|
|
Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo |
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio.
Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar. |
|
|
|
|
|
G. Simondon: la individuación. Un resumen |
|
|
|
G. Simondon (2 de octubre de 1924, Saint-Étienne, Francia - 7 de febrero de 1989, Palaiseau, Francia) |
Hay pensadores que a duras penas alcanzaron reconocimiento, lo cual se debe, paradójicamente, a la profundidad de lo que vieron y trataron. En esta efemérides del nacimiento de G. Simondon, un grande de este tipo, me permito resumir, a vuela pluma, sus ideas centrales.
Simondon comienza suponiendo un Caos. O mejor, un Caosmos (un Caos que acontece ordenándose sin cese y sin pleno resultado). Lo primero de todo es una pluralidad. Pluralidad de aquello que es hacedor o generador: multiplicidad de "fuerzas" o "intensidades". Hay fuerzas físicas, hay fuerzas biológicas (físico-químicas), hay fuerzas en el mundo humano (de muchos tipos, pero esto se puede dejar por ahora). Esas fuerzas están ordenadas, no en función de una causa exterior a ellas, sino de manera inmanente. Están relacionadas por la diferencia misma que las separa y que supone una inter-afección. Supongamos una unidad mínima de fuerzas en nosotros mismos: dos; y digamos que son deseos. No tenemos los dos deseos deshilachados y vueltos de espaldas entre sí, por así decir. Un primer deseo afecta al otro y lo transforma. El segundo, transformado, afecta al primero y lo transforma también... A esta relación la llamó más tarde Deleuze "síntesis disyuntiva": una ligazón entre fuerzas consistente en su diferencia afectante, en su disyunción interactiva. En el ejemplo de esos dos deseos, fuerzas-deseo, resulta que han de ser diferentes; si no es así, no hay relación. Y resulta que debe haber -esto ya es una noción de Simondon- una "diferencia de potencial" entre ambos. Los dos deseos-fuerza, por decirlo así, tienen una misma "cualidad" (la del deseo), pero intensidades diferentes, potenciales diferentes: uno es más débil y pusilánime, por decirlo de algún modo, otro es más claro y enervado, tal vez). Añadamos al ejemplo, a esa síntesis disyuntiva primera entre deseos, otra relación, esta vez entre un tercer deseo y un miedo; se tratará ahora de una segunda síntesis disyuntiva con su propia diferencia de potencial. Pues bien, las dos disyunciones entran ahora en relación: síntesis disyuntiva de dos síntesis disyuntivas. Pues imaginemos entonces una multitud de ellas. Síntesis disyuntivas de síntesis disyuntivas.... Conforman una autoorganización de intensidades. Eso es lo pre-individual en Simondon.
Lo pre-individual
es algo que no tiene una forma determinada (¿qué forma tienen esas relaciones entre deseos, temores, etc?). Una forma determinada es un Individuo, es decir, un ser concreto: una piedra, una liebre, un ser humano, pero también una institución, un parque público y lo que que quiera usted; en cualquier caso, algo singular y perfilado, con "límite". Lo pre-individual no tiene límite, es indefinido. En griego: lo ápeiron (Anaximandro comenzaba en ese punto su pensamiento). Ahí delante está el mar. Veo una superficie que parece plegarse en oleaje. Todo ese brioso torbellino que forma el oleaje tiene en su interior una multitud de fuerzas en relación disyuntiva. He ahí lo preindividual. Pero las fuerzas no pueden existir separadamente. ¿Se ve, se huele o se toca una fuerza? Existen solo "encarnadas". La encarnación de las fuerzas es lo que veo y puedo tocar: olas concretas en movimiento. Cada ola es es un individuo en que se encarnan síntesis disyuntivas de fuerzas que yacen en su dimensión pre-individual. Cada ser concreto es un individuo en el que cobra forma su otra cara intensiva, la cara indefinida de lo preindividual, conformada por una multitud de fuerzas diferentes y disyuntivamente enlazadas.
