar en todos los lugares y en ninguno.
Estos
elementos, populista y lacaniano, se cruzan, a su
vez, con el marxista-gramsciano. Las demandas que
organiza el liderazgo han de ser no sólo
afectivas, lo cual ya está en el populismo,
claro, pero ahora toma un color determinado. La
ideología unida a las demandas tiene que
ser considerada como "cultural". Las demandas,
se entiende, son plexos mixtos: cultural-emocionales.
Y ahora, la función receptiva del liderazgo
debe hacerse muy activa: ha de elevar el "flujo
de deseos / mundos micrológicos culturales
/ demandas" a "hegemonía política".
Ha de entrar en escena política enérgicamente,
es decir, tomando el poder (acuérdense ustedes
de esa frase tan repetida en Podemos: "hay
que tomar el cielo por asalto").
En
general, los tres elementos se influyen recíprocamente
y se refuerzan, dan cada uno de ellos un sello especial
a los otros. El elemento gramsciano implica que
la toma de poder utilice la ideología: si
se toma el poder, es necesario que la cultura subyugada
se haga valer, luego hay que expandirla en medios
de comunicación y como sea. Para eso ya le
da el elemento populista una herramienta clave:
las pasiones; hay que "tocar fibra" en
el corazón de la gente si la "cultura
hegemónica" debe abrirse paso. El elemento
lacaniano juega entonces su papel fundamental. Es
el que responde a las preguntas: ¿cómo
se hace esto, cómo se apela a las pasiones?
Porque no se va a apelar así como así,
hay que tener una teoría del psiquismo colectivo,
de cómo funciona. Hay que decirle al pueblo
qué es puramente imaginario, cuál
es el lugar de la "falta" en la que convergen
los deseos, etc...
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2. Procesos de autofagia en Podemos
Hemos
dicho que queríamos analizar el proceso auto-fagico
del devenir de Podemos. Y que un proceso de autofagia
es inmanente, que es un curso de acción (creativo,
hay que añadir, y auto-organizado, auto-generador)
que, en su propio discurrir, se devora a sí
mismo (anula su potencia creadora, hay que añadir,
su potencia auto-organizativa, su potencia auto-generadora).
Ofreceré
tres formas de autofagia tal y como las interpreto.
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a)
Autofagia del liderazgo. Liderazgo "pasivo" versus liderazgo "activo"
Por un lado, merced
sobre todo a los elementos populista y lacaniano,
el liderazgo ha de ser "pasivo".
No quiere decir esto que "no haga nada".
Quiere decir que su esencial cometido es
el de recoger demandas afectivas y representarlas,
ya está. Esto implica una concepción
"carencial" de la soberanía.
La soberanía no tiene, ella misma,
una "dirección ideológica
determinada y precisa": su dirección
ideológica no puede consistir en
"producir, desde ella misma, una ideología".
Ha de carecer de ideología "determinante"
y limitarse a ser "receptáculo"
que luego lleva lo recibido y lo defiende.
Punto.
Por
otro lado, el elemento gramsciano pide un
liderazgo fuerte, muy activo (y, de ese
modo, gerador de una soberanía no
meramente "carencial"). Pues ha
de hacer hegemónica, ni más
ni menos, a toda una "forma de cultura"
a través de todos los medios a su
alcance, salvo los violentos.
Como
los dos elementos van juntos, de la mano,
forman una contradicción. Al principio
encajan, pero conforme va avanzando el tiempo
va saliendo a flote la aporía interna.
En el devenir del tiempo, estos elementos
se hacen ya claramente visibles y se enfrentan
entre sí. Al enfrentarse, ya no funcionan
como aliados (como al principio), sino como
enemigos. Ergo un proceso auto-organizado
y auto-creativo se devora a sí mismo
y acaba auto-destruyéndose desde
dentro.
Esto
puede ser comprobado en las luchas en torno
a si la opción Iglesias o la opción
Errejón. El problema está
en que ninguna de las opciones, a mi juicio,
tiene futuro. Venza la que venza, la contradicción
está a la base de la tríada
ideológica de Podemos (y lacanianamente,
podría decirse, en el inconsciente).
