EVOLUCIÓN HUMANA Y REALIDAD. LA ODISEA DE LA ESPECIE, UN EJEMPLO
DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE LAS CIENCIAS DEL PASADO
HUMAN EVOLUTION AND REALITY
Juan Manuel JIMÉNEZ ARENAS
Resumen
El objetivo de este ensayo no es diseccionar en busca
de qué hay de verdad científica en La odisea de la especie. Se trata
de explorar las interrelaciones que genera ese espacio de responsabilidad
social que es la divulgación científica. Lejos de la
consideración inocente y neutra de la ciencia, ésta participa
en la configuración de la realidad en un sentido determinado. Y la
divulgación científica se ha convertido en una poderosa
herramienta en la función social de proporcionar seguridad,
legitimando una forma concreta de estar en el mundo.
Palabras claves
Evolución humana, realidad, científico,
función social
Vivimos en una sociedad volcada en y condicionada por
el poder de la imagen, tanto la que proyectamos externamente como la que se
utiliza como soporte de un presunto conocimiento. Se ha configurado
una sociedad en la que ha calado la idea de que “una imagen vale
más que mil palabras”, cuando en realidad aquélla, en
la mayoría de las ocasiones, no puede prescindir de ésta para
poder ser descodificada. Imágenes y palabras se refuerzan
mutuamente.
Los documentales sobre evolución humana
están de moda. Sólo hay que comparar la cantidad y horario de
emisión de tales programas para darnos cuenta del auge de esta
temática. Un documental en horario de máxima audiencia era
impensable hace sólo unos años y sin embargo, en los
últimos meses hemos asistido a una presencia confirmada con la serie Memoria de España. Su impacto en una parte importante de la sociedad debe hacernos
meditar tanto por su alcance, sobre todo los primeros capítulos,
como por los contenidos de la misma.
Y en todo ello ha tenido mucho que ver un
fenómeno llamado Atapuerca.
Parece obvio que el conocimiento se ha entreverado
con otra de las necesidades humanas básicas: el ocio (MAX-NEEF
1993). Aprender divirtiéndose o divertirse aprendiendo, en
definitiva “aprender sin esfuerzo”, parece la consigna
conspicua que actúa como reclamo publicitario para atraer, y
enganchar, a un público que siente la necesidad de y la
satisfacción por consumir este tipo de productos, no sólo
cuando son emitidos por televisión sino también adquiriendo
posteriormente una grabación del mismo. De aquí que este
documental se someta a las leyes del mercado. Vender y la promesa de
conocimiento fácil son los objetivos; la invitación a pensar
está ausente (MEDINA DOMÉNECH 1999).
El documental como objeto de consumo rápido y
sencillo invita a seguir consumiendo. Frente a un libro que puede tardarse
en leer días, el documental evita un endemismo de parte de la
sociedad occidental: la sensación de falta de tiempo, unido al
prurito culto y estar informados. Ahora bien, esto no significa que no
existan libros que adoptan una estructura televisiva: Sapiens. La larga marcha hacia la inteligencia (CORBELLA et al. 2001) sería un ejemplo ilustrativo. “La
prisa mata” sentencian los marroquíes cuando los turistas, que
no viajeros, recorremos raudos los caminos y las calles de sus pueblos y
ciudades. Los libros invitan mucho más a la reflexión,
permiten a priori un mayor sosiego y asimilación que el
frenético paso de escenas e imágenes.
Paralelamente a la proliferación de estos
documentales científicos se ha producido la emisión de una
serie de documentales denominados “paracientíficos” que
tratan de explicar los supuestos misterios de la ciencia a través de
argumentos esotéricos. Esto ha causado un profundo malestar entre
los profesionales que nos dedicamos al pasado. Y es razonable esta actitud.
Pero, ¿qué ocurre cuando los contenidos de los documentales
llamados científicos no son adecuados al estado de la
investigación? Son pocas o nulas las voces que denuncian. Falta de
interés, corporativismo, menosprecio a la divulgación y/o al
grado de inteligencia de los televidentes, postura soberbia de los
creadores al sentirse muy por encima de la “basura” que los
demás ofrecen. Puede que sea de todo un poco.
