¿Qué
ocurre con "Greta", el fenómeno que ha generado Thunberg?
Greta atrae y
convence, levanta pasiones. Greta no atrae y no convence, levanta
pasiones contrarias. ¿Esto qué es?
"Greta"
no designa a una activista "auténtica"; tampoco
a todo lo contrario: a una ilusión de activismo tras el
cual se ocultarían intereses, gestos equivocados, intenciones
distorsionadas o cualquier otra instancia desacreditadora. No
designa ni a una ni a otra. Y no lo hace porque "Greta"
no designa a una persona; designa, más bien, al lugar de
un "acontecimiento impersonal". Es el acontecimiento
en el que la totalidad de una sociedad, opinando y operando respecto
a la Greta-persona, se refleja a sí misma. El acontecimiento
"Greta" cualifica, no a la persona Greta, sino a la
comunidad que pronuncia ese nombre.
Es, dando esto
por supuesto, el acontecimiento de una contradicción auto-destructiva
o de una paradoja perversa. El acontecimiento de la contradicción
entre el impulso al cambio real del mundo, por un lado, y la necesidad
de no cambiar nada, por otro. Es esa contradicción general,
pero especificada en la forma concreta de una contradicción
entre el impulso, por un lado, a descoyuntar el rumbo que conduce
a la destrucción del planeta y, la absoluta necesidad,
por otro lado y en sentido inverso, de que ese deseo transformador
no tenga lugar. De que no tenga lugar, porque ello -la posibilidad
fehaciente e inminente de que tuviera lugar- significaría
que el ser humano se reconoce inserto en una lucha que no es imaginaria,
en una lucha en la que se juega lo que él es, en una lucha
en la que pone en obra la prueba efectiva de su propio "ser".
Tal posibilidad de auto-transfiguración y de transfiguración
del mundo verdaderamente reales es temida por el ser humano actual
como teme un alma piadosa al diablo.
Es asunto de
una investigación compleja el de averiguar a fondo de dónde
surge ese pavor, y eso no se puede despachar en unos párrafos.
En cualquier caso, un buen observador constata con el tiempo que
el "terror a lo real" forma parte de nuestra época
y que determina que todos los procesos humanos tendentes a la
regeneración de las cosas mismas terminen adoptando la
forma de una "ficcionalización del mundo". La
ficcionalización del mundo es, precisamente, la ilusión
según la cual se está en movimiento, pues el movimiento,
el devenir, es toda una obra de prestidigitación del imaginario
colectivo presente. La sociedad actual se agita con una intensidad
febril, se desasosiega sin pausa en un ajetreo de conmociones
continuas. Pero tal agitación, tal desasosegante trasiego
de la sociedad, tiene un sentido del que es preciso tomar buena
nota, pues es escurridizo y tiende a resbalar de las manos tan
pronto se toma en ellas: el sentido de ocultar la pétrea
inmovilidad en la que se encuentra.
Una inmovilidad,
una detención del devenir, del tiempo, del decurso de la
vida, es insoportable para cualquier ser humano. Es insoportable
porque el ser humano es excéntrico, siempre una extradición
respecto a lo que lo fija y lo paraliza. El ser humano es, en
un alto y noble sentido, un "ser errático", un
ser que está lanzado desde sí hacia su "fuera
de sí", hacia una exterioridad capaz de autotrascenderlo
creativamente, de enriquecerlo al coste de alterarlo. Y bien,
es debido a que resulta para él insoportable ahogar esa
heroica y hermosa gesta de su erraticidad autoalterante por lo
que se ahorra la angustia moviéndose concéntricamente,
simulando, pues, el movimiento que transforma de hecho. Arruina
así su movimiento ex-céntrico, sometiéndolo
a uno vertiginoso pero con-céntrico; deforma su erraticidad
auto-generativa, que pone siempre rumbo al franqueamiento de lo
posible, y la rebaja a la abyecta forma de un "andar sin
rumbo": de "errático" pasa a ser "errabundo".
La ficcionalización del mundo es ese autoengaño
esencial por el cual un individuo, un grupo, una entera colectividad,
fingen su movimiento de devenir a través de una multitud
de procesos, al mismo tiempo que no devienen nada. O, mejor: al
mismo tiempo que devienen una "nada"; la ficcionalización
del mundo es el carácter subjetivo de la organización
objetiva del vacío.
"Greta"
no es, en efecto, una persona. Es el lugar de este acontecimiento
central en nuestra época. No importa si la persona Greta
es así o asá. Poner cerrilmente la mirada exclusivamente
en esa existencia singular es evadir el problema. Y los seres
humanos somos tentados continuamente a este error, a considerar,
bien lo concreto singular, bien lo universal abstracto. No, "Greta"
no designa una persona; es un universal singular; designa
al acontecimiento por el cual una sociedad se ve atenazada continuamente
en la paradoja de anhelar transformar el mundo y de tener que
simular hacerlo. Es esa síntesis de opuestos. Y, como tal,
ese acontecimiento es, al mismo tiempo, su contra-acontecimiento:
haz y envés de lo mismo.
Acontecimiento
que es su propio contra-acontecimiento. Porque la enfermedad de
Occidente tiene este nombre: "génesis autófaga",
generación que se devora a sí misma en su propio
proceder. El acontecimiento/contra-acontecimiento "Greta",
entonces, es la expresión de la impotencia para crear-se,
para alterar-se, "agenesia", y se repite de mil maneras:
cuando los seres humanos de esta época quieren y no quieren,
al unísono, transformar sus procesos educativos, sus sistemas
de distribución de la riqueza, sus métodos de cuidado
del otro, sus formas de relacionarse con el extranjero y con todo
lo extraño...
El acontecimiento
autófágo "Greta" es un virtual que se
efectúa o realiza en una miríada de ficcionalizaciones,
de "procesos-y-contra-procesos", en los que se cifran
las miserias e iniquidades de esta sociedad, sociedad estacionaria,
detenida en su propio zarandeo. Es, mirado psicológicamente,
el acontecimiento de la hipocresía esencial de la colectividad
presente, su huida de lo real hacia un reino de fantasmagoría,
de ficcionalización presuntuosa persistente.
Tan persistente
y tan esencial que integra en él a este mismo gesto crítico,
este que aquí se cumple y sella, en estos melancólicos
párrafos que quisieran transformar algo y que, casi con
toda seguridad, sólo cumplen la función de engañar
y consolar al que los escribe y firma.
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