La que venza será tachada, a la larga,
de altanera, de "activa" por la
dimensión "pasiva-receptora".
En
particular, este proceso autofágico
afecta al "pueblo" de una manera
auto-destructiva. El pueblo, por el elemento
"activo", quiere un líder
fuerte y que haga cosas. El pueblo, por
el elemento "pasivo" quiere un
líder que se limite a escuchar las
demandas y a defenderlas. Es decir, el pueblo
quiere y no quiere, al mismo tiempo, un
líder. Porque es imposible que un
líder, llegado al Parlamento, sea
simplemente pasivo. Se encuentra con problemas
más generales y tiene que tomar decisiones.
Y porque es imposible que un líder
sea simplemente activo; tiene que no dejarse
tentar por la desvinculación respecto
a las bases, tiene que seguir escuchando.
En tales circunstancias, salga quien salga
en el partido como líder (uno más
escorado a la dimensión pasiva, otro
más escorado a la activa), será
objeto de un "quiero y no quiero al
mismo tiempo".
b) Autofagia de la demanda. Inclusión versus exclusión
de demandas
Por
un lado, la tríada ideológica
de Podemos que se ha descrito está
comprometida, por su propio sentido interno,
a hacerse cargo de todas las demandas.
Por
otro lado, esto es imposible. No hay "transversalidad"
universal, como no hay una "razón
universal que gobierne todo". Lo que
hay en la esfera social es una multitud
de diferencias irreductibles, en último
término, a una generalización.
¿Qué pasa si yo mismo, tengo
una "demanda" que no encaja con
la generalizable? ¿Es que no soy
yo "pueblo"?
Siempre,
por tanto, la inclusión de demandas
implicará exclusión de demandas.
La única salida que le queda a esta
aporía es, entonces, realizar una
"transversalidad" muy pero que
muy genérica y dúctil, tan
genérica que tendría que reducirse
a tres o cuatro tópicos (a la larga).
Y aun así, sería una transversalidad
que se impone como LA Transversalidad. ¿Y
qué pasa con eso? Pues que lo transversalmente
reunido pierde su "singularidad":
es "subsumido" bajo una regla,
como un "caso", y su "singularidad"
queda injustamente eliminada.
Se
quiere, según ello, hacerse cargo
del "pueblo". Pero, al realizar
una transversalidad tan genérica
se convierte al pueblo en algo que ha perdido
sus relieves y sus singularidades, es decir,
se lo convierte en una masa. Así
que el grupo líder se encuentra,
de raíz, en una aporía: "quiere
y no quiere al mismo tiempo" algo así
como "pueblo" (en vez de masa).
Y, por su parte, el pueblo se encuentra,
de raíz, en una aporía: "se
quiere a sí mismo y no se quiere
a sí mismo como pueblo (en vez de
masa)".
Ergo
un proceso autogenerador y autocreativo,
con el tiempo va devorándose. Al
principio de la crisis es muy fácil
reunir demandas. Todo el mundo está
impactado, todos estamos afectados por los
mismos golpes, repentinos y brutales, por
parte del Estado y todos vemos con ilusión
que nos veamos "juntos" (después
de tantos años "sin mirarnos
a la cara". Justificada así
la ilusión. Y si algún extranjero
no lo entiende es porque no ha estado aquí.
Ahora bien, conforme va avanzando el tiempo
ese "juntos" descubre su negatividad
inherente e ineludible, es decir, que para
ser "juntos" tienen que perder
su "singularidad", sometiéndose
a una transversalidad tan genérica
que allana y convierte en masa a todo lo
que toma en sí (a largo plazo).
c) Autofagia de la cultura. Cultura versus ideología
Por
un lado, al introducirlo en la infraestructura,
lo ideológico se convierte en "cultura",
que ha de ser defendida y llevada a lugar
hegemónico.
Por
otro lado, la "cultura", así
entendida, sigue siendo reducida a "ideología"
¿Por qué? Porque no se trata
de tomar por "cultura" cualquier
cosa, sino precisamente la forma de ver
el mundo de aquellos que presentan demandas,
que son los que realmente constituyen al
"pueblo vivo" y "presente".
