Nuestro mundo presente está atravesado por el creciente dominio de una racionalidad identitaria y excluyente en un preciso sentido. En primer lugar, los poderes y tendencias actuales conducen, a través del proceso de globalización, a una unidad reductiva del mundo, que somete la diversidad de los modos de existencia a la homogeneidad tecno-económica. Ese proceso excluye, en segundo lugar y por principio, lo otro de sí, lo extraño, se presente este en el ámbito del saber, en las formas de existencia y de organización social o en ambos ámbitos entretejidamente.
La vinculación identitaria y excluyente señalada, unida a la crisis ecológica, exige respuestas capaces de articular la diferencia de manera normativa y, sin embargo, no reductiva. Esas respuestas necesitan, sin embargo, un substrato vital de entretejimientos, es decir, un ethos de carácter inclusivo, que sea el nutriente necesario —como señaló Aristóteles— de las posibles acciones políticas. ¿Cómo pensarlo y articularlo en la crisis del presente?
El eje central del problema reside en el análisis y revigorización del ethos barroco como clave de una modernidad alternativa a la prevaleciente. En el comienzo de la modernidad europea, haciéndose cargo de la nueva época, propuso el Barroco una idea antropológica y una concepción del mundo alternativas a las que la racionalidad matemática acabaría por imponer. La cultura barroca jugó un importante papel en la configuración de la época moderna, no siempre visible —al quedar oscurecido por la cultura imperante—, por lo que exige ser estudiado desde el punto de vista de la genealogía de la modernidad. Esa genealogía habrá de permitir el redescubrimiento de los potenciales barrocos canalizados subterráneamente en la modernidad y que de algún modo esperan nuestra respuesta.
Proyecto de I+D+i PID2019-108248GB-I00. Financiado por MICIN / AEI /10.13039/501100011033
Grupo de Investigación La imagen barroca del mundo.
Hum188 Junta de andalucía