APROXIMACIÓN A LA VIDA COTIDIANA DE LAS POBLACIONES ARGÁRICAS: EL CASO DE
PEÑALOSA
AN APPROACH TO DAILY LIFE IN ARGARIC SOCIETIES: THE
CASE OF PEÑALOSA
Eva, ALARCÓN GARCÍA
Resumen
Nuestro propósito es realizar una
aproximación al trabajo de las mujeres en el yacimiento
argárico de Peñalosa (Baños de la Encina,
Jaén). Para ello utilizaremos las actividades de mantenimiento y sus
prácticas sociales como configuradoras del espacio social y el grupo
doméstico mediante la temporalidad cotidiana. Recurriremos a los
restos de la cultura material que forman parte del registro
arqueológico, elementos con un significado negociado socialmente que
ayuda a transformar tanto la expresión del estatus, género o
edad, como vehículo de conocimiento entre generaciones y
acontecimientos.
Palabras clave
Mujeres, género, espacios domésticos,
actividades de mantenimiento, Edad del Bronce.
Abstract
Our main goal is an approach to women’s work in
the argaric site of Peñalosa (Baños de la Encina,
Jaén). We will analyse maintenance activities and their social
practises as creators of social space and domestic group through the
development of daily life. We will consider material culture from the
archaeological record, elements with social meanings that not only
transform the manifestations of status, gender and age, but also are
vehicles of knowledge within generations and events.
Key words
Women, gender, domestic space, maintenance activities,
Bronze Age
INTRODUCCIÓN
Éste trabajo se enmarca dentro de la
línea de investigación arqueología
y género. Línea que surge con
motivo de toda una serie de preocupaciones que tienen su reflejo en una
triple vía, por un lado, el estudio de las relaciones de
género en la prehistoria, la historia de las sociedades
prehistóricas y la situación actual de la mujer dentro de la
profesión, vías y campos de actuación que irán
con el paso del tiempo en aumento (DÍAZ-ANDREW, 1994:17). Su
incorporación reciente como línea de investigación nos
induce a realizar unas breves reflexiones sobre determinados conceptos
necesarios en el ejercicio de nuestra investigación.
El género es un constructo social que necesita
ser constantemente reconfirmado y elaborado por cada sociedad. Por lo que,
los individuos debemos mantener una actitud activa. Necesitamos demostrar
en nuestra vida diaria la pertenencia a una categoría de
género específica y reafirmarnos en ella. Las
dinámicas de género están presentes en todas las
actividades, incluso en las más rutinarias. Por lo tanto, constituye
un elemento imprescindible en el proceso de formación y
reproducción social. En definitiva, el género y en
consecuencia, las relaciones de género, son construcciones sociales,
que varían de unas sociedades a otras y de unos tiempos a otros, por
lo que son susceptibles al cambio y marcadas por la variabilidad, como
tales, son susceptibles de modificación, reinterpretación y
reconstrucción (FALCÓ, 2003: 70-71). Por extensión, la
identidad de género no es estática sino un proceso continuo y
sujeta al cambio (CIRILLO, 2005).
Es por ello que consideramos el género como
categoría de análisis útil, porque creemos que a
partir de ella podemos visualizar las injusticias y el absurdo de nuestra
manera de construir las relaciones modernas. Nuestra intención es
desenmascarar y poner en primer plano las relaciones de género
desiguales, permitiéndonos así establecer nuevas formas de
construir nuestra convivencia en igualdad, ya que las relaciones que
mantenemos mujeres y hombres, no están marcadas en esencia por
oposiciones y relaciones desiguales (estas ideas son simplemente fruto de
la construcción y herencia patriarcal) sino absolutamente definidas
por la complementariedad (SÁNCHEZ ROMERO, e.p. a). El problema es
que la palabra diferencia ha sido convertida en sinónimo de
desigualdad.
Nuestra propuesta radica en valorar cómo se
plasman las relaciones de género en las prácticas
relacionadas con la vida diaria de las poblaciones prehistóricas.
Para ello, centraremos nuestros esfuerzos en los estudios de los espacios
donde se han articulado estos diferentes tipos y grados de
negociación del conjunto de relaciones humanas, espacios donde se
han acordado y exhibido, nos referimos a los denominados como
domésticos. Éstos, son espacios sociales marcados por una
mutua dependencia, interacción e interrelación entre los
trabajos llevados a cabo por los integrantes (MONTÓN, 2000).
El acometer en términos de
investigación de género los estudios de éstos espacios
es en la actualidad muy difícil, si bien han comenzado a
desarrollarse recientemente diferentes estudios que ponen el acento en la
relación de género y espacio doméstico (PICAZO, 1997;
CURIÁ y MASVIDAL, 1998; TRINGHAM, 2000; SÁNCHEZ ROMERO, 2002;
CASTRO, et al.
2002; GONZÁLEZ y PICAZO, 2005). Será con la
introducción de los estudios de género en nuestra disciplina,
cuando comience a considerarse al grupo doméstico como una unidad de
estudio social, integrada por diferentes actores, diferenciados por sexo y
edad, donde el género actuará como un elemento culturalmente
construido, estructurando los papeles de las mujeres y los hombres, sus
relaciones, la diferencia en el acceso a los recursos y el ejercicio del
poder tanto dentro de la casa como en el conjunto de la sociedad (SORENSEN,
2000; HENDON, 1996: 46).
La relevancia de los espacios domésticos
está marcada por su sentido y su carácter relacional, son
espacios vividos y creados por los individuos de diferente sexo y edad
quienes les confieren sentido y definición (CURIA Y MASVIDAL, 1998)
desencadenando una amplia gama de relaciones personales, de convivencia y
cooperación; son espacios marcados por relaciones de
complementariedad (SÁNCHEZ ROMERO, e.p. a), por la repetición
de acciones, realizadas a distintos ritmos y en distintos momentos (CASTRO, et. al. 2002). Con
implicaciones y repercusiones fundamentales para el desarrollo y
mantenimiento humano. Focos centrales en la construcción de las
relaciones sociales sobre todo por su relevancia vital en la
socialización y educación de nuevos miembros de la comunidad
(PICAZO, 1997: 60).
Por todo ello hemos elegido el yacimiento
arqueológico de Peñalosa (Baños de la Encina,
Jaén), ya que éste responde no solo con pautas concretas
metodológicamente sino también por la propia
configuración de su registro estratigráfico, el cual nos
permite acercarnos al conocimiento de la vida cotidiana en la Edad del
Bronce del sureste peninsular.
MARCO TEMPORAL Y ESPACIAL DE LA SOCIEDAD OBJETO DE
ESTUDIO
El marco espacial de desarrollo de nuestro trabajo se
localiza en la cuenca media del río Rumblar (JARAMILLO, 2005).
Situado en la provincia de Jaén, imbricada en la región
geográfica del Alto Guadalquivir o Alta Andalucía, adscrito
temporalmente al Grupo Argárico del Alto Guadalquivir (CONTRERAS,
2000; CONTRERAS Y CÁMARA, 2002b: 7-14). Lugar donde se enclava el
yacimiento argárico de Peñalosa (Baños de la Encina,
Jaén) (CONTRERAS y CÁMARA, 2002a: 7) (Fig. 1).
Éste se encuadra dentro de una
organización territorial perfectamente planeada para el valle del
Rumblar. Junto con otros poblados, como La Verónica o el Cerro de
las Obras (NOCETE, et. al. 1987: 75-78), pertenece a un grupo de yacimientos
caracterizados por tener una extensión superior a 1 Ha.
Presentan una posición estratégica, ocupando espolones o
cerros desde los cuales se domina el valle del Rumblar, y manteniendo una
interconexión visual hasta la zona de La Carolina. Todos ellos
presentan un modelo urbanístico similar, con terrazas artificiales
donde se establecen las viviendas, protegidas en los lugares de
fácil accesos por murallas (CONTRERAS, et. al. 1997: 57; CONTRERAS Y
CÁMARA, 2002a: 15).
El poblado se asienta sobre un espolón de
pizarra en forma de lengua y discurre por dos grandes laderas compuestas
por fuertes pendientes. El cerro se encuentra enmarcado hacia el sur por el
arroyo Salsipuedes mientras, al norte lo delimita el propio río
Rumblar, concretamente, las aguas del pantano del mismo nombre, que
habitualmente, cubren la terraza inferior y parte de la terraza media del
poblado (CONTRERAS, 2000: 34- 39; CONTRERAS Y CÁMARA, 2002a: 7). El
emplazamiento de este yacimiento arqueológico responde a las pautas
que ofrecen los típicos asentamientos argáricos, que
generalmente eligen una orografía escarpada, muy accidentada junto a
fértiles y ricos valles cercanos (CONTRERAS Y CÁMARA, 2002a:
14) (Fig. 2).
PROPUESTA DE ANÁLISIS DE LAS ACTIVIDADES
MANTENIMIENTO EN LA PREHISTORIA RECIENTE: PEÑALOSA (Baños de
la Encina, Jaén)
El objetivo de este trabajo, es realizar una
aproximación al trabajo de las mujeres en las sociedades
Prehistóricas de la Alta Andalucía, concretamente en el
poblado argárico de Peñalosa (Baños de la Encina,
Jaén).
Por ello y antes de profundizar, creemos necesario
hacer alusión a una serie de cuestiones y conceptos que tendremos
presentes en todo el desarrollo de éste trabajo. Nuestro trabajo se
enmarca dentro de la línea de investigación,
arqueología y género. La arqueología de género
comprende en su campo de estudio las relaciones que se establecen entre
hombres y mujeres, como mecanismos estructuradores de la dinámica
social. Se preocupa de analizar como esas relaciones se articulan,
desarrollan y negocian, a través del conjunto de la cultura material
que configura la formación del registro arqueológico de
cualquier yacimiento. El espacio, será sin lugar a dudas, uno de los
medios a través del cual se producen y reproducen las relaciones y
las prácticas sociales (BOURDIEU, 1977). Donde se estructuren y
reproduzcan las rutinas esenciales de la vida diaria (RICHARDS, 1990:113)
entre ellas las actividades de mantenimiento y las relaciones de
género implicadas.
