Se podría distinguir entre la pandemia del coronavirus, como suceso natural (biológico)
y la vivencia colectiva de la pandemia. En este segundo sentido utilizo la expresión fenómeno del coronavirus. En el artículo que comparto, publicado en la revista Psicoanalítica (de edición veracruzana), intento mostrar que el fenómeno coronavirus es, ante todo, el de una experiencia que nos permite conocer el mundo presente, nuestra vida social actual. Pues los problemas que aparecen en tal experiencia no son específicos de una situación meramente sanitaria. Expresan el modo de ser de la colectividad en su más profundo estrato.
¿Qué es posible vislumbrar a través del fenómeno coronavirus? A mi juicio, que no tenemos comunidad y, por tanto, tampoco un mundo compartido. Lo que se muestra en la multitud de posiciones y puntos de vista generados por la pandemia es la incapacidad de la comunidad presente para articularse diferencialmente, para conformar un todo conectivo y con sentido. La relación entre los miembros de nuestra supuesta comunidad se rige por una lógica oposicional: por la creación de una identidad propia a través de la negación del otro. Esta lógica oposicional es la clave del resentimiento nihilista. Si hoy hay un espacio de vida es sólo en el ámbito privado, al cual somos expulsados constantemente. El espacio público es una mera ilusión: carecemos de él, es una ausencia, una nada. En ello reside nuestro devenir más actual, ya engendrado desde antes de la pandemia. El fenómeno coronavirus anuncia una muerte, pero no es física. Anuncia el peligro más oscuro que nos acecha, el de la pérdida de una comunidad habitable y de un mundo compartible. Es la existencia en hueco lo que se nos revela como muerte más señalada. El sentido más oculto de lo que nos ocurre a través del fenómeno coronavirus es este desenmascaramiento de nuestro profundo nihilismo. Acceder al artículo completo.
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