El objetivo de este ensayo no es diseccionar en busca
de qué hay de verdad científica en La odisea de la especie. Se trata
de explorar las interrelaciones que genera ese espacio de responsabilidad
social que es la divulgación científica. Como trataré
de argumentar a lo largo de este texto, la idea de la evolución
(humana) de la que participan los autores de este documental es un proyecto
en el que se busca la legitimación de una manera concreta de estar
en el mundo en los actos fundacionales (ELIADE 2000:85) y se proyecta un
futuro basado en un discurso de la seguridad que no permita alternativas.
Es una imagen de consenso convertida en verdad.
Un documental para hacerse acompañar del
epíteto científico necesita de un factor persuasivo fundamental: la
autoridad. De ahí que la presencia de especialistas reconocidos y
reconocibles –Yves Coppens a la cabeza y Juan Luis Arsuaga como
referente para la versión en castellano- resulte imprescindible. La
autoridad, al igual que el consenso, produce el “efecto
verdad”. El documental científico es caracterizado entonces
como un intento reconstructivo a través de imágenes y
palabras de los fragmentos de verdad que la ciencia aprehende y los hace
inteligibles a una mayoría de la sociedad que cree en lo que ve por
el poder sancionador de la ciencia y de la televisión. De esta forma
este tipo de divulgación científica participa de la lucha
contra lo postmoderno entendido como “Todo lo que es recibido (...)
debe ser objeto de sospecha” (LYOTARD 1995:23). Aún más
si coincidimos en que la Historia como metonimia reconstruye a partir de
aportaciones parciales y parceladas y por tanto se encamina hacia una
configuración de la realidad en un sentido determinado y analizable
(LATOUR 1992:cap. 1). Pero al contrario, los responsables de este
documental pretende que una determinada forma de percibir el mundo se
convierta en el mundo. Y para ello tratan de evitar que los espectadores
puedan desarrollar su capacidad crítica robusteciendo lo que no son
más que meras hipótesis que conviven con otras más
aceptables, aunque ausentes, desde el punto del debate científico.
Otro de los aspectos que enlazaría con esa
verdad anhelada es el realismo que se emplea como un recurso que incrementa
el “efecto verdad” (GIFFORD-CONZÁLEZ 1993), cuando lo
cierto es que produce “efecto realidad”. Con el uso del
realismo se “trata de estabilizar el referente, de ordenarlo respecto
de un punto de vista que lo dote de sentido reconocible, de repetir la
sintaxis y el léxico que permiten al destinatario descifrar
rápidamente las imágenes y las secuencias y , por lo tanto,
llegar sin problemas a la conciencia de su propia identidad” (LYOTARD
1995:15-16). Pero el realismo inventa. Inventa cuerpos, rostros, emociones,
relaciones,... Lo importante es la apariencia a partir de una
recreación que sólo existe en la mente de sus autores.
Autoridad, consenso y realismo emergen como tres
pilares en los cuales se sustenta la creación de una verdad ficticia
aunque asumible para un público que se encuentra en una
situación de asimetría respecto a los expertos. Es cierto que
tampoco debo generalizar y prejuzgar la capacidad de análisis
crítico de los espectadores cuyas intereacciones con el producto son
dialógicas (MEDINA DOMÉNECH 1999: 105), pero no es menos
cierto que uno de los objetivos de este tipo de productos es que buena
parte de los consumidores reproduzcan lo visto y oído; sin
sospechar. Confirmado, este documental participa de la lucha contra lo
postmoderno.
La odisea de la especie es un documental, en clave de
hipérbole, sobre la evolución de los homínidos, la
subfamilia en la que se incluye nuestra especie. Fue emitido por La Primera
de TVE el 10 de junio de 2003 a las 22:00 horas y existe una versión
en DVD. Son alrededor de noventa minutos en los que se mezcla la
infografía para los homínidos más antiguos con actores
reales caracterizados como algunas de las especies descritas de Homo. A
través de seis millones de años se efectúa un
recorrido épico por las adquisiciones que los homínidos han
ido incorporando hasta configurar la Humanidad actual. O más bien
parte de ella. Como propone D. Haraway, todo lo importante cambia (HARAWAY
1995). O dicho de otro modo, centramos nuestra atención en aquello
que hemos decidido que es importante a la hora de representarnos e
identificarnos, y lo confundimos con el mundo –en un ejercicio de
inconsciencia colectiva-. Y en un ámbito como es el occidental no
creacionista, la ciencia nos proporciona la seguridad que ya no permiten,
al menos tan claramente, otros tipos de discursos como puede ser el
religioso.