Recordemos el concepto de las actividades de mantenimiento como
aquellas que comprenden, todo un conjunto de prácticas relativas al
mantenimiento y cuidado de cada uno de los miembros de una comunidad,
así como las prácticas relacionadas con el reemplazo
generacional. Incluyen la preparación de alimentos, su
distribución y consumo, la deposición o almacenamiento. Se
caracterizan por ser actividades relacionadas con la salud, el bienestar,
curación e higiene, tanto en el caso de los individuos infantiles
como individuos incapaces de cuidar de si mismos (temporal o
permanentemente) por razones de edad y/o enfermedad (PICAZO, 1997: 59-60).
Constituyen el tejido temporal y de relación del ciclo de la vida
cotidiana, a la vez que comprenden las formas de cuidado que crean y
conservan las estructuras sociales y de cohesión en cada grupo
humano (GONZÁLEZ MARCÉN Y PICAZO, 2005: 143). Igualmente,
incorporan, todo tipo de trabajos relacionados con la producción de
útiles necesarios para llevar a cabo todo ese conjunto de
actividades tales como la manufactura cerámica, útiles de
piedra o la producción textil (SÁNCHEZ ROMERO, 2002: 279;
e.p. a).
Por lo tanto, las actividades de mantenimiento y sus
prácticas sociales configuran el espacio social del grupo
doméstico mediante la temporalidad cotidiana (GONZÁLEZ
MARCÉN, 2005:144), es por ello, por lo que analizaremos los espacios
domésticos porque será donde podamos visualizar con mayor
claridad las diferentes actividades de mantenimiento (SORENSEN, 2000: 158)
y por extensión la presencia de la mujeres y su producción
(TRINGHAM, 1991: 101) a través de los restos de la cultura material
que se integran en el registro arqueológico. Cultura material que
tiene un significado negociado socialmente y que ayuda a transformar tanto
la expresión del estatus, género o edad, porque sirve de
vehículo de conocimiento entre generaciones y acontecimientos
(OROZCO, 2005:247).
Para el desarrollo de nuestra propuesta hemos
seleccionado un contexto concreto, nos referimos al Grupo Estructural VI
del poblado de Peñalosa (Fig. 3). Su elección no es
arbitraria, sino que responde a una serie de criterios. En primer lugar,
éste ha sido objeto de trabajos de excavación
sistemática, en extensión y en profundidad. En segundo lugar,
la recuperación del registro arqueológico ha sido realizado a
escala microespacial lo que proporciona una gran cantidad de
información contextual. Por último, es uno de los espacios
donde se ha constatado una mayor presencia de cerámica de
tradición Cogotas, concretamente de su fase inicial, Protocogotas.
Esta Unidad Habitacional, ocupa la posición
central de la ladera norte (Terraza Media, zona A). En ella se han podido
definir áreas de carácter doméstico, áreas de
producción especializada y un espacio funerario central alrededor
del cual gira toda la organización espacial del Grupo
Estructural (Fig. 3 y 4).
Las prácticas de procesado, preparación
y consumo de alimentos
En el interior de las diferentes unidades de
habitación y sobre suelos de tierra apisonada (suelos de
ocupación) se han documentado toda una serie de estructuras
domésticas y elementos relacionados con la producción que nos
evidencian las prácticas relativas a la dimensión objetiva de
las actividades de mantenimiento, relacionadas con las necesidades de
carácter biológico (CARRASCO, 1991).
Uno de los ejemplos más claros y estudiados de
lo que significa la producción por parte de las mujeres es la
producción de alimentos, la transformación de materias primas
en alimentos listos para el consumo. Un producto final que será
aprovechado como beneficio individual o el conjunto de la unidad familiar o
comunal. Esta práctica requiere un enorme consumo de tiempo y
energía junto con toda una serie de conocimientos y habilidades que
involucran otra serie de tecnologías adyacentes y que por si solas
bastarían para prestar atención a esta producción
(MONTÓN 1999; 2005).
Centraremos nuestra atención en el marco de la
cotidianidad de esta práctica, la del día a día. No
solo porque la consideremos vital, esencial y necesaria para el bienestar y
desarrollo humano, sino porque nos permite acercarnos a la
producción y trabajo de las mujeres. Nuestro interés,
pasará por tomar en consideración cuestiones relativas a la
toma de decisiones acerca de cómo, cuando, porqué y el
conjunto de circunstancias que rodean a la actividad de preparación
de alimentos hasta el consumo de éstos.
Entendemos el desarrollo de estas prácticas
culinarias como todo un conjunto de actividades más que como un mero
acto fisiológico, biológico o nutricional que implican toda
una red de prácticas sociales y simbólicas imbricadas tanto
en la producción como el reparto y el consumo del alimento
(MONTÓN, 2005: 164-165).
Precisamente en estas actividades será donde
jueguen un papel esencial los materiales cerámicos entre otros,
sobre los cuales incidiremos a lo largo de todo el proceso, si bien, es
cierto que debido a la presencia y al carácter particular de la
cerámica decorada de Cogotas dentro de los espacios
domésticos de Peñalosa, detendremos en éstos nuestra
atención.
La preparación de alimentos, el cocinado se
constituye de toda una cadena productiva que pasa por la obtención
de materias primas, procesado y transformación que a través
de la aplicación de diferentes técnicas de cocinado sea
aprovechable para el consumo. Por lo que requiere todo un conjunto de
conocimientos, toma de decisiones, infraestructuras, utensilios, etc.
(MONTÓN, 2005) en definitiva aplicación tecnológica.
Evidentemente, una de las áreas más significativas de
producción y preparación del alimento en la mayoría de
los poblados prehistóricos son las área de almacenamiento y
procesado (molienda) del cereal.
En el caso que nos ocupa, el poblado de
Peñalosa, estas actividades se constatan arqueológicamente en
todo su conjunto. En su registro arqueológico, abundan tanto molinos
como estructuras de molienda (bancos de molienda) respecto a otros
yacimientos argáricos. Su presencia se registra en todas y cada una
de las Unidades Habitacionales, tanto en el interior de espacios cerrados
(domésticos) como en zonas de paso de unas habitaciones a otras,
pasillos. Las áreas de producción y preparación de la
materia prima (áreas de molienda) tiene una fuerte relación
con la presencia de bancos de piedra sobre los que se dispone un molino de
grandes dimensiones, colocados generalmente con una leve inclinación
y fijos de tal manera, que se facilite el trabajo de moler. En el caso del
CE VIIa, y sobre todo, en el CE VIIe (Fig. 5), donde no sólo se ha
localizado un molino sino que se ha documentado su posición
original, con una leve inclinación de éste y en una
posición inferior la colocación de una gran pizarra plana
sobre la que en teoría se colocaría la persona encargada de
realizar dicha actividad en posición arrodillada (dicha
posición está atestiguada por las diferentes muestras de
patologías artrósicas en muñecas, rodillas y columna
vertebral, documentadas sobre todo en las mujeres).
Otros ejemplos, los encontramos en el CE IIIa, CE Xb
o el Complejo Estructural IVa, donde se documentan diversos bancos de
molienda asociados con molinos de mayores o menores entidades. Asociados a
éstas estructuras suelen aparecer pequeños y medianos
contenedores de lajas de pizarra hincadas donde en ocasiones se ha podido
documentar recipientes embutidos (Fig. 6), sobre los cuales sería
depositado directamente el grano una vez triturado y ya convertido en
harina u otros variantes cerealísticos, ejemplo de ello lo tenemos
en el CE Ib, VIIc.
Si bien es cierto, en los poblados
prehistóricos puede existir una estrecha relación estructural
entre la molienda, almacenamiento, procesado de alimentos y consumo o bien
pueden aparecer como actividades independientes (lo que no quiere decir
desligadas), sin asociación estructural directa. Ejemplo de ello son
las estructuras de almacenaje como pequeñas alacenas o estructuras
cerradas formadas por lajas de pizarra hincadas, o silos excavados en la
roca como en el caso del CE IIc donde se documentó gran cantidad de
grano (CONTRERAS, 2000)
Igualmente el registro de su ubicación la
podemos encontrar tanto en el interior de espacios domésticos, como
el caso de los Complejos Estructurales IIIa, IVa, Xa, IIIa donde se
documentaron cerámicas de medianas y grandes dimensiones dispuestas
sobre el suelo de ocupación u otros casos como el CE IVa donde
utilizaran diferentes estructuras como postes, bancos, estructuras de lajas
hincadas o rincones creados entre dos estructuras, para la ubicación
de grandes contenedores cerámicos, mayoritariamente orzas. Sin
embargo, en el poblado de Peñalosa la ubicación de
ésta actividad también se ha documentado en áreas
singulares como pasillos o zonas de paso (CONTRERAS, 2000: 285).Un ejemplo
excepcional lo encontramos en el CE Xa (Pasillo central de la
fortificación, Grupo Estructural X) donde se ha registrado una
enorme cantidad de contenedores cerámicos de mediano y gran
tamaño, cuya deposición es directamente sobre la roca siendo
encajonados a partir del recorte de la misma y asentados a través de
barro apisonado a modo de suelo de ocupación. Junto a éstos,
se han documentado diferentes tapaderas de pizarra y varios molinos, sin
embargo, no se ha encontrado ninguna estructura de molienda al igual que
ningún elemento que nos indique que en esta zona se realizase dicha
actividad de transformación, por lo que todo hace indicar que en
éste caso se trata exclusivamente de un área de
almacenamiento de cereal.
Como podemos ver, el almacenamiento está
presente en diferentes áreas y espacios del poblado de funciones
diferenciales. En el espacio elegido para nuestra propuesta, el Grupo
Estructural VI mantiene las pautas generales del poblado. El almacenamiento
se ha documentado en el CE VIa (zona de paso, pasillo entre los CE VIg y
VIb) donde se localizaron recipientes de tamaño medio (como una orza
globular con mamelones y de borde decorado con impresiones) sobre una
estructura de banco. Debemos resaltar que en este caso los restos
carpológicos son diversos, desde trigo, avena, lino y habas, aunque
predomina la cebada. Igualmente en el CE VIb, en su parte nororiental
(espacio provisto de techumbre) donde se documentaron fragmentos de orzas y
ollas con decoración en el labio, que debido a su posición
parecen haber estado colocadas sobre una estructura de banco, así
mismo se localizaron gran cantidad de molinos in situ, colocados sobre
bancos de molienda. En este caso podemos decir que estamos ante un espacio
donde no solo se realizaría el triturado del cereal sino
también su almacenamiento. Por último, queremos enfatizar en
el CE VId espacio característico y relevante para la
composición y organización interna de esta Unidad de
Habitación. En él no sólo se ha localizado un gran
contenedor de lajas hincadas en el extremo occidental del complejo sino
también la existencia de diferentes molinos junto al contenedor
anteriormente referido y asociado a un crisol con restos de semillas de
cebada. Éste último dato es relevante ya que nos habla tanto
de la primigenia funcionalidad como de la multivariedad funcional no solo
del espacio sino también de la cultura material que integra
éste espacio (podemos ver la dualidad de funciones de la cultura
material y de un mismo espacio, en este caso la molienda de cereal y
probablemente su posterior reutilización como triturado de mineral).
