LA MINA DE JOSÉ MARTIN PALACIOS (Baños de
la Encina, Jaén). UNA APROXIMACIÓN A LA MINERÍA
ANTIGUA EN LA CUENCA DEL RUMBLAR
JOSÉ MARTIN PALACIOS´ MINE (Baños
de la Encina, Jaén). AN APPROACH TO ANCIENT MINING IN THE RUMBLAR RIVER
Luis ARBOLEDAS MARTÍNEZ, Francisco CONTRERAS
CORTÉS, Auxilio MORENO ONORATO, José DUEÑAS
MOLINA y Antonio Ángel PÉREZ SÁNCHEZ
Resumen
Con los trabajos de prospección
arqueometalúrgica llevados a cabo en los últimos años
en el Alto Guadalquivir, y más concretamente, en la cuenca del
río Rumblar, se han documentado importantes restos de minería
extractiva y metalurgia antigua, como rafas, galerías, pozos,
escoriales, etc., los cuales están asociados a la explotación
de minerales de cobre y de galena argentífera. Así, en este
trabajo presentamos los resultados preliminares de los análisis,
tanto de prospección superficial y del subsuelo como de
topografía y planimetría, realizados en la mina hallada en la
actual finca de Doña Eva, conocida como la Mina de José
Martín Palacios.
Palabras clave
Minería extractiva, cuenca del Rumblar,
prospección arqueometalúrgica, tomografía
eléctrica, isótopos de plomo
Abstract
During arqueometallurgic surveys carried out in the
last years in the High Guadalquivir, and specifically in the Rumblar river,
important remains of extractive mining and ancient metallurgy such as
rafas, galleries, and “slags” have been documented. These
remains have been associated to the exploitation of copper minerals and
“galena argentifera”. In this paper we present the preliminary
results of the analysis, not only from superficial and subsoil survey, but
also planimetry and topography developed in the mine found in Doña
Eva property, well-know as José Martín Palacios´ mine.
Key words
Extractive mining, Rumblar river, archaeometallurgic
survey, electric tomography, lead isotopes
INTRODUCCIÓN
Este trabajo se incluye dentro de los proyectos
“Una historia de la tierra: la minería en la provincia de
Jaén”, subvencionado por el Instituto de Estudios Giennenses,
y el Proyecto I+D+I Minería y Metalurgia en las comunidades del
Bronce del Sur peninsular, financiado por el Ministerio de Educación
y Ciencia. Los trabajos de campo fueron financiados por la
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía dentro del
Proyecto Peñalosa. En una primera fase de este último se
realizaron una serie de prospecciones arqueológicas para definir el
poblamiento de la cuenca alta del río Rumblar y su relación
con la explotación especializada del mineral de cobre (NOCETE et al., 1987; LIZCANO et al., 1990).
En una segunda fase del mismo, una vez definidos los
procesos metalúrgicos llevados a cabo en el poblado de
Peñalosa, los esfuerzos se encaminaron hacia la localización
de los lugares de extracción de mineral y su relación con los
asentamientos no sólo prehistóricos, sino también de
época romana. Para ello, en septiembre del 2003 se llevó a
cabo una prospección arqueometalúrgica en la cuenca alta del
río Rumblar y en el entorno de El Centenillo por un equipo
multidisciplinar bajo la dirección del Prof. F. Contreras
Cortés (CONTRERAS et al., 2004; CONTRERAS et al., 2005a; 2005b). En la actualidad se han reanudado los
trabajos de campo con el fin de prospectar todo el territorio que compone
el distrito minero de Linares-La Carolina.
El objetivo de esta prospección no era
exclusivamente el estudio de la distribución espacial de los
recursos minero-metalúrgicos, es decir, no se pretendía que
el estudio quedara limitado a la representación cartográfica
de la dispersión de los recursos minerales, sino que también
se querían evaluar las evidencias sobre posibles zonas de
extracción y transformación, y relacionar todas ellas con la
dispersión de los asentamientos de esta área documentada en
las prospecciones desarrolladas en los años 80 en la cuenca del
río Rumblar (LIZCANO et al., 1990).
Con los trabajos prospectivos se ha podido comprobar
cómo en Sierra Morena Oriental son aún numerosos los
vestigios de la extracción minera de época
prehistórica y romana que permanecen intactos, y que se han podido
registrar gracias a que en algunas áreas no se produjo una intensa
explotación en época contemporánea (DUEÑAS et al., 2005). Como
consecuencia de estos trabajos de campo, además de la
localización de nuevos asentamientos prehistóricos y romanos,
se localizaron numerosos vestigios del impacto de los trabajos extractivos
llevados a cabo en esta área durante la Prehistoria Reciente y
época romana. Pozos, rafas, vertederos, catas, etc. surcan la cuenca
media del Rumblar, cerca de los filones metalíferos de cobre, hierro
y plomo. Entre los hallazgos destacan las calicatas de la mina El
Polígono (Est. 9 y 10), los pozos antiguos denominados Pocicos del
Diablo (Est. 47 a y 47 b) (contiguos a la rafa de Salas de Galiarda), los
restos de un yacimiento romano, junto con rafas mineras antiguas, en el
Cerro de la Mina La Botella (Est. 61 y 62), las rafas de la Mina El Macho
(Est. 63 y 65) y la Mina de José Martín Palacios (Est. 45),
la cual es el objeto de este artículo (fig. 1) (CONTRERAS et al.,
2004; CONTRERAS et al., 2005a; 2005b).
