|
|
A) SER Y TIEMPO Y ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL
Extractos
de El ser y el Tiempo [en adelante S.T.] (Madrid, FCE, traducción
de J. Gaos).
[1] EL GIRO HERMENÉUTICO DE
LA FENOMENOLOGÍA
1.1.
Crítica al cartesianismo. Del Ego trascendental ha quedado intederminado
su modo de ser
«Con el “cogito sum” pretende Descartes dar a la filosofía
una base nueva y segura. Pero lo que él deja indeterminado en este
comienzo “radical” es la forma de ser de la res cogitans, o
más exactamente, el sentido del ser del “sum”» (S.T., § 6 )
1.2. Preeminencia
de la pregunta por el ser
«Hay que hacer la pregunta por el ser (...). Nos movemos
siempre ya en cierta comprensión del ser. De ella brota la pregunta
que interroga expresamente por el sentido del ser. (...) Aquello
de que se pregunta en la pregunta que se trata de desarrollar
es el ser, aquello que determina a los entes en cuanto entes, aquello
“sobre lo cual” los entes, como quiera que se los dilucide, son en
cada caso ya comprendidos. El ser de los entes no “es” él mismo un
ente (...) En tanto el ser constituye aquello de que se pregunta y
ser quiere decir ser de los entes, resultan ser aquello a que se
pregunta en la pregunta que interroga por el ser los entes mismos.
A éstos se los interroga, cabe decir, acerca de su ser» (S.T., § 2).
1.3. La
pregunta por el ser del Da-sein
«¿En qué ente debe leerse el sentido del ser,
de qué ente debe tomar su punto de partida el proceso que nos abra
el ser? (...) Desarrollar la pregunta que interroga por el ser quiere
(...) decir,: hacer “ver a través” de un ente —el que pregunta— bajo
el punto de vista de su ser. (...) Este ente que somos en cada caso
nosotros mismos y que tiene entre otros rasgos la “posibilidad de
ser” del preguntar, lo designamos con el término “ser-ahí” (Da-sein)
[...] El hacer en forma expresa y de “ver a través” de ella la pregunta
que interroga por el sentido del ser, pide el previo y adecuado análisis
de un ente (el “ser-ahí”) poniendo la mira en su ser» (S.T., § 2)
1.4. El Da-sein y la existencia
«El “ser-ahí” es un ente que no se limita a ponerse delante
entre otros entes. Es, antes bien, un ente ónticamente señalado porque
en su ser le va este su ser. A esta constitución del ser del
“ser-ahí” es inherente, pues, tener el “ser-ahí”, en su “ser relativamente
a este su ser”, una “relación de ser”. Y esto a su vez quiere decir:
el “ser ahí” se comprende en su ser, de un modo más o menos expreso.
A este ente le es peculiar serle, con su ser y por su ser, abierto
éste a él mismo. La comprensión del ser es ella misma una “determinación
de ser” del “ser ahí” (...). El ser mismo relativamente al cual
puede conducirse y se conduce siempre de alguna manera el “ser- ahí”
lo llamamos “existencia” (...). La cuestión de la existencia nunca
puede liquidarse sino por medio del existir mismo. La comprensión
de sí mismo que lleva la dirección en esto la llamamos “existencial”
(...) No se ha menester de “ver a través” teoréticamente de la estructura
ontológica de la existencia. El preguntar por esta estructura tiene
por meta mostrar por separado lo que constituye la existencia. El
complejo de ésta no tiene el carácter de un comprender existencial,
sino “existenciario”. La posibilidad y necesidad de una analítica
existencia del “ser ahí” se halla prefigurada en la constitución óntica
de éste» (S.T., § 4)
1.5. El
concepto de fenómeno
La fenomenología es investigación sobre el ser de los entes. El ser
de los entes es comprensible como “fenómeno”, es decir, en cuanto
un mostrarse en su “como”:
«”Fenomenología”
quiere decir, pues, (...) permitir ver lo que se muestra, tal como
se muestra por sí mismo, efectivamente por sí mismo. Tal es el sentido
formal de la disciplina a que se da el nombre de fenomenología. Pero
de esta suerte no se da expresión a otra cosa que a la máxima formulada
más arriba: “a las cosas mismas”» (S.T., §
7, p. 45).
«La ontología sólo es posible como fenomenología.
El concepto fenomenológico de fenómeno entiende por 'lo que se muestra'
el ser de los entes, su sentido, sus modificaciones y derivados» (Ibid.,
p. 46)
El “fenómeno”
así entendido, en sentido “fenomenológico”, es ontológicamente anterior
al “fenómeno” en “sentido vulgar” (las apariencias en sentido kantiano,
lo que se da a la intuición empírica):
«(...) aparecer
sólo es posible sobre la base de un mostrarse algo (...). Los fenómenos
no son nunca, según esto, apariencias, pero en cambio, toda apariencia
necesita de fenómenos» (Ibid. P. 40)
1.6.
La fenomenología como hermenéutica del Da-sein y análisis existenciario
«Tomada
por su contenido es la fenomenología la ciencia del ser de los entes
—ontología. En la dilucidación hecha de los problemas de la ontología
surgió la necesidad de una ontología fundamental que tenga por tema
el ente óntico-ontológicamente señalado, el 'ser-ahí', de tal suerte
que acabe por sí misma ante el problema cardinal, la pregunta que
interroga por el sentido del ser en general. De la investigación misma
resultará esto: el sentido metódico de la descripción fenomenológica
es una interpretación. (...) Fenomenología del “ser-ahí” es hermenéutica en la significación primitiva de la palabra, en
la que se designa el negocio de la interpretacion (...). Cobra la
hermenéutica como interpretación del ser del 'ser-ahí' [el sentido
de una] analítica de la 'existenciariedad' de la existencia». (S.T., § 7, p. 48).