Al igual que ocurre en los espacios anteriores el registro de restos
carpológicos está documentado.
En relación con estas actividades en el GE VI
destaca sobremanera el espacio al noroeste del mismo que comprende un
área de grandes dimensiones (CEVIf y CEVIg) (Fig. 3). Nos
referiremos al CEVIf, donde se han registrado no sólo recipientes
cerámicos como orzas, sino que destaca un gran contenedor (E.6.VIa)
no sólo por sus dimensiones sino también por la gran
conservación de su relleno consistente en abundantes semillas de
cereales, restos de lino y de malas hierbas.
Como ya apuntábamos, las actividades de
molienda, transformación del cereal y derivados junto con su
almacenamiento, está presente en todos y cada uno de las Grupos
Estructurales que configuran el poblado de Peñalosa. Esto es muy
relevante, en primer lugar, porque no sólo nos dan muestras del tipo
de dieta que dispensaron esta comunidad, que ya de por sí, nos
indicaría una fuerte presencia vegetal y por lo tanto la
práctica de la actividad agrícola, piezas claves para el
conocimiento de los sistemas económicos de ésta comunidad.
Concretamente, el caso de Peñalosa, nos permite apuntar que nos
encontramos ante un actividad de gran relevancia no solo a nivel familiar
sino también general, imbricada en la composición interna e
influyente no solo en la esfera cotidiana sino también social y
económica como parte constituyente de la organización y
desarrollo interno de éste grupo humano. Por último, su
general representatividad nos permite reflexionar sobre diferentes aspectos
como, ¿qué papel juega en el sistema económico?
¿Cuáles son los mecanismos de acceso, distribución y
control de los recursos al menos los cerealísticos? y plantearnos
cual sería el valor social y económico de esta actividad en
el marco general de ésta población argárica junto con
la consideración y posición social que adquiriría
dentro del grupo las personas encargadas de llevarlas a cabo.
Por otro lado nos permite hablar sobre el acceso a
los recursos, si es restringido o no, quien tiene el poder sobre lo
almacenado y en términos de poder que significa este control para
las personas encargadas de dichas actividades (MEYER, 1988; 2005). El caso
de Peñalosa, es curioso porque el almacenamiento esta presente en
todas y cada una de las Unidades de Habitación, lo que nos inclina a
pensar que tendría un fuerte carácter familiar, donde cada
estructura habitacional controlaría no sólo el procesado del
cereal sino también su posterior almacenamiento, gestión,
administración y conservación, al menos en la escala de la
cotidianidad, lo que nos incide a pensar en una autosuficiencia en la
escala familiar. Si bien es cierto, no podemos calibrar lo que significa en
términos de poder para las personas encargadas de éstos
trabajos (histórica y etnograficamente asignado a las mujeres los
trabajos de molienda, apoyado por los resultados de los análisis de
patologías artrósicas en muñecas, rodillas y columna
vertebral, documentadas sobre todo en las mujeres de la Cultura
Argárica (CONTRERAS, 2000: 125). Aún así no podemos
afirmar el control del almacenamiento por parte de las mujeres, pero
sí podemos considerar, a partir de su indiscutible
implicación con el contexto doméstico y el desarrollo general
de sus actividades como la preparación de alimentos, que fuesen las
mujeres las encargadas de gestionar su administración en la escala
de la vida cotidiana repercutiendo directamente sobre la escala
económica del grupo. En este sentido no vamos a centrarnos en el
tratamiento del almacenamiento como elemento de distinción o poder
entre las clases sociales, sino como proceso de producción
cotidiano, en íntima relación con los espacios
domésticos asociados tanto a las zonas de transformación
alimenticia como de consumo. Sin embargo, si queremos decir que si como
apuntan las fuentes literarias y etnográficas las mujeres son las
encargadas de realizar el triturado del cereal y su posterior procesamiento
para convertirlo en un alimento útil para el consumo ¿Por
qué no iban a controlar el almacenamiento?
Por otro lado, el amplio repertorio cerámico
presente en el poblado de Peñalosa y relacionado con la
producción y transformación (Fig.7) de alimentos nos informa
sobre el tipo de alimentación, técnicas de
preparación, sistema económico, político y entramado
de relaciones sociales de ésta comunidad. Podemos encontrar desde
vasos/ollas cilíndricas, ollas de borde entrante pequeñas,
ollas grandes de borde entrante, con paredes entrantes o abiertas junto con
otras de pequeñas dimensiones de cuello marcado, como ollas/botellas
de cuello marcado grandes, lebrillos/cazuelas (CONTRERAS, et al. 2000). Se trata de un
repertorio de formas variadas, en que las de paredes abiertas
promoverían una mayor comodidad para manipular su contenido mientras
que en los casos de boca cerrada serían propicias para conseguir un
mayor resguardo del contenido, asociadas éstas con el cocinado de
líquidos (SÁNCHEZ ROMERO Y ARANDA, 2005). En estas
últimas formas entrarían a formar parte las denominadas
botellas, forma típica argárica, que en Peñalosa suele
estar asociada a los rituales funerarios como en otros poblados
argáricos (MOLINA y PAREJA, 1975). Igualmente podríamos
incluir los pertenecientes a la producción láctea, de los que
se tienen constancia diferentes fragmentos de queseras, éste es el
caso del CE III donde se ha recuperado un ejemplar casi completo de quesera
de forma acampanada, con la base amplia y la boca estrecha.
En cuanto, a la fase final de la actividad del
cocinado, nos referimos al consumo del alimento, en el poblado de
Peñalosa encontramos sobre todo formas abiertas, como: paletas,
vasitos, cuencos muy pequeños abiertos, cuencos pequeños
abiertos, cuencos medianos abiertos, cuencos pequeños/medianos de
borde entrante, cuencos grandes, cuencos o platos de borde entrante,
fuentes y las fuentes carenadas, copas, vasos carenados pequeños,
vasos carenados medianos y grandes (Fig. 8). La mayor parte de estos vasos
se caracterizan por un tratamiento muy cuidado de sus superficies, lo que
nos hace pensar en su posible funcionalidad relacionada con el consumo de
alimentos, que por su morfología abierta nos inclinan a pensar que
serían preferiblemente sólidos y líquidos (CONTRERAS Y
CÁMARA, 2000: 101-104) destinadas tanto al consumo individual como
colectivo.
En el GE VI, encontramos este tipo de materiales
cerámicos en determinados espacios, principalmente en aquellos que
debido a la disposición de los niveles de derrumbes y adobes se ha
podido documentar que estaban techados o espacios adyacentes.
Éste es el caso del CEVIa donde se recuperaron entre otros una
olla ovoide de paredes abiertas, fragmentos de orzas y un cuenco
semiesféricos sobre un estructura de banco; destacar la presencia de
un fragmento carenado perteneciente posiblemente a una fuente con
impresiones cortas en zig-zag sobre la línea de carenación.
También se han documentado una cantidad considerable de restos tanto
carpológicos como faunísticos, entre los primeros destaca la
cebada además del trigo, avena, lino y habas. Entre los segundos,
encontramos restos de bóvidos, ovicápridos, caballos, ciervos
y suidos. O el caso del CE VIb que a pesar de ser un espacio dedicado
fundamentalmente a la actividad metalúrgica, si se registra en su
parte nororiental, (seguramente espacio cubierto marcado por la
disposición de los derrumbes), restos de estas actividades de
consumo de alimentos.
Sin embargo, el CE VIg espacio provisto de techumbre
(documentado a partir de la disposición de los derrumbes) que junto
con su propio carácter constructivo de pequeña
habitación en forma rectangular y junto a lo característico
de su registro arqueológico, concretamente cultura material, otorga
a éste un carácter relevante que se manifiesta en el
carácter especial del conjunto de la casa VI. Destaca sobremanera la
presencia de formas cerámicas abiertas, predominan las fuentes
simples o semiesféricas que aparecieron al nordeste del CE asociadas
a una estructura de banco. En la zona centro sur de éste se
halló junto a un cuenco semiesférico, un pie de copa
(elemento de significación especial que generalmente suele
localizarse en contextos funerarios); sin embargo, en este CE aparece junto
con otros elementos que incluso le aportan más relevancia, como son
los característicos carretes de arcilla (junto al pie de copa) o
polea, elemento éste relacionado con la presentación y
consumo de alimentos (SÁNCHEZ ROMERO Y ARANDA, 2005:84) su
funcionalidad parece relacionarse con el sostenimiento de las vasijas
cerámicas. También indicar la presencia de una olla de
paredes abiertas con decoración en el labio y mamelones, colocada
sobre otra estructura de banco. Asociado a los materiales cerámicos
destaca la abundancia de restos faunísticos, sobre todo, restos de
ciervo (incluyendo 8 astas), vaca y restos de conejo, mientras, que los
restos carpológicos son básicamente, cebada. En conjunto,
podemos decir que este Complejo Estructural es un área especial o
particular, cuando menos de reunión marcado por la relación.
Ante lo cual, cabe preguntarse si estos tipos cerámicos
serían utilizados cotidianamente en el servicio de la comida.
Igualmente ocurre en el CE VIf donde se han
localizado materiales cerámicos relacionados tanto con el consumo
con la transformación y producción de alimentos. Destacamos
la presencia de diversos tipos de cuencos, algunos de ellos
semiesféricos otros de borde ligeramente entrante, de casquete
esférico con el borde biselado, poco frecuentes. Así como
otros de menor tamaño, el caso de un vasito de fondo convexo con
decoración en el labio, un vaso troncocónico y una paleta.