A raíz del descubrimiento de la mina de
José Martín Palacios se decidió centrar nuestros
esfuerzos en la investigación de ésta. Para ello, y previo a
una futura intervención arqueológica, se llevó a cabo
una prospección tanto superficial, acompañada de un
levantamiento topográfico detallado, como del subsuelo, que
consistió en una tomografía eléctrica (PEÑA Y
TEIXIDÓ, 2005). El objetivo era observar la disposición de
los diferentes elementos que componen la mina y obtener imágenes del
subsuelo que permitiesen confirmar la existencia de posibles excavaciones
subterráneas.
EL CONTEXTO GEOGRÁFICO Y GEOLÓGICO DE LA
MINA
El área de nuestro estudio se enmarca en la
provincia de Jaén, dentro del distrito minero de Linares-La
Carolina, en las estribaciones meridionales de Sierra Morena Oriental,
concretamente en la cuenca media-alta del río Rumblar, zona en gran
parte ocupada por las aguas del embalse del mismo nombre y donde los
ríos Pinto y Grande se unen para formar un único curso de
agua, el Rumblar, afluente del Guadalquivir en su curso bajo.
Esta mina se encuentra en la actual finca de
Doña Eva dentro del término municipal de Baños de la
Encina (Jaén), en la vertiente norte de la cuenca alta del
río Rumblar, a unos 3 km. de distancia sobre plano de esta localidad
y poco más de dos del yacimiento argárico de Peñalosa
(fig. 1). A ésta se llega por un camino que deriva de la antigua
carretera de Baños de la Encina-Los Escoriales, dos
kilómetros aproximadamente después de pasar la presa del
Rumblar.
La mina se ubica en un pequeño cerro adehesado
de más de una hectárea (UTM: 428431/4229603 y 450 msnm.), con
una pendiente de 25 a 35 grados, entre los arroyos de la Plata al Este y
del Murquigüelo al Oeste, en la falda nororiental de la
elevación granítica del Navamorqin y muy cerca del cortijo
que le da nombre (fig. 2). Este cerro está rodeado por lomas
adehesadas vinculadas al cauce del arroyo del Pilar (nombre que recibe por
el pilar situado en la vaguada Oeste del cerro en estudio).
Las mineralizaciones se manifiestan en diversas
unidades litológicas, estando representadas, en función de su
mayor o menor potencialidad de explotación, por las pizarras y
esquistos que abarcan la casi totalidad de la cuenca del Rumblar (Zona de
Contraminas al suroeste de Baños de la Encina, zonas aledañas
de La Carolina, el área minera de El Centenillo, los alrededores del
embalse del Rumblar…), granitos (Salas de Galiarda-Navamorquin,
noroeste del Cortijo Salcedo, algunas zonas de La Carolina y Santa Elena) y
brechas (zonas de contacto entre el granito y las pizarras como se observa
al Oeste de la entrada al cortijo de Dª Eva). Aunque dentro de los
materiales ígneos se deben tener en cuenta aquellas variaciones de
facies que han generado la presencia de dioritas, granodioritas y
pórfidos, que en menor proporción también llevan
asociados diques mineralizados de gran importancia en las áreas
mineras (CONTRERAS et al., 2004: 24; JARAMILLO, 2005: 345-349).
La gran mayoría de las explotaciones se han
asociado a la extracción de mineral presente en vetas y diques o
sistemas de ambos asociado. Las mineralizaciones de vetas y diques pueden
presentarse en granitos, zonas de pegmatitas, zonas de brechas de contacto
litológico, zonas de esquistos y pizarras. La naturaleza de la veta
varía mucho en composición y textura, estando vinculadas la
mayoría de las mineralizaciones a éstas. En la cuenca del
Rumblar predominan las vetas de composición cuarzosa seguida por las
de desarrollo con brecha, brecha-cuarzosa, pegmatitica brechada,
pegmatitica, pórfido granitico y granodioritica pegmatitica
(JARAMILLO, 2005: 356).
En la zona se explotan dos tipos de manifestaciones
minerales: una asociada a concentraciones primarias de sulfuros, vinculada
a las vetas y diques, y una segunda asociada a enriquecimiento
supergénico de suelos y vetas por óxidos de hierro con
presencia de oligisto, hematita, gohetita y otros que no llegan a presentar
concentraciones económicamente explotadas (CONTRERAS et al., 2004: 24).