[2]
Carácter derivado de la “ACTITUD TEORÉTICA”
«La 'conciencia
de la realidad' es ella misma un modo del 'ser en el mundo'. (...)
Si como punto de partida de la analítica existenciaria del 'ser ahí'
hubiera de servir el 'cogito sum, sería menester no sólo invertir
su contenido, sino verificar éste en una nueva forma fenoménico-ontológica.
La primera proposición sería entonces: 'sum', y en este sentido:
'yo soy en un mundo'. En cuanto ente tal, 'soy' en la 'posibilidad
de ser relativamente a diversas actividades (cogitationes)
como modos del ser cabe los entes intramundanos'. Descartes, en cambio,
dice: las cogitationes son 'ante los ojos' y en ellas es un ego también 'ante los ojos' como res cogitans sin mundo»
(S.T., § 43, p. 231-232).
[Ver también
texto 4.3]
[3]
FACTICIDAD
3.1. Precomprensión y “estado de arrojamiento” (Geworfenheit)
«Y
el 'ser ahí' es mío en cada caso, a su vez, en uno u otro modo de
ser. Se ha decidido ya siempre de alguna manera en qué modo es el
'ser-ahí' mío en cada caso. (...)» (S.T., § 9, p.
54). «La 'facticidad' no es la 'efectividad' del factum brutum
de algo 'ante los ojos', sino un carácter del ser del 'ser ahí' acogido
en la existencia, aunque inmediatamente repelido. Ante el 'que es'
de la 'facticidad' no podemos encontrarnos nunca en una intuición»
(S.T., § 29, p. 152).
3.2. Facticidad y responsabilidad
«El
ser de este ente es, en cada caso mío. En el ser de este ente
se conduce este mismo relativamente a su ser. Como ente de este ser
es entregado a la responsabilidad de su peculiar 'ser relativamente
a'. El ser mismo es lo que le va a este ente en cada caso (...)
El 'ser-ahí' es en cada caso su posibilidad, y no se limita
a 'tenerla' como una peculiaridad, a la manera de lo 'ante los ojos'.
Y por ser en cada caso el 'ser ahí' esencialmente su posibilidad, puede este ente en su ser 'elegirse' a sí mismo, ganarse,
y también perderse, o no ganarse nunca, o sólo 'parece ser' que se
gana» (S.T., § 9, p. 54). «La expresión 'estado de yecto' busca sugerir
la facticidad de la entrega a la responsabilidad» (S.T., §
29, p. 152).
[4] DA-SEIN Y MUNDO
4.1. Ser-en-el-mundo como existenciario
«¿Qué
quiere decir 'ser en'? Como completamos inmediatamente la expresión
en el sentido de ser 'en el mundo', nos inclinamos a comprender el
'ser en' en el sentido de este complemento. En este sentido se trata
de la forma de ser de un ente que es 'en' otro como el agua 'en' el
vaso. (...) Estos entes cuyo ser unos 'en' otros puede determinarse
así, tienen todos la misma forma de ser, la del 'ser ante los ojos',
como cosas que vienen a estar delante 'dentro' del mundo. El 'ser
ante los ojos' 'en' algo 'ante los ojos', el 'ser ante los ojos' 'con'
algo (...) son notas ontológicas que llamamos 'categoriales', notas
peculiares de los entes que no tienen la forma de ser del 'ser-ahí'.
'Ser en', en nuestro sentido, mienta, por el contrario, una estructura
del ser del 'ser-ahí' y es un 'existenciario'. (...) 'En' procede
de 'habitar en', 'detenerse en' (...) 'Ser' como infinitivo del 'yo
soy', es decir, comprendido como existenciario, significa 'habitar
cabe...', 'ser familiarizado con...' 'Ser en' es, según esto, la expresión
existenciaria formal del ser del 'ser-ahí', que tiene la esencial
estructura del 'ser en el mundo'» (S.T., § 12, pp. 66-67).
4.2.
La Sorge, totalidad estructural del Da-sein
«El “Ser-ahí” es para sí mismo en su ser y en cada caso
ya previamente. El “ser ahí” es siempre ya “más allá de sí”,
no como un conducirse relativamente a otros entes que él no es, sino como “ser relativamente al ‘poder ser’” que es él mismo.
Esta estructura del ser del esencial “le va” es la que vamos a llamar
el “pre-ser-se” del “ser ahí”. (...) El ser del “ser-ahí” quiere decir:
“pre-ser-se-ya-en (el mundo) como ser-cabe (los entes que hacen frente
dentro del mundo”. Este ser es lo que constituye, en conclusión, el
significado del término “cura” (Sorge) (...) La cura es siempre,
aunque sólo sea privativamente, “cursarse de” y “procurar por” (...)
Resulta empuñado un ente comprendido, es decir, proyectado sobre su
posibilidad, como un ente del que hay que curarse o al que hay que
llevar a su ser mediante el “procurar por”» (S.T., § 41).
4.3.
la Sorge y el
carácter deficitario de la perspectiva teórica (ser-ante-los-los ojos/ser
a la mano)
«El 'ser-en-el-mundo'
está, en cuanto 'curarse
de', embargado por el mundo de que se cura. Para que sea posible
el conocimiento como una actividad que determina teoréticamente lo 'ante
los ojos',
es menester una previa deficiencia del tener que ver con el
mundo en el modo del 'curarse de'.
