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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo |
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio.
Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar. |
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No sería
extraño que, ante el intempestivo y salvaje temporal
que en estas fechas sacude la península ibérica, surgiese una
explicación de tipo confabulatorio. Es imaginable que
surgirían dos tendencias.
La primera, de tipo idealista y solipsista, afirmaría
que las nevadas y su séquito de consecuencias son solo
una idea, una idea en la mente del magullado ciudadano, inducida
por los medios de comunicación de masas. Los gobiernos
de las naciones más desarrolladas, según esta
teoría, estarían induciendo en la población
una sensación de catástrofe, con el fin de mantener
el poder y de afianzar un capitalismo dirigido desde arriba.
Una segunda tendencia discurriría por el cauce realista.
La borrasca sería completamente real. El gobierno,
a través de conciliábulos y reuniones clandestinas,
habría canalizado tecnologías punta, de origen
chino o estadounidense, dirigidas a provocar artificialmente
la bajada de temperaturas y a la generación de condiciones
invernales, con el fin de sumar perfil y fuerza al confinamiento
por conoravirus, que está siendo minado por acciones
presuntamente revolucionarias de los que piden libertad (para
sí mismos, en exclusiva).
Parece de broma, pero uno se espera ya algo así, a
la vista de que la vanidad de la humanidad presente sólo
puede representarse fenómenos cuyas causas sean humanas.
Es el episodio psicótico de una comunidad narcisista
que se resiste a admitir su completa vulnerabilidad en el
seno de la naturaleza, así como su soledad en la inmensidad
del cosmos. Estos sentimientos de desvalimiento crearon, en
tiempos remotos, afectos vinculantes entre los individuos:
la horda contra el caos. Pero en una época de resentimiento
generalizado, como en esta nuestra, que es nihilista, ya no
puede la colectividad arrebujarse en sí misma, aglutinarse
de acuerdo con las fuerzas de Eros. Muy al contrario, la propensión
thanatológica a la oposición y competencia impulsa
terrores fantásticos: han sido ellos (da igual quienes;
ellos, los otros, el otro que acecha). Es prácticamente
un destino que estas teorías conspiratorias surjan.
Surgirán.
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