Web Analytics
 
Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

Blog. Inicio

Macropolítica y micropolítica: política de las causas y política de la génesis
03 / 06 /2017

 

A menudo se encuentra uno con una perspectiva excesivamente simplista en la crítica política. Se analizan los sucesos o acontecimientos sociales sólo desde una óptica exógena, alejada de esa comprensión endógena que podría ofrecer una comprensión de la textura interna de lo que ocurre. Tales análisis suelen vincular lo que acaece, directa y horizontalmente, con Causas (con mayúscula) objetivables, que coinciden con Entidades (con mayúscula) del Poder (también con mayúscula). Se echa de menos el estudio de un vínculo vertical entre lo que ocurre y su génesis en el subsuelo cultural (siendo éste visión del mundo, modus operandi y modus vivendi de un pueblo (con minúscula).

1. La diferencia entre "causa" y "génesis"

La causalidad y la génesis son cosas distintas. La primera enlaza una causa englobante A con un efecto englobante B. Por ejemplo, el Poder Eclesiástico y la Semana Santa (se emplea aquí este ejemplo sin intención alguna de carácter religioso, sino por azar, por la sencilla razón de que hace poco tiempo transcurrió en este lugar sureño de Andalucía el conocido ritual de las "procesiones", dentro de esa última semana de la cuaresma que la iglesia católica dedica a recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesús). Se trata ahí, en ese tipo de análisis, de reducir el fenómeno al que se llama "Semana Santa", en su totalidad, a la condición de un efecto, causado por el Poder de la Iglesia en el ámbito público. En este plano de análisis las opiniones son fácilmente derivables (e incluso previsibles). El creyente estará conforme con esa ley causal y, probablemente, se limite a matizar que tal "Poder" (el de la Iglesia) no es constrictivo, arguyendo que, en realidad, se trata de un "influjo positivo" que viene "demandado" previamente por la "fe", una fe que, a su juicio, anida en el pueblo mismo. El propenso a una ácida crítica de esta tradición estará conforme también con el diagnóstico de esa ley causal y calificará a tal "Poder" en términos de "derecha"/"izquierda" y de "arriba"/"abajo". Dirá, probablemente, que la "Semana Santa" es una tradición que se sostiene aún debido al imperio de la "derecha", aliada de la Iglesia y actuante desde una "altura" (la de la gobernanza) hacia "abajo", es decir, hacia el pueblo, engatusándolo y controlándolo mediante la sujeción a una tradición. El que escribe no tiene especial predilección por esta tradición. Pero considera que es un buen ejemplo para ilustrar la diferencia entre macro y micro-política, habida cuenta de la polémica que ha causado en España (opiniones enfrentadas, pero nunca de visión estereoscópica, de unidad micro y macro).

Pues bien, tal análisis parece simplista, venga de un lado, venga del opuesto. Evita tal análisis, en efecto, el estudio de la génesis, que es otra cosa. Preguntar por la génesis de un fenómeno, como decimos, no es interrogar sobre las Causas. Consiste en dirigirse a investigar el modo en que algo "llega a ser" desde sí mismo, desde su fondo. Tomando como referencia el ejemplo, consiste en interrogarse, más o menos, de este modo: ¿Cómo llega un pueblo, el andaluz en este caso, a "reconocerse" a sí mismo en los rituales de Semana Santa? ¿Cuál es el proceso por el que se "ajusta" a esos rituales? Pues ocurre que el pueblo no es sólo agente pasivo (como si sólo obedeciera prescripciones externas, sino también agente activo, en la medida en que posee, desde sí, motivaciones que generan su actitud, aunque tal actitud fuese la de la obediencia). Pues bien, podríamos decir que el estudio de las causas es un estudio macrológico o macro-político, mientras que el de la génesis es micrológico o micropolítico.

La necesidad de realizar un análisis simultáneamente macro y micrológico del mundo social ha sido reivindicada por M. Foucault. G. Deleuze continúa esta senda de un modo deslumbrante. Esta doble mirada o mirada estereoscópica exigida a la crítica socio-política posee una potencia que hoy no es aprovechada lo suficiente (y decir esto no implica comprometerse con la totalidad del pensamiento deleuzeano). Se hará aquí, querido lector, un resumen muy sintético de esta doble mirada y, a continuación, una aplicación, seguiendo el ejemplo de estudio al que se ha hecho alusión. El que escribe no enjuicia este fenómeno (el de la Semana Santa). Simplemente, insistimos, se lo toma como un ejemplo que nos parece muy apropiado para esclarecer el nexo entre micro y macro-política.