Absteniéndose de todo producir, manipular y demás operaciones semejantes,
se coloca el 'curarse
de' en el único modo del 'ser
en' que resta ahora, a saber, en el 'no más que demorarse
cabe...' Sobre la base de esta forma de ser relativamente al mundo, que permite que los entes
que hacen frente dentro del mundo hagan frente no más que en su puro
aspecto (eidos), y como modo de esta forma de ser, es posible dirigir la vista de una manera expresa a aquello que
así hace frente» (S.T., § 13, p. 74).
[5] ALÉTHEIA y «ESTADO DE ABIERTO»
(S.T., §
44 «El 'Ser ahí', el 'estado de abierto' y la verdad». V. especialmente,
pp. 235-242)
Este
entero parágrafo merecería, por sí mismo, una lectura y análisis completos.
El extracto siguiente es indicativo de un “recorrido” y un compendio
de temas coimplicados [Ver, más abajo, el concepto de verdad en el
Heidegger de
la Kehre]
«”Ser verdadero” (verdad) quiere decir ser descubridor (...).
El “ser verdadero” del logos (...) permite ver un ente —sacándolo
del “estado de oculto”— en su “estado de no oculto” (“estado de descubierto”)
[...] El “estado de descubiertos” de los entes intramundanos se funda en el “estado de abierto del mundo”. El “estado de abierto” es
la fundamental forma del “ser ahí” con arreglo a la cual éste es su
“ahí”. El “estado de abierto” está constituido por el encontrarse,
el comprender y el habla, y concierne con igual originalidad al mundo,
al “ser en” y al “sí mismo”. La estructura de la “cura” como “pre-ser-se-ya en un mundo-como ser cabe los entes intramundanos” entraña el “estado
de abierto” del “ser-ahí”» (S.T., § 44 b, pp. 240-241).
[Ver para
los existenciarios “encontrarse”, “comprender” y “habla” (que constituyen
el “estado de abierto” del Da-sein), los §§ 29-34 de S.T.]
B.
EL HEIDEGGER DE
LA KEHRE
[6] EL CAMBIO DE ACENTO EN
LA KEHRE
6.1. La
pregunta por el ser, de un modo más originario, más allá de cualquier ontología
«El título “Ontología” se acuñó en el siglo XVII. Designa la
elaboración de la doctrina tradicional del ente. (...) Pero el término
“ontología” se puede tomar también “en amplísimo sentido” (Cfr. Sein
und Zeit...»). En este caso, “ontología” significa el esfuero
por expresar verbalmente el ser a través de la pregunta ¿qué pasa
con el ser? (no sólo con el ente como tal). Pero, hasta ahora, dicha
discusión no ha encontrado ni resonancia ni eco...luego, sería conveniente
renunciar, en lo futuro, al uso de los nombres “ontología”, “ontológico”.
(...)
«Preguntamos la pregunta ¿qué pasa con el ser? ¿Cuál es el
sentido del ser? No lo hacemos para presentar una ontología en estilo
tradicional (...). Es algo por completo diferente. Trátase de volver
a unir la existencia histórica del hombre, y al mismo tiempo, la de
nuestro existir futuro más propio —dentro del todo de la historia
que nos está asignado— con el poderío del ser, el cual se debe descubrir
originariamente. (...) Por eso relacionamos la pregunta por el ser
con el destino de Europa, donde se decidirá el de
la Tierra» (Introducción a
la Metafísica, Buenos Aires, Nova,
1980, p. 79).
6.2. El
cambio de acento en la relación Da-sein/Ser
«La
debida y suficiente comprensión verificativa de este otro pensar —del
pensar que abandona la subjetividad— es cierto que fue dificultada
por el hecho de que al publicarse Sein und Zeit fue retenida
la III sección de
la Primera Parte, es decir “Tiempo y Ser”
(...) Aquí todo se vuelve e invierte. La sección en cuestión fue retenida
porque el pensar falló al querer decir suficientemente esta vuelta
[Kehre] y no pudo ejecutarlo con ayuda del habla de
la Metafísica. La conferencia De
la esencia de la verdad, que fue pensada y pronunciada en 1930
pero impresa sólo en 1943, permite echar un vistazo sobre el pensar
de esta vuelta. Esta vuelta no es el cambio del punto de vista de Sein und Zeit sino que en ella alcanza el pensar intentado,
por primera vez, el lugar de la dimensión desde la que fue experimentado Sein und Zeit, experimentado gracias a la experiencia fundamental
del olvido del ser. (...) Lo que aún hoy habría que decirse podría
convertirse en primer empuje para encaminar la esencia del hombre
a que, pensando, repare en la dimensión de la verdad del ser, en la
dimensión que rige esa esencia. Pero también esto sólo podría acontecer
para honra del ser y en beneficio del existir, que el hombre soporta
ec-sistiendo, pero no con miras al hombre para que con sus obras alcance
valía la civilización y la cultura (...) El hombre está más bien “lanzado”
por el propio ser en la verdad del ser, para que ec-sistiendo de esa
suerte resguarde la verdad del ser, para que a la luz del ser aparezca
(luzca) el ente como el ente que es. Si aparece —y cómo aparece— (...)
todo esto no es decidido por el hombre. El arribo del ser estriba
en el destino del ser. Para el hombre, empero, queda abierta la pregunta
de si encuentra lo que cuadra a su esencia, lo que corresponde a su
destino; pues conforme a éste ha de resguardar, a fuer de ec-sistente,
la verdad del ser. El hombre es el guardián del ser A esto apunta Sein und Zeit cuando es experimentada la existencia ec-stática
como “cuidado” (Sorge)» (Carta sobre el humanismo, en
Sartre/Heidegger, Sobre el humanismo, Buenos Aires, Ediciones
del 80, 1985, pp. 82-84).