Lo pre-individual no es el individuo; es más que él, lo excede; pero existe solo encarnado en él. Lo pre-individual es un conjunto de fuerzas en relación, un mundo informe, sin límite; y hay que pensar ese ilimitado dentro de un límite, que es su encarnación, su corporeización o materialización, el individuo. Ya tenemos, pues, el que podría ser primer principio de la filosofía de Simondon. Cualquier ser es un mundo preindividual (fuerzas en relación) individualizado, es decir, encarnado. Todo ser es este cruce de dos en uno, por decirlo de algún modo: mundo profundo preindividual individualizado en una forma y figura.
Lo siguiente que habría realizar sería pensar la relación "pre-individual - individuado (o encarnación)" como una relación "problema - solución".
Su Tesis Doctorial, escrita en 1958 y publicada en 2005 |
Decíamos que para comprender a Simondon se podría comenzar distinguiendo entre lo "preindividual", que es un conjunto de fuerzas o intensidades en relación (lo ilimitado, indefinido, ápeiron) y lo individuado, un ser cualquiera en el que esto preindividual se encarna. Ahora hay que añadir que lo preindividual es "problemático" y que lo individuado es su "solución". Hay que sustraerse a la noción habitual de "problema", que viene de las matemáticas. No es que la noción matemática haya que despreciarla; no es eso. Se trata de ir por otro lado. Lo preindividual entonces. El conjunto de fuerzas en relación no es "algo" ya dado y configurado de un modo, algo "categoremático", sino que constituye un estado de irresolución. Llevémoslo a un ejemplo muy simple. Hay, en el fondo de uno, deseos, temores, filias, fobias, tendencias, resentimientos, codicias, en fin, multitud de "propensiones". Entendámoslas como "fuerzas" o "intensidades": traccionan, nos llevan, nos impulsan.... Están en relación disyuntiva: están "juntas", no porque haya una "causa común" anterior a ellas o un un fin, un telos, al que están dirigidas unívocamente. Su "estar juntas" consiste en que se afectan recíprocamente, es decir, en su "relación diferencial". Tal relación compleja la experimento como una inquietud. Se trata de ir a ese nivel, en el que actúan en mí a la manera de un "no-estado determinado", pura potencia dispersa pero vinculada, múltiple en sus cambiantes nexos, un "estar en ciernes": es una "problematicidad" (¿Qué saldrá de aquí, en qué quedará todo este murmullo?)
Nietzsche decía que es una ilusión creer en la existencia de "Una emoción" (por ejemplo, la alegría, o la tristeza). Como el "alma" o el "yo", una "emoción" es una unidad ficticia que, vista microscópicamente, resulta ser, más bien, una multiplicidad de fuerzas. De nuevo esa idea. Nietzsche está por debajo de mil posiciones filosóficas ulteriores. Estoy "melancólico" no significa, para Nietzsche, "tengo esta emoción, a la que puedo señalar, un todo, una unidad, y tiene esta cualidad, la melancólica". Lo que tengo, según Nietzsche, es una infinidad de intensidades microscópicas en relación: tendencia a escapar, a enfrentarme, a sucumbir de hastío, etc., una abigarrada complejidad de tendencias elementales que, en sus relaciones, toman una "inercia" de movimiento a la que se ha dado en llamar "melancolía". Habría, pues, mil tipos de melancolía, no "LA melancolía" (qué ingenuidad hablar de LA "melancolía" como un "estado").
