Un fascismo es un totalitarismo gestante, porque añade a este segundo la capacidad para nacer y brotar en el magma social. Una de las diferencias, en efecto, entre "totalitarismo" y "fascismo" consiste en que el primero se expresa coactivamente, mientras que el segundo logra infiltrarse en una gran masa de población y levantar en ella una adhesión fuerte y extendida. Esto lo logra el fascismo a través, entre otros medios, de una "mitología": no se trata sólo de erigir una "ideología", que es, al fin y al cabo, un conjunto de ideas falsas con apariencia de "racionalidad" y cuyos temas son, fundamentalmente, la interpretación de la situación práctica del trabajo, la economía, la distinción entre público y privado, la concepción de la tradición en relación con el progreso, etc.; se trata, más allá, de un conjunto de ideas que, desafiando lo "racional", dan el paso consistente en construir un "mito".
El mito se refierre, en el fascismo del siglo XXI, a "fuerzas oscuras" sibilinas y muy expansivas, pero dirigidas desde "arriba", desde una clase de dominadores que anhelarían imponer su poder globalmente. Todos los mitos incorporan una dimensión paranoica compartida o colectiva. En este caso, el mito fascista contra-globalista actúa como una especie de "máquina paranoica" contra los poderes mundializados que intentarían -voluntariamente, intencionalmente- absorber la singularidad de los pueblos y las naciones.
La fuerza de Hitler en el poder no se debió sólo a una ideología (socialdemocracia), sino a un componente mitológico: el que idolatra al pueblo ario como superior y, desde ahí, lo experimenta como puesto en peligro por potencias extranjeras o por una clase interna (el judío), que actuarían según una lógica omniabarcante y ubicua, tendente a diluir la singularidad pura del pueblo de rubios cabellos y ojos azules. Había que salvar a este pueblo amenazdo, el pueblo alemán, de la "gran conspiración" que se gestaba contra él y a hurtadillas. "Zum Schutz von Volk und Staat" ("Por la protección del pueblo y el estado") fue, en febrero de 1933 el modo en que se llegó a proclamar una norma fundamental alemana.
Desde hace algún tiempo, en la extrema derecha europea comienzan a surgir síntomas de una "mitología" que rebasa la pura "ideología". El pueblo europeo, según esa mitología, está en peligro de extinción por medio de planes que se forjan en misteriosas guaridas. La teoría conspirativa que cultiva esta paranoia tiene sus raíces en lo que se conoce como el "plan de Kalergi", el cual, desde hace poco más de una década, circula entre los seguidores de varios partidos nacionalistas y de extrema derecha europeos.
La máquina paranoica que hay ahí imagina que un enorme complot desea debilitar al pueblo occidental (blanco, culto, agente de un destino histórico que se remonta a la cultura griega clásica) a través, al menos, de dos cauces: creando, en primer lugar, un híbrido humano débil y fácil de manipular mediante una masificada inmigración (el "pueblo" escogido, el europeo, se convertiría, así, en una minoría insignificante). La inmigración recibiría, según ello, su impulso "aparente" de intenciones "racionales", las de facilitar la disponibilidad de mano de obra barata, pero estaría, en el fondo, orientada a este fin más tenebroso, acabar con la raza blanca, culta, etc. europea. El segundo cauce estaría constituido por el feminismo y los movimientos que tienen que ver con la pluralidad de géneros, un proceso que tendría como fin debilitar también los lazos naturales del pueblo, que son heterosexuales, impidiendo así la "vida natural" en la que se asienta, supuestamente, el logos occidental.
El plan Kalergi, un racismo legal, el libro publicado en 2005 por Gerd Honsik y muy influyente en la ultraderecha italiana, expone la existencia de un "genocidio" programado de los pueblos europeos a través de la inmigración masiva. La tesis de Honsik empezó a difundirse pronto, primero en los círculos de la ultraderecha y, más recientemente, entre los integrantes de los partidos europeos nacionalistas y xenófobos con representación. Las búsquedas de "Kalergi" se dispararon en el Reino Unido en los días anteriores al referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea -en el que ganó el Brexit- o en Francia durante la campaña electoral de las elecciones presidenciales de 2017, en las que Marine Le Pen fue la primera en anunciar su candidatura. Steve Bannon -el ex asesor de Trump cercano a los grupos de ultraderecha- y los líderes de las formaciones xenófobas europeas es otro nombre a tener en cuenta.
Los dejo aquí proseguir, si lo desean, a través de una entrevista realizada a Alexandr Dugin en 2019. La víctima amenazada sería ahora, Rusia. Oscuro pensador de 59 años, presume de ser un ideólogo geopolítico muy influyente en su país. Amante de la geopolítica, defiende la vuelta de una Rusia imperial a través del eurasianismo. Además, es un reconocido autor entre las corrientes de pensamiento ultras occidentales y sirve de embajador informal para el Kremlin de Putin. Rusia, según Dugin -liderada por Putin- debe enfrentarse al poder globalista, representado ahora por el capitalismo liberal, y defender un mundo multipolar de civilizaciones diversas no sometidas a una única, la occidental. Razón no le falta al identificar un enemigo, pero el resto es burda mitología. Porque eliminar del mapa a Ucrania no se puede considerar producto de una ideología, sino de la invención de una narrativa que vincula los ideales a una lucha contra escondidas voluntades del mal que, en conciliábulos misteriosos confabulan contra la vida del pueblo y del Estado ruso. Ucrania solo sería un medio para la realización de estos ocultos planes del capitalismo liberal, por lo que tendría que ser reprimida a sangre y fuego. Ya en 2014 se expresaba del modo siguiente, como si hubiese iniciado con aquellas palabras la crónica de una masacre anunciada:
"Deberíamos limpiar Ucrania de estos idiotas. El genocidio de estos cretinos es inevitable y obligatorio... No puedo creer que sean ucranianos. Los ucranianos son gente eslava maravillosa. Y esto es una raza de bastardos que ha salido de las alcantarillas". |
La frontera entre ideología y mitología es muy tenue. Muchos de los que leemos cosas así coincidimos en que el poder global actual -en el que se incluye el capitalismo liberal- reduce al silencio a otros pueblos y otras civilizaciones. Pero hay que mantenerse en la racionalidad de lo que se afirma y no inventar conspiraciones o fuerzas del mal. Seguramente Putin, si conecta con las ideas de Dugin, vive, no en la política, sino en la mitología. Y, para no dejar la balanza sin un contrapeso, hay que señalar que Estados Unidos vive también en una mitología tan lejana a la ideología como la anterior. Muchas veces lo ha expresado: su modo de vida lucha contra "el eje del mal" esté donde esté). Lo político tienede hoy a rebasar el plano ideológico tradicional y a desarrollarse en el campo de juego de los mitos.
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