HISTORIA DE LA FILOSOFÍA - Tema 2
Platón (427-347 a.C.) |
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a. Biografía: Nació en Atenas, hacia el 427 a.C. probablemente. De familia aristocrática, tanto él como sus parientes se creían descender directamente de los dioses (de Neptuno, en este caso), para justificar así la superioridad de su linaje, su nobleza de carácter y el abolengo de virtud. A los 20 años conoce a Sócrates, al que estará muy ligado durante toda su vida. Pronto se sintió inclinado hacia la acción política (entre los Treinta Tiranos de Atenas hubo dos parientes suyos y varios conocidos, lo que explica quizás su escaso interés por la democracia), pero se desilusionó cuando condenaron a muerte a Sócrates. Se dio cuenta de que la legislación y la moralidad estaban corrompidas, y llegó a la conclusión de que sólo la filosofía puede mostrar dónde está la justicia: «No acabarán los males hasta que llegue la raza de los filósofos auténticos y limpios al poder, o hasta que los políticos no se pongan a filosofar en serio».
• Su filosofía tiene una finalidad claramente práctica, política. Y en su Academia pretende educar a los futuros gobernantes-filósofos. Su ilusión: crear un Estado en el que la muerte de Sócrates -el mejor, más sabio y justo de los hombres conocidos- resulte imposible.
• Conservamos casi todos sus Diálogos, cuyo protagonista es Sócrates. La influencia de su obra ha sido tal que A.N. Whitehead llegó a decir: «la Filosofía occidental no es sino notas a pie de página de los diálogos de Platón». La polémica hoy está relacionada con las palabras no escritas de Platón, pues él mismo consideraba "muerta" la filosofía escrita y sólo tomaba en serio lo que razonaba y pensaba en cada momento, en función del interlocutor que tenía delante y del tema tratado.
1º. Diálogos socráticos de juventud (399-389): Tras la muerte de Sócrates, Platón y algunos discípulos se refugian en Megara, donde permanecen unos tres años. Después hace algunos viajes a Egipto y probablemente a Italia.
• En esta época mantiene total fidelidad a las enseñanzas de Sócrates y la virtud será su tema central. Obras: Apología de Sócrates (defensa de Sócrates ante el tribunal que lo condenó a muerte), Critón (donde Sócrates explica por qué se niega a escapar de la cárcel), Laques (sobre el valor), Cármides (sobre la templanza), Lisis (sobre la amistad) Eutifrón (sobre la piedad), Ion (sobre la poesía) y Protágoras, el más importante, donde se plantea si la virtud puede ser enseñada y se perfila el concepto socrático de la virtud como forma de saber.
2º. Diálogos de transición (388-385): Platón viaja a Italia y entra en contacto con algunos pitagóricos célebres, cuyo influjo será considerable (inmortalidad y transmigración del alma, vida comunitaria de los filósofos, temas cosmológicos, importancia de las matemáticas, música, etc.). Después marcha a Sicilia, donde conoce al cuñado del tirano que allí gobernaba (Dionisio I de Siracusa). Criticó, parece, la vida escandalosa y fastuosa de la corte, motivo por el cual parece que Dionisio lo vendió como esclavo. Un amigo -Anniceris de Cirene- lo rescató y consiguió volver a Atenas. Allí funda la Academia (estaba cerca del templo dedicado al héroe Academos), inspirándose en parte en las comunidades filosóficas pitagóricas. Por su estilo y funcionamiento, puede considerarse la primera universidad occidental. Mantuvo su actividad hasta el año 549 de nuestra era.
• Predominan los problemas políticos -enfrentamiento de Sócrates con los sofistas y contra la democracia-. Se nota la influencia del pitagorismo y de algunas corrientes religiosas como el orfismo (en el tema de la preexistencia del alma). Primeros esbozos de la teoría de las ideas. El Gorgias trata sobre la retórica y la justicia, e incluye una crítica contra la democracia ateniense y un mito sobre la inmortalidad. El Menón analiza también si la virtud puede ser enseñada, se plantea la inmortalidad del alma y apunta la idea del conocimiento como reminiscencia. Crátilo (naturaleza/convención; teoría de las Ideas); Hipias Mayor (sobre la belleza); Hipias Menor (sobre la mentira y la verdad), Eutidemo (sobre la erística sofística) y Menéxeno (una parodia de las oraciones fúnebres).
3º. Diálogos de madurez (385-370): Platón dirige su Academia, en Atenas. En esta época elabora su teoría de las Ideas y una teoría completa del Estado. Presenta a Sócrates mucho más convencido de sus ideas, como poseedor de la verdad. Es ahora cuando Platón redacta sus principales mitos. Diálogos fundamentales: el Banquete (teoría platónica del amor y de las Ideas); Fedón (diálogo de Sócrates en la cárcel sobre la inmortalidad del alma y la filosofía); La República (el más extenso, sobre el Estado y las principales reflexiones de la filosofía); el Fedro (sobre el amor, la belleza y el alma).
4º. Diálogos críticos (369-362): Vuelve a Siracusa con la esperanza de poder poner en práctica sus ideas sobre el Estado, muerto ya el tirano Dionisio I. Acusan de conspirador al protector de Platón y éste permanece dos años prisionero en Siracusa, antes de poder volver a Atenas.
• Ahora, sus diálogos son bastante críticos respecto a sus teorías anteriores. El estilo es más difícil y presta mayor atención a los problemas lógicos. Desaparecen los mitos (excepto uno contenido en el Sofista). Otros diálogos: Parménides (una autocrítica a la Teoría de las Ideas), Teeteto (una búsqueda infructuosa sobre el conocimiento), el Político (que debería haber sido completado con otro que nunca llegó a escribir, el Filósofo). Se deslindan los conceptos filósofo-político y Sócrates deja de ser el personaje principal. Emplea un nuevo método en la búsqueda de definiciones, la diáiresis (divisiones dicotómicas).
5º. Últimos diálogos (361-347): Platón vuelve a Siracusa otra vez y de nuevo lo embrollan y termina hecho prisionero. Vuelve a Atenas gracias a la mediación de otro amigo influyente.
• Abandona las cuestiones metafísicas y se interesa por la cosmología (con influencia del pitagorismo) y la historia. Políticamente, se vuelve más duro y conservador. Diálogos: Filebo (sobre el placer y el bien); Timeo (una cosmología inicial e historia del universo, con todos los conocimientos de la época); Critias (donde describe la primitiva Atenas y la Atlántida); y Las Leyes (sobre la ciudad ideal con las leyes ideales, que no pudo revisar ni pulir porque le sorprendió la muerte). Sorprende en este diálogo su pesimismo e intolerancia, derivados probablemente de su desilusión ante el fracaso de tantos proyectos como inició.