Una "demanda" social, en una crisis
política y económica, siempre
será una demanda muy cargada ideológicamente.
Lo que se demanda, por ejemplo, no es "¡que
no haya más recortes!". Eso
está interpretado: ¿Cómo
se hace para que no haya más recortes?
Al final habrá que repartir presupuesto,
¿no? Habrá que llegar a especificar,
no sólo lo que se pretende, sino
el "cómo" se hace lo que
se pretende. Y ahí lo presuntamente
cultural resulta que se desvela ideológico,
pues depende de qué visión
se tenga del Estado, de sus funciones, de
si se quiere un estado de bienestar así
o de otra manera, de cómo ha de funcionar
la economía... mil cosas más
de este tipo.
Ergo
un proceso auto-generador y auto-creativo
encuentra una aporía en sí
que provoca su contra-generación
y su contra-autocreación. Se quieren
dos cosas contradictorias al mismo tiempo:
elevar la cultura, sobre la que se basa
el mundo de la vida de un pueblo, por un
lado, y limitarla ideológicamente,
por otro.
Más
claro. Una "cultura" no es una
"ideología". A lo sumo,
contiene "ideologías",
como el mar contiene corrientes marinas.
Pero contiene muchísimas cosas más:
valores morales o éticos, una visión
de lo que tomamos por "realidad",
un modus vivendi (forma de vida),
un modus operandi (modo de operar,
de actuar), concepciones acerca de cosas
como "progreso", "historia",
"tradición"...., tomas
de posición respecto a lo "importante"
(escala de valores, jerarquía de
valores), preguntas informulables que abren
el campo de juego de preguntas formulables,
etc. etc. ¡Un sinfín de elementos!
¿Y
qué pasa con la cultura así
concebida? Que es "indisponible".
A ella pertenecemos todos y cada uno. Pero
ella es cualitativamente mayor que la suma
de individualidades. Cada uno influye en
la cultura, cada uno es agente de la cultura.
Pero la cultura se mueve más allá
de la mera suma aritmética. Se mueve
como un todo de fuerzas, deseos, anhelos,
posiciones, valoraciones... entreverados
y auto-organizándose creativamente
más allá de cada voluntad
consciente individual. La cultura, dicho
de otro modo, no es un conjunto de "hechos"
(este hábito, descriptible así;
esta tradición, descriptible así)
objetivos que se suman. Una cultura es un
"acontecer". Su textura es la
del "acontecimiento": ocurre que
se mueve desde sí misma. Posee no
sólo autonomía (en
cuanto todo más allá de los
individuos) sino también heautonomía:
se auto-organiza desde sí.
Seguramente,
es a esta concepción de "cultura"
a la que apuntaba el 15M. Y seguramente
Podemos ha tomado "en espíritu"
ese tipo de cultura. Ahora bien, la degrada
en pura ideología y cae en aporía.
Por lo que he dicho -porque reduce cultura
a ideología- "quiere y no quiere"
arraigarse en la cultura. Autofagia.
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Por
lo demás, este triángulo tiene su
forma de auto-inmunización.
En efecto, para ello cuenta
con un ingrediente fundamental del marxismo. El
marxismo clásico había dividido
la filosofía, y el pensamiento en general,
en dos grupos: (1) El acertado (que es el de la
filosofía o pensamiento marxista); (2)
El resto de filosofías o tipos de pensamiento,
que son desacertados y sumisos respecto al poder,
"burgueses". Así que ante un
marxista completamente puro y ortodoxo es imposible
discutir: si lo que dices va en contra, entonces
no vale a priori, eres un "burgués"
y, sin darte cuenta, estás apoyando al
poder establecido. A esto lo llama K. Popper "ser
infalsable": no hay modo de encontrar un
caso en el que la teoría pudiera revelarse
como falsa.
Pero, en fin, el marxismo es un movimiento y van
cambiando algunos postulados. Eso cambió
mucho en el marxismo heterodoxo, por ejemplo.