Estos yacimientos se han generado por la
precipitación de disoluciones que circulaban a través de
fallas y fracturas. La procedencia de tales fluidos metalíferos debe
situarse en rocas o niveles, hoy no aflorantes, siendo posiblemente su
único reflejo la presencia superficial de diques que atraviesan el
granito o las pizarras carboníferas. Durante los procesos de
transformación o consolidación de estas rocas desconocidas se
habrá verificado el aporte de metales o fracciones fluidas, que han
circulado después aprovechando las discontinuidades para finalmente
depositarse (IGME, 1977, 17).
Los filones metalíferos en todas las
áreas del Rumblar son de origen hidrotermal, desconociéndose
la génesis de las mineralizaciones; existe otro tipo de filones que
presentan cierto enriquecimiento supergénico facilitando la
precipitación de algunos minerales que han generado depósitos
secundarios muy ricos en hierro (CONTRERAS et
al., 2004). Se observan varias direcciones de
fracturas mineralizadas que se pueden agrupar en varios conjuntos, los
primeros planteados por el I.G.M.E (IGME, 1976: 37) y los segundos
inferidos a partir de los datos de campo de las prospecciones (JARAMILLO,
2005: 349-356).
En la superficie del cerro, afloran areniscas
metamorfizadas (o meta-arenitas) con intercalaciones de esquistos; el
buzamiento de los materiales es aproximadamente vertical y con
dirección E-W. En las mismas labores mineras se observan las vetas
de composición cuarzosa de grosor variable, encajadas en las
pizarras y los materiales aflorantes con patinas superficiales de malaquita
y azurita con un azimut 275-270º. Así mismo pizarras cuya
exfoliación se halla también con altas concentraciones de
malaquita paralelos a los planos de exfoliación. Ésta siempre
se halla diseminada de manera discontinua sobre la roca de caja y la veta.
También hay elevadas concentraciones de óxidos de hierro en
forma de hematites y oligisto (CONTRERAS et
al., 2004: 28).
LAS LABORES MINERAS DE LA MINA DE JOSÉ
MARTÍN PALACIOS
En esta mina (Est. 45) se documentaron diferentes
indicios superficiales de labores mineras antiguas que explotaron el
filón en toda su longitud (CONTRERAS et
al., 2004: 29; 2005a; 2005b). Los restos que
evidencian esta actividad minera son los siguientes (de este a oeste) (fig.
3):
La estación 45A (fig. 3) se encuentra
en la falda oriental del cerro y se trata de un afloramiento de esquitos en
donde encaja el filón de cuarzo explotado superficialmente.
Actualmente, a causa de los procesos deposicionales naturales y
antrópicos, sólo se observan los esquistos.
A unos veinticinco metros al oeste de la
estación anterior subiendo por la ladera oriental del cerro y en la
misma línea, existe un pozo cuadrado de un metro de lado excavado
sobre el filón (Est. 45B) (fig. 3). La profundidad del mismo no se
ha podido precisar ya que fue colmatado con todo tipo de escombros por el
propietario de la finca con el fin de prevenir la caída del ganado
vacuno (fig. 4) (al igual que el resto de pozos que componen esta mina).
En la misma línea de la
estación anterior, siguiendo el filón, a poco más de
quince metros al oeste, justo en la cota más alta del cerro, se
halla una explotación a cielo abierto (Est. 45C) (fig. 3 y 5), de
tres metros de ancha y unos diez metros larga, totalmente integrada dentro
del paisaje. Posiblemente, por las características de esta calicata,
podría considerarse como un hundimiento de posibles trabajos
subterráneos, aunque debido a la escombrera asociada a esta labor,
consideramos que debió ser una explotación a cielo abierto,
hecho que no se opone a la presencia de alguna galería.
A diez metros al oeste de la Estación
45C, sobre el mismo filón se encuentra la Estación 45D (fig.
3). Posiblemente sea una calicata de tres metros de diámetro o un
pozo colmatado totalmente y mimetizado por el terreno.
La Estación 45E se sitúa a unos
quince metros al poniente de la estación 45D, en la misma
línea de todas las huellas de explotación minera, sobre la
ladera oeste del cerro (fig. 3). Ésta presenta dos pozos verticales
colmatados por basura y escombros, y además acotados
superficialmente por un muro de pizarra de forma oval (fig. 6). Esta
estructura no está asociada a la explotación de los pozos, ya
que fue construida con el fin de cercar los pozos para impedir el acceso
del ganado. Los pozos están dispuestos de forma paralela y separados
por un poco más de un metro. El pozo más oriental es
rectangular, de dos metros por uno de lado, mientras que el otro es
cuadrado, de poco más de un metro de lado. Las paredes de los pozos
muestran pizarras altamente meteorizadas en cuyos planos de
exfoliación se hallan lentes de cuarzo de hasta un
centímetro, con presencia de malaquita que motea su superficie.