2. La diferencia entre macro y micropolítica (recurriendo a G. Deleuze)

 

El problema aparece, sobre todo, en Mil Mesetas.

Gesticule. Mueva un brazo. En ese movimiento hay dos dimensiones imbricadas. Macrológicamente, se trata del movimiento que se puede observar, medir, dibujar o describir geométricamente. Micrológicamente, se trata del conjunto de "intensidades" o "fuerzas" que dinamizan invisiblemente el movimiento: si es realizado, por ejemplo, para llamar la atención de un amigo al que no se ha visto desde hace mucho tiempo y que está alejado, envuelto en una multitud, es un enmarañado conjunto de relaciones intensivas, como las de "deseo de encuentro", "ansiedad por si el otro no recibe la llamada en forma de gesto", "incomodidad por no poder acercarse al amigo más rápidamente, debido a que media un grupo muy apiñado de personas", "expectativa de recordar viejos tiempos", etc... ¡Una ingente cantidad de intensidades relacionadas entre sí! Bien, basta ahora percatarse de que la dimensión micrológica no es "externa" respecto a la macrológica: es inmanente a ella, pues todas esas intensidades están realmente incorporadas al movimiento del brazo, otorgándole una forma determinada, un estilo concreto y preciso.

Traslademos esto al conjunto de lo que llamamos "sociedad". La dimensión micrológica (invisible pero activa) es un conjunto de intensidades que surgen de los individuos y que se cruzan o enlazan entre sí: deseos, expectativas, filias, fobias, valoraciones o estimaciones en curso, propensiones, hábitos... Esta dimensión micrológica es llamada por Deleuze "dimensión molecular". Y es pre-individual. Esto es importante. En efecto, aunque haya "sujetos con intencionalidad", lo que surge de ellos, este conjunto de intensidades, constituye un haz de relaciones recíprocamente afectantes; y resulta que tal conjunto es mayor que la suma de sus partes, pues cada uno puede afectar a conciencia e intencionadamente, pero nadie puede controlar los efectos lejanos de esa afección. La dimensión molecular, pues, escapa, tomada como un todo, a la suma de voluntades individuales. Posee su propio dinamismo, que es, entonces, pre-subjetivo. La dimensión macrológica, por su parte, es el modo en que la anterior, la micrológica, adopta una forma visible y tangible: instituciones, agrupaciones, poderes diversos, legislaciones, normas de convivencia (explícitas o implícitas), etc. A esta dimensión la llama Deleuze "dimensión molar".

Ambas dimensiones son inseparables. Son haz y envés, o bien dos caras heterogéneas de una misma moneda. La molecular in-siste o sub-siste como un entramado intensivo de afecciones recíprocas. La molar es la encarnación representable de la molecular. Es central, en este punto, destacar que, siendo caras de una misma moneda, entran en contradicción o litigio. Y ello por la siguiente razón. La dimensión molecular posee un carácter DIFERENCIAL. Las intensidades se relacionan por su diferencia. Es más, es la diferencia entre ellas la que conecta y lleva a cabo la relación. Este tipo de relación tiene la forma de una "síntesis disyuntiva". El conjunto es un entramado de síntesis disyuntivas. Tal entramado es un "rizoma" y el modo en que un rizoma se auto-organiza es de carácter caosmótico. Hemos intentado aclarar, en este mismo blog, estos conceptos. En cambio, la dimensión molar posee un carácter OPOSICIONAL. En ella la diferencia es disuelta y se sustituye por la oposición rígida entre puntos de vista que son, a priori, contrarios entre sí. Si, siguiendo el ejemplo anterior, levanto un brazo para llamar la atención de un amigo que contemplo en la lejanía, los mil impulsos invisibles del mundo molecular se tejen y destejen, entran en relaciones y hacen en ellas un complejo enjambre. Pero hacia fuera el movimiento es, ineludiblemente, contemplado en términos binarios: o consigue llamar la atención del amigo, o no lo consigue. Lo oposicional-binario pertenece al ámbito de lo representable. En lo representable social o político lo justo y lo injusto, lo conforme y lo impertinente... todas estas parejas oposicionales se reparten el espectáculo de lo que sucede. Pero en profundidad no ocurre así. En la profundidad invisible se mueve un enmarañado caosmos de tendencias vinculadas y en movimiento.