En el fondo de cada ser hay una multitud de intensidades-afecto relacionadas, forjando un movimiento de inquietud, una problematicidad. Eso es lo preindividual. Habría que pensarlo en un mineral, en cualquier ser vivo, en un ser humano cualquiera o en una sociedad. Esa problematicidad no encuentra una "solución" en su nivel, en lo pre-individual. No tiende a una solución pre-individual (en lo preindividual la problematicidad se transforma, no llega a ser eliminada en una superación solucionadora). Alcanza una "solución", sí, pero si entendemos por "solución" la encarnación individuada. En el ejemplo. La inquietud que siento se está dando corporalidad, presencia concreta y material, en lo que hago. Un "voy al cine" sería la expresión de una individuación de toda esa problematicidad sub-representativa. Una sociedad no es, según esto (y es otro ejemplo), un "conjunto de individuos organizados así o asá", porque esa idea se limita a pensar lo ya individuado. Es una multiplicidad pre-individual de tendencias (fuerzas) que impulsan por mor de su relación y que no son "presentables" como cosas concretas: forman una problematicidad invisible, algo así como una "inquietud social" pre-subjetiva. Y la sociedad individiduada, esa que tiene instituciones determinadas, caminos definidos, clases perfiladas, etc., es una solución a tal problematicidad preindividual de fondo. Pensar una sociedad implicaría pensar su plano preindividual problemático, esa inquietud cuyo ser es problematizar, y comprobar qué tipo de solución adopta, así como la tensión entre ambos, problema preindividual y solución individuada. Lo pre-individual no se "disuelve" en la "solución". Persiste en ella, o mejor, "in-siste" en ella.
Esta concepción rompe, como se puede inferir, con todo lo que se escribe ahora sobre nuestra sociedad. Porque constituye un límite en el pensamiento de nuestra época. No ha sido rebasado, pues no se ha tratado con la suficiente calma. Se desconoce. La vanguardia está detrás de nosotros, no ahí delante, en el barullo de lo inmediatamente presente, en lo actualísimo envuelto en relámpagos de intensos colores.
Simondon quiere pensar una realidad "polifásica". Lo preindividual y lo individuado están unidos, pero desfasados uno respecto al otro. Aunque esta aclaración de lo polifásico es insuficiente. Quede para otra ocasión. |
Telegráficamente, entonces: 3.1. Una vez que se comprende la relación entre pre-individual e individuación, por un lado, y problematicidad y solución, por otro, hay que aclarar cómo estas condiciones rompen con la orientación mecanicista, matematizante, de explicación de la realidad, propensión que gobierna desde la revolución científica moderna. Su lineamiento galileano, que es el que ha triunfado, se expresa hoy en muchos ámbitos: en la Inteligencia Artificial, en supuestos del transhumanismo, etc. Forma todo un “sentido común”. La perspectiva de Simondon es otra. Implica comprender la realidad como auto-generadora. Habría que partir de lo real, pues, como physis (no como un todo mecánico, sino como una totalidad que se hace a sí misma en virtud de su potencia inmanente). Lo preindividual-problemático como natura naturans, lo individuado-solución como natura naturata, si se quiere. Si se parte de la fenomenología, podría contar M. Merleau-Ponty como el punto de referencia. En filosofía de la biología sería, por ejemplo, A. Pichot. En filosofía política.... bueno, ahí habría que reinventar lo más habitual que se hace ahora. En breve me explico. |
3.2. Esta realidad auto-generadora, auto-poiética, deviene. Lo preindividual problemático, conjunto de fuerzas en relación, está encarnado en una determinada indidivuación material. En tal "solución" encuentra una "metaestabilidad". Este es un concepto clave. Lo preindividual tiende a la expansión, al desbordamiento (las relaciones de fuerzas, tomadas desde sí mismas, propenden a llevar tales relaciones lo más lejos que sea posible). Tal "exceso" es contenido en la emcarnación o solución dentro de unos límites. Se establece así, contra la posibilidad entrópica, un equilibrio. Es "metaestable" porque dicha estabilidad no se establece al nivel de lo preindividual, sino en la solución, que constituye un nivel diferente).
