CONSIDERACIONES ACERCA DEL HALLAZGO DE UN FRAGMENTO DE PIGMENTO MINERAL “AZUL
EGIPCIO” EN EL YACIMIENTO DEL CERRO DE LA MORA (MORALEDA DE ZAFAYONA, GRANADA, ESPAÑA)
CONSIDERATIONS ABOUT THE FINDING OF A FRAGMENT OF MINERAL PIGMENT CALLED EGYPTIAN "BLUE" IN
THE SITE OF CERRO DE LA MORA (MORALEDA DE ZAFAYONA, GRANADA,
SPAIN)
Julio M. ROMÁN PUNZÓN, Elena NAVAS GUERRERO
Resumen
El hallazgo de un fragmento de pigmento mineral
“Azul Egipcio” o “Azul Pompeyano” en el yacimiento
del Cerro de la Mora (Moraleda de Zafayona, Granada) suscita una serie de
interesantes hipótesis en relación al uso de este tipo de
sustancias en época romana.
Palabras clave
sustancia mineral, colorante, Azul Egipcio,
época romana, actividad textil
Abstract
The finding of a fragment of mineral pigment called
"Egyptian Blue" or "Pompeian Blue" in the site of Cerro
de la Mora (Moraleda de Zafayona, Granada) allow us to discusses hypothesis
related to its use in Roman period.
Key words
mineral substance, colouring, Egyptian Blue, roman
period, textile production
INTRODUCCIÓN
Ubicado al oeste de la provincia granadina, en la
comarca de la Vega del Genil, en la subcomarca de la Vega de Loja, y
perteneciente al término municipal de Moraleda de Zafayona
(Granada), el Cerro de la Mora es una pequeña loma con una altitud
de 571 m., situada a orillas del río Genil, concretamente en su
margen derecha. La ubicación exacta es, en coordenadas
geográficas, 3° 59’ 7’’ O–37°
13’ 31’’ N, mientras que en coordenadas UTM se
situaría en el triángulo formado por las siguientes: X=
412971’57, Y=4118687’90; X=412995’09, Y=4118423’93
y X=412761’17, Y=4118528’47 (Hoja 1008 MTN 1:500.000, Servicio
Cartográfico del Ejército).
Al este del cerro, justo al pie del mismo, se
encuentra el río Genil, que forma un meandro y una zona vadeable. En
ese lugar, se practicaron los primeros sondeos estratigráficos, que
alcanzaron hasta 18 metros de profundidad, y que ofrecieron una de las
secuencias estratigráficas más interesantes de toda
Andalucía, desde Argárico Final hasta época medieval.
Esto ha posibilitado el estudio de las grandes transformaciones sociales,
económicas y políticas que han supuesto el fin de las
sociedades prehistóricas, las colonizaciones, la gestación de
los pueblos ibéricos y la romanización de la
Península.
La fase romana, la VIII en la secuencia general del
yacimiento, se encuentra muy bien documentada, básicamente, en la
parte superior y occidental del cerro, lugar donde aparecieron la mayor
cantidad de restos iberorromanos de lo excavado hasta hoy día
(Lám. I y II). Se trata de una serie de estructuras rectangulares,
posiblemente domésticas, de pobre apariencia (muros de
mampostería irregular, escasa presencia de elementos constructivos
cerámicos, etc.).
Será en la zona noroccidental del cerro,
concretamente en el Corte 6, del que, desgraciadamente, no se conserva
representación gráfica de planta o perfiles
arqueológicos, donde apareciese un fragmento de un extraño
mineral, de color azulado y aspecto poroso que, si bien en un principio se
clasificó como una bolita de pasta vítrea
(CM’87/C6/III-I/028), resultó ser un fragmento de “Azul
Egipcio” o “Azul Pompeyano”, sustancia mineral usada en
la Antigüedad como pigmento (Lám. 3).
Para comprobar este extremo, se procedió a
analizar dicha sustancia. El estudio analítico de la muestra se ha
efectuado mediante Microscopia Electrónica de Barrido (SEM) y
microanálisis (EDX). La muestra ha sido observada en un microscopio
Zeiss DSM 950, equipado con un microanálisis de Rayos-X Oxford Isis
300 (Lám. 4). Los espectros se adquirieron a 20 Kv de excitación. Las medidas
se efectuaron en diversos puntos de la muestra, obteniendo siempre el mismo
tipo de espectro (Lám. 5).
De los dos tipos de Azul Egipcio que existen
según su composición, silicato de sodio y cobre, o silicato
de calcio y cobre, en nuestro caso se ha documentado el segundo tipo
(CaCuSi4O10), que se obtendría de la mezcla de una parte de CaO,
otra de Cu y cuatro de SiO2 con un 10% de carbonato sódico
(natrón). Esta mezcla se calienta durante 24 horas a unos 850º
C., dando lugar a la mencionada sustancia (JUAN-TRESSERRAS 2000:249), cuyo
empleo más común fue el de colorante, empleado en distintas
facetas de la vida cotidiana (ORTIZ y PAZ 1998:175).
