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Primera edición: Ed. Algaida
Paginás:
280 p. ; 21x13 cm.
ISBN:
84-96083-35-7
SIPNOSIS
En contraste con la mayoría de las novelas sobre la ciudad de Granada, que miran hacia el pasado, hacia su historia, La larga noche de Ángela nos presenta un paisaje contemporáneo, un sádico asesino y una mujer perseguida, a la que viola tras asesinar a su marido. Es la historia de una Granada reciente y sencilla en apariencia. El marido de Ángela consigue meter en la cárcel a un joven sádico que al salir se venga de él matándolo, y será su mujer, casi a su pesar y tras verse a su vez perseguida, quien persiga a este vicioso asesino mientras se desvelan los secretos, escándalos saqueos de cármenes y robos de joyas valiosísimas que en la ciudad han quedado sin descubrir. La larga noche de Ángela es un relato estremecedor en el que se reflexiona sobre una ciudad en la que el autor ha vivido veinticinco años y que siempre se le escapaba, un motivo para sacar a colación un paisaje urbano y universitario tan bello como el nuestro. Hilvanar una buena intriga, jugar con el misterio y los daños causados por una violación son motivos más que suficientes para contar y desentrañar el misterio de una ciudad tan compleja y se sirve para ello de una mujer.
Explicación del autor
Me han preguntado cómo nació La larga noche de Ángela y haciendo memoria, nació de un cuadro, el cuadro de la portada de mi amigo Alegre Cremades, que vi en su estudio de Valencia, y no sucedió nada. La figura era espléndida; pero de momento no veía nada especial en ella, salvo una figura enmarcada por la moderna tecnología que trasmitía serenidad. No me causaba ninguna emoción especial y pasó algún tiempo; luego algo se movió en mi interior y, como un tren en marcha, no lo pude frenar. La imagen de la mujer del cuadro fue creciendo, como una tela de araña, y empezó a inquietarme, a hechizarme, y sólo la veía a ella. De manera que no fui en su busca sino que ella vino en la mía. Yo entonces estaba en otros temas. La prensa hablaba de asesinatos de mujeres a manos de sus maridos y tenía entre manos un libro sobre amputaciones sexuales a mujeres en África. Pero la mujer del cuadro me había producido un impacto emotivo, un destello del que no me podía librar. El arte suele empezar así, con una iluminación, con un primer destello, y no le encontraba ninguna explicación. La literatura a menudo no tiene explicación. Por algún tiempo llevé su rostro almacenado en algún lugar del cerebro y era un rostro que pedía hablar; aunque de momento fuera una imagen sin mensaje especial, salvo estas especie de barras que parecían enmarcarla y constreñirla. A medida que pasaba el tiempo, sin embargo, sucedió lo imprevisible y ella, la mujer del cuadro todavía sin nombre, empezó a contarme cosas y se fue haciendo real. Sus ojos me hablaban. Daba la impresión de que los tenía clavados en mí a todas horas. La dirección de su mirada era claramente la mía y tenía un aire de misterio que me resultaba seductor. Me hablaba de su vida, una vida llena de melancolía y sin rumbo, como si no tuviera biografía o la hubiera perdido y esperaba que yo la ayudara, pusiera palabras en esa mirada y le diera una identidad. Era un fenómeno curioso. Pedía hablar, pedía la hierba fresca de la palabra, y en mi cerebro empecé a dotarla de palabras, a crear su realidad, que es lo que hacemos los escritores con nuestros personajes. No sonreía. Era hermosa, atractiva, espléndida, voluptuosa, brillante, seductora, atractiva, pero sin futuro. Su mirada expresaba preocupación y hasta pánico. Era una mujer triste y emitía señales de auxilio. Me di cuenta al fijarme en la segunda figura, ella misma, sentada y con la cabeza hundida, en una situación de histeria, pánico, angustia y depresión, como si el mundo se le hubiera venido abajo. ¿Qué podía producirle tal angustia?, ¿la pérdida de un hijo? Tal vez. Perder un hijo es una experiencia vital y emocional de altísima intensidad. ¿Mayor o menor que la pérdida de un amante, de un hombre, del marido del que ha estado locamente enamorada? Me pareció que el amor de un hombre para ella tenía mayor carga afectiva y me incliné por él. El rostro congestionado así lo daba a entender; porque era una mujer con una enorme carga emotiva y, después de haber vivido un paraíso feliz, una relación ideal, con un gran futuro por delante, su entorno se le hunde y lo pierde bruscamente en plena juventud. Y aquí entra el ahora llamado terrorismo. La pérdida de su marido no podía haber sido un accidente casual, una enfermedad. Le han matado a su marido y, ahora, el mismo sádico criminal la persigue a ella. He ahí la causa de su expresión y de su pánico. Delante tiene un futuro brutal, el mayor desafío de su vida. Este fue el principio de esta historia de la mujer del cuadro, de un cuadro obsesivo en detalles que indican una mujer torturada, aunque su expresión indique algo más, una pesadilla bajo la que se esconde una inolvidable historia de amor, la de una mujer limpia, por eso la llamé Ángela, un nombre con un significado hermoso que me gusta, y éste es el principio de la novela, pero no su punto final, porque entre este principio y el final debía existir algo que se llama coraje y que es la zona oculta y secreta que oculta esa mirada, una zona en la que está lo imprevisible y lo más hermoso, lo más tremendo de este personaje y de la novela. Y ahora viene la segunda dificultad. Yo quería escribir una novela sobre Granada y podía situar a un personaje tan hermoso y con una pesadilla que está a punto de destruirla en ella, en Granada, una ciudad que para los granadinos no significa nada, mientras para mí Granada es una ciudad para vivir. Pero lo que ya no veía tan claro es que en Granada pudiera instalar a un sádico asesino como el mío, mejor tal vez en una ciudad masificada e industrial, a no ser que el mundo en el que vivimos sea un mundo de asesinos, que también residan en Granada. Después de todo, pensé, en Granada vivió Lorca y la ciudad lo destruyó, fue destruido por su ciudad, y la dificultad al punto desapareció. El mundo es un caos oscuro e inconexo, incluso en Granada, y el hecho de que poseamos una idea hermosa sobre ella no impide que esta ciudad esté libre de personajes sádicos como el mío, no impide que en ella se mezcle el estiércol con las rosas de abril, que aquí son de una belleza insultante y, por contraste, huelen peor. Mi Granada, en consecuencia, es una Granada tremendamente real y tremendamente actual, con un asesino que humilla a las mujeres, un asesino con instinto, un depredador, un monstruo admirable para un escritor, un cascarón vacío sin espíritu, un genio del odio que ni yo mismo sabe de dónde ha salido. Él llevará la iniciativa, pero ella le hace frente con valor y le demuestra que con astucia hasta los sádicos más cerebrales tienen agujeros o simas en las que caen.. Y fue pensarlo y venirme a la memoria la trágica historia de la ciudad, quizá más tenebrosa que otras desde la expulsión de los judíos, moriscos, el expolio de su patrimonio, de sus cármenes, la quema de libros, los ladrones de obras de arte. No es una ciudad sin culpa, por tanto, que haya tenido una relación feliz con su historia, y todo esto salió a mi encuentro mientras escribía la historia vertiginosa, la pesadilla casi insoportable de Ángela. De manera que lo que ustedes van a leer no lo he inventado, está en Granada.. Descubrí al hacerlo que en Granada está todo el escenario del mundo, que en ella cielo e infierno conviven o están unidos como si fueran la quilla y la popa de una patera. |
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