Su obra, por tanto, no es una serie de libros sistemáticos, sino diálogos que resumen a menudo las discusiones mantenidas en la Academia. Muchas de sus teorías están vertidas en un sofisticado ropaje mítico y literario, del que cuesta desprender las reflexiones típicamente filosóficas.
c. Influencias filosóficas en Platón
En la exposición de la teoría de las Ideas podemos apreciar numerosas influencias de filósofos anteriores a Platón: De Heráclito toma el sentido de la dialéctica, es decir, la importancia de analizar los elementos opuestos para alcanzar una síntesis o conclusión en una determinada investigación. De Pitágoras hereda la importancia que concede a la geometría, hasta el punto de poner como inscripción en la entrada de la Academia: «No entre aquí nadie que no sepa geometría». De Sócrates asimila gran parte de sus doctrinas, y a él le dedica casi todos sus diálogos. La influencia de Parménides se aprecia en todas sus teorías sobre las Ideas y la realidad del ser. Y otras muchas ideas platónicas surgieron a propósito de la confrontación entre las tesis de Heráclito y las de Parménides. La teoría de las ideas podría ser entendida como un intento de conciliar las ideas básicas, pero opuestas, de los principales filósofos anteriores:
- Protágoras: Afirmó que todo conocimiento es relativo y que no existen verdades absolutas.
- Heráclito: Afirmó que las cosas están en continua transformación, en constante fluir.
- Parménides: Define un ser totalmente opuesto al de Heráclito: estático, sólido, inmóvil...
- Sócrates: Sostuvo que podemos hallar definiciones universalmente válidas y comprensibles.
Desde este punto de vista podemos decir que Platón representa la primera síntesis filosófica en la historia del pensamiento, al intentar una mediación entre el pensamiento de Heráclito y el de Parménides. Esto le lleva a sostener, por un lado, que existen conceptos estables, realidades permanentes, al mismo tiempo que, por otro lado, existen también las cosas mutables y efímeras que nos muestra el conocimiento sensible. En definitiva, postula la existencia de una doble realidad (el mundo de las ideas y el mundo sensible) y dos formas de conocimiento (el conocimiento sensible y el intelectual o racional).
d. Principales intereses en el pensamiento de Platón
El que hayamos presentado en primer lugar la teoría de las ideas no debería hacernos olvidar que la preocupación principal de Platón era la política. Su primer objetivo fue intentar buscarle a la vida en la ciudad, al ser humano y al Estado un fundamento estable y firme en el orden eterno del ser, objetivo e independiente de gustos y consideraciones personales. Pensaba que esta tarea sólo podía realizarla el filósofo, o bien un rey que llegara a ser filósofo:
«Vi que el género humano no llegaría nunca a liberarse del mal si primariamente no alcanzaban el poder los verdaderos filósofos, o los rectores del Estado no se convertían por azar divino en verdaderos filósofos» (Carta VIII).
Pero sus reiterados fracasos en política le convencieron de que sólo mediante la enseñanza y el poder de la sabiduría podría alcanzar el dominio de la pólis.
No está sistemáticamente expuesta en ningún diálogo de Platón y fue continuamente revisada. Aristóteles aporta algunas pistas para entender el sentido de la teoría de las Ideas:
«Platón [influido por los pitagóricos y Sócrates] pensó que las definiciones no podían referirse a los seres sensibles -ya que no es posible dar una definición común de objetos que cambian continuamente-, sino a otro tipo de seres. A estos seres los llamó «Ideas». Y añadió que las cosas sensibles existen separadas de las Ideas, pero que de ellas reciben su nombre, ya que todas las cosas, en virtud de su participación en las Ideas, reciben el mismo nombre que las Ideas» [Metafísica, I].
a. Evolución de la teoría de las Ideas
1. Primeros diálogos: Persigue, como Sócrates, la definición de las virtudes. Se pregunta «qué es el valor». Un sofista respondería que no existe una definición universal para «valor», porque hay tantas opiniones como hombres acerca de lo que es el valor. Pero según Sócrates y Platón, debe haber algo común a todos los actos valientes que pueda ser definido como el valor. A ese algo común le llama Platón «idea». Al principio, y por influencia de Sócrates, la teoría de las ideas tiene una intención ética: sólo se puede ser virtuoso si se sabe qué es cada virtud. Y para saberlo no bastará como criterio la opinión de cada uno (contra Protágoras). Debe haber un criterio o "medida" objetivo e independiente de toda opinión.
2. Diálogos de madurez: En ellos se transforma radicalmente la teoría de las Ideas, y adquiere nuevos contenidos:
[1] Las ideas son "esencias" (traducción de eîdos), es decir, «aquello por lo que una cosa concreta es lo que es». La idea de belleza es la belleza en sí, pero también aquello por lo que las cosas son bellas.
[2] Las ideas existen separadas de las cosas particulares (lo más novedoso en esta formulación). Ya no son «algo común» que está en las cosas. Son conceptos o representaciones mentales, entidades que poseen existencia real e independiente: cada idea es una sustancia (ousía), algo que existe como una realidad trascendente a las cosas (aunque las interpretaciones sobre esto no coincidan).
[3] Expuesta así, la teoría postula la existencia de dos mundos separados y distintos: por un lado, el mundo visible de los objetos que nos rodean; por otro, el mundo inteligible de las Ideas. Platón ilustra esta duplicidad con el célebre «mito de la caverna» (expuesto en la República, libro VII, donde al mundo irreal de las sombras opone el mundo real de la luz solar). El mundo visible es fugaz, sometido a transformaciones continuas (Heráclito), y en él las cosas particulares carecen prácticamente de realidad, porque no tienen en sí mismas su propia esencia. El mundo verdaderamente real es el mundo inteligible, donde cada idea tiene existencia por sí misma y es una substancia.
[4] Puesto que son esencias, las ideas tienen idénticas características que el ser de Parménides: cada idea es única, eterna e inmutable. Pero son también incorpóreas -a diferencia del ser de Parménides- y no pueden ser captadas como cualquier otra cosa sensible, sino conocidas solamente por la inteligencia (son inteligibles, por lo que Platón habla de mundo inteligible). Las cosas concretas, por el contrario, son múltiples, temporales y mutables.