Además, contamos con restos de ollas, sin embargo, los materiales
registrados sobre un banco elevado presentan un especial tratamiento
decorativo. Los casos más llamativos son una orza ovoide, decorada
con un cordón liso en el cuerpo y una cazuela “tipo
Monachil” de carena media, con decoración de tradición
Protocogotas, caracterizada por incisiones en zig-zag del que cuelgan
pequeñas líneas paralelas. Ambos aparecen sobre una
estructura de banco. Otro fragmento tipo Protocogotas apareció con
un motivo ornamental en forma de zig-zag junto al borde al interior y al
exterior junto con otro fragmento, un amorfo con incisiones de
círculos concéntricos.
Por último, en el CE VIg podemos hablar, de
otras actividades que tuvieron lugar como la utilización de un telar
y la transformación del mineral. En cuanto, al repertorio
cerámico recuperado en este CE nos indica una cierta
diferenciación con respecto a otros tal y como vimos en el CE VIf,
sin embargo, si parece un lugar donde el servicio y consumo de alimentos
estuvo presente y con gran intensidad, al igual que el almacenamiento. Sin
embargo, las ollas son escasas, se recuperó una de tipo globular,
que presenta decoración en el labio y mamelón, mientras, otra
es una olla ovoide de cuello marcado. Los cuencos, se reducen a los
semiesféricos de tendencia parabólica. Sin embargo, los
vasos, fuentes y platos componen el resto del repertorio cerámico
del CE VIg. Son elementos no muy frecuentes en el registro material de
Peñalosa, sobre todo en algunas de sus variantes, pero ya vimos que
esto es un rasgo que es también aplicable al CE VIf. Entre los vasos
contamos con uno de fondo convexo, un vaso plano y dos vasos carenados,
asociados a estos encontramos restos de un fragmento con decoración
impresa en el borde tipo Protocogotas. Las fuentes son todas hondas de
perfil simple (CONTRERAS Y CÁMARA, 2000: 274-165). Pero es en los
platos donde observamos un elemento más significativo, pues junto a
un plato hondo hallamos un plato carenado “tipo Monachil” en
completa asociación con un vasito.
A nivel general podemos hablar de diferentes espacios
destinados tanto a la transformación como al consumo y
almacenamiento de alimentos, sin embargo, entre los dos primeros destacan
sobre manera los espacios ocupados por los Complejos Estructurales, VId, f,
g, y en cierta medida los complejos estructurales VIb y VIa. Sin embargo,
encontramos espacios con multifuncionalidades o donde convergen varias
actividades, es el caso del VIb, espacio compartido entre estos menesteres
y la actividad metalúrgica. El espacio estaría compartido a
través de la provisión de techumbre sobre la parte
nororiental promoviendo así la realización de estas dos
actividades, esto en términos de trabajo supone una
dedicación por completo a las actividades tanto metalúrgicas
como de mantenimiento. En cuanto, al CE VIa induce a pensar que se
trataría de un espacio relacionado con estos menesteres no tanto de
consumo pero sí resguardo de materiales para su utilización a
modo de despensa para los soportes cerámicos como de alimentos.
Sin embargo, los espacios ocupados por los CE VId,
VIf y VIg, no sólo destacan por ser espacios de
transformación y consumo de alimentos, sino también por los
tipos singulares de cultura material como los soportes utilizados para el
servicio. Estos elementos cerámicos son muy relevantes, porque nos
indican la actividad e informan sobre las relaciones sociales entre los
agentes sociales que las integran. En estas zonas no sólo se han
documentado elementos especiales de la cultura argárica sino
también la cerámica decorada y muy especialmente de
tradición Cogotas (Protocogotas). Creemos que la generalidad de estos dos
tipos cerámicos en los suelos de ocupación de este Grupo
Estructural al igual que ocurre en el GE VII o GE XI, responde a un acento
en cuanto a la consideración de las prácticas de alimento que
se refleja en la forma de presentarlos. Estos nuevos elementos
cerámicos (sobre todo la cerámica protocogotas) nos interesan
por diferentes motivos; por un lado, porque se presenta en un yacimiento
alejado de su lugar de origen, en segundo lugar, porque son elementos
inmersos en los contextos domésticos, lo que despierta un gran
interés debido a su fuerte carácter especial tanto en su
tratamiento (de superficies y decoración) como morfología, y
en último lugar, porque en determinados contextos domésticos
de Peñalosa están asociados directamente con espacios de
consumo junto con otros materiales de carácter especial como son las
copas, botellas, etc. y las formas abiertas en la Cultura Argárica.
En el caso analizado prevalecen las formas decoradas
entre su registro material. Elemento de enorme interés si tenemos en
cuenta que Peñalosa es un yacimiento argárico en el que las
decoraciones son escasas y se restringen a la utilización de la
impresión en el borde. El tratamiento no sólo incluye las
superficies cuidadas sino ornamentadas. Esta incorporación junto con
las formas no sólo da prestigio o relevancia al soporte sino que
también implica un carácter especial al momento de servicio,
como al propio alimento. Por lo que pensamos que el modo de presentar los
alimentos conlleva e implica cambios en las formas sociales del consumo
tanto individuales como colectivas (ARANDA, e.p.). Todo esto es muestra de
la importancia que adquiere la forma de consumir alimentos ya que, pese a
la homogeneidad cerámica del conjunto de Peñalosa, en el GE
VI destacan tanto las formas como el tratamiento de éstas y las
convierte en elementos muy característicos dentro del conjunto del
poblado. Carácter especial que se acentúa con la presencia de
las cerámicas de tradición Cogoteña en los contextos domésticos relacionados con
las prácticas de consumo y servicio.
No debemos ver estas prácticas como meras
actividades de consumo, porque en su hacer expresan el reflejo directo de
todos los cambios sociales producidos no sólo a modo familiar sino
también social, económico y político. Como ocurre con
la incorporación de la cerámica decorada tipo Cogotas, que junto con su
carácter extranjero nos ratifica las relaciones humanas en la Edad
del Bronce peninsular, creemos que en base a su contextualización,
asociación de materiales y cronología de llegada a
Peñalosa, este tipo cerámico puede ser el reflejo de toda una
serie de cambios, que marcarán no solo las relaciones sociales y
políticas de éste grupo humano sino que establecerá
las bases para la recreación de nuevas relaciones interpersonales
donde participará la preparación y consumo de alimentos.
La particularidad de ésta cerámica
resalta dentro del conjunto de la producción cerámica de
Peñalosa. La cerámica Protocogotas tiene un momento especifico de participación
en la vida cotidiana de este grupo, entorno al 1750 a. C.; su
introducción es el resultado de un determinado tipo de relaciones
entre dos comunidades de la Edad del Bronce peninsular. El carácter
especial de ésta cerámica decorada junto con su presencia
generalizada en contextos domésticos parece indicar una
utilización común y cotidiana entre los miembros de un grupo
familiar (ABARQUERO, 2005: 496) o comunal. Esto nos plantea la
reflexión de que su introducción en la vida cotidiana del
poblado de Peñalosa (su presencia está atestiguada en todos
los contextos domésticos excavados hasta la actualidad) pudo
introducir una nueva forma de creación, uso, servicio y consumo de
alimentos marcado por un cambio de significado en el tratamiento y formas,
tanto de las prácticas alimenticias así como por su rico
tratamiento superficial y decorativo bien puede hablarnos no sólo de
cambios alimenticios que por sus formas de ascendencia abierta pudieron
servir para revalorizar y exponer los alimentos de carácter
más sólidos o semisólidos sino también
introducir una nueva forma de servicio y presentación del alimento
que en consonancia pudo ser de mayor elaboración, ya que el alimento
adquiere un carácter motivado por el soporte cerámico donde
va a ser depositado. Esto es particularmente observable en el CEVIg donde
aparecen éstos elementos cerámicos asociados con materiales
de gran calidad, como es un pie de copa o los denominados carretes o poleas
elementos relacionados con la presentación y consumo de alimentos
cuyo uso se generalizará en el Bronce Final (SÁNCHEZ ROMERO Y
ARANDA, 2005: 84).
En conjunto, todos estos datos infieren al contexto
doméstico un nuevo carácter como escenario de
representación de relaciones sociales, económicas y
políticas, así como marco de reproducción y
manipulación de la identidad social de los individuos que componen
la unidad familiar, por lo que en función de los materiales, la
presencia de actividades y la organización del espacio podemos
decir, que los agentes sociales que habitaron esta unidad social ostentaron
una posición identitaria cuando menos, y definidora con el resto del
grupo social.
Por último, no nos gustaría pasar por
alto un último apunte sobre estos espacios que realzan su valor en
el conjunto de Peñalosa como poblado característico
metalúrgico, nos referimos a la vinculación de las
prácticas metalúrgicas relacionadas íntimamente con
las áreas de consumo como el CE VIh y e del Grupo Estructural VI. Se
han registrado espacios compartidos por ambas actividades, el caso del CE
VIg o CE VIb donde el metal impregna los restos faunísticos
(dientes de ovicáprido), o la presencia de recipientes de
tradición Protocogotas, junto con los restos de un vaso carenado
plano en la zona de los restos y actividad metalúrgica. Si bien,
sólo queremos hacer mención de que al norte, el CE VId la
actividad metalúrgica se relacionó directamente con
actividades domésticas, el consumo de alimentos, apoyado por la
presencia de granos de cereal totalmente limpios de malas hierbas y gran
concentración de restos faunísticos (como ya hemos
explicado). La actividad metalúrgica continuaría en la zona
sur del CE VIb y en lo que se ha denominado CE VIe, ambos descubiertos. La
imbricación de ambas actividades (actividades de mantenimiento con
la producción metalúrgica) que no sólo comparten
espacios sino también cultura material, entre ellos la abultada
presencia de molinos en el norte del CE VIh (espacio dedicado meramente a
la metalurgia), muy posible relacionados con la molienda del mineral. Sin
embargo, este tipo de cuestiones ya ha sido referido en trabajos como de
Margarita Sánchez Romero (2004) y esta autora con Auxilio Moreno
Onorato (2005). El planteamiento sería el siguiente, se puede
afirmar categóricamente que ¿el espacio de actuación
de los hombres y mujeres es diferencial? Y que ¿el de las mujeres es
el privado mientras que el de los hombres es el público?;
¿Dónde están los límites de unos y otros?
¿ocupan espacios productivos diferenciales y marcados?, por otro
lado, se puede afirmar categóricamente la nula participación
de las mujeres en “actividades productivas” como la metalurgia
cuando en el poblado de Peñalosa sus espacios son los denominados
domésticos.