[7]
LA DIFERENCIA ONTOLÓGICA Y EL SER COMO ENCUBRIMIENTO-DESCUBRIMIENTO
7.1. La diferencia óntico-ontológica
es inevitablemente un presupuesto del pensar
Nos
llama la atención H. sobre la circunstancia de que pensar y hacer
referencia a la diferencia óntico-ontológica es lo más natural y lo
más inevitable. El asunto del pensar en la historia occidental ha
sido el ser. Pero, por su propio sentido, decimos que el ser es el ser de lo ente. Aunque partamos del ente y entendamos el ser
como algo añadido por nuestra capacidad representativa, presuponemos lo ente como aquello que es, lo que significa pensar
el ser en cuanto que es ente. Éste es un extraño pero inevitable
estado de cosas: “que lo ente y el ser siempre sean descubiertos a
partir de la diferencia y en ella” (V. “La constitución onto-teo-lógica
de la metafísica”, en Identidad y diferencia, Barcelona, Anthropos,
1988, p. 137. Cfr. 133-137).
7.2.
Pensar la diferencia ser-ente implica pensar el ser como acontecimiento
unitario de des-cubrimiento/encubrimiento
[Aclaración.
El ser es siempre el ser del ente. En cuanto ser del ente, es un acontecimiento:
el “venir a presencia” (el ente en un modo de ser). Pensado así, se
nos revela el sentido del ser como el de un tránsito hacia
lo ente. Pero se trata de un tránsito muy peculiar. No es el paso
entre dos realidades separadas y preexistentes. Pues eso equivaldría
a pensar el ente como carente de ser, al cual, de modo externo, y
en un movimiento ulterior, se le imprime el carácter de ser. El tránsito
es un único acontecimiento que puede ser pensado de dos modos cooriginarios:
como autotrascendencia (des-cubrimiento) y como llegada (mostración
del ser del ente, un mostrar en el que el acontecimiento mismo de
des-cubrimiento se encubre). Este doble fenómeno es inherente a un
único acontecimiento: al acontecimiento del ser en cuanto simultáneo
des-cubrimiento/encubrimiento]
«El
ser se manifiesta aquí a la manera de un tránsito hacia
lo ente. Pero no es que el ser abandone su lugar para ir a lo ente
como si lo ente, que en principio se encontraba sin el ser, pudiera
ser alcanzado primero por este último. El ser pasa, desencubriendo,
por encima y mas allá de lo que llega en en calidad de lo que
se desencubre por sí mismo gracias a esa sobrevenida. "LLegada"
quiere decir encubrirse dentro del desencubrimiento, o lo que es lo
mismo, durar encubierto, ser lo ente. El ser se manifiesta como sobrevenida
desencubridora. Lo ente como tal, aparece a la manera de esa llegada
que se encubre dentro del desencubrimiento. El ser, en el sentido
de la sobrevenida que desencubre [entbergenden Überkommnis],
y lo ente como tal, en el sentido de la llegada que se encubre [sich
bergenden Ankunft] se muestran como diferentes gracias a lo mismo,
gracias a la inter-cisión [Unter-schid]. La inter-cisión
da lugar y mantiene separado a ese Entre [Zwischen] dentro
del cual la sobrevenida y la llegada entran en relación, se
separan y se reúnen. La diferencia de ser y ente, en cuanto
que inter-cision entre la sobrevenida y la llegada, es la resolución
[Austrag] desencubridora y encubridora de ambas. En la resolución
reina el claro de lo que se cierra velándose y da lugar a la
separación y la reunión de la sobrevenida y la llegada»
(“La constitución onto-teo-lógica de la metafísica”, en Identidad
y diferencia, Barcelona, Anthropos, 1988, pp. 139-140).
[8]
SER Y VERDAD
8.1. Encubrimiento-descubrimiento
como acontecimiento de “venir a presencia”. El ser como el acontecimiento
de la verdad (alétheia)
[Aclaración. El des-cubrimiento posee la estructura fenomenológica
(conservada y transformada en Heidegger). Es un “venir a presencia”
(el ente en su sentido, en su “como”). El encubrimiento es, de nuevo,
simultáneo, pues en la presencia queda ocultado el ad-venir en cuanto
tal. En esta aclaración, Heidegger recurre con frecuencia a la situación
griega presocrática]
«La fuerza imperante que brota [se refiere H. a la phýsis]
es aparecer: ella lleva al presentar. En esta circunstancia está implícito
el hecho de que el ser, el aparecer, hace salir del estado de ocultamiento.