[5] Respecto a la relación existente entre las ideas y las cosas, Platón dice que es de participación o imitación: las cosas participan de las ideas o las imitan. Y las ideas están, de alguna manera, presentes en las cosas. También afirma que las ideas son causa de las cosas, no porque las produzcan, sino porque constituyen su verdadera esencia (lo que Aristóteles después llamará «causa formal»); o que sirven de modelo para las cosas particulares. En este sentido, las cosas concretas parecen perder su realidad en Platón, pues quedan reducidas a mero reflejo o imitación de las ideas, pero carentes de valor por sí mismas.
[6] Los intermediarios entre estos dos mundos son el alma y las entidades matemáticas (los números de los matemáticos o números ideales).
[7] Las ideas son los conceptos que manejamos cuando pensamos, aquello que designamos mediante palabras. Son el objeto de las definiciones que buscaba Sócrates y, por tanto, de la ciencia. Conociendo las ideas, los conceptos, es como podemos denominar a las cosas particulares y hacerlas inteligibles: gracias a la Belleza, una cosa particular puede ser considerada y denominada "bella".
En los diálogos de madurez se puede hablar de una doble intención de la teoría de las ideas: a) intención política: los gobernantes deben guiarse no por su ambición, sino por ideales (las Ideas); b) intención científica: sólo las Ideas pueden ser el objeto de la ciencia.
3. En los diálogos críticos, especialmente en el Parménides y en el Sofista, Platón lleva a cabo una nueva revisión de su teoría de las ideas, aunque muy dispersa y poco articulada. En este último período, tanto Platón como toda la Academia parecen derivar hacia planteamientos cada vez más cercanos al pitagorismo.
b. Aspectos fundamentales de la teoría de las Ideas:
i) Comenzó siendo una teoría dualista (dualismo cosmológico, pues habla de dos mundos distintos y separados, el sensible y el inteligible). Pero, en su formulación definitiva, puede ser considerada una teoría pluralista (pluralismo ontológico, porque habla de multiplicidad de ideas y de cosas), con pretensiones de unificar de alguna manera la realidad (para cada clase de cosas hay una idea única). Se puede decir, por tanto, que se enfrenta también al problema de lo uno y lo múltiple, que ya ocupó a los filósofos presocráticos.
ii) ¿Qué clase de ideas hay? Según la teoría de las ideas, a cada nombre común debe corresponderle una idea. Pero los primeros diálogos sólo hacen referencia a las ideas morales (virtudes); en la segunda etapa se añaden las ideas estéticas, las matemáticas (unidad, paridad, dualidad, etc.) y las ideas que expresan relaciones (igualdad, semejanza, etc.). Finalmente, Platón se pregunta si existen ideas de cosas comunes e incluso ridículas, como el barro, las plantas y similares. Llega a la conclusión de que sí: no hay razón alguna para negar que existan ideas correspondientes a las cosas más comunes, porque «no existen cosas despreciables».
iii) ¿Qué relación existe entre las ideas y las cosas? En el diálogo Parménides analiza los conceptos de «participación» e «imitación», los más utilizados para expresar la relación entre ideas y cosas. Aunque ve inconvenientes en usar ambos conceptos («participación» porque parece fragmentar a cada idea; e «imitación» porque sugiere que entre las ideas y las cosas existe semejanza mutua). Sin embargo, mantiene la importancia de tales conceptos para entender la relación entre las cosas y las ideas. Además, afirma que, lo queramos o no, nos vemos obligado a admitir la existencia de las ideas, puesto que de lo contrario sería imposible el pensamiento -no sabríamos hacia dónde dirigirlo- y se destruiría totalmente el poder de la dialéctica (la investigación que conduce al verdadero conocimiento).
iv) ¿Existe alguna relación entre las ideas? En el diálogo la República mostró Platón una cierta jerarquía entre las ideas: primero estaría la de Bien, luego las ideas éticas y las estéticas, y finalmente las matemáticas. Mantiene la concepción jerárquica en todos los diálogos, aunque no sitúa siempre en la cúspide a la misma idea. Así, por ejemplo, en el diálogo el Banquete será la Belleza la principal; en el Parménides, el Uno; y en el Sofista, el Ser. Además, intentó establecer algunas relaciones de combinación y comunicación entre las Ideas, sin que por ello perdieran su propia identidad.
La presentación habitual de esta jerarquía diferencia tres clases:
1º. Ideíllas: El conocimiento sensible proporciona sensaciones y percepciones que constituyen la base del conocimiento. Los objetos que percibimos por los sentidos no son cosas con realidad propia, sino meras apariencias, copias de la verdadera realidad o «eidola», ideíllas (diminutivo). El conocimiento sensible no puede ser fuente de verdad; los sentidos no proporcionan conocimiento fiable. Para alcanzar la verdad, el filósofo tiene que purificarse de todo el lastre sensible, de todo lo material, hasta poder alcanzar la contemplación del Mundo de las Ideas.
2º. Ideas ("eidos", esencias): El verdadero ser de las cosas, su esencia, está no en las cosas, sino en las Ideas. El mundo sensible tiene realidad en tanto que participa del mundo de las Ideas. El «eidos» es una realidad permanente, inimitable, eterna, que no puede existir en el mundo inseguro, engañoso, de los sentidos. Las ideas, en tanto que esencias, son entes universales, arquetipos, modelos eternos, formas insuperables, que se encuentran en el mundo suprasensible, junto a los dioses. La tarea de los filósofos es sacar a los hombres del mundo sensible de las apariencias y conducirlos hasta el verdadero ser de las cosas, al mundo de las Ideas, el mundo verdadero, el mundo verdaderamente real. El «eidos» es la Idea verdaderamente real (tiene entidad ontológica), pero también aquello que capta el conocimiento (tiene una entidad epistemológica). Lo ontológico y lo epistemológico, el ser y el pensamiento, se unen.