3.3. Lo vivo, lo biológico, lo humano. El devenir de esa realidad auto-generadora ha de aclarar que nuestra realidad contenga los devenires físico, biológico y, dentro de éste, lo humano (psíquico-colectivo). En este punto encontramos una oportunidad estupenda para volver, un momento, a la distancia de este modelo respecto al hilemorfismo. El aristotélico sería un modelo "monofásico". Habría, según ese modelo, una única línea de devenir. Una gran "Forma" va progresivamente con-formándose en "pasos sucesivos". Esta es la clave. Se explicitaría primero en lo físico....luego en lo biológico....luego en lo específicamente humano (como pasos, insisto, en una misma y única línea de devenir). Aquí, en la perspectiva de la génesis, que es la de Simondon, se trata, por el contrario, de un devenir "polifásico", que implica varias líneas de devenir, heterogéneas, que están en relación y desfasadas entre sí. Veamos.
La problematicidad preindividual encuentra una solución física. Esa problematicidad no está "determinada" a adquirir tal solución, la encuentra como una posibilidad entre otras muchas. Parte de ahí. Y deviene. En un determinado momento, tal problematicidad encuentra otra solución diferente. Hay complejidad preindividual rebosante, por así decir, un exceso que pugna por desbordar la solución física. Se encuentra, en tal exceso, una solución o encarnación distinta, una solución biológica. Lo físico sigue su curso, pero ahora hay otra línea de devenir con otra metaestabilidad. Lo biológico entra entonces en relación con lo físico, que hace las veces de su "medio". Ha de mantenerse en disyunción respecto a lo físico (ser reasumido por lo físico es la muerte biológica). En un determinado momento, la problematicidad biológíca pugna por exceder esa solución y se encarna en otra, una biológica más compleja, la humana. Tres líneas de devenir, por tanto. La humana se relaciona con la físico-biológica como su medio. No son tres líneas englobadas en una (esa es la perspectiva monofásica), sino tres líneas que se des-fasan una respecto a la otra, tomándola como su medio. |
|
Desolación. Óscar Botero (2022) |
3.4. Ahora habría que introducir la noción de "transducción", importantísima en Simondon. Las relaciones entre un ser y otro no son "inter", sino "trans"-afecciones. Esto es central. La problematicidad física, preindividual, no ha sido dejada atrás en lo biológico. Simondon fuerza a cambiar aquí la óptica. En lo biológico está inyectada la problematicidad física realmente y no en metáfora, pero en otra solución encarnadora. Y la problematicidad física y biológica es inyectada, por lo mismo, en la solución o encarnación humana. "Hay devenires no humanos en el hombre" (dice Deleuze; he aquí la fuente). No es que, como en Heidegger, "la piedra" está en lo cerrado, la "alondra" está en lo abierto y no lo sabe, mientras que el ser humano está en lo abierto y lo sabe. Esta perspectiva sería, para Simondon, afirmadora de una inexistente gradación superadora. Quiere pensar, más bien, la "transducción". La piedra, por decirlo así, en un telegrama, está en la alondra y la alondra está en el ser humano, pero realmente y no de modo metafórico.
3.5. Lo humano. Destacaré algunos elementos en el escenario humano y damos por concluido este paseo por el mundo-Simondon.
Cuando se produce la "individuación" aparece lo general, una especie por ejemplo. Pero "lo humano" solo es en los singulares humanos. La "individuación" se pone en obra en multitud de "soluciones" diferentes: diversos "individuos humanos": a la individuación sigue la "individualización". Esto quiere decir que cada individuo, usted o yo, es una encarnación concreta de la humanidad. La humanidad no existe tal cual, sino en una heterogeneidad de individuos. La problematicidad humana se soluciona en los individuos. Ahora bien, el medio, en el caso humano, no es solo lo físico-biológico, sino algo más: lo colectivo-social. Aquí entra de nuevo la noción de transductividad de forma esencial. La relación colectiva no es una "inter-individualidad", sino una "trans-individualidad". Pensar la relación del primer modo es equivalente a representarse diferentes individuos que están completamente "colmados", "individualizados". El individuo humano no está individualizado jamás, sino en un devenir indidualizador constante hasta la muerte. Este devenir tiene lugar en la relación con los otros. Y tal relación es "trans-relacional" porque, sin metáfora, cada individuo inyecta su problematicidad en el otro y viceversa. Los seres humanos se trans-ducen unos en otros.
