Localización y relación con el vulcanismo |
La
mayoría de los depósitos epitermales conocidos hoy en día están situados
alrededor del margen Circum-Pacífico (Figura
3; Figura 4), asociados al
termalismo tardío de los sistemas volcánicos operantes en dicho margen desde
el Terciario (White et al., 1995).
(Respecto a la edad de estos depósitos, ver también Figura 5). En su totalidad, los
depósitos epitermales están asociados directamente a márgenes de subducción
activos en diferentes épocas geológicas (Silberman et al., 1976; Sillitoe, 1977). Por ejemplo, en Europa la
mayoría de depósitos epitermales de relevancia están ubicados en los
Cárpatos, tectónicamente asociados al cierre del Tetis durante la orogénesis
Alpina (Jankovic, 1997). En el caso de los depósitos epitermales mexicanos
(todos ellos netamente terciarios) su edad disminuye, a grandes rasgos, hacia
el sur y hacia el este, en relación con la migración general del vulcanismo
ácido de la Sierra Madre Occidental y la Sierra Madre del Sur (e. g. Damon et al.,1981, 1983; Clark et al., 1982; Camprubí et al., 2003b). En el margen occidental del
Pacífico (en contexto de arcos de islas), la mayoría de depósitos epitermales
se formaron durante el Mioceno superior, el Paleoceno y el Cuaternario (White
et al., 1995),
mientras que en el margen oriental del Pacífico y el Caribe (generalmente en
contexto de arcos continentales), tienen edades entre el Cretácico y el
Mioceno superior (Sillitoe, 1994). En Australia, abundan los casos de
depósitos epitermales paleozoicos (Wake y Taylor, 1988; Wood et al., 1990; Whiteet al., 1995), incluyendo los sínteres
fósiles de Drummond Basin, los más antiguos conocidos (Cunneen y
Sillitoe,1989; White et al., 1989),
junto con los de Rhynie, Escocia (Rice y Trewin, 1988). Pero los depósitos
epitermales más antiguos que han sido descritos corresponden al Arqueano
(Penczak y Mason, 1997), al Paleoproterozoico (Hallberg,1994; Jacobi, 1999) y
al Neoproterozoico (Huckerby et
al.,1983;
Cheilletz et al., 2002),
aunque los depósitos pre-terciarios conocidos son aún comparativamente muy
escasos (Buchanan, 1981; Mosier et
al.,
1986). Ello es debido a la erosión o a la presencia metamorfismo superpuesto
que los haya podido desfigurar (Heald et al., 1987). La distribución de los
depósitos epitermales coincide, no sólo con arcos volcánicos en márgenes
convergentes (subducción de placa oceánica-continental u oceánica oceánica),
sino también con los rifts de tras-arco asociados, como en la zona del
Basin-and-Range, en los Estados Unidos (White, 1982) o en la Isla Norte de
Nueva Zelanda (Christie y Brathwaite, 1986; Hedenquist, 1986), con depósitos
epitermales fósiles y sus equivalentes geotérmicos actuales. En la mayoría de los casos,
los depósitos epitermales están relacionados de forma espacial y temporal con
vulcanismo subaéreo, de carácter ácido a intermedio, y el subvolcanismo
asociado, pudiendo el basamento ser de cualquier tipo. En el caso
relativamente poco común en que los depósitos epitermales se hallan asociados
a vulcanismo básico, éste es de afinidad alcalina o shoshonítica, como es el
caso de el yacimiento Emperor en Fiji (Anderson y Eaton, 1990), o bien se
trata de vulcanismo bimodal basáltico-andesítico. El encajante volcánico
suele ser del tipo central a proximal, muy típicamente con rocas efusivas o
piroclásticas (Sillitoe y Bonham, 1984), aunque excepcionalmente puede ser
del tipo distal (Wood et al., 1990).
(Para más detalles, ver Figura 6) Un gran número de depósitos
epitermales están asociados a estructuras de origen volcánico, en especial
calderas y complejos andesíticos, como es el caso de las San Juan Mountains
de Colorado (Steven et al.,1977), en
cuyo seno se hallan los conocidos distritos mineros de Creede y Summitville.
Asimismo, existe un importante control de este tipo de depósitos por parte de
fallas de escala regional en zonas de intensa fracturación tensional
(Mitchell y Balce, 1990; Nesbitt, 1990; Staude, 1993; Ponce y Glen, 2002;
Nieto-Samaniego et al., 2005).
Dichas fallas determinan la localización de los depósitos y actúan como guía
para el emplazamiento de la fuente de calor magmática necesaria para la
subsiguiente actividad hidrotermal (Hedenquist, 1986; Fournier, 1987), que
controla la duración de dicha actividad. Pero, aunque las fallas de orden
mayor ejercen un control directo sobre el emplazamiento de la mineralización,
se ha observado que ésta suele disponerse de forma preferencial en fallas
subsidiarias (White y Hedenquist, 1990). El calor necesario para la
circulación convectiva de los fluidos deriva tanto de cuerpos subvolcánicos
enfriándose a profundidades relativamente cercanas a la superficie (< 2.5
a 3.0 km), como también de plutones emplazados a profundidades significativas
(>5 km). Los depósitos epitermales
presentan un enriquecimiento general, en relación a las composiciones de los
basaltos, en elementos como Ag, As, Au, B, Hg, S, Sb, Se, Te, Tl y U
(Bornhorst et al., 1995),
de hasta más de cinco órdenes de magnitud. Hay que destacar que este
enriquecimiento se produce independientemente de la naturaleza de las rocas
encajantes, cuya abundancia en estos elementos suele ser siempre muy baja.
Por lo tanto, estos elementos pueden ser útiles en prospección geoquímica. |
Pregunta:¿En qué intervalo de
edad se ubican la mayoría de los depósitos epitermales conocidos? Pregunta:
¿Qué contexto
geológico es el más favorable para el desarrollo de los depósitos
epitermales? Pregunta: En la
mayoría de los casos, ¿a qué tipo de vulcanismo se relacionan los depósitos
epitermales?. |
Bibliografía fuente: Camprubí &
Albinson (2006) Hedenquist, Izawa,
Arribas & White (1996) Documento
“Epithermal_handout.pdf” (De Prof. Arehart) è Desconectado de
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