Web Analytics
 
Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

Blog. Inicio

El poder como "incorporal-material"
30 / 09 / 2019


El poder, obviamente, remite a las instituciones y, en especial, al Estado, como institución de instituciones. Pero el poder no proviene de las instituciones, como si éstas fuesen "agentes". Creer en las instituciones como origen del poder equivale a un pensamiento mágico que busca espíritus en todas partes. La mayoría de los debates políticos se mueven en este espacio de pensamiento mágico. A todos los niveles, en lo micro y en lo macro, se aborda el tema como si el poder consistiese en introducirse en instituciones y en convertirlas en origen, en causa primera. Foucault lo aclara con inteligencia:

"Al analizar las relaciones de poder desde el punto de vista de las instituciones se sigue en condiciones de buscar la explicación y el origen de las primeras en las segundas, o sea, finalmente, explicar el poder por el poder. Esto no es negar la importancia de las instituciones en el establecimiento de las relaciones de poder. Por el contrario, sugiero que uno debe analizar las instituciones desde el punto de vista de las relaciones de poder, antes que a la inversa, y que el punto de anclaje fundamental de las relaciones, aun si están corporizadas y cristalizadas en una institución, debe encontrarse fuera de la institución".

El poder conforma toda la esfera de relaciones sociales. No es una "instancia" (gobierno, institución). Es un "modo de operar" articulado en mil formas entrecruzadas en una sociedad. Pero pensar así el poder no significa pensar "cosas" (de nuevo: instituciones); tampoco "personas" (que el poder surja de las personas es otra creencia propia del pensamiento mítico). Pensar el poder es pensar "fuerzas" y "relaciones de fuerza". Ahora bien, las fuerzas "acontecen", es decir, "devienen", "tienen lugar". Pensar el poder es pensar, no "instancias de poder", "personas" y "estructuras", sino conglomerados de fuerzas-acontecimiento que se relacionan de modo complejo. Y pensar el "tipo", el "modo", de esa compleja relación de fuerzas-acontecimiento" es, por supuesto, pensar sus materializaciones institucionales y personales, pero sólo como un medio hacia la comprensión de las fuerzas que entran en juego y que, en su entretejimiento, con-forman el espacio de lo que "acontece". Lo que acontece es paradójico: no es corporal, es un incorporal, aunque siempre materializado en instituciones, personas y procesos. Es un incorporal-material. Pero los debates, las opiniones, las "grandes discusiones", se quedan, la mayoría de las veces hoy, en materialidades. No liban acontecimientos.

Estamos en un positivismo político. Los que detestan escuchar el término "acontecimiento" y lo vinculan con un supuesto pensamiento "abstracto" o "místico" que "no toca la realidad" son unos fanáticos de las cosas, de los hechos y de las reyertas entre personas. Intentando ser "empiristas", "prácticos", "concretos" (y similares), permanecen en el pensamiento mítico. Y, de un modo contrario a lo que dicen una y otra vez hasta el hastío, los acontecimientos son la realidad más tangible y visible, la que más se toca y se ve. Pero no con con las manos del cuerpo o los ojos de la cara, que están para otras cosas, sino con las manos y los ojos del pensamiento o, si me permiten la expresión (metafórica), con los del alma.