El individuo está siempre, pues, prosiguiendo su individualización, un devenir auto-generador y auto-transfigurador. No hay un X que "atraviesa" estadios, infancia, adolescencia, etc, sino una auto-transfiguración, una real alteración en la conformación problemática de fondo, preindividual. Ahora bien, una auto-alteración implica siempre una "crisis". Al individuo humano le es connatural entrar en crisis. Una crisis significa esto: la relación de fuerzas preindividual, problemática, de un individuo, en la relación que tiene lugar en el colectivo y con el medio, pugna por desbordar la solución en la que se encarna (una "personalidad" así o asá), es decir, exige una nueva encarnación o prosecución del devenir indivualizante: una "personalización" (así, pues, individuación, individualización y personalización). En semejante crisis, el ser humano singular empieza a morir y a introducirse en un re-nacimiento. Pero siente horror, lógicamente, y retrocede ante tal cataclismo recreador. Se aferra a la seguridad de su solución, de su personalización y, con uñas y dientes, construye una muralla dentro de sí para perseverar tal y como es, sin cambio. Entonces muere. Muere literalmente y no sólo de forma metafórica. Alcanza, si no se transfigura, una muerte en vida. Si atraviesa la crisis con valentía, por el contrario, resurge de sus cenizas como un ave fénix. Así, pues, la angustia es el signo de una crisis necesaria que puede hacer crecer o morir en vida.
Páginas asombrosas sobre el Zaratustra de Nietzsche dedica Simondon en su texto fundamental. Zaratustra desciende desde su caverna, donde habitaba con sus animales, y quiere hablar a los demás. Se encuentra con una multitud en una plaza contemplando a un volatinero que, peligrosamente, camina sobre una cuerda a gran altura. Zaratustra habla. Dice que "dios ha muerto", viene a comunicarles tan importante acontecimiento. Pero la turba sólo mira al volatinero, que ahora cae por un mal paso y queda muerto en el suelo. La turba, que antes reía distraida por el espectáculo, se queda sin distracción. Abandona al cadáver y desaparece. Zaratustra se acerca, contempla al volatinero muerto y, entre lágrimas, se lo echa a la espalda. Se lo lleva. Simondon: la turba está muerta en vida. Zaratustra ama a los que están vivos, es decir, a los que viven peligrosamente, atravesando crisis y auto-regenerándose. Se reconoce en el volatinero, a quien trata como un hermano, el primer hermano que conoce. Experimenta, en medio de todo este suceso, su propia transfiguración, el volatinero muerto había inyectado en él su problematicidad pre-individual (transductividad), transformando la de Zaratustra, que se encuentra también en crisis, en un exceso de riqueza interna. Zaratustra, afrontando su propia autotransfiguración en el encuentro con el volatinero muerto, hace honor a la vida arriesgada que mantuvo hasta caer de la cuerda. Entre lágrimas, lo salva del abandono, le rinde homenaje.
|
|
|
Lo político no es la culminación de lo humano. Lo socio-político pertenece a la "solución" o encarnación de la problematicidad pre-individual. Es esta a la que hay que posee la potencia que deviene. Lo socio-político se mueve desde lo pre-sociopolítico, desde lo pre-indivual colectivo. Para que una sociedad cambie ha de hacer frente a sus crisis, como Zaratustra, dejar que una problematicidad-otra se inyecte en ella y pugne por desbordar la solución o encarnación de las fuerzas que ha predominado hasta ahora. En la tensión, cada vez mayor, entre problematicidad pre-sociopolítica y solución socio-política, afronta lo que es requerido por el exceso, acepta hundirse en la crisis y dar fe de la nueva problematicidad, renaciendo.
|
|
|
|
|