3º. IDEAS: Por encima de los eidos están las realidades supremas, absolutamente consistentes, inabarcables e indefinibles. Sólo son tres: el BIEN, la BELLEZA y la JUSTICIA. Pero la idea superior a todas es la de BIEN, la que da consistencia a todas las demás. Es el ser por excelencia; de él derivan la Belleza y la Justicia. Es como la luz que ilumina todo y permite contemplar las demás ideas. La Belleza vuelve bellas el mundo de las realidades físicas. La Justicia armoniza las distintas partes del alma individual (la concupiscible, la irascible y la racional) y regula el funcionamiento del cuerpo social (pueblo, militares y gobernantes), además de establecer las relaciones adecuadas entre otras virtudes singulares y colectivas (fortaleza, templanza y prudencia). En el buen conocimiento de estas tres ideas consiste la sabiduría.
v) ¿Qué relación existe entre las ideas y los números? Platón distingue tres clases de números: a) los números ideales (Unidad o Paridad, por ejemplo); b) los números matemáticos (números o conceptos abstractos, como usan habitualmente los matemáticos); c) los números sensibles (los grupos numerables de cosas). Tanta importancia daba Platón a los números que Aristóteles llega a decir: «Para Platón las Ideas son los números» (Metafísica, 987 b 20), con lo que de hecho estaba identificando platonismo con pitagorismo. Pero la opinión de los críticos (p.ej., la de D. Ross) es que Platón siempre consideró a los números realidades «intermedias» entre las ideas y las cosas. No obstante, es posible que Platón asignara un número a cada idea; pero fueron sus discípulos (Espeusipo) quienes rechazaron las ideas y las sustituyeron por números o quienes identificaron las ideas con los números (Jenócrates).
c. El conocimiento de las Ideas por reminiscencia
No adquirimos las ideas por la razón, ni son el resultado de pensamientos o reflexiones. Platón dice que el alma ya tenía esos conocimientos desde siempre, por haberlas contemplado en períodos anteriores a nuestra existencia, puesto que el alma preexistió, junto a los dioses, en el Olimpo.
Como el alma está encerrada en un cuerpo material y en contacto con realidades materiales espaciotemporales, sólo puede tener recuerdos de las Ideas que en su momento contempló directamente. A estos recuerdos le llama Platón «anámnesis». Son, por tanto, conocimientos a priori, anteriores a cualquier tipo de experiencia o impresión sensible. Cuando vemos objetos concretos (árboles, casas, libros...) esos objetos nos evocan la idea correspondiente que conocimos en la eternidad. Ni siquiera estas ideas se adquieren por el estudio o la reflexión.
3. Ideas sobre cosmología de Platón
De la cosmología sólo se ocupó Platón al final de su vida, en el Timeo. Platón entiende la narración del Timeo como un relato simplemente probable, lleno de conjeturas y suposiciones, con abundantes elementos míticos e numerosas formulaciones tomadas de los pitagóricos, de Empédocles y de otros sabios de la época. En este sentido, el Timeo constituye una auténtica enciclopedia de la ciencia del momento.
El Timeo comienza su sección cosmológica distinguiendo los dos mundos: «el ser eterno que nunca tuvo nacimiento» (Mundo de las Ideas) y «el ser que nace y que no existe nunca» (Mundo sensible de las cosas). El primero sirve de modelo al segundo, que imita al primero.
Del Cosmos (el mundo de las cosas) dice Platón que tuvo que nacer, porque es visible, tangible y tiene cuerpo. Respecto a cómo se originó, da la siguiente explicación en el Timeo:
- Un artífice divino, el Demiurgo (significa «artesano», en griego) fue la causa activa e inteligente que lo formó (inspirado quizás en el Noûs de Anaxágoras).
- El Demiurgo actúa teniendo como modelo el Mundo de las Ideas.
- Dio forma al mundo a partir de una materia preexistente, caótica y móvil.
- El espacio vacío también preexiste.
El Demiurgo se limitó a ordenar la materia en el espacio, siguiendo el modelo de las ideas eternas. Según Platón, el Demiurgo quiso que todas las cosas fueran buenas, e hizo el mundo más bello y mejor posible, actuando conforme a un fin, un plan que explica por qué el mundo es así y no de otra manera. Platón se opone en esto a las explicaciones mecanicistas de los presocráticos y adopta una explicación teleológica. El cosmos que el Demiurgo creó es un gigantesco ser vivo, divino, que envuelve y encierra a todos los seres vivos visibles. Es un dios sensible formado a imagen del dios inteligible: muy grande, muy bueno, muy bello y perfecto.
Dado que es un ser vivo, el Cosmos posee un alma -formada por el Demiurgo- que da movimiento a todo, y que se identifica con el cielo. El cosmos tiene una figura perfecta: es esférico; tiene a la tierra en el centro; alrededor están las esferas de los planetas, y todo rodeado por la esfera de las estrellas fijas, a las que Platón -recogiendo ideas de una religión astral- considera como «dioses». Todo, en conjunto, responde a proporciones numéricas y armonías musicales, de acuerdo con el tiempo (imagen móvil de la eternidad inmóvil).
Platón hace una reinterpretación matemática de los cuatro elementos de Empédocles. Al fuego le corresponde un tetraedro; a la tierra, el cubo; el octaedro equivale al aire; y el icosaedro al agua. Probablemente Platón quisiera asimilar el dodecaedro a la esfera, y hacer coincidir ésta con la totalidad del cosmos.
A modo de síntesis, las características más destacables de la cosmología platónica son las siguientes:
1º. Tiene una concepción teleológica del Cosmos (la primera en la historia de la filosofía): Para Platón, el fin del Cosmos coincide con la causa que debe explicarlo todo, a diferencia de la concepción mecanicista de los presocráticos.
2º. El optimismo platónico: éste es el mejor y más bello de los mundos posibles.
3º. Matematización del espacio y del cosmos: La masa preexistente con la que el Demiurgo formó el cosmos sería materia ubicada en el espacio, con una estructura matemática. Entiende todos los cuerpos físicos como cuerpos geométricos. Y los poliedros corresponderían no tanto a elementos, sino a estados de la materia (ígneo, gaseoso, líquido o sólido). Por lo tanto, sería la estructura matemática de los cuerpos lo que explica las cualidades, estados y posibles transformaciones de la materia (idea de innegable modernidad).
4º. Divinización del cosmos: Los dioses olímpicos son sustituidos aquí por los astros-dioses. Pero en Platón, como en los presocráticos, «dios» o «divino» designan simplemente realidades de orden superior o dotadas de vida. No tienen el mismo sentido que en la teología cristiana, por lo que resulta completamente infundado afirmar que Platón era monoteísta al considerar divina la idea de Bien.