En cuanto el ente es como tal, se pone y está en estado de desocultamiento, alétheia. (...) Basados en la peculiar
conexión esencial de Phýsis y alétheia los griegos
podían decir: el ente es, en cuanto ente, verdadero. Lo verdadero
como tal está siendo. Esto quiere decir: lo que se muestra imperando
está en lo desocultado. Lo desoculto como tal llega a detenerse en
el mostrarse. La verdad en tanto estado de des-ocultamiento no es
un añadido al ser. La verdad pertenece a la esencialización del
ser. Ser ente implica: presentarse, aparecer manifestándose, ofrecerse,
exponer algo (...)» (Introducción a
la
Metafísica, Buenos Aires, Nova, 1980, pp. 139-140)
8.2. Ser
y verdad considerando la relación entre verdad y libertad
[Para la completa comprensión del siguiente texto ha de tenerse en
cuenta los que atañen al problema "destino-libertad", más
abajo]
«La esencia de la verdad se descubre como libertad. (...) Todo comportamiento
abierto flota en el dejar-ser al ente, y se pone siempre en relación
con este o aquel ente. (...)
El ocultamiento, pues, pensado
desde la verdad como desvelamiento, es el no-desvelamiento y de ese
modo, la no-verdad auténtica y más propia a la esencia de la verdad.
El ocultamiento del ente en su totalidad [el ser] nunca se implanta
posteriormente como consecuencia del conocimiento del ente, que es
siempre fragmentario. El ocultamiento del ente en su totalidad, la
auténtica no-verdad, es más antigua que cualquier revelación de este
o aquel ente. Es más antigua aún que el mismo dejar-ser que desvelando
mantiene ya lo oculto y se relaciona con la ocultación.
¿Qué
resguarda el dejar-ser, en esta referencia a la ocultación? Nada menos
que la ocultación de lo oculto en su totalidad, del ente como tal,
es decir, el misterio (Geheimnis). No un misterio particularizado
sobre esto o aquello, sino sólo uno, el hecho de que en general el
misterio (la ocultación de lo oculto) como tal, gobierna el Da-sein
del hombre» (“De la esencia de la verdad”, en Heidegger, Hitos,
Madrid, Alianza, 2000, p. 164).
8.3. Corrección
heideggeriana respecto a la relación ser-verdad
«Pero ha llegado el tiempo de preguntarse: ¿por qué el vocablo griego
“alétheia” no es traducido ya aquí por la palabra clásica “verdad”?
Y la respuesta debe decir: en la medida en que se entiende la palabra
“verdad” en el sentido corriente que tiene en la tradición, y que
es la concordancia (...) del conocimiento con el ente (...), no está
permitido hacer coincidir la “alétheia”, el estado de no-encubrimiento,
tal como es traído por lo abierto, con el concepto de verdad.
Por el contrario, es la “alétheia”, es su no encubrimiento,
lo único que hace posible que haya verdad. Pues sólo en el elemento
de
la Lichtung,
en el claro de lo abierto, pueden ser lo que son el ser y el pensar
y la misma verdad. (...).
La
“alétheia”, el no-encubrimiento como claro de presencia, no
es todavía la verdad. ¿Es, pues, menos que ella? ¿No es más, si ocurre
que sólo la “alétheia” hace posible la adecuación y la certeza,
y si ninguna presencia, ninguna presentación pueden tener lugar fuera
del terreno de lo abierto?
Sea
de ello lo que sea, está claro lo siguiente: interrogar en dirección
de la “alétheia”, del no-encubrimiento como tal, no es plantearse
la cuestión de la verdad. Por ello, el denominar verdad a la “alétheia”
(...) no estaba a la altura de lo que había que pensar y, por ello,
representó tomar desde entonces un camino equivocado. (...)» (“El
final de la filosofía y la tarea del pensar”, en Sartre, Heidegger/otros, Kieerkegaard vivo, Madrid, Alianza, 1968, pp. 147-148; en las
páginas 148-152 hay reflexiones importantes al respecto).
[9]
EL SER COMO DESTINO Y LIBERTAD
[Aclaración
previa. “El arribo del ser estriba en el destino del ser” (leíamos
en el texto 6.2). ¿Puede, entonces, entenderse el ser como un “destino”
al que el hombre se abandona, clausurando su libertad? No. “Destino”
y “libertad” se copertenecen en la obra de Heidegger. Lo que entiende
Heidegger por “destino” del Ser se relaciona con la circunstancia
de que el Ser abre previamente el espacio en el que el Ser-ahí se comprende y comprende, al mismo tiempo, el ser del ente (siendo
abierta una “comprensión del ser” o un “horizonte de sentido”). Ahora
bien, semejante abrir previo, del que es responsable el Ser, tiene
la forma de una apelación. La interpelación del ser es destinación
(Ge-schick). Gracias a ella hay historia (Geschichte).
Pero la destinación no extrae su fuerza de una ley inexorable o de
una voluntad ciega, no es un destino en el sentido habitual de la
palabra. Extrae su fuerza de su poder interpelador, un poder que constituye
una especie de pasividad activa: se hace valer en la medida en que
es penuria. Repárese en la proximidad de las palabras: necesidad
(Notwendigkeit) y penuria (Not). El ser no obliga; demanda
en cuanto necesitante. Por eso, el Ser-ahí se liga al ser,
no por medio de una ley, sino en virtud de una responsabilidad: la
de responder a la apelación del Ser. La íntima relación entre “destino”
y “libertad” ha sido analizada por Heidegger de un modo magistral
en Von Wesen der Wahrheit (1930). Iluminemos
este conjunto de tesis recurriendo a algunos textos especialmente
ilustrativos:]
9.1. El Ser,
como acontecimiento de des-ocultamiento, coincide con el acontecimiento
de una apelación
«¿Dónde y cómo acontece el hacer salir lo oculto si éste no es un
simple artefacto del hombre? No tenemos que buscar muy lejos. Lo único
que hace falta es percatarse, sin prejuicios, de aquello que de siempre
ha interpelado al hombre, y ello de un modo tan decidido, que, en
cada caso, el hombre sólo puede ser hombre en cuanto que interpelado
así. Dondequiera que el hombre abra sus ojos y sus oídos, allí donde
franquee su corazón o se entregue libremente a meditar y aspirar,
a formar y obrar, a pedir y agradecer, se encontrará en todas partes
con que se le ha llevado ya a lo desocultado. Y el estado de desocultamiento
de eso desocultado ha acaecido ya de un modo propio al conjurar en
cada caso ese desocultamiento al hombre a los modos del hacer salir
lo oculto a él adecuados. Cuando el hombre, a su manera, dentro de
los límites del estado de desocultamiento, hace salir lo presente,
no hace más que corresponder a la exhortación del desocultamiento,
incluso allí donde él contradice a esta exhortación» (“La pregunta
por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal,
1994, pp. 18-19).