Las prácticas de cuidado y socialización
de individuos infantiles
Como ya apuntábamos en la definición de
las actividades de mantenimiento, éstas se configuran por dos
dimensiones, la objetiva y la subjetiva, ambas complementarias y
básicas para el mantenimiento humano (CARRASCO, 2003: 14-15). La
última, se compone de los afectos, atenciones, seguridad
psicológica, en definitiva el conjunto de prácticas de
cuidados. En este aspecto, las sociedades argáricas son excelentes
ejemplos de esta dimensión subjetiva y de la relación que
mantienen los elementos de la vida cotidiana con las esferas
simbólica y afectiva (SÁNCHEZ ROMERO, e.p.). Nos referimos a
la multifuncionalidad que adquieren los espacios domésticos,
utilizados éstos como nexos de unión en el mantenimiento de
la cohesión familiar marcada por la relación entre los vivos
y los muertos. Relación y conexión que se mantiene en
Peñalosa. Las sepulturas aparecen perfectamente integradas en las
viviendas, los muertos se entierran en cistas tapadas con losas de pizarra
y utilizadas como bancos (bancos de uso doméstico) o bien en el
subsuelo de las viviendas (CONTRERAS, et. al. 1997:72; 2000; CONTRERAS, et al., 2001). Este hecho nos
muestra como para este grupo humano el espacio doméstico, no
sólo tenía un carácter económico, productivo,
sino también social, cultural y central en el desarrollo no
sólo de sus vidas a través de la recreación de
identidades sino que dichas identidades influirán en el modo de
articular el propio espacio.
Mujeres y hombres somos seres sociales y nuestra
existencia no es posible sin la existencia de otras mujeres y hombres que
posibiliten la reproducción tanto biológica como social y el
mantenimiento de nuestros cuerpos, que debe ir acompañado por todo
un conjunto de atenciones, afectos, protección, etc. Los cuidados
están presentes desde el momento en que somos gestados como fetos y
nos acompañan de una u otra forma a lo largo de nuestra vida
(FREGEIRO e.p.; DE MIGUEL 2004). Esto sucede incluso tras nuestra muerte,
Roberta Gilchrist (2005), destaca el posible papel de éstas en los
ritos funerarios, es decir, mujeres que extienden sus prácticas de
cuidados al ámbito de la muerte, a través del cuidado y
preparación del cuerpo, su ornamentación personal junto con
la deposición del propio ajuar material (GILCHRIST, 2005); por otra
parte, podrían haber participado en la realización de
algún tipo de ritual a través de la preparación de
alimentos en la realización de prácticas de comensalidad
(ARANDA, e.p.). Estos aspectos son difíciles de aseverar, sin
embargo, todo parece indicar que la figura de las mujeres como figura
maternal podría estar vinculada al enterramiento de individuos
infantiles como indica Laila Colomer en un estudio de los pithos en el yacimiento
argárico de Gatas (Turré, Almería) (COLOMER, 2005).
No cabe duda que donde mejor podemos apreciar los
efectos de los cuidados, sus implicaciones sociales, biológicas etc.
es a través de los restos osteológicos. Para ello, el mejor
registro con el que contamos es el espacio funerario y los datos
paleopatológicos (SÁNCHEZ ROMERO e. p. a). Estos datos son
muy relevantes como indicadores tanto del estado de salud, nutrición
y actividad realizada por parte de los individuos en cuestión, pero
sobre todo son señales de las muestras de cuidados recibidos o no.
Los análisis realizados sobre los restos humanos procedentes de las
sepulturas de Peñalosa, presentan diferentes patologías.
Entre las más características y reconocibles en este grupo
humano (y en general en las comunidades de la Edad del Bronce) encontramos
indicadores de alteraciones relacionadas con los diferentes patrones de
actividad, como las enfermedades degenerativas articulares (principalmente
la artrosis) (ROGERS et al. 1987: 180), hasta alteraciones por actividad física
(Enthesopatías o estrés músculo-esquelético) o
de carácter traumático (lesiones o traumatismos)
(JIMÉNEZ et al. 2004: 145, 146- 47). Igualmente podemos encontrar
patologías referidas de forma más directa con problemas
biológicos, nutricionales y salubridad, como es la hiperostosis
porótica y la criba orbitaria, la hipoplasia dental y otras
patologías bucales (CONTRERAS, et al. 1997: 128; 2000: 295).
En el poblado de Peñalosa, en la actualidad se
cuenta con un muestra de unos 28 individuos entre adultos e infantiles de
ambos sexos, si bien es cierto, sólo contamos con análisis
realizados sobre 17 individuos adultos e infantiles. Entre las enfermedades
degenerativas articulares destaca sobremanera la artrosis, que afecta
principalmente a individuos maduros básicamente en la columna
vertebral, rodillas y pies, tanto en hombres como mujeres, aunque en el
último caso presentan también afectadas las muñecas,
probablemente como consecuencia de la práctica de la molienda. En
Peñalosa, se han constatado dos casos en que los individuos
presentaban afectado el miembro superior por esta degeneración
ósea. Ambos individuos pertenecen a la sepultura número 2 del
poblado (sepultura triple) localizada en el CE XId, donde se localizaron
tres individuos maduros, dos masculinos y una mujer. Presentaban afectada
la epífisis proximal derecha del cúbito; los
acetábulos de la cadera, sobre todo el lado derecho (CONTRERAS, et al. 2000: 296)
probablemente debido a la locomoción y originado por el abrupto
terreno que rodea el poblado. El segundo individuo masculino presenta en
las superficies articulares de la primera costilla derecha porosidad y
pulimiento consecuencia de un probable proceso artrósico.
Los ejemplos sobre la presencia de ésta
patología (artrosis) los encontramos en la sepultura número 9
(CEVII), donde se recuperaron los restos de un individuo femenino adulto
con afecciones de las vértebras de la columna. En la sepultura
número 10 (CE IIIa), se documento un varón que presentaba
reborde artrósico del astrágalo en la articulación del
pie izquierdo. En la unidad social GE VI, que nos ocupa especialmente hay
que decir que la muestra es bastante deficiente destacando entre ellas la
sepultura número 7 en el CE VIc; su caso no destaca por la presencia
de patologías, sino porque es una de las dos sepulturas triples que
se han documentado hasta el momento en todo el poblado. El individuo
masculino adulto presenta una porosidad en el cuerpo de una vértebra
lumbar.
Podemos suponer que las afecciones artríticas
sobre los miembros superiores tienen su origen en el desarrollo de una
actividad prolongada con dichos miembros, mientras que cuando sólo
afecta a los miembros inferiores se ha interpretado que es efecto de largas
caminatas y consecuencia de lo escarpado del terreno del entorno de
Peñalosa. Sin embargo, generalmente en el caso de las mujeres este
tipo de patologías han sido interpretadas también como
resultado de la realización de la actividad productiva, la molienda
(CONTRERAS, et al. 2000: 295-296). En cuanto, al estrés
músculo-esquelético, sus consecuencias suelen estar
localizadas en zonas concretas y asociadas a la realización
continuada de determinadas actividades durante la vida de un individuo. En
Peñalosa hemos detectado la presencia de una de estas lesiones,
concretamente la que se manifiesta en la parte posterior del
calcáneo y que afecta a la inserción del tendón de
Aquiles, en dos individuos de la sepultura número 2 (CE XId), un
varón y una mujer. Por último, entre las alteraciones de
carácter traumático se han observado dos tipos lesiones una
en la sepultura número 2 (CE XId) una fractura de radio derecho en
su tercio inferior en el varón, y otra fractura en la
clavícula izquierda del segundo individuo masculino (CONTRERAS, et al. 2000). Podemos decir
que la mayor proporción de traumas postcraneales suelen ocurrir en
el miembro superior (GONZÁLEZ MARCÉN et al. 1992) y concretamente la
lesión de radio es frecuente en caídas, podría ser
ésta la causa probable. En los individuos infantiles en
Peñalosa no se han documentado indicios de traumatismos lo que no
quiere decir que no se produjesen si bien es cierto que tal y como ha
demostrado un estudio sobre 77 individuos infantiles de las comunidades del
Edad Bronce en la provincia de Granada en el caso de existir fracturas o
traumatismos serían resultado de caídas fortuitas motivadas
por los juegos de estos y a consecuencia de lo escarpado del terreno que
ocupan estas poblaciones (JIMÉNEZ BROEBIL et al. 2004: 141-153).
Este conjunto de patologías físicas son
importantes porque nos muestran los patrones de actividad de esta
comunidad, pero también porque nos hablan sobre el tipo de cuidados
que requirieron. La mayoría de los individuos alcanzan la edad
adulta lo que nos indica que obtuvieron una buena cobertura de cuidados en
el momento de aguzamiento de la patología, como también en el
caso del individuo de la sepulta 2 con fractura de clavícula, la
cual presenta una reducción incorrecta pero que no le impidió
su desarrollo. Sin embargo, este individuo seguramente durante un periodo
de tiempo no pudo valerse por si mismo por lo que requirió la
atención y cuidados, que cubriesen sus necesidades básicas
como la alimentación, higiene, etc., al igual que los conocimientos
necesarios para aplicar en su curación, por parte de los miembros de
la unidad familiar, sin los cuales le hubiese resultado muy complicado
sobrevivir (DE MIGUEL, 2004).
Además de las mencionadas, las comunidades de
la Edad del Bronce del sureste peninsular, se verían afectadas por
otro tipo de patologías. En el caso de Peñalosa, se han
documentado patologías biológicas de diversa índole,
como cuadros infecciosos, malnutriciones, problemas de salubridad, etc. que
en muchas ocasiones provocarían no sólo la enfermedad sino la
propia muerte. Debemos decir, que este tipo de patologías sobre todo
las de carácter infeccioso, bien pudieron ser consecuencia de un mal
cuidado de traumatismos, cortes fortuitos, etc. que igualmente no
tendría porque dejar una huella directa sobre el esqueleto de los
individuos. En Peñalosa se han registrado diferentes huellas de
estas carencias y enfermedades como la hiperostosis porótica, la
criba orbitaria o la hipoplasia dental (síntomas de profundas
anemias y problemas malnutricionales) (CONTRERAS, et al. 1997: 128; 2000:
298-299).
La hiperostosis porótica y la criba orbitaria
son señales de anemias no hereditarias con carencia férrica.