Platón desarrolla una teoría muy compleja sobre el ser humano y su naturaleza, cuyo influjo en toda la antropología occidental y, sobre todo, en la cristiana, persiste hasta hoy. Platón es el primer autor que presenta una «psicología racional», aunque sus ideas estaban inspiradas en las doctrinas pitagóricas y en el orfismo, y presentadas con explicaciones míticas o sólo probables. No obstante, Platón pensaba que «descubrir cómo es el alma es tarea divina y demasiado larga, respecto a lo cual los hombres no pueden más que hablar con semejanzas» (Fedro, 246 a). Por otra parte, Platón tenía dos intenciones muy concretas al presentar su teoría del alma: éticas (mostrar la necesidad de controlar las tendencias instintivas del cuerpo y asegurar una recompensa futura a quien practique la justicia, contra el inmoralismo de algunos sofistas) y gnoseológicas (justificar la posibilidad de un conocimiento de las Ideas).
i) El dualismo platónico: Puesto que su concepción sobre el mundo es dualista (lo divide en dos: Mundo de las Ideas y Mundo de las cosas), también lo es su concepción del ser humano, en el que distingue claramente alma y cuerpo. La superioridad del Mundo de las Ideas sobre el de las cosas se traduce en el contexto antropológico en una prioridad absoluta del alma sobre el cuerpo, hasta el punto de afirmar que «el hombre es su alma». Alma y cuerpo forman una unidad accidental, precaria, en un sentido parecido a como afirmamos que un jinete está unido a su caballo.
• El cuerpo: Es la cárcel del alma, algo así como el caparazón que lleva dentro a la ostra.
- Supone un lastre negativo para el alma, pues le crea necesidades, enfermedades, deseos, temores, pasiones y sensaciones que le obstaculizan la búsqueda de la verdad.
- Es un estorbo del que el alma tiene que liberarse poco a poco, del que tiene que purificarse para poder acceder a la contemplación de las Ideas.
- El cuerpo inclina al alma a poseer cada vez más, a ser ambiciosa, al comportamiento violento y a la guerra, a los placeres sensibles (Fedón, 250 D y 66).
No debe extrañar, por tanto, que Platón estuviera convencido de que "morir es lo mejor que le puede pasar al filósofo" y de que la filosofía sea una "preparación para la muerte". En el Fedro, Platón sostiene que el alma se halla unida accidentalmente al cuerpo como castigo por algún pecado. Pero en el Timeo afirma que el alma puede estar en perfecta armonía con el cuerpo.
• El alma: Es muy superior al cuerpo. Es la que constituye nuestro yo.
- Representa lo más auténtico del ser humano, y al lado de ella el cuerpo es sólo una sombra, una apariencia.
- El alma racional es una creación directa del Demiurgo, tomando como modelo las Ideas eternas (Timeo, 41).
- El alma obtuvo sus conocimientos mientras estuvo en contacto con las Ideas, en su primera existencia (Fedro, 245).
El alma, creada directamente por los dioses, desciende en un carro alado a la tierra, donde se une accidentalmente a un cuerpo y queda instalada en el mundo sensible. Pero el cuerpo sigue manteniendo su naturaleza más o menos depravada después de esta unión. Por eso, más que de unión hay que hablar división o dicotomía entre cuerpo y alma. El elemento material, el cuerpo, está cargado de connotaciones negativas y es un obstáculo para la búsqueda de la verdad. El alma es el elemento espiritual, bueno y positivo, interesado en purificarse y hallar la verdad.
Con esta concepción, Platón deja abierto un profundo abismo entre el mundo material -el mundo de lo sensible, de lo físico- y el mundo de lo espiritual, de las Ideas y de lo mental. Esta oposición tajante entre materialismo y espiritualismo hará del hombre un ser escindido, imperfecto, incapaz de conseguir unidad y auténtica armonía.
ii) Las partes del alma: Platón habla de tres partes, que en algunos textos parecen almas independientes más que partes de un alma única.
• Alma racional (noûs, lógos), de naturaleza divina y situada en el cerebro, es inmortal e inteligente. Se dedica al pensamiento puro y busca la contemplación de la verdad.
• Alma irascible (thymós), fuente de pasiones nobles, situada en el tórax e inseparable del cuerpo, mortal.
• Alma concupiscible o apetitiva (epithymía), situada en el abdomen y mortal. De ella proceden las pasiones más bajas y los sentimientos innobles.
Como vemos, también la teoría platónica del alma es dualista: habla de una parte inmortal del alma y considera mortales las demás, mucho más ligadas al cuerpo. Quizá esta división en partes pretenda ser reflejo de los conflictos éticos y psíquicos que el ser humano experimenta en sí mismo. En la República habla de tres funciones distintas de una misma alma, mientras que en el Timeo ya da la impresión de estar pensando en tres almas diferentes. El alma inmortal es creación directa del Demiurgo, con los mismos elementos que el Alma del Mundo, lo que la hace muy semejante al mundo de las Ideas. Esa semejanza con las Ideas es lo que le permite conocerlas. La distinción de partes en el alma está muy en relación con la vida ética individual y la concepción política de la sociedad.
iii) La inmortalidad del alma: Fue una de las doctrinas filosóficas importantes de Platón más novedosas en su momento. El alma no es inmortal por naturaleza, sino únicamente por la voluntad del Demiurgo que la formó. Al mismo Platón no le convencían demasiado los argumentos que daba para demostrarla. Los consideraba sólo probables, y les daba un alcance sólo relativo:
• Argumento 1: La anámnesis. Puesto que el alma recuerda las Ideas tenidas anteriormente y tiene muchas ideas no adquiridas por la experiencia, esto indica que antes de unirse al cuerpo tuvo una preexistencia diferente. Lo natural, por tanto, es que vuelva de nuevo al estado que tuvo anteriormente, es decir, que pase de la existencia terrena a la pura contemplación del Mundo de las Ideas (Fedón, 72).
• Argumento 2: La simplicidad. Sólo se corrompe lo que está compuesto de partes; como el alma es la única que conoce las Ideas porque se identifica con ellas -que también son simples-, hay que pensar que también el alma es simple. Y si todo lo que es simple no puede corromperse, podemos deducir que tampoco morirá, es decir, que es inmortal (la República, 608).
• Argumento 3: El principio de movimiento. Alma significa vida, es decir, principio de movimiento. Pero no se trata de un movimiento que procede de fuera del alma, sino de sí misma, producido por su propia naturaleza. Esto significa que por sí misma siempre estará en movimiento, siempre tendrá vida, y esto equivale a decir que es inmortal (Las Leyes, 895).
iv) La transmigración y el destino del alma. Platón dedicó alguno de sus mitos más bellos al destino del alma (en el Fedro, el de la caída y ascensión del alma, donde compara el alma con un carro tirado por dos caballos; en el Gorgias, el Fedón y la República los mitos del juicio final, donde incluye la doctrina pitagórica de las sucesivas reencarnaciones del alma). En síntesis, Platón afirma que las almas salen de las manos del Demiurgo, todas iguales, eternas y atemporales; después se encarnan espaciotemporalmente en cuerpos materiales concretos. Se trata de la primera encarnación.