Ésta también se reconoce entre los planos de
exfoliación de la pizarra. Se observa brechamiento dentro de algunas
de las vetas en cuya fisura se hallan elevadas concentraciones de hierro y
de malaquita (Contreras et al., 2004: 29; 2005a; 2005b).
Bajando por la ladera occidental a unos
treinta metros de la Estación 45E localizamos más restos
extractivos, la Estación 45F (fig. 3), una calicata de tres metros y
medio de diámetro excavada sobre el mismo filón explotado en
las demás estaciones con restos de mineralización.
Por último, la Estación 45G se
localiza a unos ciento cincuenta metros al oeste de la última
estación, a muy pocos metros del pilar empleado como abrevadero del
ganado (fig. 3). Se trata de dos pozos paralelos que han sido totalmente
colmatados, de los cuales solamente se vislumbre su forma y
disposición. Éstos son cuadrados, de poco más de un
metro, dispuestos de forma perpendicular al filón, que es una
prolongación del explotado en esta mina. Al igual que en la
estación 45 E, los pozos están limitados por un muro de
pizarra de idéntica forma. Justo al lado y paralelos a éstos
localizamos una calicata de más de tres metros de diámetro y
una pequeña escombrera producto de la excavación de estos
trabajos.
Asociado a estas labores mineras, hay una escombrera
de grandes dimensiones, producto de la explotación de la mina,
totalmente integrada en el paisaje, que abarca toda la vertiente sur y este
del cerro (fig. 2 y 3). Entre los terreros se observan materiales
procedentes de la roca caja, esquistos, areniscas-metamorfizadas y
pizarras, y de la veta, malaquita, azurita, barita, óxidos de hierro
y muchos fragmentos de cuarzo.
Durante el transcurso de la realización de los
trabajos de prospección y de topografiado se pudieron recuperar dos
martillos mineros y diversos cantos de río, un material no muy
común en el entorno, empleados tanto para las labores de
extracción como la de procesado del mineral extraído. Los
martillos son los típicos mineros con ranura central para el
enmangue, de diorita, uno de 4´100 kg y el otro de 4´230 kg. de
peso. De la mina de El Polígono, cercana al yacimiento de
Peñalosa, procede otro martillo con ranura central de similares
características a los anteriores. Estos presentan huellas de uso
provocadas por la percusión contra las rocas (fig. 7) (Contreras et al., en prensa). En las
labores de cantería, durante la Prehistoria Reciente se
utilizarían otros útiles que no han dejado huella en el
registro debido probablemente a la propia constitución del objeto,
como los útiles de madera y de hueso, a veces endurecidos por el
fuego.
LA PROSPECCIÓN DEL SUBSUELO DE LA MINA:
TOMOGRAFÍA ELECTRICA
Ante los hallazgos de esta mina, una de las
actividades propuestas para su estudio, antes de una posible
intervención arqueológica de limpieza y excavación fue
la de realizar una prospección del subsuelo, para lo cual se
decidió optar, según las condiciones del terreno, por el
método de investigación más oportuno, la
implantación de dos perfiles de tomografía eléctrica
perpendiculares a la línea que une las labores mineras (fig. 8).
Esta labor fue llevada a cabo por José Antonio Peña y Teresa
Teixidó, miembros del Área de Prospección
Geofísica del Instituto Andaluz de Geofísica de la
Universidad de Granada, en agosto del 2005.
La tomografía eléctrica es una
técnica de investigación no destructiva, orientada a la
obtención de imágenes de resistividad 2D del interior del
subsuelo. Para ello se calcula la resistividad aparente del terreno con un
dispositivo compuesto de 4 electrodos, separados entre sí a una
distancia predeterminada (PEÑA Y TEIXIDÓ, 2005: 2).
Con el fin de ver la posible existencia de cavidades
en el subsuelo se plantearon dos perfiles, cuyos resultados obtenidos se
presentan a continuación.