Pero, ¿qué nexo existe entre el debate
científico actual en materia de evolución humana y lo que el
documental nos muestra? Poco y circunscrito a los hallazgos de nuevas
especies. Por lo demás se recorren una serie de lugares comunes
plenos de prejuicios y que más que caracterizar a los grupos de
australopitecinos y humanos parecen constituir el modelo de
prácticas culturales predominante en occidente, las cuales
están perdiendo terreno por el avance de otras formas de estar en el
mundo y que por tanto necesita perentoriamente reforzarse.
En este documental se entremezclan la familia, el
poder, la autoridad, la política, la economía,... Es un claro
exponente del híbrido que latita en cualquier producción
científica (LATOUR 1991), máxime en la divulgación.
Pero, ¿en qué esfera de la realidad se sitúa este
producto?
La evolución, desde el punto de vista del
consenso neodarwinista, es fundamentalmente “descendencia con
modificación” producidas por mutaciones e imperfecciones en la
transmisión de la información genética (INGOLD 2001:
130) y hacen que unos individuos sean más compatibles que otros en
determinadas circunstancias medioambientales y que tengan más
posibilidades de prosperar y transmitir sus modificaciones a la siguiente
generación. Apenas si se tiene en cuenta la propuesta de Lamarck,
secundada por el propio Darwin (DARWIN 1996), de la
“transmisión de caracteres adquiridos”, es decir que el
uso y desuso de un órgano implica su desarrollo o
desaparición y que tales cambios producidos durante la vida de un
organismo se legan a la descendencia.
El documental comienza de forma contundente: aparecen
los primeros prehumanos, la faz de la Tierra cambiará. La carrera
por su dominio ha comenzado y nosotros no somos más que el
último exponente de algo inevitable y presente antes de la
aparición de los humanos. Un primer rasgo dimana, el
antropocentrismo. Los humanos se dibujan como seres exploradores cuya
audacia y capacidad de superación ante la adversidad hace que se
conviertan en iluminados que de la casualidad hacen necesidad. Por su parte
el uso de la primera persona del plural, en la voz en off, evoca la idea de
que todos participamos de la evolución humana, lo cual puede llevar
a reforzar la percepción de la Humanidad como unidad. Aunque, en
realidad, el objetivo de esta forma narrativa trataría de enlazar
ciertos comportamientos del presente con el pasado con la intención
de naturalizarlos.
Lejos de amilanarse, los responsables del documental
se animan cuando proponen el origen del bipedismo. El Orrorin tugenensis es el primer
candidato a ser homínido puesto que se levanta sobre sus patas
traseras para ver, y una vez ahí tiene una segunda intuición:
avanzar de pie. El esfuerzo y la superación personal son los que
llevan a estos pioneros a contribuir al beneficio de la especie. Muy
parecido a uno de los principios del liberalismo propuesto por Adam Smith:
la suma de los esfuerzos individuales supone beneficio para la sociedad. De
esta forma se trata de legitimar el discurso neoliberal, la ficción
de que todos disfrutamos de los beneficios. Pero no sólo, la
transmisión de caracteres adquiridos implica también la
separación entre humano y naturaleza, porque ambas
disfrutarían de mecanismos evolutivos diferentes. El mero hecho de
entrar a formar parte de la subfamilia de los homínidos los hace
discretos, es decir, separados del resto de la naturaleza. Y si pasamos al
ámbito de lo emocional, la novedad del bipedismo proporciona placer.
Algo con lo que también la sociedad occidental gusta de
representarse. La contemporaneidad de dos especies bípedas en
diferentes zonas de África es el argumento que se esgrime para
incidir en la lógica de la evolución de los homínidos:
¿cómo se habrá puesto de pie Sahelanthropus tchadensis,
habrá llegado hasta allí la noticia o será pura
coincidencia? Lo que nos diferencia es el sentido voluntarista de la
evolución humana porque frente al resto de especies que pueblan la
Tierra los homínidos se caracterizan desde el inicio por tomar la
iniciativa y ser responsables de su propia evolución, y todo ello
aderezado con una capacidad de superación ante las hostilidades que
implica una diferencia cualitativa respecto al resto de especies. Esto
implicaría una cierta continuidad con el discurso creacionista.