La hiperostosis se localiza en la bóveda craneal, la criba aparece
en el techo de las órbitas; aunque pueden afectar al conjunto de la
población aparecen en mayor medida en los individuos infantiles y
las mujeres (CONTRERAS, et al. 1997: 128). En éstas últimas son mayores sus
posibilidades en determinados momentos vitales como en los periodos
postpartos, premestruales y premenopaúsicos, son momentos en que las
mujeres están más bajas de defensas a consecuencias de las
pérdidas menstruales, gestaciones y períodos de lactancia
entre otros. Mientras que a los individuos infantiles la criba orbitaria
les afecta sobremanera en el periodo del destete, siendo esta fase
sumamente crítica en su desa-rrollo o muerte (HERRING, et. al., 1998: 425). En
la serie de Peñalosa se han podido observar esta afección en
la sepultura número 1 (CE VIIg) correspondiente a un individuo
femenino adulto, presenta criba orbitalia (Grado 3 de la escala de Knipp)
además de tener afectada parte de la bóveda craneal por
hiperostosis.
La hipoplasia dental queda constatada en cinco de los
nueve individuos que conservaban los caninos permanentes, siendo destacable
el hecho de que el individuo masculino adulto de la tumba 7, pese a
conservar la mayoría de los caninos, no presentaba tal
lesión. Sí la tenía el individuo juvenil masculino de
la misma tumba. En el caso de la sepultura 9 del CE IIIa en el canino
inferior derecho tiene bandas de hipoplasia en el esmalte. Igualmente
encontramos en los casos de las sepulturas, 4 (CE VIIa) y 5 (CE VIIa),
donde se ha documentado un individuo infantil con hipoplasia de 4 coronas
de los caninos definitorios, mientras en el segundo respectivamente, otro
individuo infantil con hipoplasia dental en bandas. Se trata de una
patología que presenta un abultado registro entre los individuos de
éste grupo humano de Peñalosa. Podemos hablar de un 56% de
afectados de la escasa muestra representativa, lo que nos indica que las
concisiones de vida de los individuos infantiles durante su periodo de
infancia, sobre todo marcado por el periodo de destete no serán las
más idóneas ni óptimas. La muestra que se nos presenta
de enterramientos infantiles es bastante alta, sin embargo, su
enterramiento no sólo nos habla sobre la causa de la muerte, sino de
la implicación social de su figura dentro del conjunto humano.
En cuanto, a las patologías bucales, decir que
los individuos con el desgaste dentario más alto es la mujer de la
sepultura 1 (CE VIIg) y el varón de la sepultura 2 (CE XId). En el
primero de los casos se ha observado una abrasión muy fuerte de la
parte anterior de la arcada dentaria (incisiva y premolar); mientras que el
segundo presenta las piezas dentales de la maxila con caries que afecta a
la dentina del cuello de la región distal del M2 derecho y M1
izquierdo. El M2 de la maxila izquierda y el M1 de la mandíbula
derecha se han perdido ante mortem. Todas las piezas observables presentan paradontosis. En
el caso de la sepultura 9 (CE IIIa), el individuo femenino maduro, presenta
caries en el cuello del M2 superior derecho a nivel de la cara distal que
afecta tan solo al esmalte, también el individuo masculino adulto de
la sepultura 2 presenta caries que afecta a la dentina del cuello de la
región distal del M2 derecho y M1 izquierdo. El M2 de la maxila
izquierda y el M1 de la mandíbula derecha se han perdido ante mortem. Todas las piezas
observables presentan paradontosis. El individuo adulto-masculino de la
sepultura 10 (GE VIIA) presenta el mismo problema bucal, en este caso la
carie ha hecho saltar la pieza dentaria.
En último lugar, señalar los cuadros
infecciosos que pueden aparecer en función de diferentes
patologías, la causa más probable son las infecciones
inespecíficas generadas por traumatismos, aunque, no debe olvidarse
que una enfermedad indeterminada puede iniciarse por un trauma o un corte
infectado y extenderse por todo el organismo y ocasionar la muerte del
individuo. La tibia es uno de los huesos más afectados por
periostitis (inflamación del periostio) quizá debido a su
escasa protección del tejido muscular y por ocupar la zona
antómica donde es más fácil el éxtasis venoso,
junto con su mayor exposición a los traumatismos (TRANCHO et al., 1993). Ejemplos
registrados en Peñalosa son varios, la sepultura 2 (CE XId),
individuo masculino adulto presenta la tibia izquierda con periostitis en
placa en el tercio inferior de la cara interna. Además existen
lesiones periostíticas estriadas en el tercio medio de dicha cara,
así como en el tercio inferior de la cara posterior y otro individuo
adulto masculino presenta la misa afección pero estriada en la cara
interna tercio medio-inferior. En la sepulta 10 (GE VIIA), el individuo
maduro masculino presenta periostitis estriada en cara externa tercio
superior y en cara interna tercio medio de la tibia izquierda. Sin embargo,
podemos destacar el caso de la sepultura 13 (CE Xb), una mujer adulta
presenta un proceso infeccioso en el húmero derecho que ha provocado
un engrosamiento de la diáfisis. Periostitis en placa en la zona de
la articulación inferior con el peroné. Dicha afección
le provocó la muerte.
El estudio paleopatológico nos
indicaría que al menos el 50% de los individuos (tanto adultos como
infantiles) analizados presentan algún tipo de lesión que les
causó la muerte o por el contrario sobrevivieron a la misma. Por el
contrario, también en Peñalosa podemos encontrar esqueletos
que no presentan ningún tipo de rasgo
anómalo-patológico. Para la investigadora Inés
Frejeiro (e.p.), el hecho de encontrar restos óseos sanos tanto en
individuos infantiles como juveniles, está lejos de señalar
un estado de salud bueno sino todo lo contrario, nos indicaría que
los individuos debieron sufrir una enfermedad tan aguda y fulminante que no
llegó a afectar otras partes del organismo como el esqueleto. Esto
es muestra clara de que no superó la enfermedad, los motivos
pudieron ser varios, por un lado, falta de conocimientos
terapéuticos y medicinales (actuación frente a una
patología) por parte del grupo o responde a una decisión
social para que no se dedicara tiempo de trabajo en el mantenimiento de su
vida (DE MIGUEL, 2004; FREJEIRO, e.p.). En Peñalosa de un
total de 26 individuos utilizados en la muestra, destacan los individuos
infantiles entre menores de 6 años ± 12 meses y mayor de 6 y
menor de 12 años, encontramos restos de éstos que no
presentan ningún tipo de patología como es el caso de la
sepultura 11 (GE III), 13 (CE Xb), 14 (CE VIIi), 15A (CE IIIb), 15B (CE
IIIb). Estos datos nos hablan de que estos individuos o bien no fueron
capaces de superar el destete o bien sufrieron malnutrición, estados
de estrés ambiental o algún proceso infeccioso que no
lograron superar. Este pudo ser el caso del individuo juvenil sepultura 1
(CE VIIg) que no presenta patología detectable. Otros casos
referidos ya al periodo adulto de sus vidas, el caso de la sepultura 7 (CE
VIc) mujer madura, también en el enterramiento 3 (VIf), 6 (IV), 16
(IVa) y 17 (VId) donde se registran individuos masculinos maduros que no
presentan ningún tipo de patología detectable.
Las señas de identificación de la
práctica de cuidados pueden ser de diversa índole; por
ejemplo las reosificaciones óseas que a través de la
regeneración del hueso (Frejeiro, e. p.) muestran que ese individuo
disfrutó de toda una serie de cuidados, atenciones,
aplicación de conocimientos medicinales. En Peñalosa, el
individuo varón de la sepultura 2 (CE XId) con rotura de
clavícula, muestras señas de reosificación lo que le
permitió no quedar inutilizado y desarrollar diversas actividades;
sin embargo, durante el tiempo de recuperación tuvo que recurrir a
los cuidados del resto de la comunidad para poder sobrevivir. Sin lugar a
dudas la principal muestra de la realización de las prácticas
de cuidado es el mantenimiento social y generacional, elementos claves para
la continuidad humana.
Al comienzo de este apartado decíamos que las
prácticas alimenticias y cuidado están imbricadas,
actividades dependientes y complementarias que configuran el conjunto de
trabajos que infieren en las actividades de mantenimiento. Creemos que
ambas actividades productivas son necesarias para conseguir el desarrollo
generacional y social del grupo. Son punto de partida para conseguir el
mayor bienestar posible que tendrá su reflejo directo en el
desarrollo político, económico, etc. Ambas en íntima
conexión, una nos habla de la otra, de su aplicación o no, de
sus recursos, conocimientos, experimentación, tecnología,
etc. Ejemplo, el análisis de las patologías bucales nos
permite conocer algunos de los alimentos consumidos o no por los individuos
y su salud dental. El patrón de desgaste en el grupo humano de
Peñalosa nos indica que es normal y bastante similar en todos ellos
y en relación con el resto de las poblaciones de la Edad del Bronce
del sureste peninsular, lo cual nos induce a pensar que concretamente en
esta población no existe un patrón cultural que provoque
distinto desgaste entre ambos sexos. Igualmente nos inclina a pensar que
esta población poseía una dieta variada, sin duda, rica en
componentes animales.
Por último, simplemente apuntar que la
intensidad de las patologías dependerá de la
interacción entre factores ambientales, culturales y el grado de
respuesta tanto del individuo pero sobre todo del conjunto familiar y
comunal tenga ante la adversidad de las diferentes circunstancias como las
lesiones traumáticas, enfermedades infecciosas o deficiencias
nutricionales (SÁNCHEZ ROMERO, e.p.a). Por lo tanto, debemos tener
en cuenta que la realización de las prácticas de cuidado y de
alimentación no sólo suponen una gran cantidad de trabajo,
esfuerzo y tiempo sino también una serie de conocimientos y avances
tecnológicos que propicien su realización (DE MIGUEL, 2004;
FREJEIRO, e.p.).
De forma paralela y simultánea se desarrollan
las tareas de socialización y aprendizaje de los individuos
infantiles. Este tipo de prácticas pudieron ser llevadas a cabo por
diferentes miembros del grupo social con identidades de género y
edad diferenciadas. A través de los procesos de socialización
y aprendizaje los individuos infantiles reciben información y
conocimientos relativos a la producción y tecnología que les
permitirá introducirse en la esfera productiva de las sociedades,
pero también recibirán información acerca de su propia
identidad (SÁNCHEZ ROMERO, e.p.b; 2006: 132-135). Situándose
en una esfera social determinada, conocerán y aprenderán las
características de su identidad de género comprendiendo y
compartiendo la forma de ver el mundo de esos grupos sociales donde se
integrarán. De manera que se obtenga con ello el éxito en la
reproducción biológica como social.