Perfil 1
Este perfil es el más oriental de los dos
realizados, va de sur a norte y tiene su punto medio en la rafa minera
más grande (Est. 45 C), la situada más cerca del pozo
oriental (Est. 45 B). En la figura 9 se muestra el campo eléctrico
obtenido junto con la correspondiente escala de resistividades. Estas
resistividades se han interpretado teniendo en cuenta las litologías
predominantes de la zona de estudio, deducidas de los afloramientos y de
los materiales de la escombrera (PEÑA Y TEIXIDÓ, 2005:
9)
La imagen eléctrica del perfil muestra un
claro contacto vertical en la parte izquierda (a los 17 m. de longitud)
entre un material muy resistivo (9000 Ωm) y otro de menor resistividad
(inferior a 200 Ωm) que se ha interpretado como un cambio de
litología. Se trata de una intercalación de esquistos, de
unos 4 m de espesor, en medio de las areniscas metamorfizadas. Seguidamente
el campo de resistividades detecta un cuerpo central de alta resistividad
(5000-11000 Ωm) en donde su parte superior presenta hendiduras
más conductoras (inferiores a los 1000 Ωm). Entre esas
hendiduras y bajo la rafa minera (parte central del perfil, entre los 35-45
m. longitudinales) aparece un cuerpo con una morfología coherente
con la presencia de una cavidad que posiblemente está rellena de
materiales, ya que posee resistividades cercanas a los 3000 Ωm
(inferiores a las de una cavidad vacía). Otra estructura de
interés se ha localizado hacia el metro 48 de longitud. Las altas
resistividades encontradas (por encima de los 13000 Ωm) se prestan a
una doble interpretación: o bien se trata de una cavidad sin
relleno, o bien es el efecto producido por la gran cantidad de filones de
cuarzo que existen en las rocas de esa parte del perfil; ya que esta
disposición geológica produce el efecto de elevar la
resistividad hacia valores muy altos (PEÑA Y TEIXIDÓ,
2005: 10).
El tamaño de la cavidad, caso de existir, es
bastante menor que el mostrado en la figura ya que las imágenes
eléctricas constituyen la expresión de un modelo
físico-matemático. Y a pesar de que el dispositivo
multi-electródico utilizado ha sido el adecuado, la parte final del
modelo y las zonas por debajo de cuerpos con gran resistividad son poco
fiables. Téngase en cuenta que el modelo geo-eléctrico
calculado no es más que es el resultado de un proceso de
inversión que ajusta (en la medida de lo posible) los datos
obtenidos en campo; por tanto no se trata de una sección real del
terreno si no de una “visión de la realidad” llamada
“imagen eléctrica” (PEÑA Y TEIXIDÓ,
2005: 12).
Algunas de las morfologías en forma de
hendiduras que se observan en la parte superior del perfil podrían
estar ligadas a contactos entre materiales (singularmente la del metro 17
de longitud, antes comentada) pero también es muy posible que otras
se deban a antiguas labores de cantería (PEÑA Y
TEIXIDÓ, 2005: 12).
Perfil 2
Desarrollado también de S a N, a lo largo del
lado E del camino de acceso a la zona minera y con el centro del perfil
entre los pozos de la Est. 45 E y la rafa minera próxima (Est. 45
D), más cerca de esta última. Como el anterior, tiene una
longitud de 80 m de distancia topográfica, con una separación
mínima de electrodos de 1 m. (fig. 8 y 9) (PEÑA Y
TEIXIDÓ, 2005: 12)
El perfil 2 es esencialmente coherente con el
anterior; se observa bien el contacto a los 17 m. de longitud y una posible
cavidad rellena hacia el metro 31 algo desplazada del lugar de la rafa
minera. Bajo la rafa se ha detectado un cuerpo con morfología y
resistividad (superior a 13000 Ωm) similares a la del cuerpo del
anterior perfil y cuya interpretación sería la misma (o bien
una zona con abundantes filones de cuarzo, o bien una cavidad
vacía). En este caso el cuerpo se ha localizado a unos 4 m. bajo la
superficie y más desplazado hacia el Sur (35-45 m). Al igual que en
el perfil anterior, se detectan sectores más conductores (por debajo
de los 1000 Ωm) en la parte más superficial, lo cual puede
interpretarse como zonas de contactos verticales que en su momento fueron
frente de cantera (PEÑA Y TEIXIDÓ, 2005: 13).
ANÁLISIS DE ISOTOPOS DE PLOMO
Otra de las actuaciones llevadas a cabo dentro del
estudio de las minas localizadas en la cuenca alta del río Rumblar
(entre ellas, la de la finca de José Martín Palacios y la de
El Polígono) y del yacimiento minero-metalúrgico de
Peñalosa fue la realización de análisis de
Isótopos de Plomo de muestras de minerales, escorias y objetos
metálicos, previamente seleccionadas, procedentes de estas dos minas
y de Peñalosa, con el fin de determinar la posible procedencia del
mineral transformado en este poblado argárico. El estudio de los
análisis de isótopos de plomo ha sido realizado por el
profesor del Dep. de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de
Sevilla, Mark A. Hunt Ortiz y financiado a través del Proyecto I+D+I Minería y metalurgia en las
comunidades de la Edad del Bronce del Sur Peninsular.
Este estudio isotópico ha consistido,
básicamente, en la selección y extracción de muestras
y su análisis de Isótopos de Plomo por medio de
Espectrómetro de Masas con fuente de ionización
térmica (TIMS), en la Universidad del País Vasco, de muestras
procedentes del yacimiento arqueológico de Peñalosa
(Baños de la Encina, Jaén) y de las mineralizaciones de su
entorno. Una vez obtenidos los resultados, se procedió a la
confrontación a varios niveles: interno, regional y, más
amplio geográficamente, supraregional, en base a resultados
isotópicos proporcionados por otros proyectos de
investigación (HUNT, 2006: 1).