Una vez superada la primera empresa, el siguiente
capítulo está dedicado a contar qué especie de
australopitecino es la antepasada directa de los primeros humanos. Para
ello recurren a una fábula. Lucy, la famosa Australopithecus afarensis, ha
perdido a todo su grupo y anda indefensa ante los peligros acechantes. Ella
sola no puede sobrevivir y se une a un grupo de Australopithecus anamensis con
mayor tamaño corporal, con un bipedismo más conseguido
-¿habrán puesto más voluntad?-, más audaces y
carroñeros. Para ser aceptada por el macho sólo tiene la
opción de la sumisión y tal vez la seducción, y para
serlo por el grupo tiene que acatar sus reglas. Finalmente, Lucy muere
ahogada al tratar de cruzar un río. Esta misma fórmula
aparece en el primer capítulo de Memoria
de España, sólo que trasladada a
la convivencia entre neandertales y humanos anatómicamente modernos,
y se está convirtiendo en un lugar común en este tipo de
documentales. La hembra indefensa tiene que buscar el cobijo de otra
especie porque si no las posibilidades de supervivencia son nulas. Las
hembras solas no son autónomas, lo cual puede ser cierto pero no lo
es menos que un macho solitario tendría más o menos las
mismas posibilidades de sobrevivir. También se percibe cierto
componente androcéntrico en las alternativas que presentan para ser
aceptada por un macho: sumisión o seducción. Y quizás
evoca también una visión desde el presente ante el temor a la
pérdida de la identidad propia por las aportaciones de los
foráneos.
El siguiente gran hito de la evolución humana
se corresponde con la aparición de Homo
habilis, por ahora el primer representante del
género al cual nosotros pertenecemos. Sus inventos, en palabras de
los responsables del documental, cambiarán nuestro destino. H. habilis presenta un
cerebro más grande, y por tanto tendrá ideas más
elaboradas. Pero no sólo. También son más audaces y
atrevidos que los australopitecinos, lo que les permitirá llegar
más lejos. Se retoma de esta forma otro de los argumentos centrales
del documental: la búsqueda de los caracteres exclusivos de la
evolución humana.
Otro rasgo intersante en este documental es el tiempo
narrativo de los distintos procesos. En general todos lo hitos, empresas,
etc. elegidos como importantes lo son dentro de los debates
científicos para entender la evolución humana. Pero
también, por lo general, suelen aparecer con referencias temporales
muy vagas e incluso inexistentes. De esta forma se transmite la
sensación de un continuum o si se quiere de una dimensión del tiempo
diferente a la del tiempo histórico y que se acercaría
más al tiempo mítico. De hecho el recurso a disgresiones con
vocación de parábolas acentúa más si cabe esta
percepción.
La acción se sitúa en uno de los
momentos claves de la evolución humana. Al menos así lo
percibimos los investigadores. El poder, las relaciones entre
géneros, la jerarquía, la reflexión, la
manipulación, la tecnología, la relación carne-cerebro
como trasunto de la evolución de la inteligencia, son capacidades y
habilidades que aparecen diáfanas en los H. habilis. Son como nosotros pero
a menor escala, aunque siempre descuella alguna diferencia. La solidaridad
sólo se ejerce cuando existe una amenaza externa. Salvo por la
cuestión de la poligamia (existencia de favoritas) asistimos a un
proceso de naturalización de comportamientos con los que una buena
parte de la sociedad occidental se representa. Y por supuesto aparece la
idea de progreso, puesto que una vez aparecido H.habilis la evolución
(teleológica) es ya imparable. Ahora bien, la evolución ha
sido y será imparable con o sin la presencia de los humanos. Creo
que hubiera sido interesante rebajar el nivel de antropocentrismo, aunque
que entonces dejaríamos de ser héroes. Pero en este relato
épico algunos son más héroes que otros. Me
gustaría destacar que al menos en este documental las hembras de H. habilis tienen un
papel semejante al del hombre a la hora de obtener los recursos. Pero a la
hora de decidir, es el macho viejo –“Habilis el viejo”-
el que toma las iniciativas mientras los demás acatan. A pesar
de que el invento de la primera herramienta se concede a un joven (MORIN
1992:81 y ss.), el control de este primario medio de producción
recae en “Habilis el viejo”. La relación carne-cerebro
también se está convirtiendo en un tema recurrente en la
divulgación sobre evolución humana. La evolución
biológica tiene su lógica y proponer que comer carne implica
el crecimiento del cerebro es recurrir de nuevo a la idea de Lamarck, la
transmisión de caracteres adquiridos. Claro que transmitir este
modelo de evolución biológica parece ser uno de los objetivos
de los responsables de este documental.