En cuanto al uso de dicho componente en el mundo
romano, se tienen referencias gracias a Vitrubio (Libro 7, Capítulo
11, 1) que lo reseña como pigmento, o en Plinio, que menciona su uso
para afeites y azular telas (ORTIZ y PAZ 1998:175, nota 11). Sin embargo,
ya existían noticias de su utilización desde el 3100 a.C. en
pinturas murales de Egipto y Mesopotamia, constituyéndose como uno
de los pigmentos sintéticos más antiguos del mundo
(DOUMA 2006). Asimismo, varios siglos después, Teofrasto, el alumno
favorito de Aristóteles y su sucesor a la cabeza del Liceo,
trataría de este material en su magna obra De Lapidibus (VII, 55).
Entre las funciones más comunes del Azul
Egipcio destacan, entre otras, las destinadas a la elaboración de
cosméticos y fármacos, pinturas murales, el teñido de
fibras textiles y la coloración de vidrios. (GUINEAU 1996:511).
En nuestro caso, para determinar el empleo concreto
que tuvo esta sustancia mineral en el Cerro de la Mora, se debe observar el
resto del contexto material, tanto de la unidad en la que fue hallada como
del propio yacimiento en general.
En cuanto a la primera, desgraciadamente se trata de
una unidad bastante alterada por remociones postdeposicionales, debido a lo
cual el material contenido se encuentra muy mezclado. No obstante, la gran
cantidad de fragmentos de cerámica común romana y TSH hacen
muy posible su datación, como mínimo, a partir de la segunda
mitad del s. I dC.
Ante esta situación, se hace indispensable
analizar el contexto general del yacimiento para entender la presencia de
dicho pigmento mineral en el mismo. A la frecuente aparición de pondus y fusayolas,
habitual en este tipo de asentamientos, se suma toda una serie de
instrumentos de hueso trabajado, como espátulas o fragmentos
recortados de alfileres (éstos, reaprovechados como punzones),
alguno de los cuales ha aparecido en la misma unidad estratigráfica
que la sustancia estudiada (CM’87/C6/III-I/015 y 016). Como han
señalado algunos investigadores, éstos pudieron ser usados
para tensar y colocar los hilos de la trama y eran del todo imprescindibles
en el proceso de tejido (ALFARO 1997:50). Dichos hallazgos, que indican una
clara actividad textil, sumados a la aparición de este pigmento
sintético, podrían señalar la posibilidad de que se
tiñesen también las prendas textiles manufacturadas, algo que
en época romana está bien documentado y que se realizaba
antes de cardarse o teñirse la lana (BELTRÁN DE HEREDIA 2000:
258).
Se trata únicamente de una posibilidad, ya que
no se descubrieron en el curso de las excavaciones instalaciones o
estructuras propias de una tinctoria. No obstante, creemos ciertamente en esta posibilidad, que
viene reforzada por otra realidad más: la evidencia de que en el
entorno geográfico de la Tierra de Loja no existen
prácticamente especies vegetales tintóreas que proporcionen
el color azul (con la única excepción de una especie llamada
vulneraria, de la que, dependiendo del mordiente, se obtenían
colores azulados o rojos) (VALLE et al. 2001:337), lo que obligaría
a utilizar otro tipo de sustancias, en esta caso mineral, para su
obtención.
A todo esto, hemos de añadir la importante
tradición que el Cerro de la Mora tenía en la
fabricación de productos textiles ya desde la época del
Bronce (ADROHER et al. 2002:90). El mismo Estrabón, siglos después,
señalaba que antes de la llegada de los romanos, “ya se exportaba paño bueno para vestidos, pero hoy
(sólo) lana” (Estrabón,
III, 2, 6), mientras que Marcial encomia en general los tejidos y las lanas
de la Bética (XII, 63,3,; I, 96, 4-5; V, 37, 7; VIII, 28, 5-6; IX,
61, 3-4; XII, 98, 2; XII, 65, 5, etc.). De ello se puede deducir que en
época ibérica ya se exportaron tejidos y, quizás,
vestidos confeccionados. Debemos recordar que la lana turdetana
alcanzó tal fama, por su excepcional finura y calidad, que se
convirtió en un producto comercial exportador de primera mano
(PASTOR 1983:170). En un lugar como el Cerro de la Mora, para el cual hemos
defendido en otros trabajos su carácter de posible mercado rural
(ROMÁN 2006:259), no es extraña la posibilidad de que se
siguiesen manufacturando tejidos coloreados orientados a la venta en el
mercado rural que se establecía periódicamente en éste
asentamiento.