Después de la muerte, el alma permanece peregrina durante unos mil años, encarnándose sucesivamente en diferentes cuerpos, eligiendo su destino. Cada vez que se encarna en un cuerpo nuevo elige también un nuevo género de vida, y esta elección encierra muchos peligros, porque muchos eligen destinos aparentemente ideales que luego se revelan terribles. No son los dioses, sino nosotros, los que elegimos nuestro destino. Los dioses no son responsables de que algunos hombres elijan destinos que les aparten de la verdad. Pero lo importante es que la parte racional del alma domine y controle sus tendencias irracionales, sus pasiones, sus deseos y sentimientos, para que tras sucesivas reencarnaciones pueda llegar a la contemplación de la verdad (así lo explica con el mito del carro alado en el Fedro, 386).
En el «mito de Er» (República) Platón establece una jerarquía de valores a escoger para las sucesivas transmigraciones, eligiendo uno u otro personaje según el grado de virtud que desee: 1º. Filósofo; 2º. Rey; 3º. Hombre de Estado, padre de familia o comerciante; 4º. Gimnasta, artista o médico; 5º. Profeta o sacerdote; 6º. Poeta; 7º. Obrero artesano o labrador; 8º. Sofista o demagogo; 9º. Tirano. Con este mito probablemente pretendía destacar la importancia de la libertad y la responsabilidad como claves para realizar todas las elecciones en la vida humana. Presenta el destino como resultado de la decisión personal, y no como una imposición fatalista de los dioses. Su escala de valores, sin embargo, refleja la concepción clasista que tenía Platón de la sociedad. Platón no oculta sus preferencias por la aristocrática, su nostalgia por la actividad política y su desprecio por los trabajadores.
La teoría de las Ideas plantea un problema: ¿cómo podemos conocer las Ideas, si pertenecen a otro mundo distinto del nuestro, el Mundo Inteligible? La teoría platónica del conocimiento se basará en tres supuestos: 1º. Las cosas imitan o participan de las Ideas; 2º. El alma es una realidad intermedia entre las cosas y las Ideas; 3º. Las Ideas están en comunicación entre sí. Asumidas estas premisas, podemos destacar tres aspectos en la teoría platónica del conocimiento:
1º. La reminiscencia (anámnesis): En el Menón se plantea ya con claridad que no podemos intentar buscar lo que ya se conoce -porque sería inútil- ni tampoco lo que no conocemos -no sabríamos adónde dirigirnos ni podríamos reconocer lo buscado-. Este razonamiento indujo a Platón a concluir que no buscamos lo que desconocemos y, por lo tanto, conocer es recordar. Platón concibe, pues, el conocimiento de las Ideas como reminiscencia. En el Fedón y el Fedro se añade que el alma tuvo que conocer las Ideas en una existencia anterior, separada del cuerpo. Ese conocimiento es posible por la afinidad existente entre la naturaleza del alma y la de las Ideas («lo semejante conoce lo semejante»). Puesto que las cosas imitan a las Ideas, el conocimiento sensible sirve de ocasión para el recuerdo (anámnesis). De esta manera la multiplicidad de las sensaciones es reducida a la unidad de una sola Idea mediante el recuerdo.
2º. La dialéctica: En los diálogos posteriores desaparece toda referencia al conocimiento como reminiscencia y Platón centra su atención en la dialéctica, que en los primeros diálogos coincidía con el método socrático de preguntas y respuestas. Pero en la República sufre notables modificaciones:
• Grados de conocimiento (República, libro sexto, 509 d-511): A partir de los grados de ser, Platón distingue dos formas generales de conocimiento: la opinión y la ciencia (en esto coincide con Parménides). La opinión es el conocimiento de las cosas del Mundo visible que nacen y se corrompen y del devenir. La ciencia sólo puede ser conocimiento de las cosas del «Mundo Inteligible», del Ser eterno e inmutable y de las substancias o esencias. Un grado inferior de conocimiento sería la imaginación, alimentada por los objetos sensibles que percibimos por los sentidos -los que estudia la Física- y por la creencia. Pero ni la imaginación ni la creencia son para Platón verdaderas formas de conocimiento porque tratan sobre objetos móviles.
- Diánoia y nóesis son los dos últimos grados de conocimiento. Diánoia sería la razón deductiva del matemático, y nóesis la inteligencia propia del dialéctico, que presupone el verdadero conocimiento (noûs) de las Ideas. Para Platón existe una gran diferencia entre el método matemático y el dialéctico: Las matemáticas siguen un método de razonamiento descendente: parten de unas hipótesis y deducen conclusiones, ayudándose mediante imágenes visibles (las formas y dibujos geométricos). La dialéctica, en cambio, sigue un método de razonamiento ascendente: las hipótesis son peldaños en los que el dialéctico se apoya para «llegar a un principio no hipotético», sin recurrir para nada a imágenes. Aunque todas estas ideas vienen expuestas en pasajes ciertamente oscuros, Platón parece estar describiendo el modo de proceder que tenían los matemáticos de su época (hacían sus demostraciones a partir de definiciones de objetos geométricos). Platón estaba convencido de que en la dialéctica no se recurre para nada a imágenes. Se parte simplemente de una Idea desde la cual nos remontamos hacia otras superiores. Da por supuesto que el Mundo de las Ideas se haya jerarquizado, y que la idea suprema es el Bien, primer principio cuyo conocimiento hace inteligibles a las demás Ideas. Llegado a la cima, el dialéctico emprende el camino inverso: desciende desde la Idea suprema, recorriendo por el trayecto todas las demás. Este tipo de razonamiento es el que establece, finalmente, una comunicación o trabazón entre las Ideas, y proporciona una «visión sinóptica», esquemática, del Mundo Inteligible.
• El «mito de la caverna»: Aparece al inicio del libro VII de la República. Constituye una alegoría acerca de la educación del filósofo. En este texto Platón muestra que hay una continuidad entre los distintos grados de conocimiento, en correspondencia con su visión jerárquica de la realidad. La educación consistirá en un ascenso a través de las diversas formas de conocimiento, siendo la física y las matemáticas las que tienen un carácter propedéutico (introductorio). Platón no llega a decir cómo se conocen las Ideas. Simplemente indica que el alma tiene capacidad para ello, si sabe mirar en la buena dirección (Rep., 518 d). Las matemáticas son las que más ayudan a dar el empujón hacia regiones superiores, pues no arrancan del mundo del devenir y nos introducen en la contemplación de los objetos inteligibles. Pero el matemático aún permanece atado a las representaciones sensibles (geométricas). Abandonarlas y penetrar en el mundo de las Ideas será la tarea del dialéctico, del filósofo.