En las sociedades argáricas los individuos
infantiles son miembros del grupo social, elemento que se pone de
manifiesto a través no sólo de su inclusión en el
espacio funerario, al mismo nivel que en el caso de los adultos, tal y como
podemos comprobar en Peñalosa, donde los enterramientos infantiles
alcanzan sobre un 40% del total de la población enterrada, sino
también por las manifestaciones materiales que se depositan junto a
sus sepulturas, ajuares que los están incluyendo de manera evidente
dentro de la jerarquía social del grupo (SÁNCHEZ ROMERO, e.p.
b). Este es el caso del individuo juvenil enterrado en una de las dos
sepulturas triples (CE VIc, Tumba 7) documentadas en todo el área
del poblado, lo significativo de este enterramiento es precisamente su
sepultura (calificada de monumental) y el ajuar que presenta es muy rico en
elementos metálicos, diferentes elementos en plata (hilos enrollados
en espiral si bien difieren en el tamaño y en el número de
vueltas. El ejemplar más pequeño presenta tres vueltas y
puede ser considerado como un arete. Los otros tres elementos pueden ser
pulseras de dos vueltas acompañado de otros artefactos
metálicos mucho más frecuentes como son un alfiler y un
puñal de dos remaches con placa de enmangue rectangular y restos de
madera en la misma, todo acompañado de un cuenco semiesférico
de borde recto junto con que se trate de una sepultura triple, el individuo
juvenil, otro adulto masculino y femenino (colocación como se
documentó en el registro arqueológico), el posible
vínculo entre ellos sería familiar directo, lo que nos
informa que a pesar de no haber alcanzado la edad adulta o madura por parte
del individuo juvenil su incorporación en el grupo y miembro del
grupo era activa y patente.
Sin embargo, los individuos infantiles se incorporan
en las sociedades a través de mecanismos como el aprendizaje,
quedando demostrado por la cultura material a la que quedan asociados
(NÁJERA et al. e.p.). Tanto el uso de juguetes como la interacción de
los niños con el resto de objetos que les rodean forman parte de su
aprendizaje, a través del juego (éstos son los mediadores
entre el mundo de la niña/o y el de los adultos, estos son los
medios de transmisión de conocimiento y mensajes culturales) el
niño o la niña no sólo aprenden a producir y a
introducirse en la esfera económica probablemente desde muy temprana
edad sino que a partir de ellos se produce su inclusión como
miembros de una comunidad en la que las categorías sociales
(género, sexo, edad, estatus o clase social) deben ser reproducidas
(SÁNCHEZ ROMERO, 2004).
El marco temporal y espacial de desarrollo de las
prácticas de socialización, cuidado y reproducción
generacional, vendrá determinado por las categorías de edad
que determinarán el periodo de aprendizaje, el desarrollo de juegos.
Si tenemos en cuenta el desarrollo actual de éstas prácticas,
que giran entorno al espacio doméstico y las mujeres de más
edad que lo integran, podemos pensar que en las sociedades
prehistóricas debió ser similar motivado por la fuerte
dependencia que los individuos infantiles en sus primeros años de
vida tienen sobre las mujeres de más edad (HERNANDO, 2005). En el
caso de Peñalosa, si tenemos en cuenta que las unidad habitacionales
no sólo es el marco de actuación de mujeres sino de hombres,
porque es una unidad productiva marcada por el desarrollo de la actividad
metalúrgica (generalmente asociada al género masculino) y
doméstica por las actividades de mantenimiento. En Peñalosa,
los individuos infantiles estarían en continua relación con
las actividades desarrolladas en el interior de los espacios
domésticos, siendo éstos donde interactuarían con
hombres y mujeres de diferentes categorías (edad, carácter
social, etc.). El hecho de que en este poblado, las actividades productivas
se localicen en completa conexión con espacios de almacenamiento,
transformación alimenticia, consumo, descanso, etc. nos lleva a
pensar que la construcción de la identidad de género
sería continua y progresiva sin necesidad de tener que salir fuera
de la unidad doméstica. De tal forma que este espacio adquiere el
valor no sólo productivo y doméstico sino educacional y
marcador social y generacional. Convirtiendo este proceso en una
interacción continúa entre todos los miembros del grupo que
forman la unidad familiar en cada caso.
En Peñalosa, la compartimentación,
complementariedad e interacción de actividades desarrolladas en la
configuración de su espacio interno, promueve el aprendizaje y el
desarrollo de identidades, a través de la imitación de los
comportamientos del mundo adulto, aprendiendo así de forma continua
las normas, deberes, obligaciones y actividades a desarrollar cuando se
alcance la edad, los individuos infantiles reproducirían y
construirían su identidad en directa conexión con el
mundo adulto.
Sin embargo, es cierto que la visualización en
el registro arqueológico del desarrollo de éste proceso es
difícil. Por lo que prestaremos especial atención a la
cultura material y el contexto de su registro. En muchos casos, las
miniaturas de objetos cerámicos se han asociado con elementos de los
individuos infantiles o bien como elementos de ritual, carácter
simbólico, etc. Sin embargo, su continua sintonía con
los espacios domésticos, y su cultura material, etc. por lo que no
se debe olvidar que el registro arqueológico esta formado por un
gran diversidad de elementos los cuales estuvieron al alcance del manejo,
utilización y creación por parte de los individuos
infantiles. Pueden ser elementos fabricados por los adultos para contribuir
al juego de los infantes, o bien materiales desechados desde el mundo
adulto que reutilizarían en su proceso de aprendizaje, o
también elementos que pudieron fabricar los mismos individuos
infantiles (POLITIS, 1998: 10). En el último caso, podemos hablar de
la producción cerámica, se trata de un proceso laborioso,
costoso, que requiere un largo proceso de aprendizaje y sobre todo mucha
práctica hasta conseguir la pieza deseada. Gonzalo Aranda (2001) ya
apuntó en su tesis doctoral que en el registro arqueológico
se documentan elementos cerámicos extremadamente pequeños,
los cuales presentan o bien formas que se salen del componente
cerámico del mundo adulto o bien recreando las formas de
éste, sin embargo, se caracterizan por presentar unas
características tanto técnicas como formales que resaltan
frente a norma de la calidad de las cerámicas de la Edad del
Bronce del sureste peninsular. Esto hace pensar que muy probablemente estas
formas de carácter más asimétrico formasen parte del
proceso de aprendizaje de los individuos infantiles (ARANDA, 2001). En
Peñalosa, es curioso porque dentro de su extensa tipología
argárica, encontramos una de las formas asociadas a éste
proceso de aprendizaje y juego de los/as niños/as se trata del tipo
5, vasitos de muy pequeño tamaño carenados. Aparecen en
contextos domésticos. Este tipo en el análisis
morfométrico aparece claramente separado del resto de tipos. Su
factura tecnológica es tosca, con arcilla poco cocida. Sus
dimensiones métricas son, diámetro de la boca 35 mm.,
diámetro de la carena 29 mm., altura total 28 mm., altura de la
carena 22 mm. y ángulo del borde 121º. Dentro de la
tipología ha sido considerado como un juguete infantil, ejemplo de
ello lo encontramos en el GE X.
Nos gustaría hacer referencia al número
abundante de piezas cerámicas de muy pequeño tamaño
especialmente durante los últimos trabajos realizados de
excavación, estos se han constatado en contextos domésticos
de forma mayoritaria. Nos referiremos a un caso concreto documentado sobre
el suelo de ocupación del CE Xa, donde se documentaron tres vasitos
asociados de muy pequeñas dimensiones, de manufactura tosca e
irregular, sin ningún tipo de tratamiento superficial que junto con
su contextualización y asociación directa con un espacio de
transformación, consumo y almacenamiento de alimentos nos induce a
pensar que se tratasen de elementos relacionados no sólo con el
proceso de aprendizaje de la manufactura cerámica sino que tras su
posible realización por parte de los individuos infantiles, estos
desarrollarían todo tipo de juegos con estos elementos posiblemente
tanto asociándolos como imitando la funcionalidad adulta, ayudando
así a construir la identidad individual.
Como ya hemos dicho su asociación es
difícil sin embargo dentro de las comunidades argáricas
recientemente se ha documentado una sepultura en el Cerro de la Encina
(Monachil, Granada), doble inhumación infantil con un ajuar
compuesto por un cuenco parabólico, un collar perfectamente
articulado de pequeñas cuentas de piedra y uno de estos
pequeños vasitos de tosca factura demostraría esta
asociación (ARANDA Y MOLINA 2006). Siguiendo esta línea, en
el yacimiento de la Edad del Bronce, la Motilla del Azuer (Ciudad Real,
Daimiel) se localizó la inhumación de un individuo infantil
con un ajuar de excepcional interés. Incluía la
reproducción en miniatura de tres vasos cerámicos, un carrete
y dos fichas de arcilla, una de ellas con perforación central, un
pequeño canto esférico de piedra y un vaso cerámico
carenado de pequeñas dimensiones, de factura muy similar al
documentado en el Cerro de la Encina. (NÁJERA et al. 2006). Todos los elementos
cerámicos tenían un grado de cocción a muy baja
temperatura.
En el caso que nos ocupa y en relación a
éste tema, no se ha podido documentar una conexión directa
entre estos elementos y los individuos infantiles, aunque si podemos
apuntar la sepultura 4 (CE VIIa) donde se documentó un individuo
infantil de unos 5 años y un adulto que presentaban un ajuar
compuesto exclusivamente por dos vasitos carenados de muy pequeñas
dimensiones, el problema es que no podemos saber la asociación
directa con los individuos enterrados, aunque por las
características bien podría ser con el individuo infantil.
Sin embargo, en el registro funerario de Peñalosa, podemos decir que
los ajuares de los individuos infantiles poco distan de los de adultos
pudiéndose hablar de ajuares con objetos metálicos,
recipientes cerámicos o útiles y ornamentos realizados en
piedra, hueso o metal, a si mismo los que carecen de ellos (nos muestran
diferencias sociales que atañería igualmente a los individuos
infantiles). En Peñalosa, podemos dividir los restos de
individuos infantiles en base a tres grupos. Una primera categoría
formada por los neonatos (hasta un mes de vida), una segunda niños
entre 0 y 3 años (recordemos edad critica por los cambios en la
alimentación producidos en el proceso de destete). La tercera
incluye a los niños entre los 3 y los 7 años y la cuarta
reuniría los individuos mayores de 12 y menores de 20 años,
el hecho de considerar una edad tan avanzada para esta categoría se
debe a la intención de comprobar si podemos establecer la adultez a
través de cambios en el contexto funerario (CONTRERAS, et al. 2000: 287-1).