El siguiente paso se produce con la primera
expansión fuera de África. Y de nuevo el carácter
voluntarista emerge como posibilidad. ¿Será la presión
demográfica, seguirán a los animales o será el
espíritu de conquista? La respuesta a esta pregunta no es
fácil, pero pienso que la tercera opción es descartable. Pero
a los autores les interesa remarcar que el deseo de cambio y la
volición están presentes en y desde los orígenes, y no
es un componente circunstancial de un momento cultural.
Para incrementar las percepciones de unidad y de
identificación con la evolución se recurre también a
los sentimientos. De esta forma se acercarán más a la
Humanidad actual (o como ya he propuesto anteriormente a una parte de ella
confundida con el todo). De nuevo aparece la hembra desprotegida que perece
y cuya muerte causa hondo dolor en “su” macho. Volvemos a la
concepción ahistórica de la evolución humana.
El siguiente capítulo se dedica a la vida
cotidiana de un grupo de Homo erectus asiáticos, y tal vez sea la parte del
documental donde el sesgo androcéntrico se comienza a percibir con
mayor claridad. Surge la familia mononuclear, y con ella el respeto a los
padres, el trabajo, la especialización del mismo, y dentro de
ésta la división sexual del trabajo -los machos cazan y las
hembras recolectan-. Un modelo que recuerda claramente a una forma concreta
de percibir el mundo dominante, aún hoy día, en buena parte
de la sociedad occidental.
La sexualidad también cambia, nace el
erotismo. La cópula ya no es tan fácil como antes y la
seducción se ha refinado. Los genitales femeninos ocultos impiden
saber al hombre cuando una mujer puede ser fecundada. El hombre tiene que
desplegar sus artes amatorias para evitar que la mujer se niege a copular.
La seducción por las formas de la mujer y el timbre grave y profundo
de la voz en el hombre se presentan como los referentes a la hora de buscar
pareja. La mujer se configura como un ser doméstico y pasivo que
busca en el hombre esa seguridad que le falta. Mientras el hombre se
adentra en el exterior, aporta la tecnología y el alimento de
calidad –la carne- e incluso muestra inclinaciones estéticas
(para más detalles críticos sobre este modelo redundante en
Prehistoria ver p. ej. SANAHUJA YLL 2002; JIMÉNEZ ARENAS 2002;
SÁNCHEZ ROMERO 2004).
Con el descubrimiento del fuego ocurre algo parecido.
Son los hombres los que lo somenten contribuyendo de manera notable a la
mejora de las condiciones de vida de toda la Humanidad. El pensamiento
liberal más clásico de nuevo a la palestra, reforzado por el
uso de la primera persona del plural –“nos levantamos,
“descubrimos”...-.
La última parte del documental nos traslada a
Europa y los protagonistas son los neandertales y su posterior
desaparición cuando llegan los humanos anatómicamente
modernos. Algo que ha llamado poderosamente mi atención es las dudas
que se plantean sobre el lugar de origen de los humanos
anatómicamente modernos. Hoy se acepta que tuvo lugar en
África y las diferencias interpretativas se centran en los posibles
contactos con poblaciones preexistentes. Pero resulta interesante que los
autores lleguen a plantear que los humanos anatómicamente modernos
evolucionaran en varios lugares a la vez. Es como si África no fuera
una digna cuna para la humanidad actual.
En esta parte los responsables se debaten entre una
caracterización diferente y otra similar de los neandertales
respecto a los humanos anatómicamente modernos. Rostros
desfigurados, dientes ennegrecidos o movimientos exagerados los
alejarían de nuestra especie. Pero a la vez se comportan de manera
envidiosa y tienen ansias de poder. Lo que no varía es la
posición prepotente de los humanos sobre la naturaleza ni el rol
pasivo de la mujer. En este sentido cabe destacar la escena en la que el
jefe del grupo es matado por un oso en parte gracias a la pasividad de otro
de los miembros del grupo que hace poco por ayudar a su compañero en
este lance. Esto implica que la mujer del jefe fallecido se queda sola y
con la única posibilidad de emparejarse con el nuevo jefe, como si
de gorilas se tratara.
