Movimientos filosóficos actuales
(Barcelona, Herder, 2001 / 2003 / 2009 / 2012)
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RESUMEN |
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En Movimientos (publicado inicialmente
en 2001 y reeditado en 2003 y 2009), el interés
se centra en la filosofía continental del
Siglo XX y comienzos del XXI. Si abstraemos de
la retícula que en él pretende ser
puesta en juego «motivos centrales»,
encontraremos dos especialmente importantes. Por
un lado, el que emana de la fenomenología
y que tiene por emblema el problema de la «constitución
del sentido». Por otro, el que recupera
la quaestio iuris kantiana y se extiende impelida
por el problema de la «justificación
de la validez».
Extrayendo del complejo
organigrama de relaciones lo fundamental, puede
decirse que en el primero de los cursos proteicos
se conserva una ontología del sentido (que
comprende lo real como acontecimiento de presentación
del ente en su «como» o «en
cuanto») y el apriori de correlación
entre el sujeto experiencial constituyente y la
autodonación desde sí de la «cosa
misma» del mundo. Si en la atalaya husserliana
estos ingredientes se sostienen sobre la base
de un idealismo, en transfiguraciones ulteriores
son torsionados sinuosamente: por medio de una
profundización y radicalización
existencial en los trayectos abiertos por Heidegger
y Merleau-Ponty, así como en la hermenéutica
(«eventualización del sentido»)
y a través de una postrera socavación
del sentido que lo hermana con el sin-sentido,
lo cual es llevado a cabo especialmente por el
pensamiento francés de la diferencia, en
las obras de Foucault, Derrida y Deleuze, principalmente
(«profanación del sentido»),
al tiempo que sufre una deflación reductiva
en procesos de una postmodernidad del debilitamiento,
a través del pensamiento débil italiano
y del neopragmatismo americano.
El segundo de
los «motivos», por su parte, emprende
una afirmación del entendimiento judicativo,
el cual adopta, en la primera Escuela de Frankfurt,
la forma de una filosofía trágica
—orientada por la paradójica meta
infinita de un «ideal sin nombre»—
y de una crítica negativa mediante lo que
Sáez, con Adorno, llama «lógica
del desmoronamiento». Esta Gestalt del motivo
judicativo se desplaza, en primer lugar —
y forzada por las exigencias imperiosas de lo
que se ha llamado «eventualización
del sentido»—, en el marco de una
filosofía dialógica (Habermas y
Apel), que intenta recuperar una filosofía
armonicista del entendimiento y una «crítica
positiva» que da nombre al ideal regulativo.
Posteriormente, este movimiento busca su permeabilización
respecto al frente de la «profanación
del sentido» en formas emergentes, como
la filosofía del reconocimiento (A. Honneth),
la hermenéutica crítico-dialógica
(A. Wellmer) o la fenomenología responsiva
(B. Waldenfels).
El litigio entre ambos motivos no es lineal ni
manifiesta expresamente sus intersticios, por
lo que el estudio lleva aparejado un análisis
de singladuras sutiles y propensas al encubrimiento.
Las conclusiones de Sáez afectan tanto
al diagnóstico de la crisis actual, como
al reto del pensar en el momento presente. Las
fracturas delatan matices micrológicos
de la crítica filosófica a la decadencia de Occidente y reclaman del pensador actual, no
un vano sincretismo, sino la apertura de un nuevo
pólemos por el que las aguas estancadas
puedan fluir de modo más productivo sin
blindarse a la metamorfosis de nuevas discordias.
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