Este método se basa en dos principios
fundamentales: el primero, en que los plomos de distintos depósitos
tienen composiciones isotópicas distintas; y el segundo, que la
composición característica de un depósito mineral
continúa inmutable a lo largo de todos los procesos a que pudiese
someterse el mineral. Aunque desde los primeros momentos se apuntaron las
posibles limitaciones de este método aplicado al campo de la
arqueología, que serían, fundamentalmente, la mezcla de
plomos de distinta procedencia; y la posible existencia de depósitos
minerales de distinta ubicación geográfica con
composición isotópica de plomo indistinguible y siempre se
estaría limitado por el banco de datos disponible (HUNT, 2006: 2).
A pesar de los detractores y partidarios de este
método, sobre lo que si parece haber unanimidad es acerca de la
capacidad de establecer conclusiones definitivas sobre la procedencia de
una determinada muestra de una región minera, estableciendo una
conclusión negativa con absoluta certeza. También son
numerosos los investigadores que conceden una enorme potencialidad de este
método en el campo de los estudios de proveniencia de objetos
arqueológicos (HUNT, 2006: 3).
Gracias a los métodos actuales de
espectrometría de masas, éste puede de ser aplicado no
sólo al plomo, sino a todo elemento arqueológico que lo
contenga en cantidades nanográmicas, circunstancia que ha permitido
su empleo a muestras de vidrio, vidriados en las cerámicas, monedas
y metales como plomo, plata, cobre, bronces y bronces plomados, hierro,
escorias, etc. Por esto, este sistema haya y siga teniendo más
importancia en el campo de la arqueometalurgia, que es nuestro caso (HUNT,
2006: 6).
Una vez confrontados los datos isotópicos
procedentes de las muestras recogidas en el yacimiento metalúrgico
de Peñalosa (básicamente de la Habitación VI) y de las
minas de El Polígono y José Martín Palacios,
observamos en las gráficas bivariables, denominadas
“Peñalosa y mina El Polígono y José
Palacios” (fig. 10 y 11), que las muestras que forman el GRUPO A (las
galenas masivas, BS-19, BS-23, BS-24, BS-26, BS-28, BS-29; algún
mineral de cobre y de cobre-hierro, BS-20 y BS-25; el lingote de cobre 4021
y las dos muestras de galena PZ1 (14.700) y PZ2 (22.063)) son consistente
con el campo isotópico de la mina El Polígono. Mientras que
las muestras de mineral BS-16 y el lingote serían consistentes con
el campo isotópico de la mina de José Palacios. Sin embargo,
las demás muestras excavadas en Peñalosa no serían
consistentes con las mineralizaciones de estas dos minas (HUNT, 2006:
16-17), probablemente provengan de otras minas aún no documentadas o
no analizadas.
CONSIDERACIONES GENERALES
Los elementos documentados y analizados procedentes
de esta mina nos inducen a pensar que en ella tuvieron lugar labores
antiguas de minería que podríamos situar tanto en la Edad del
Bronce como en época romana. Ello se puede apreciar en primer
lugar, por la total integración de los vestigios mineros en el
paisaje del entorno; en segundo lugar, por la propia tipología de
las labores, explotaciones “a cielo abierto” y
subterráneas a través de pozos cuadrados o rectangulares de
pequeñas dimensiones; en tercer lugar, por la cercanía de
poblados de época antigua, concretamente en este caso, de la Edad
del Bronce (BE-51 El Castillejo, BE-72 Piedra Letrera) y de época
romana (BE-50 El Retamón, BE-69 Cerro de la Burraca). Por
último y más evidente, por la aparición de restos de
la cultura material que se pueden asociar a las prácticas
extractivas mineras.
Tras el procesado de la documentación de campo
y los análisis técnicos practicados en esta mina
(tomografía eléctrica e isótopos de plomo) llegamos a
la conclusión de que ésta fue explotada por dos
métodos de extracción que estarían asociados, al
menos, a dos momentos de explotación diferentes, uno, a la Edad del
Bronce, y el otro, al periodo romano.
Durante la Edad del Bronce la mina de José
Martín Palacios se explotaría a través de
pequeñas trincheras “a cielo abierto” (calicatas, rafas,
etc.) (Est. 45A y 45C), beneficiándose con este método,
básicamente, los afloramientos superficiales del filón, ricos
en minerales de cobre. Este sistema de laboreo se caracteriza por ser una
práctica minera simple y sencilla.