Los neandertales son inteligentes y sensibles, pero a
la vez son brutos, salvajes, antropófagos. Cuando se encuentran ante
una novedad utilizan el olfato para tomar contacto con ella –signo de
animalidad- mientras los humanos anatómicamente modernos se muestran
más tranquilos, utilizan su inteligencia. A la hora de vestir, en la
tecnología y físicamente también son diferentes. O
mejor dicho, menos evolucionados. Y si la evolución se confunde con
el progreso es fácil deducir que su marginalidad provocó su
extinción. Parece que nace la globalización en el sentido de
homogeneización y triunfo del modelo neoliberal, de discurso
único latente y encapsulado en una presunta verdad inherente a la
ciencia. Los autores recurren a poner en la mente de los primeros humanos
anatómicamente modernos estos epítetos y
características que han formado parte de la imagen que buena parte
de la historiografía sobre neandertales ha producido, y que se ha
utilizado profusamente como recurso para marcar una nítida
diferencia entre “nuestro” pasado y “nuestro”
presente (STRINGER y GAMBLE 1996). Y de “nuestro” pasado nos
interesa rastrear aquellos cambios que aún permanecen. Pero en este
documental el proceso, como ya he comentado, es el inverso en pos de la
naturalización de comportamientos de una parte de la sociedad
occidental.
La versión en soporte DVD incluye un Making off, La Odisea de la Especie entre bastidores. En ella se narran diferentes aspectos del rodaje e
incluye declaraciones del realizador y del director científico. El
primero, Jacques Malaterre, sentencia: “Nuestro trabajo comienza
allí donde la ciencia no tiene respuestas”. Pero siempre sobre
el sustrato científico que abona a la ficción. Además,
resulta harto complicado para personas que no estén avezadas en
materia de evolución humana y/o en el análisis crítico
de la realidad distinguir dónde termina la supuesta verdad
científica y comienza la aportación artística.
Una de las características de este documental
es la escasa referencia a los contextos. El espacio, el tiempo, mucho menos
el momento en el que se produce una hipótesis, apenas tienen cabida,
lo cual contribuye, entre otras cosas, a transmitir una percepción
universal de la evolución. Pero universal confundida con una
percepción concreta, la de sus autores porque muchas de las
cuestiones propuestas no constituyen un consenso científico en la
actualidad. Ahora bien, bien hiladas ayudan a configurar a la Humanidad de
una manera determinada. A ello también contribuye el
frenético ritmo impuesto por tener que comprimir en noventa minutos
tanto debate como el que la evolución humana genera. Pero hay ideas
subyacentes que están presentes al margen del soporte y del tiempo
del documental. La presencia de escenas en las que se representa el
ejercicio del poder en exclusiva, la visión de la mujer como a veces
actriz secundaria, a veces mera espectadora, la tecnología como
factor principal del progreso, la ciencia como verdad, el alejamiento y el
dominio de los humanos sobre la naturaleza, un concepto teleológico
de la evolución humana, la familia mononuclear, la jerarquía,
la representatividad pergeñan un interesante híbrido.
En cierto sentido, la ciencia ha sustituido a la
religión en la función social de proporcionar seguridad a una
parte de la Humanidad contemporánea. Y para ello se ha visto abocada
a compartir algunas de sus formas, por ejemplo la adopción de una
retórica fuerte, sin fisuras, que limite los efectos de una
evidencia débil (LATOUR 1992:Parte I). Como consecuencia, esta
realidad, a veces, impide la necesaria autocrítica. Las fisuras
existen y se rellenan de prejuicios, y si éstos son semejantes a los
de los destinatarios resultan perfectamente creibles y elevados a la
categoría de verdad por la mediación de la ciencia. Y es
quizás, en la divulgación científica donde estas
prácticas alcanzan un mayor grado. Afirmaciones que ningún
científico se atrevería a hacer en un foro cualificado, se
vierten sin pudor cuando del público en general se trata.
En la Odisea, Homero narra un nostos, concretamente el viaje en el que un grupo de combatientes
en la guerra de Troya encabezados por Ulises se enfrenta a una serie de
empresas arriesgadas. El regreso a los orígenes no resulta
fácil. Y de tal dificultad dimana la valoración como
héroe del protagonista. Trasladado al ámbito de la
evolución humana, los responsables del documental La Odisea de la especie narran
las vicisitudes de la Humanidad para alcanzar ese estatus intermedio que es
el héroe y que nos situaría entre los dioses y la naturaleza.
Una vez muertos los dioses, una parte de la Humanidad ocupa su trono en
sustitución de la Humanidad misma.
AGRADECIMIENTOS
A Rosa Mª Medina Doménech, Margarita
Sánchez Romero, Gabriel Martínez Fernández y
María Ruiz Hilillo por ayudarme a mejorar las versiones preliminares
de este trabajo.
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