9.2. La “necesidad”
inherente al acontecimiento del Ser se funda en su carácter “necesitante”
«El ser esencia así en la medida en que, en cuanto advenir del desocultamiento,
necesita [be-nötigt] de éste último, no como algo extraño sino
como ser mismo. El ser precisa el asilo. Al necesitarlo, lo requiere.
El ser es necesitante en este
sentido doblemente unitario: es lo incesante y lo que precisa, en
la referencia y ocupación del albergue como el cual esencia la esencia
a la que pertenece el hombre, en cuanto es aquel de quien se precisa.
Lo doblemente necesitante es, y se denomina, necesidad [Not].
En el advenir del permanecer fuera de su desocultamiento, el ser mismo
es la necesidad» (Nietzsche, Barcelona, Destino, 2000, II,
p. 317).
9.3.
Responder a la demanda del Ser es libertad. La libertad implica un
pasivo “dejar ser”
«La libertad se desvela ahora como un dejar
ser a lo ente. (...) Ahora bien, la expresión aquí utilizada y necesaria,
“dejar ser a lo ente”, no piensa en el desinterés o la indiferencia,
sino en todo lo contrario. Dejar ser es el meterse en lo ente. (...)
Dejar ser —esto es, dejar ser a lo ente como eso ente que es— significa
meterse en lo abierto y en su apertura, una apertura dentro de la
cual se encuentra todo ente al punto de llevarla como quien dice consigo.
Este ámbito abierto fue concebido en sus inicios por el pensar occidental
como alétheia, lo no oculto. (...)
Meterse en
el desocultamiento de lo ente no es perderse en él, sino que es un
retroceder ante lo ente a fin de que éste se manifieste en lo que
es y tal como es, a fin de que la adecuación representadora extraiga
de él su norma. En cuanto un dejar ser semejante, se expone a lo ente
como tal trasladando a lo abierto todo comportarse. El dejar ser,
es decir, la libertad, es en sí misma exponente, existente. La esencia
de la libertad, vista desde la esencia de la verdad, se revela como
un exponerse en el desocultamiento de lo ente. (...).
Pero si, en cuanto dejar ser a lo ente, el ser-aquí
existente libera al hombre para su “libertad”, en la medida en que
es ésta la que primero y en general le ofrece la posibilidad (lo ente)
de elección, y le conmina a lo necesario (lo ente), entonces el capricho
humano no dispone de la libertad ni sobre ella. El hombre no la “posee”
como quien posee una propiedad, sino que, como mucho, ocurre lo contrario:
la libertad, el ser-aquí existente y descubridor, posee al hombre
de un modo tan originario que es ella la única que le concede
a una humanidad esa relación con lo ente en su totalidad que fundamenta
y caracteriza por vez primera toda historia» (“De la esencia de la
verdad”, en Heidegger, Hitos, Madrid, Alianza, 2000, pp. 160-161).
9.4. Sólo
en virtud de esa pasividad puede el Da-sein “construir”
«La esencia del construir es el dejar habitar. (...) Sólo si
somos capaces de habitar podemos construir. Pensemos por un momento
en una casa de campo de
la
Selva Negra que un habitar todavía rural construyó hace siglos. Aquí
la asiduidad de la capacidad de dejar que tierra y cielo, divinos
y mortales entren simplemente en las cosas ha erigido la casa.
Ha emplazado la casa en la ladera de la montaña que está a resguardo
del viento, entre las praderas, en la cercanía de la fuente. Le ha
dejado el tejado de tejas de gran alero, que, con la inclinación adecuada,
sostiene el peso de la nieve y, llegando hasta muy abajo, protege
las habitaciones contra las tormentas de las largas noches de invierno.
No ha olvidado el rincón para la imagen de nuestro Señor, detrás de
la mesa comunitaria; ha aviado en la habitación los lugares sagrados
para el nacimiento y “el árbol de la muerte”, que así es como se llama
allí al ataúd; y así, bajo el tejado, a las distintas edades de la
vida les ha marcado de antemano la impronta de su paso por el tiempo.
Un oficio, que ha surgido él mismo del habitar, que necesita además
sus instrumentos y sus andamios como cosas, ha construido la casa
de campo. (...). Pero el habitar es el rasgo fundamental del
ser según el cual son los mortales. (...) Se habría ganado bastante
si habitar y construir entraran en lo que es digno de ser preguntado y de este modo quedaran como algo que es digno de ser pensado»
(“Construir, habitar, pensar”, en Conferencias y artículos,
Barcelona, Serbal, 1994, pp. 118-119)
[10]
El OLVIDO DEL SER Y
LA METAFÍSICA DE
LA PRESENCIA
10.1.