Para llevar a cabo la extracción del mineral
se emplearía diferentes herramientas, tanto de madera y hueso como
de piedra. Normalmente, en el registro arqueológico solo se conserva
los útiles líticos, como los cantos de río y los
martillos mineros que aparecen en las escombreras vinculadas a las labores
mineras. Los martillos mineros suelen ser de una roca dura como la diorita
o grandiorita y presentan una ranura central para enmangar un cabo de
madera unido por un cordaje. A lo largo de todo el sur peninsular
encontramos numerosos ejemplos de mazos como los documentados en estas
minas, que por sus similitudes a los hallados en el yacimiento de
Peñalosa se han adscrito a la Edad del Bronce, aunque éstos
han sido usados desde la Prehistoria Reciente hasta época romana
republicana, por lo que no es un elemento diagnóstico definitivo
para adscribir estas minas a un período cultural concreto.
En la Edad del Bronce se produce una auténtica
“colonización” de la cuenca del Rumblar,
incrementándose el número de asentamientos respecto al
periodo anterior, cuya presencia se limitaba a los bordes meridionales de
Sierra Morena. La explotación del mineral de cobre parece conformar
la base de la distribución y correlación entre los
asentamientos en determinadas áreas que muestran una fuerte
jerarquización y cierta especialización funcional. En los
últimos estudios realizados sobre esta cuenca se ha señalado
que la disposición de los yacimientos no parece estar vinculada
directamente a la distribución espacial de las explotaciones mineras
ni a su explotación, si no más bien del procesamiento y
distribución del mineral y metal (JARAMILLO, 2005).
Por último, los resultados de los
análisis de Isótopos de Plomo realizados apoyan la
hipótesis de que esta mina fue explotada durante la Edad del Bronce,
ya que han determinado la consistencia entre los diferentes grupos de
muestras recogidas de Peñalosa (básicamente de la
Habitación VI) con los de la mina de El Polígono y la de
José Martín Palacios, dos de las minas del entorno que
abastecerían de mineral al yacimiento minero-metalúrgica de
Peñalosa. Aunque este análisis no nos confirma de manera absoluta que una parte del
mineral tratado en este yacimiento procediera de dicha mina, ya que la
única certeza absoluta que se consigue con este método es la
negativa, el saber que de cierta zona no viene el mineral (HUNT, 2006).
El otro momento de explotación que parece
advertirse en esta mina correspondería a época romana. Los
romanos se caracterizaron por seguir explotando las minas que ya lo
habían estado en época anteriores. Así, estandarizan e
intensifican el uso del sistema de explotación basado en las
excavaciones subterráneas, por medio de pozos y galerías
aunque siempre que pudieron lo evitaron, ya que el sistema de
rafa-trinchera era mucho más rápido, sencillo y
económico. Concretamente, de esta técnica de
excavación subterránea se han registrado el pozo cuadrado
(Est. 45B) y las dos parejas de pozos paralelos (Est. 45E y 45G), que nos
inducen a pensar que estamos ante dos de los denominados pozos gemelos. Por
éstos se entiende a aquellos que, agrupados en dos, distan escasa
distancia entre ellos. Tradicionalmente esta tipología de pozos se
ha adscrito al periodo romano.
En cuanto a su funcionalidad ha habido varias
interpretaciones. Hay quien cree que los pozos gemelos obedecen a una
estrategia de prospección filoniana, asegurando uno de los dos el
hallazgo del filón. En Cabezas del Pasto los pozos gemelos se
sitúan en una línea a lo largo o perpendiculares al
filón; en el primer caso, la pared divisoria no tiene que tener
más de un metro; en el segundo caso, tiene que tener dos o tres
metros de espesor, para evitar que los esquistos se desmoronen (DAVIES,
1935: 120; GARCÍA ROMERO, 2002: 266). Sin embargo, mas generalizada
está la hipótesis que los justifica como un sistema de
aireación mediante tiro forzado, o incluso como estrategia para
ahorrar mano de obra. Estos pozos gemelos se comunicaban en profundidad (en
la galería), donde un fuego en la base de uno de ellos provocaba un
tiro hacia arriba llevándose el aire viciado del interior de las
galerías hacia el exterior, mientras que por el otro pozo entra aire
de la superficie en sentido inverso (LUZÓN, 1970: 226). Quizá
sería más fácil supervisar dos pozos juntos, en los
que solo se necesitaría un hombre en el torno. Mientras en uno el
trabajador estaba recogiendo, en el otro se sacaba el cesto (DAVIES, 1935:
24; DOMERGUE, 1990: 421; GARCÍA ROMERO, 2002: 266).
En el caso concreto de los dos pares de pozos
hallados en la actual finca de Doña Eva, los resultados de la
tomografía eléctrica parecen apuntar a la existencia de una
posible cavidad o galería debajo de las labores superficiales, que
seguiría la dirección del filón trabajado, y que
conectaría la pareja de pozos de la Est. 45 E con el pozo cuadrado
de la Est. 45 B. De confirmarse la existencia de una galería que
uniera estos pozos a través de una futura intervención
arqueológica, podríamos afirmar finalmente que estamos
delante de una obra típicamente romana, que desde el primer momento
ya apuntábamos inducidos por la propia tipología y
disposición de los pozos.