En lo que se refiere a la primera categoría,
neonatos, su representatividad en nuestro caso es casi nula. Probablemente
porque los individuos infantiles que no alcance al menos un cierto
número de semanas no son considerados como miembros integrantes del
grupo social. Sin embargo, en la segunda categoría, encontramos
casos de individuos sin ajuar como la sepultura 11 (CE III) de un individuo
infantil de unos 18 meses. Mientras que en la sepultura 13 (CE Xb) un
individuo infantil de unos 3 años que comparte sepultura con un
adulto femenino y presentan un ajuar muy destacado, compuesto por elementos
cerámicos, metálicos, entre los que destacamos una placa de
enmangue trapezoidal y la disposición en triangulo de sus tres
remaches, un punzón y un arete de oro. Suponemos, que el ajuar
será para ambos individuos, esto nos indica por un lado, el
carácter y estatus social a la que pueden pertenecer y por otro el
fuerte vinculo que entraña este enterramiento doble. En el caso de
las sepulturas 15a y b (CE IVa). Ambos casos enterramientos en pithos, donde prevalecen las
formas cerámicas, un cuchillo con lengüeta y remache con filo
cortante en ambos laterales y sobre todo un denticulado de silex. Esto es
significativo, porque son materiales que parecen haber estado en uso
directo con la actividad y que fueron asociados a estos individuos, destaca
la particularidad del denticulado, muy escaso en el conjunto del poblado.
Por último, la sepultura 14 (CE VIIi) que carece de ajuar.
En cuanto, a la tercera categoría, encontramos
dos sepulturas. La número 4 (CE VIIa), un Pithos, donde se documenta un
individuo infantil de unos 5 años y un individuo adulto,
presentan dos vasitos carenados, uno de muy pequeño
tamaño de carena baja y otro de dimensiones medianas con la carena
igualmente baja. A pesar de pensar que el ajuar puede ser compartido el
motivo de la inclusión de los vasitos carenados de fractura tan
tosca y asimétrica nos induce a plantear si estos elementos no
serían atribuibles al individuo infantil lo que nos llevaría
a plantear la relación de estos elementos con los individuos
infantiles en Peñalosa al igual que ocurre en otros poblados
argáricos como el Cerro de la Encina. Por otro lado, encontramos
otro individuo de unos 6 años en la sepultura 5 (CE VIIa), presenta
dos cuentas de collar, una tubular de jaspe y otra de cuarcita junto con un
puñal y un cuenco cerámico semiesférico junto con un
vaso de carena baja con un ónfalo en el fondo, este elemento es
particularmente interesante ya que su representatividad en Peñalosa
es escasa, sin embargo uno de sus hallazgos se localizada en una sepultura
de un individuo infantil.
Por ultimo, la cuarta categoría, solo
encontramos un individuo entre los 12 y 20 años, se trata del
individuo juvenil de la sepultura 7 en el Complejo Estructural VIc.
Éste está incluido dentro de una de las dos sepulturas
triples documentadas hasta el momento en el poblado. Contenía un
rico ajuar, un puñal de dos remaches con restos del enmangue de
madera, dos aretes de plata, dos pulseras en espiral de plata, un alfiler
de cobre y en cerámica un cuenco de borde ligeramente entrante
(CONTRERAS Y CÁMARA, 2000: 246-274) pero lo destacable de esta
sepultura es la construcción de su estructura, tanto por su
particularidad como monumentalidad. También destacamos la
asociación de ésta con un gran contenedor de lajas selladas
que contenía abundantes restos de animales, sobre todo restos de
extremidades de vaca, caballo y ciervo, donde aparecieron semillas de
trigo, cebada e incluso una pipa de uva, por último, restos de
plantas que podían ser ramilletes de flores que fueran utilizadas
como ofrendas florales, elementos olorosos o medicinales. La particularidad
de ésta tanto por sus dimensiones (ocupan un espacio concreto y
cerrado dentro de la unidad habitacional) como por los materiales
orgánicos e inorgánicos que contiene nos plantea que en su
aledaño se pudieron haber practicado algún tipo de ritual
especial, como es la comensalidad, práctica esta que es común
entre las comunidades argárica (ARANDA, e.p.) El problema con
éste tipo de sepulturas triples es que es complicado realizar una
asociación directa de individuos con el ajuar, pero lo destacable,
es el fuerte vínculo familiar de éstas comunidades,
manteniendo los individuos infantiles la posición social familiar
aún cuando han desaparecido los progenitores (CONTRERAS, 2001:
72-73, 82).
Las conclusiones que se pueden extraer son diversas.
En primer lugar, la ausencia de ajuares entre los individuos infantiles
menores de un año, nos hace pensar que estos aunque son reconocidos
como miembros del grupo social, por eso se les entierra (probablemente
tenga que ver con la categoría social del grupo familiar al que
pertenece), su consideración como miembro integrante y participador
no está del todo reconocido. En segundo lugar, podemos decir que los
individuos que logran sobrevivir varios años de vida, comienzan a
definirse dentro del grupo familiar, pero siempre en relación
directa con sus individuos adultos, como podría interpretarse el
hallazgo de la sepultura 13 (individuo infantil y mujer madura). Los
individuos infantiles enterrados superiores a 3 años y presentan
sobre todo elementos relacionados con el adorno Sepultura 5 o como la
sepultura 4 con la presencia de pequeños vasitos carenados, los
cuales pueden ser interpretados como parte de los juegos y de los procesos
de aprendizaje de los individuos infantiles, lo que nos plantean que
incluso en este caso ya se introduce en el mundo funerario la
categoría social y posible actividad realizada por el individuo
enterrado. Sin embargo, cuando parece indicarse una mayor
adscripción al grupo y a la categoría social es a partir de
la edad de 12 años, tal y como demuestra el hallazgo de la sepultura
7. Sin embargo, esta sepultura lo que si nos viene a confirmar es el
carácter familiar y social de los miembros del Grupo Estructural VI
y que la integración al grupo es por herencia familiar.
Por consiguiente y en base a los resultados podemos
decir que la categoría de edad estaría por encima de la de
género como demarcador identitario en el caso que nos ocupa, por lo
que es de gran importancia en la configuración social de cualquier
grupo humano, ayudando a su articulación y definición como
grupo familiar y social. Por lo tanto, debe ser incluida en cualquier
estudio referido a las sociedades prehistóricas (SÁNCHEZ
ROMERO, 2006: 132-133) su análisis nos brindará el poder
indagar sobre otro tipo de perspectivas que nos permite acercarnos tanto al
conocimiento, comportamiento y articulación de los grupos humanos
del pasado.
Finalizando, reseñar que el espacio social es
resultado de la acción, relación e interacción directa
entre los agentes sociales y el conjunto de la cultura material, por lo
tanto debemos entender que el campo de actuación de los individuos
será todo el poblado. Por lo tanto, podemos presumir que la
mayoría de los casos los espacios prehistóricos que nos han
quedado son espacios compartidos, utilizados por ambos sexos (GILCHRIST,
1999: 100). En el poblado de Peñalosa, esto queda ratificado en el
hecho de que la mayor parte sus espacios están compartimentados tal
y como queda probado por el uso de éste en la mayor parte de los
complejos estructurales (SÁNCHEZ ROMERO Y MORENO ONORATO, 2005:
274). El complejo urbanismo del poblado de Peñalosa, es decir
su espacio social está totalmente conectado a través de
espacios de circulación, estrechos pasillos y calles que comunican
directamente unas unidades de habitación con otras, lo que promueve
la relación directa entre los individuos de unas unidades
habitacionales con otras y las relaciones de género están
garantizadas en el conjunto del poblado.
El poblado de Peñalosa, es lo que
podríamos llamar un caso particular ya que las denominadas
actividades productivas son realizadas de forma conjunta en los espacios
domésticos, nos referimos a la transformación
metalúrgica y las actividades de procesado de alimentos, los
cuidados y socialización de los individuos infantiles,
producción textil, etc. La razón por la que nuestro
interés se ha centrado en los espacios domésticos, marcados
por lo cotidiano, las rutinas, conversaciones e intercambios
interpersonales, en definitiva espacios unidos inexorablemente a aquello
que se hace todos los días en los mismos lugares (GONZÁLEZ
MARCÉN, et al. 2005b: 136-137), consideramos como particulares para
observar diariamente las diferencias de género y el nexo de
relación entre generaciones junto con el entramado de las relaciones
sociales y de género (GILCHRIST, 1999: 100). Como resultado de
nuestra investigación podemos decir que el cambio social y la
dinámica económica están íntimamente imbricados
con la esfera de lo doméstico. Éste presenta diferentes usos
y aspectos: aspectos de orden simbólico e ideológico,
actividades de producción, consumo, cuidado y evidentemente un lugar
para la reproducción de las relaciones sociales marcadas por la
intercomunicación (SÁNCHEZ ROMERO, 2002), el resultado son
lugares de creación y mantenimiento de identidades, espacios
evidentemente compartidos.
En nuestro caso, hemos podido constatar
espacios dedicados a dos tipos de actividades como la transformación
metalúrgica y prácticas de transformación de alimentos
y consumo como en el CE VId, las cuales implican sin más remedio la
interactuación de diferentes miembros del grupo y por lo tanto un
conjunto de relaciones, y comunicaciones directas. Nuestra reflexión
más directa es que no debemos ni podemos seguir ignorando a las
mujeres, sus espacios actividades y trabajos, porque las mujeres en la
prehistoria jugaron sin lugar a dudas un papel activo, participador
intenso, dinamizador y en el mismo rango que los hombres, decisivo. Sin
embargo, hasta que no se tome conciencia de la importancia, tanto de los
espacios como de las actividades de mantenimiento como marcos
básicos y decisivos para el mantenimiento del carácter de
cohesión fundamental para la supervivencia y desarrollo humano no se
tomarán en consideración el papel de la mujer tanto en la
prehistoria como en la sociedad actual.
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