• Eros y conocimiento: El amor platónico es también un proceso ascendente, una especie de dialéctica emocional. Si en la dialéctica la ascensión parece realizarse a partir de las Ideas inferiores hasta la idea suprema, en el amor se trata de una ascensión desde las cosas hasta la idea suprema (el Bien o la Belleza), sin hablar para nada de ideas intermedias en el trayecto. En el amor, son las cosas las que sirven de peldaños (hipótesis) hasta la Idea. Por lo tanto, el amor platónico es una ascensión hacia la Belleza. No debe extrañar, pues, que Platón entienda que «el amor se comporta como el filósofo» y que «es comprensible que sólo eche alas la mente del filósofo», puesto que en él se da con más intensidad el amor por las Ideas (Fedón, 86 b-80 d).
6. Teoría ética y doctrina política de Platón
El conocimiento, sirviéndose de la dialéctica y del amor, es el camino hacia las Ideas. Pero por sí solo no basta: necesita, además, la virtud, la única que puede enseñarle el camino hacia el Bien y la Justicia. Por otra parte, ningún ser humano aislado tiene capacidad para ser bueno o sabio. Para ello necesita a toda la comunidad política, al Estado. En la práctica, esto significa que sólo la virtud y el Estado hacen posible el acceso a las Ideas, aunque sean las Ideas el fundamento último de la virtud y del Estado. Esta especie de círculo conceptual culmina la filosofía platónica, que tiene una clara intención ética y política, como dijimos.
i) Teoría ética: La virtud (areth [areté])
• Distintos conceptos de «virtud». Según el diccionario de la Real Academia Española (edic. 21ª), virtud es el hábito de obrar bien, por la disposición constante del alma a las acciones conformes a la ley moral. Pero «virtud» no siempre tuvo el significado que hoy le atribuimos. Al principio indicaba cualquier tipo de perfección o excelencia en hombres o animales, fuese corporal o de comportamiento y aptitudes, sin contenido ético ninguno. Homero entiende por virtudes las propias de la aristocracia militar de su tiempo: nobleza y bravura. En otros poetas griegos (Píndaro, Teognis de Megara) la virtud es un don de la divinidad, tiene carácter innato y no puede ser ni enseñada ni aprendida. Los sofistas, sin embargo, transforman el concepto y entienden por virtudes las propias de la democracia, especialmente la capacidad para dirigir los asuntos propios y los públicos, y la consideran perfectamente enseñable y aprendible. Será con Sócrates y Platón cuando «virtud» adquiera su sentido claramente moral, aunque ya Hesíodo y Solón habían afirmado que la virtud consistía ante todo en la justicia.
• Tres conceptos de virtud en Platón (que no son excluyentes entre sí):
1º. Virtud como sabiduría: Es el concepto socrático, que Platón nunca llegó a abandonar por completo. Pero quien adquiere esta virtud alcanza, según Platón, un "saber" de orden superior: se trata del conocimiento de las Ideas de Bien, Justicia, Valor, Piedad y Belleza, que representan la cumbre del alma humana. De esta manera intenta Platón superar el relativismo en relación con la virtud que sostenían los sofistas. Estaba convencido de que existe lo Justo-en-sí, y que no depende de culturas ni tradiciones o sociedades. Además, intentó unificar todas las virtudes en la Idea del Bien.
2º. Virtud como purificación: Tanto en el Fedro como en el Fedón, el hombre virtuoso es aquel que purifica su alma de las pasiones y prescinde cada vez más del cuerpo para poder acceder mejor al Mundo de las Ideas. Es un concepto de virtud cargado de resonancias pitagóricas. Pero en el Filebo (donde se discute si en la ética es más importante el saber o el placer) Platón admitirá que la vida buena y virtuosa es una vida mixta en la que hay que saber aceptar el placer con moderación.
3º. Virtud como armonía: En la República habla de la justicia como la virtud fundamental, que consiste en «el acuerdo de las tres partes del alma, como si fueran los tres términos de una armonía [musical]» (443 d). La armonía se produce en el alma cuando «cada parte hace lo que le es propio» (441 e), de manera que «dominen o sean dominadas entre sí conforme a la naturaleza» (444 d). En concreto, se trata de que la parte racional sea prudente (virtud propia de los gobernantes) para guiar a la parte irascible, cuya virtud propia es la fortaleza o el valor; y ambas conjuntamente puedan controlar a la parte apetitiva, cuya virtud fundamental es la templanza (propia de los artesanos). Quien consiga este dominio será una persona armoniosa, justa y virtuosa. Para Platón la virtud es la «salud, belleza y bienestar del alma» (444 e) y la justicia es la armonía del hombre. Es Platón el primero que presenta la virtud dividida en tres categorías (prudencia, fortaleza y templanza) y habla de la justicia como la armonía síntesis de todas las virtudes.
ii) Teoría política: El Estado
Platón presenta una clara correlación entre el alma y el Estado. Opina que la estructura de la ciudad y clases sociales tiene su reflejo en el alma y, a su vez, las partes del alma se corresponden con la estructura social. Por esa razón cuando habla de ética y virtudes personales nos introduce, al mismo tiempo, en la política. Además, sólo en la ciudad justa es posible educar a hombres justos, capaces de armonizar bien sus diferentes virtudes. Sólo la pólis permite adquirir las virtudes éticas propias de un ciudadano honrado.
El tema de la República es la justicia en el individuo y en el Estado. Ofrece una utopía en la que el gobierno pertenece a los filósofos. Platón se inclinaba por un gobierno monárquico o aristocrático, donde la aristocracia era una aristocracia de la virtud y el saber, no de sangre o linaje. En contra de lo que algunos sofistas opinaban, los gobernantes no debían guiarse por la ambición personal ni por la fuerza, sino aspirar a la contemplación del orden inmutable de las Ideas para que su acción política fuese un reflejo de ellas (cf. el «mito de la caverna», donde los que consiguen salir de la caverna y llegan a contemplar el sol de la Verdad, la Justicia y el Bien deben «volver a la caverna» para guiar a los que siguen allí).
• El origen de la sociedad. La ciudad responde a las necesidades humanas, porque ningún ser humano se basta a sí mismo y depende de los demás para la satisfacción de sus necesidades, desde alimentación hasta educación y atención médica. Todos nos necesitamos mutuamente, porque cada uno aporta su saber, experiencia y conocimientos a la comunidad. Es la satisfacción de las necesidades lo que establece la división del trabajo en la ciudad, a partir de tres tipos básicos de actividades que se corresponden con las disposiciones naturales de la mayoría de los ciudadanos:
1ª. Artesanos (actividades productivas).
