Dice,
en una entrevista, Lypovetsky,
esa cabeza huera de La era del vacío, ese teórico
del vacío contemporáneo con análisis
tan vacíos como el objeto de sus estudios (de ahí
que se le aúpe como "filósofo de la liviandad
actual" y se esté, realmente, describiéndolo
a él mismo, como ejemplo de intelectual que se limita a
propalar verdades de Perogrullo y liviandades), en fin, dice el
que critica nuestra época como "ligera" y "acomodaticia",
diece Lypovetsky que la tecnología es lo único que
puede hacer frente al problema del cambio climático."Creo
que es una utopía pensar que podemos pararlo cambiando
nuestros hábitos", afirma sin atisbo de resignación.
Está convencido de que la tecnología es la única
esperanza."Creo -nos dice el profundo y alabado intelectual
de las superficialidades- que es una utopía pensar que
podemos parar el desastre ecológico cambiando nuestros
hábitos". "Es una ilusión creer que vamos
a ver cambios en nuestro modo de vida motivados por la virtud".
Hablábamos
del poder y el acontecimiento ¿Qué "acontecimiento"
tiene lugar en medio de todas las invocaciones a la tecnología
futura como último recurso contra el desastre ecológico
al que nos aproximamos? Uno lee esas cosas y se le cae el alma
al suelo.
No
se trata de dirigir la mirada precisamente a los "hechos".
Si hablamos de hechos, hay que decir que la inercia de las fuerzas
ciegas que articulan interiormente al neoliberalismo y al capitalismo
son enormes. Sí, es un hecho.
Hay
que decir, también, que enfrentarse a ellas mediante la
voluntad y la decisión de un gran número de individuos
en rebeldía, de una multitud en cólera, por así
decirlo, ocasionaría un tránsito doloroso a otro
modo de organización económica y política,
pues lo que muere, muere mantando, ya se sabe. Sí, es un
hecho.
Remitirse
a "hechos" significa saber que el avance tecnológico
será capaz, en un futuro más o menos próximo
y en un contexto en el que se perciban grandes riesgos para la
supervivencia, generar intervenciones que suturen artificialmente
las heridas a la naturaleza. Sí, es un hecho.
Todo
eso son "hechos". Los hechos tienen su propio régimen
de comprobación, de ratificación, de prueba. Y ese
conjunto de hechos parece dibujar un camino "efectivamente"
venidero. Es un hecho. Pero
en el cruce de todos esos hechos se trama una historia de la comunidad,
se forja un "modo de ser", quizás, de una civilización.
Y eso ya no es ningún hecho. Emerge en el cruce de los
hechos, por supuesto, pero no es una mera "suma de hechos",
sino la inteligibilidad de su reunión, lo pensable respecto
al todo y mayor que la suma de sus partes. El acontecimiento designa
a lo que sucede "cualitativamente" en el intersticio
de los hechos.
Y
eso que "sucede", en la invocación a una salida
por la vía de una intervención tecnológica
futura, es, por un lado, el mantenimiento del movimiento capitalista
y neoliberal como algo intocable, el arrodillarse a su inercia
inmanente (sí, es un acontecimiento), y, por otro, abandonarse
a los designios de otra inercia ciega, que es la de la enorme
expansión de lo tecnológico como hábitat
humano (sí, es un acontecimiento).
Los
hechos dibujan inercias de una colectividad. El acontecimiento
es el ser de esa colectividad en una situación en la que
se abandona a tales inercias. Y está claro. Ese abandono
es el acontecimiento de un servilismo. El acontecimiento reside
en el servilismo asombroso de la colectividad a las fuerzas demoníacas
que ha desatado y que se vuelven contra ella. De otro modo: el
servilismo, él mismo, es una causa del devenir de esta
colectividad cuando enarbola ese "sentido común"
tan inocente en apariencia que consiste en esperar a que la tecnología
arregle las cosas. El servilismo no es un efecto de esa posibilidad.
Es la causa que hace emerger esa posibilidad.
Mire
usted a los hechos y no encontrará algo así como
el "servilismo". Porque el "servilismo" ni
se ve, ni se huele, ni se escucha, ni se paladea, ni se toca.
Es un acontecimiento. Ahora bien, no es una nada, un fenómeno
abstracto o un recurso místico de mentes poco apegadas
a la practicidad del mundo. El servilismo es absolutamente real
y provoca muchos más efectos que los hechos, precisamente
porque genera conjuntos de hechos, plexos de facticidades, formaciones
complejas de positividades. Es una causa incorporal.
A
este respecto, hay que decir que un camarero "sin estudios"
o un albañil jubilado (si no se lo estuviera devorando
el alzheimer) tienen más claridad para "captar"
el acontecimiento que las alambicadas mentes así llamadas
"intelectuales". Porque viven realmente en un mundo
esclavo y servil y lo sufren. Ellos saben bien que el servilismo
de toda una sociedad es una causa incorporal que genera su cárcel
y, por eso, tienen claridad acerca de qué tipo de hechos
puede generar el acontecimiento del servilismo.
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