La mayor concentración de estos pozos gemelos
lo encontramos en la Faja Pirítica Ibérica del Suroeste, en
Cabezo de los Silos (La Zarza), se han contabilizado más de 800
pozos gemelos; en Cabezas del Pasto, 245 pares de pozos gemelos. En Sotiel
Coronada y en La Zarza, la distribución regular de estos pozos
induce a pensar en una división de los yacimientos en concesiones de
iguales dimensiones. Es curiosa la regularidad en el espaciado de pozos
alineados. Las medidas de separación de eje a eje son de unos ocho
metros (DOMERGUE, 1983: 15-16 y 158-161; 1990: 421).
Tal concentración de pozos gemelos no aparece
nunca en Sierra Morena, donde son poco frecuentes, en cambio, este sistema
se utilizó bastante en el sudoeste peninsular, ya que probablemente
se adaptarían mucho mejor a las características de los
yacimientos piritosos. En Sierra Morena, además de los pozos
aparecidos en la mina de José Martín Palacios, conocemos
otros ejemplos de pozos gemelos, como los documentados en Las Tobosas
(Hinojosa), en La Solana (Belacázar), en Chaparro Barrenado
(Alcaracejos) y en Calamón (Posadas), todos en la provincia de
Córdoba (GARCÍA ROMERO, 2002: 266).
En el SO, durante el Alto Imperio, al fisco le
interesaba multiplicar el número de pozos para así aumentar
el número de explotadores, y con ellos el número de ingresos,
por lo que dividiría el yacimiento en concesiones de superficie
uniforme, cada una destinada a la abertura de un par de pozos gemelos. Son
las concesiones regulares (puteus locusque
putei) que indica Vip. I. 9 (DOMERGUE, 1983:
162-163; 1990: 420-421; GARCÍA ROMERO, 2002: 266).
Admitiendo que éstos sirvieran para la
ventilación, en la medida en que una concesión era
autónoma, cada una necesitaba una instalación de este tipo,
lo que podría indicar que los pares de pozos marcan las
consiguientes concesiones. Con éstos, además, se
podrían conseguir un doble objetivo al mismo tiempo. Si pensamos en
la pareja de pozos de Cabezas del Pasto, uno de ellos con escalones y el
otro entibado; el primero, podríamos sugerir que estaría
reservado al acceso del personal y el otro a la extracción del
mineral mediante el torno. En general, estos pozos son de poca
sección, observándose pozos de 70 cm. de lado en Riotinto
(DOMERGUE, 1990: 421-422; GARCÍA ROMERO, 202: 267).
Finalmente, en la cuenca del Rumblar habría
que señalar la existencia de todo un entramado poblacional de
época romana vinculado tanto a la extracción y
transformación del mineral como al control de las minas y de las
vías de comunicación. Entre ellos, destaca sobre todo el
poblado fortificado de Salas de Galiarda y el yacimiento metalúrgico
del Cerro del Plomo, también denominados como
“castilletes” (GUTIÉRREZ et
al., 1998; GUTIÉRREZ et al., 2003). Junto a éstos
se ha evidenciado todo un complejo sistema de fortines formando tres
líneas que cumplirían con la función de vigilar y
controlar directamente el acceso a la cuenca del Rumblar desde la
Depresión, las propias explotaciones mineras y las rutas del
interior del valle (LIZCANO et al. 1990).
Estos recintos fortificados en un principio fueron
fechados en el cambio de Era (finales del s. I a.C. y principios del s. I
d.C.) con los materiales procedentes de los yacimientos de este tipo
documentados en el valle del Jándula (LIZCANO et al. 1990), si bien el registro
recuperado en la última campaña de excavación de
Peñalosa y la prospección arqueometalúrgica les
atribuye una cronología análoga a la de Salas de Galiarda, es
decir, la retrotrae al S. II y I a.C. Los nuevos trabajos de campo apuntan
a que este sistema de recintos fortificados parece repetirse en
época medieval.
AGRADECIMIENTOS
Desde aquí queremos expresar
públicamente nuestro mas sincero agradecimiento, en primer lugar, al
propietario de la finca de Doña Eva donde se encuentra esta mina, D.
Pablo Vallejo Navarro y a su encargado, D. Juan Manuel Pérez
Rodríguez por las facilidades prestadas para el acceso a la mina, ya
que uno de los mayores obstáculos para poder realizar una
prospección de cualquier tipo en el marco geográfico de
Sierra Morena es su parcelación en propiedades privadas y, en
segundo lugar, al geólogo francés Guy Tamain, el cual
amablemente nos cedió un martillo minero que recogió durante
una de sus visitas a la mina de El Polígono (Baños de la
Encina, Jaén).
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