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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo |
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio.
Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar. |
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No existen las "cosas", sino las "relaciones" |
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El "pensamiento de la diferencia" (Heidegger, Foucault, Deleuze, Derrida, por ejemplo), un tipo de filosofía al que, insistentemente, las mentes más obstinadamente metafísicas del presente tachan de "postmoderno", explica de una manera más racional y libre de rancia metafísica sustancialista muchas cosas. Ahí tenemos, por ejemplo, el esfuerzo por comprender a la Tierra, en las circunstancias actuales de crisis radical ecológica, como un conjunto de seres relacionados entre sí, formando un todo, a través de gran parte del ecologismo filosófico. Cuando decimos, en efecto, "todo", podemos referirnos a un conjunto global sustancial o a un conjunto de relaciones. En el primer caso, al afirmar, por ejemplo, "la Tierra entera es vida y no sólo los organismos concretos" suponemos que hay un ser que se llama "Tierra" que está vivo. Eso es absurdo, no hay planetas vivos. Consideramos, desde ese punto de vista metafísico identitario, a la Tierra como un Sujeto, es decir, un Ente con existencia vital y acción propia. Caemos en el mito. Sin embargo, pensemos ahora el "todo" de la Tierra como un conjunto de seres diferentes que están inter-relacionados. En este caso (esta es la tesis que sostiene, por ejemplo, Bruno Latour), no presuponemos que detrás de los seres vivos y de sus relaciones hay un ser, un todo ahí escondido, debajo: "Tierra viviente". Este todo no es un sujeto, ni una cosa global subyacente respecto a la cual los seres serían expresión suya. No hay tal suposición mítica. Solo existen seres concretos y sus relaciones.
Ahora bien, el conjunto relacional se auto-organiza (esto lo desarrolla también Bruno Latour). Por ejemplo, los organismos no solo se adaptan al medio, sino que lo transforman para que adopte condiciones favorables o propicias para su supervivencia (en este sentido es necesario corregir a Darwin y atreverse a ponerle peros a este teórico divinizado por la ciencia). El conjunto de relaciones, por tanto, deja de ser una suma para convertirse en un todo (no sustancial) que se hace a sí mismo. Sí, que se hace a sí mismo. Porque se autorregula y abre desde sí nuevos cauces de desarrollo (es innovador). Dicho esto, hay que señalar que se alude así a lo que los griegos llamaban physis, naturaleza que hace naturaleza.
Auto-generación, esa es la idea. Y ya vemos que, aplicado a la vida biológica en la Tierra tiene mucho sentido. Pero cuando lo aplicamos a otros ámbitos nos parece, por falta de atención o de profundización, que estamos hablando de manera mistérica, mítica o metafísica. Por ejemplo, si decimos que la cultura humana es auto-generadora, nos da la impresión de que estamos volviendo a la Edad Media e introduciendo agentes donde no los hay. Pero no es así, se quiere decir con eso que la cultura es el conjunto de sus formas de vida, formas de operar, valoraciones, interpretaciones de qué son las cosas, etc., un conjunto de interafecciones y que, por tanto, se crea a sí mismo, inventando cauces nuevos, dinamismo, por cierto, que se está paralizando, porque la cultura ya no tiene esa vivacidad (pero esto es otro asunto). Aquí no hay ni metafísica ni teología ni mito, sino algo tan sencillo como bello.
Los metafísicos esencialistas son, precisamente, los que dicen que el pensamiento de la diferencia es una postmodernidad huera. Los que dicen esto vuelven a creer en algo que no es "relación diferencial", es decir, en algo que es una "identidad consigo mismo". Una piedra es una piedra: identidad consigo misma.
Los que dicen que el pensamiento de la diferencia es mera postmodernidad, no comprenden aquello que critican. Afirman, por ejemplo: "lo característico del ser humano (y de la historia) es la razón". ¿La razón? ¿Dónde está esa sustancia, esa cosa? La razón, si se quiere explicar, tiene que ser diferencialmente. Los actos mentales humanos, eso de lo que el ser humano es capaz, se relacionan entre sí; y esa autoorganización adquiere un orden, una consistencia interna, que es a lo que llamamos "razón". De lo contrario, tendríamos que presuponer, míticamente, que hay una cosa subyacente (de la mente humana, del discurrir histórico, del cosmos...) que es idéntica a sí misma, algo a lo que hemos llamado, en la filosofía, "sustancia".
Los que tachan de postmodernos a los que conciben el "todo" como un conjunto de relaciones entre singularidades, son unos metafísicos de profundis. Creen en cosas tan milagreras y primitivas como LA sociedad, EL gobierno, LA razón, LA historia, LA naturaleza, EL espíritu, LA mente, LA inteligencia, EL poder (¡ay!, en EL poder cree un número ingente de personas), La burguesía, La verdad.
Dijo Nietzsche que, una vez muerto Dios (es decir, la sustancia-fundamento, lo idéntico a sí mismo), inventaríamos, a través de ese decrépito sendero que es el nihilismo, una infinidad de dioses. Pues acertó. Y los que tienen en la boca todos los días el arma arrojadiza "postmodernidad" son los más religiosos en este sentido. Inventan nuevos dioses aparentando que los destruyen.
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