3. Ejemplo. Perspectiva sobre la Semana Santa andaluza en Rafael Cansinos Assens

La tradición de la Semana Santa andaluza es ancestral. Todo el mundo posee el imaginario habitual en su cabeza: imágenes de Jesucristo y de la Virgen María llevadas a hombros por aguerridos devotos y una colectividad que sigue a ese "paseo" extraño por la ciudad.

En el nivel molar, en el nivel macro-político, se han manifestado este año dos posiciones polares (A y no A de modo exacto, siendo cada una la inversión de la otra). No nos detendremos en explicitarlas en sus casos particulares. Baste decir que tienen la forma siguiente:
A: La Semana Santa es signo del dominio de la Iglesia en una sociedad que es laica. Constituye un "opio para el pueblo". Debe ser extirpada.
No A: La Semana Santa es una tradición y debe ser conservada. Expresa la religiosidad de un pueblo.

A y No A son OPUESTOS. No hay en esa oposición ningún tipo de consideración a la dimensión micro-política. Quiere decir esto que no están hablando más que de una "imagen externa", exógena, respecto a lo que juzgan. Como hemos dicho, el que escribe no desea posicionarse de ningún modo. Sólo quiere mostrar que tales posiciones son abstractas y que podrían convertirse en posiciones más atinadas, más finas y delicadas, si echaran un vistazo a la dimensión molecular o micro-política. Esta otra dimensión es interpretable, no es "objetiva", necesita siempre un estudio hermenéutico. En cualquier caso, si se realizase conjuntamente, A y No A se verían obligados a perfilar mejor sus opiniones. A y No A seguirían siendo opuestas tras esta otra mirada. Y ello es ineludible. Ahora bien, resulta que serían empujadas a darse a sí mismas una forma más inteligente.

No vamos a realizar un análisis desde nosotros mismos de la dimensión molecular. Simplemente ofrecemos al lector un ejemplo. Rafael Cansinos Assens, un escritor español que no se distinguía precisamente por ser "de derechas", interpreta este fenómeno en La copla andaluza (Granada, 1985). He aquí, literalmente, algunas de sus magníficas calas en el asunto:

"¿Habremos de creer que el alma popular de Andalucía es ya de por sí tan refinada que nada nuevo puede añadirle la aristocracia del arte, tan ligera y sutil que el arte la grava con una carga que la agobia? ¿O será fuerza creer que esa poesía andaluza es una herencia de razas extinguidas o sofocadas -de árabes, de judíos...- cuya voz, contenida por una cultura extraña y por un miedo y un pudor, sólo encuentra su timbre en los momentos de la inconsciencia pasional, cuando se eleva con un paradójico deseo -puesto que grita- y la ilusión de no ser escuchada, pronta a callarse en cuanto logra un auditorio? (...) ¿Qué misterio de desencanto y de desconfianza altiva hay en esta esquivez andaluza? (...) ¿Qué drama de todo un pueblo se expresa en esta cuita de amor, qué drama de todo el pueblo que sólo salvó la guitarra del desastre en que perdió el salterio y el salmo, las aras y los dioses?" (pp. 48-49).

"La experiencia histórica parece haberse convertido en la experiencia individual de estas gentes, que, según ha dicho un poeta de la tierra, Manuel Machado, 'Todo lo ganaron y todo lo perdieron'; gentes que fueron sucesivamente fenicias, griegas, hebreas, árabes, hispanas, y que ahora llevan el nombre de sus invasores, los vándalos; de estas gentes que adoraron tantos dioses distintos, y vieron sucederse tantos imperios efímeros, y que, finalmente, han quedado, a fuerza de persecuciones y violencias, unidas en el culto exterior de la Cruz, pero con nostalgias de ídolos y de medias lunas. El andaluz está hecho a perder; pero conserva, sin embargo, el gusto a perder, la pasión de la pérdida, como un jugador de buena ley" (p. 54).