Se podría pensar que, aunque la actividad
agroganadera debió ser, junto a la comercial, la principal del
yacimiento del Cerro de la Mora, no era extraño que un campesino
realizase otras actividades que complementaran su renta. Así,
existían pequeños labriegos que sólo disponían
de la azada como herramienta de trabajo y una pequeña
explotación agrícola que no aseguraba la subsistencia
familiar, por lo que el núcleo familiar tenía que realizar
una actividad artesanal como complemento de sus recursos (CHIC 2001:
372-373). En este contexto se podría situar la actividad textil que
probablemente se desarrollaba en el Cerro de la Mora. Sin embargo, y
teniendo en cuenta, por un lado, la procedencia foránea del
fragmento de tinte mineral, así como su probable carácter de
material comercial exclusivo y, por otro, la función mercantil que
hubo de desarrollarse en dicho yacimiento, entiendo que es posible que la
producción textil no fuese únicamente de consumo propio sino
que pudo estar orientada a la venta en el mencionado mercado rural.
Dos interesantes conclusiones se pueden extraer de
todo esto. Por un lado, la posibilidad de que se trate de una sustancia de
importación. Las altas temperaturas que se necesitan para su
conformación exige la existencia de hornos con que los cuales
alcanzar dichas temperaturas. La inexistencia, por ahora, de este tipo de
estructuras en el Cerro de la Mora, obligaría a su
adquisición ya preparada en forma de bolas, como muestran hallazgos
realizados en Pompeya y Barcelona (BELTRÁN DE HEREDIA 2000:257). La
procedencia es más difícil de determinar ya que existe una
gran escasez de hallazgos de este tipo de sustancias en el mundo romano,
aún más, vinculadas a tinctoriae, por lo que tendremos que esperar a futuros
descubrimientos y analíticas para dilucidar estos aspectos. Aparte
de los hallazgos de Pompeya y Barcelona, se han recuperado en Asturica Augusta (Astorga,
León), Caesaraugusta (Zaragoza), Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza) y Complutum (Alcalá de
Henares), además de en las localidades francesas de Lyon, Bordeaux,
Autun, isla de Sainte-Marguerite, Clos de Lombarda (Carbona) o
Saint-Romain-en Gaul (Vienne) (ORTIZ y PAZ 1998:181; BELTRÁN DE
HEREDIA 2001:52).
En todo caso, lo que parece claro es que no es una
sustancia conocida en el mundo ibérico, por lo que hubo de ser una
técnica adoptada de los romanos. Algunos investigadores
señalan su posible procedencia de la Península
Itálica, concretamente de su zona central o la Campania (ORTIZ y PAZ
1998:181), si bien estas conclusiones no son extrapolables a espacios
geográficos diferentes al actual territorio aragonés.
Por otro lado, la documentación de una
sustancia de características especiales, que no parece que formase
parte de los productos mercantiles más habituales, lleva a pensar en
un comercio expreso de este pigmento para el Cerro de la Mora, escaso en
sustancias que proporcionen colores azules, además de suponer que
dicha petición se realizaría en cantidades relativamente
abundantes (para ser más rentable desde el punto de vista
económico, toda vez que se trata de un producto de elevado coste,
para el que se ha calculado un precio en torno a los 10 denarios la libra
-unos 327 gramos-) (ORTIZ y PAZ 1998:180), lo cual indicaría una
producción de prendas tintadas de mayor envergadura que la
doméstica.
En cuanto a la datación, al tratarse de un
fragmento recuperado en un nivel bastante alterado (el sondeo 6 es uno de
los que presenta mayor alteración estratigráfica)
(ROMÁN 2006:57), no se puede señalar más que su
adscripción a época romana. No obstante, teniendo en cuenta
que los paralelos de dicha pieza, como los de Barcino u Ostia, están datados en el
siglo II d.C. (BELTRÁN DE HEREDIA 2000:259), lo cual coincide, por
un lado, con el término post quem asignado a la unidad estratigráfica en la que fue
hallado (ROMÁN 2006:214) y, por otro, con el momento de mayor
esplendor del Cerro de la Mora, propongo como plausible la referida
datación para nuestro caso. Sin embargo, también han sido
fechados algunos ejemplares, de Caesaraugusta, Asturica Augusta y Celsa, entre los años 25-75 d.C. (ORTIZ y PAZ, 1998:182). De
cualquier modo, se trataría de un producto fechado en época
altoimperial.
En conclusión, y teniendo en cuenta que es
suficientemente conocido el trabajo de la lana o el lino por parte de los
íberos, nuestro hallazgo de varias pesas de telar y fusayolas (de
tipología ibérica y romana) (Lám. 6), varios fragmentos de tensores de
hueso trabajado y un fragmento de “azul egipcio” o “azul
pompeyano”, hace hipotetizar con la existencia en el Cerro de la Mora
de un telar de cierta envergadura, dedicado a la fabricación de
productos textiles tintados, en época romana. Asimismo, y teniendo
en cuenta la actividad mercantil que se desarrollaba en el yacimiento,
proponemos que dicha fabricación no estaría destinada al
consumo propio sino a la venta en el mercado rural que
periódicamente se desarrollaba en este lugar.
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