Pero vayamos al asunto. En Gramsci hay un resto
todavía de esa escisión entre Verdad
y Falsedad. Se trata de la teoría del intelectual.
Hay, según ello, dos tipos de intelecutales.
Uno: el "intelectual orgánico";
este intelectual está comprometido con
el mundo social y colabora con el partido político.
Dos: todos los otros, que forman parte de lo que
llama "intelectual tradicional", supuestamente
un intelectual que no se vincula a ningún
partido político y que, por "ir a
su aire", se descompromete y es un burgués.
Seguramente el que escribe esto es, de acuerdo
con este principio, un burgués, un descomprometido
y un siervo del poder establecido. Que uno no
está de acuerdo en tal cosa, pues se te
dice que eres un intelectual tradicional y ya
estás fuera de juego a priori.
Eso, que conste, no me ha pasado con toda la gente
de Podemos, porque hay en ellos una tendencia
al "sentido común", pero también
ha habido muchas ocasiones en las que, por opinar
de forma diferente, algunos militantes de Podemos
han venido a decir simplemente que soy un tipo
de intelectual destinado a desaparecer. Este principio
es un dogma al que no se le presta la suficiente
atención y que funciona ciegamente, asumido
sin reflexión.
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3. Propuesta en positivo para Podemos
¿Qué
tendría que hacer Podemos ante esta autofagia?
¿Desaparecer? ¡No necesariamente! ¿Por
qué? Estamos en democracia, tenemos libertad
para pensar y se pueden transformar las cosas. Se
trata de que transforme sus supuestos y cómo
los ha relacionado en esa tríada autofágica
que hemos comentado.
1.
Mi propuesta fundamental, pues, para Podemos es
que se haga consciente de este proceso autófago.
2.
Que reconsidere, en función de esta comprensión
de su proceso autófago, tanto los elementos
que introduce en esa tríada de su ideología,
como la relación entre ellos.
3. Que elimine esa teoría del intelectual
(tradicional versus orgánico) y
se atreva a escuchar a cualquier crítico,
sea así o sea asá. Y que lo escuche,
no como quien escucha moscas a su alrededor, sino
con la firme intención de pensar bien lo
que se le dice y cambiar si lo que se le dice tiene
visos de claridad y racionalidad.
4.
Personalmente (muy personalmente) yo eliminaría
varias cosas y pondría otras. Eliminaría,
al menos, lo siguiente.
Eliminaría el elemento "populista",
porque tuvo su sentido en el inicio de los movimientos
de protesta, pero luego corre el riesgo de provocar
lo contrario de lo que quiere. O bien, afinaría
mucho el populismo, de forma, no sé cómo,
que se protegiese de los peligros (aporías)
que contiene y he descrito.
Eliminaría elementos gramscianos. El marxismo
es un movimiento, no una escuela. Se puede eliminar
ese elemento de "hegemonía cultural",
que es engañoso. Porque si se va a quitar
a una forma de poder que transmite "ideología"
por los medios de comunicación y otros a
su alcance por otra forma de gobierno que necesita
propaganda para su propia ideología... apañados
vamos. Se puede recurrir a otros pensadores del
marxismo, que hay muchos. En particular, Lukács
me cae mejor. Ese marxismo heterodoxo tenía
esta idea clave: lo "ideológico"
es aquello que se desarraiga del todo social y empieza
a funcionar, él solito, de forma autónoma.
Como, por ejemplo, que la autonomía de la
universidad se transforme de autonomía en
autarquía desarraigada de lo social. O que
mi actividad, sea la que sea, pierda la noción
de que forma parte de un mundo público y
se autonomice y le de igual todo. Es un ejemplo.
En general, aconsejaría tener en cuenta el
carácter flexible del marxismo, reinterpretarlo
creativamente sin ceñirse a un modelo dado,
incrustarle nuevos elementos. Y ello de tal modo
que, si es necesario, el marxismo se cruce con otras
filosofías, que la izquierda no tiene por
qué estar exclusivamente interpretada por
el marxismo.