2ª. Guardianes o guerreros (encargados de la defensa).
3ª. Gobernantes (actividad política y gobierno).
• Las clases sociales. La ciudad, según Platón, se compone de tres clases sociales que se corresponden con las tres partes del alma. Presenta una organización política estrictamente jerarquizada. Parte de que no todos los hombres están igualmente dotados por naturaleza ni deben realizar las mismas funciones. En cada uno predomina un alma y ha de ser educado para las funciones que deba realizar (la educación debe ser idéntica para hombres y para mujeres). El Estado, según Platón, es ante todo una institución educativa. Por otro lado, la existencia de los ciudadanos está en función del bien de la colectividad, y esto justifica para Platón un comunismo total para las clases superiores, que incluye la abolición de la propiedad privada y de la familia. Pensaba Platón que de este modo los gobernantes y los guerreros estarían a salvo de los peligros de la ambición personal o familiar.
- Los artesanos: Ofrece los recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas (alimentos, etc.), mediante un trabajo productivo de bienes y servicios. Platón no explica por qué es "natural" que unos tengan que servir a la ciudad y otros beneficiarse de su trabajo.
- Los guardianes o guerreros: Tienen como función defender la ciudad de posibles invasores, extranjeros o bárbaros, y también aplacar los conflictos internos. Es la más importante, porque de esta clase saldrán los gobernantes (los mejores entre los guardianes). Su educación y preparación deben ser la propia de una élite, puesto que de ellos dependerá el buen funcionamiento de la ciudad. Además, tendrán un régimen especial de vida: se alojarán en viviendas separadas de las del resto de los ciudadanos; no poseerán riquezas propias, ni vivienda privada, ni familia, ni mujeres. Se mantendrán en régimen de matrimonio monogámico permanente. Se casarán con mujeres de su misma clase para preservar la pureza del grupo.
- Los gobernantes: Son los árbitros absolutos de la vida política, y sólo se justifican en el cargo si llegan a ser los más sabios. Deben ser seleccionados entre los mejor dotados y estar sometidos, entre los 20 y 30 años, a una formación científica muy especial. Normalmente procederán de los guardianes perfectos, aquellos que, al final de su formación, llegan a ser filósofos casi perfectos, capaces de poner como fundamento del Estado la Verdad, la Justicia y el Bien.
• Teoría de las diferentes formas de gobierno. Según Platón, el devenir histórico de los Estados les conduce a la degradación progresiva (contra el optimismo de Protágoras, que entendía la historia como progreso). El criterio que utiliza Platón para establecer sus preferencias por uno u otro sistema político es la capacidad intelectual y preparación filosófica que cada forma de gobierno requiere:
1º. Aristocracia ("gobierno de los mejores"): Es la forma más perfecta de gobierno, tanto si manda una persona sola como si lo hacen varios.
2º. Timocracia: Es el gobierno de los que tienen cierta renta y honor. En él no mandan los mejores, sino los más ambiciosos y guerreros, más amigos de la guerra que de la buena gestión política pacífica.
3º. Oligarquía: Gobierno de unos pocos, los explotadores, los que están a la caza de puestos y riquezas. Esto no significa que siempre gobiernen mal.
4º. Democracia: Gobierno del pueblo, donde predomina la libertad -sobre todo de expresión-, normalmente cuando el pueblo llano expulsa a los ricos del poder y permite una libertad inmoderada, que a menudo supone el desprecio de las leyes. La falta de una autoridad rígida que domine a los demás y el hecho de que todos se consideren igual puede suponer, con frecuencia, la perversión del orden social y de la fuerza.
5º. Tiranía: Es la ruina y degradación del Estado, la peor forma de gobierno. A menudo es consecuencia de la democracia y de no saber hacer uso de la libertad, lo cual obliga a que alguien tome el poder e imponga su dominio por la fuerza. La necesidad de líder es lo que justifica que el pueblo demande un tirano. Pero este suele embriagarse fácilmente de poder y, en la práctica, hace surgir la mayor de las esclavitudes.
Platón estaba convencido de que el orden en que expone sus
críticas a las diferentes formas de gobierno reflejaba la sucesión de formas políticas
en Grecia. Pero históricamente no fue así.
• Otros aspectos de su teoría política: Platón
fue el autor del primer ensayo de teoría política que conocemos. Está en la línea de
un movimiento mucho más amplio de crítica a la democracia -al que pertenecían también
Isócrates, Jenofonte y Aristófanes, por ejemplo-. Hay que tener en cuenta que la
democracia ateniense, por su peculiar estructura, se prestaba a muchas manipulaciones.
Platón dirige sus ideas políticas contra las doctrinas relativistas de los sofistas,
pretendiendo ofrecer un modelo inmune al paso del tiempo y a las diferencias culturales
porque, según Platón, responde al orden eterno e inmutable de las Ideas.
En uno de sus últimos diálogos, las Leyes, Platón se muestra muy desilusionado por sus fracasos políticos en Sicilia y propone una ciudad imposible: encerrada en sí misma y autosuficiente, sin comercio exterior, dominada por una aristocracia agraria (sin industria), bajo un estrecho sistema de vigilancia mutua, donde todo -hasta los juegos de los niños- está rígidamente legislado para impedir la más mínima variación.
La República, por último, presenta una utopía política reaccionaria, según la cual toda la comunidad política debe permanecer sujeta a una clase gobernante aristocrática. Según Platón, «al formaros los dioses hicieron entrar oro en la composición de cuantos están capacitados para mandar; plata en la composición de los auxiliares (guardianes o guerreros); bronce y hierro en la de los labradores y demás artesanos». Asegura que todos serán felices en la ciudad si cada uno actúa según su propia naturaleza y realiza su tarea. Pero eso no explica por qué a unos les corresponde labrar la tierra y a otros gobernar. Tampoco detalla los mecanismos mediante los cuales la naturaleza impone tales cosas.
Para Platón, la cuestión política es también ética:
cada ciudadano debe practicar aquellas virtudes propias del grupo social al que pertenece,
y en eso consiste la Justicia. Pero ¿quién decide la pertenencia a un determinado grupo
social? Platón tenía una concepción estática de la sociedad, basada en un rígido
determinismo incompatible con otros ideales griegos de libertad, democracia y
participación igualitaria de los ciudadanos en el gobierno. En las Leyes hay
algunos pasajes donde reconoce que muchas de sus propuestas constituyen un ideal, difícil
o imposible de poner en práctica.
© Miguel Moreno Muñoz, 1998 | Última actualización: 20/09/98 |
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