El olvido del ser.
La Metafísica como “Metafísica de
la
Presencia”
Su
origen en la filosofía griega desde Platón y Aristóteles:
«La
filosofía griega, sin embargo, no ha retornado a este fundamento del
ser, a lo que dicho fundamento atesora. Se atuvo al primer plano de
lo que está presente (Anwesenheit) en sí mismo (...) El originario
y emergente erguirse del poderío de lo que impera (...), entendido
en gran sentido, como el aparecer, como la epifanía de un mundo, se
convierte en visibilidad mostrable (...) Es natural que el ente siga
siendo. Su mezcla se da con más ruido y con más amplitud que nunca;
pero el ser se ha retirado de él (...) Entonces se ha iniciado la
decadencia.(...).
La
limitación del sentido del “ser” se mantiene dentro del ámbito de
la presencia y de lo que tiene el carácter de estar-ante, de la consistencia
y de la subsistencia (...) Piensa el ser en el sentido de presencia
constante (...) Aquello hacia lo cual tenemos que volvernos de antemano,
en toda actitud de aprehensión y elaboración de algo, tiene constate
presencia. Constantemente presente es aquello hacia lo cual tenemos
que recurrir en todo logos, en todo enunciar, como a lo que
desde siempre es preyacente: el hipokéimenon» (Introducción
a
la Metafísica,
Buenos Aires, Nova, 1980, pp. 99-100 y 227-228).
10.2.
Las tres fases fundamentales
«[1.Premodernidad
(iniciada en Platón y Aristóteles)] La pýysis llega a ser idea (...); la verdad, conformidad. El logos se convierte en enunciación,
en el sitio de la verdad, entendida como conformidad, en origen de
las categorías, en principio de las posibilidades de ser. “Idea” y
“categoría”, son en lo futuro, los dos títulos a que se somete el
pensar, el hacer y el estimar occidentales; (...) significa una decadencia
del comienzo inicial (...).
[2.
Modernidad. Metafísica de la subjetividad] El hipokéimenon constituye el antecedente de la ulterior interpretación del ente como
objeto. La percepción (...) se acepta por el logos, en sentido de
la enunciación (...) Semejante modo de explicar enunciativo (...)
constituye la determinación esencial del entendimiento, en el sentido
del representar judicativo. La percepción llega a ser entendimiento;
la percepción llega a ser razón. (...)
[3.
Técnica. Mundo contemporáneo] Tan pronto como la razón del hombre
se adjudica el predominio, poniéndose incluso como absoluta, el ser
del ente tendrá que ser pensable en el pensar puro de la matemática.
En la técnica moderna, estructurada matemáticamente (...), el ser,
así calculable y puesto en el ámbito del cálculo, convierte al ente
en lo susceptible de ser dominado» (Introducción a
la
Metafísica, Buenos Aires, Nova, 1980, pp. 223 y 228; Cfr. pp. 219-230).
10.3.
La metafísica de la presencia como onto-teo-logía
«Cuando
la metafísica piensa lo ente desde la perspectiva de su fundamento,
que es común a todo ente en cuanto tal, entonces es lógica en cuanto
onto-lógica. Pero cuando la metafísica piensa lo ente como tal en
su conjunto, esto es, desde la perspectiva del ente supremo que todo
lo fundamenta, entonces es lógica en cuanto teológica. (...) La metafísica
es al mismo tiempo y unitariamente, ontología y teología» (“La constitución
onto-teo-lógica de la metafísica”, en Identidad y diferencia,
Barcelona, Anthropos, 1988, p. 151).
10.4.
Superación de
la Metafísica como rememoración (Andenken)
[Aclaración.
La superación de
la
Metafísica implica una rememoración (Andenken) de lo acontecido
en
la Metafísica, de manera que pueda
ser experienciado lo impensado por ella, la diferencia óntico-ontológica.
Ello ocurre como por efecto de un contragolpe en virtud del cual lo
que era pensado en exclusividad (el ente) se experimenta en su ocaso,
deja de ser lo más propio:]
«Esta
rememoración experiencia el acaecimiento propio único de la de-propiación
del ente, en la cual se despeja la menesterosidad de la verdad del
ser y de este modo también la inicialidad de la verdad» (“Superación
de
la Metafísica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal,
1994,, IX, p. 70).
10.5.
La Metafísica moderna de la subjetividad
La
Metafísica ha entendido el ser como constante asistencia, como lo
que subyace siempre (Hipokéimenon, subiectum). Para
la modernidad, ese subiectum es el ego cogito:
«La
metafísica de
la Modernidad (...) busca lo incondicionadamente
indudable, lo cierto (...), esto es, mantener algo firme y estable.
Esto estable, en cuanto objeto, le resulta satisfactorio a esa esencia,
que reina desde antiguo, de lo ente en cuanto eso que permanentemente
se presenta, que subyace siempre en todas partes (hipokéimenon,
subiectum). También Descartes, como Aristóteles, pregunta por el hipokéimenon.
(...) [E]ncuentra el ego cogito en cuanto eso permanentemente
presente. Así es como el ego sum se convierte en subiectum» (“La frase
de Nietzsche Dios ha muerto” (1943) , en Caminos del bosque,
Madrid, Alianza, 1998, p. 178). [Ver, más abajo, la inclusión de Nietsche
en esta fase de
la Metafísica, según Heidegger]
[11]
LA TÉCNICA, CONSUMACIÓN DE
LA
METAFÍSICA
11.1.