Exigiría al mundo lacaniano que saliese de
su conservadurismo. Lacán fue, quizás,
genial interpretando y expandiendo al freudismo,
pero no fue un dios, como lo tienen algunos. En
particular, Lacán no ofrece una teoría
del inconsciente colectivo. Ofrece una teoría
del inconsciente del individuo y lo hace colectivo
sólo bajo el supuesto de que se repite de
forma idéntica (sus elementos y modos generales
de funcionar) en todos los individuos. No tiene
en cuenta que una cultura es mayor que la suma de
los individuos y, por eso, su concepción
del psiquismo no vale para la cultura en su globlalidad.
Pero ese escollo lo pueden salvar los pensadores
de esa misma línea, convirtiéndose
en creadores de una nueva forma de considerar al
psiquismo y dejando de ser meros escolásticos.
No es necesario que maten a Lacan como fuente doctrinal
maleable y trascendible, pero sí que "maten
al padre".
5.
Pondría, fundamentalmente, una cosa: una
noción de cultura de verdad, amplia y profunda.
Cultura como lo he descrito y, por tanto, como nervadura
no construible, no domeñable, no susceptible
de dirección desde un "general"
(y ni siquiera por el pueblo, porque el pueblo pertenece
a la cultura y no al revés). Cultura como
acontecimiento indisponible que hay que cuidar para
que sus procesos auto-generativos y auto-creativos
no sean determinados "desde fuera" de
ella, a golpe de comando, sino desde sí misma.
Cultura como Physis o natura naturans (sabiendo que es como una "segunda naturaleza"),
siempre viva, siempre "salvaje" (no domesticable),
siempre manantial de creación y de auto-renovación
alteradora de los pueblos.
Con
esa concepción de "cultura", por
lo demás, va de suyo que los problemas políticos
hoy ya no pueden limitarse a los "caseros"
(este, "mi recorte"; esta, "mi"
falta de representación democrática).
Esos problemas son de necesaria atención.
Pero la "cultura", así comprendida,
apela a una Gran Política, encaminada
a auscultar y transformar el espíritu entero
de nuestra civilización occidental, que es
la que manda en el fondo en todas partes y la que
determina lo que un gobierno preciso del país
tal o cual pueda o no hacer.
align="justify">Al
menos, eso interpreté yo como anhelo en el
brillo de los jóvenes que se reunieron, como
en ágora, en las plazas de tantas ciudades
españolas, en aquel momento de posición
interrogante, de pensamiento en estado naciente,
de esperanza en una humanidad (entera) diferente.
[1] "Autofagia".
He llamado así (en El ocaso de Occidente,
Barcelona, Herder, 2015) al agente patógeno
fundamental de nuestra cultura (como modo de ser
y visión del mundo) de nuestra civilización
occidental en el presente. La cultura se genera
a sí misma, es auto-poiética, auto-organización
creativa y tendente a la expansión en riqueza
y potencia. Una génesis autógafa es
aquella en la que, en su dinamismo inmanente, devora
paradójicamente sus potencias. Tal es el
significado. Esta no es producida por anomalías
respecto a un estado supuesto de salud o normalidad.
La enfermedad es el proceso aporético por
el cual la vida, por mor de su propio movimiento,
desfallece y se vuelve contra sí misma. Es
autófaga y no autoinmune, pues no tiene su
causa en la revuelta de sus defensas contra sí
misma (la cultura no tiene un exterior y no se defiende
de ningún agente patógeno), como algunos
hoy sostienen. Su causa reside en una vuelta contra-genética
de sus propias fuerzas dinamizadoras. Siendo la
génesis autófaga el agente de la enfermedad
occidental, da lugar a multitud de patologías
de civilización en superficie, es decir,
a procesos, también autófagos, por
los cuales la comunidad occidental, en su dimensión
socio-política y considerada de modo supra-individual
(como un conjunto mayor que la suma de sus partes),
ciega su crecimiento cualitativo en el mismo acto
en que lo propulsa. La enfermedad de Occidente,
así considerada, tiene como condición
su crisis, que comprendemos como agenesia, incapacidad
para engendrar o crear.
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