"El drama de la mujer caída es el drama andaluz por excelencia, al lado de ese otro drama del hombre delincuente, aunque mejor sería decir sencillamente el drama del amor, pues para el amor vive Andalucía y de él se derivan todas sus fatalidades (...) El hombre malo hace caer a la mujer buena en los burdeles; la mujer mala empuja al hombre a la prisión y al patíbulo. Entonces ambos lloran sus cuitas en la compañía aborrecible o en la soledad, y se absuelven, culpándose uno a otro o invocando el destino. Víctimas del amor, siéntense inocentes y piden la canonización en el arte" (p. 68).

"De igual modo que la mujer caída es una Magdalena, el hombre caído es un Buen Ladrón del Evangelio, y podría ser un santo por la fuerza de la contrición. El hampa andaluza está llena de sentido místico porque está llena de sentido trágico, y admite en su estilización literaria el paralelismo con la alegoría religiosa. El hombre andaluz es un hombre lanzado a los caminos por un impulso pasional (...) despojando a los ricos para socorrer a los pobres. En ocasiones viene a ser una suerte de Redentor delictuoso, un hombre de corazón, que suplanta por el león al cordero en la heráldica evangélica y que se inmola a su modo por los oprimidos, desafiando a la Ley soberana; en todo caso, un hombre de fatalidad" (p. 69).

"En los cuadros de Romero de Torres, la mujer caída, la Magdalena andaluza, tiene la enérgica belleza de un Cristo dispuesto a aguantar todas las lanzadas y los azotes, las profanaciones todas de los sayones del amor, más aquella suprema que no sufrió el Hijo del Hombre. El artista trata a estas tristezas de la carne con una reverencia de pinceles que les confiere dignidades de imágenes sacras" (78)

"Los sentimientos difusos e individuales del alma andaluza han hallado una expresión colectiva en ese credo católico que tanto trabajo le costó al principio aceptar; ese credo, importado a golpe de espada por los conquistadores, ha sido al fin el suyo, y en la teología católica ha llegado a ver expresados el pueblo andaluz sus más caros misterios. Del Nazareno y la Dolorosa ha hecho las personificaciones visibles de su propia tragedia, y en ellos ha visto su propio dolor enaltecido en apoteosis. (...) El pueblo andaluz irrumpe en esos tesoros místicos y se los apropia para sus fines. Hace de ese drama el drama de la Mujer y el Hombre y les da a esos símbolos un sentido profano y vital. La mujer no es la Madre divina del Evangelio, ni el hombre el Nazareno divino: son el hombre y la muer que aman y pecan y sufren pasión por las pasiones (p. 62). Y ellos parecen decir al Nazareno que la hermosura, el valor, el amor mismo son incompatibles con la santidad, y que es preciso aguardar a los otoños de la vida para que florezcan los lirios morados de la contrición. Ese pueblo andaluz, tan vivo, tan sensible, tan penetrante, no concibe la santidad sino como una deficiencia y una atonía. Refuerza el sentido a la parábola de las vírgenes locas, y exalta, no a las que mantienen encendida la lámpara hasta la llegada del esposo, sino a las que, impacientes y ávidas, se lanzan con ella a los caminos. Esos hombres y esas mujeres no quieren salvarse por los méritos de la pasión de Cristo y de su Madre, sino por los de su propia pasión. Quieren ser santos por el martirio de su carne y de su alma. Y [en los rituales de Semana Santa] surgen las Magdalenas y los bandidos buenos, esas formas de las santidades pecadoras" (pp. 63-64).


Lo importante no está en si el que observa e interpreta conductas de su pueblo, Rafael Cansinos, lleva o no razón. Lo importante no radica en si ha interpretado adecuadamente. Lo importante reside en que se ha situado en el orden pre-representativo, pre-fáctico. Se hunde en lo invisible y, con ello, ofrece una visión que puede ser utilizada para una micro-política. Independientemente de que se esté de acuerdo con él o no, obliga a la macro-política a hacerse más inteligente, menos burda en sus opiniones.

El encierro en la cápsula de lo macro-político olvida y arruina la riqueza de lo micropolítico. Hace proliferar opiniones banales y faltas de sentido, absurdas por abstractas. Micro y macro-política deberían ser dos caras de una misma moneda, siendo puestas siempre una junto a la otra.