Gestación de la técnica en la metafísica moderna de la subjetividad
[Idea
central. En la medida en que
la Metafísica piensa el ser como fundamento,
queda embarcada en un proceso de aseguramiento. El fundamento
debe ser lo más fundado, lo más seguro. Es así como emerge el sentido
de la modernidad. El aseguramiento alcanza mayor fuerza cuando aparece,
desde el prisma de la autorreflexión, como certitudo. Pero
este autoaseguramiento del fundamento en la certeza implica un aseguramiento
de lo ente: el respecto del hombre con el mundo es el de un Vor-stellen,
un poner el hombre al mundo como objeto. En ese poner asegurador el
sujeto pone el ser a su disposición. Esto es lo que se consuma en
la técnica (Cfr. “Superación de
la Metafísica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal,
1994, §§ IV-VII)]
11.2.
El sentido de la comprensión técnica del mundo
La
técnica misma es un modo de desocultamiento del ser (Cfr. “La
pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona,
Serbal, 1994, pp. 23-25) ¿Qué
tipo de desocultamiento? Es un desocultamiento en el cual:
a) Lo existente se aprehende como “existencias” (Bestand),
es decir como lo que está puesto a disposición del hombre, o, de otro
modo, lo que sólo sirve para su “uso”.
«La
esencia de la técnica moderna pone al hombre en camino de aquel hacer
salir de lo oculto por medio del cual lo real y efectivo, de un modo
más o menos perceptible, se convierte en todas partes en existencias.
(...). Desde el momento en que lo no oculto aborda al hombre, no ya
siguiera como objeto, sino exclusivamente como existencias, y desde
el momento en que el hombre, dentro de los límites de lo no objetual,
es ya sólo el solicitador de existencias, entonces el hombre anda
al borde de despeñarse, de precipitarse allí donde él mismo va a ser
tomado sólo como existencia. Sin embargo, precisamente este hombre
que está amenazado así se pavonea tomando la figura del señor de la
tierra» (“La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos,
Barcelona, Serbal, 1994, pp. 23-25).
b) La
acción se transforma en usura
«El
consumo del ente, como tal y en su decurso, está determinado por el
equipamiento en el sentido metafísico, algo por medio de lo cual el
hombre se hace “señor” de lo “elemental”. El consumo incluye el uso
reglado del ente, que se convierte en oportunidad y materia para realizaciones
y para la intensificación de éstas. Este uso se utiliza en beneficio
del equipamiento. Pero en la medida en que éste va a parar a la incondicionalidad
de la intensificación y del aseguramiento de sí y tiene realmente
como meta la ausencia de metas, este uso es usura (...)» (“Superación
de
la Metafísica”,
en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, p. 67).
c) El hombre, por su parte, se experimenta a sí mismo orientado compulsivamente a la comprensión de lo real como existencias y a la usura,
pues al convertir al ser en “existencias” lo ha vaciado; ha de llenar
ese vacío incesantemente, lo cual, por otra parte, es la forma en
la que la voluntad de voluntad se pone en marcha como insaciable sujeto
de todo:
«La
usura de todas las materias, incluida la materia prima “hombre”, para
producir técnicamente la posibilidad incondicionada de producirlo
todo, está determinada en lo oculto por el vacío total en el que está
suspendido el ente, las materias de lo real. Este vacío tiene que
ser llenado, pero como el vacío del ser, sobre todo cuando no puede
ser experienciado como tal, nunca es posible llenarlo con la plenitud
del ente, para escapar a él sólo queda organizar el ente de un modo
incesante sobre la permanente posibilidad de la ordenación como forma
del aseguramiento del actuar. Vista desde esta perspectiva, la técnica,
por estar referida sin saberlo al vacío del ser, es la organización
de la carencia. Dondequiera que falte ente —y para la voluntad de
voluntad que se afirma cada vez más siempre falta— la técnica tiene
que salir al quite recambiando lo que falta y consumiendo materia
prima. Pero en realidad el “recambio” y la producción en masa de estas
piezas de recambio no son un recurso pasajero sino la única forma
posible como la voluntad de voluntad, el aseguramiento total “sin
fisuras” del ordenamiento del orden, se mantiene en marcha y de este
modo puede ser “ella misma” como “sujeto” de todo» (“Superación de
la Metafísica”, en Conferencias
y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, p. 70).
d) Este
modo de acontecimiento lo ha llamado Heidegger “Ge-stell”:
«Aquella
interpelación que provoca, que coliga al hombre a solicitar lo que
sale de lo oculto como existencias, lo llamaremos la estructura
de emplazamiento (Ge-stell)» [“La pregunta por la técnica”,
en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, p. 21].
«Ge-stell (estructura de emplazamiento) significa lo coligante
de aquel emplazar que emplaza al hombre, es decir, que lo provoca
a hacer salir de lo oculto lo real y efectivo en el modo de un solicitar
en cuanto un solicitar de existencias» (Ibid., p. 22).
Pedro
Cerezo, con buen tino, prefiere traducir Ge-stell como “dis-positivo”,
tal vez porque este término expresa mejor la unidad entre lo real
como lo dis-puesto por el hombre (puesto a su disposición)
y la compulsión del propio hombre al dominio de lo real como un dis-poner (Cfr. Cerezo, P., “Metafísica, técnica y humanismo”, en Navarro
Cordón/Ramón Rodríguez (eds.), Heidegger o el final de la filosofía,
Madrid, Editorial Complutense, 1993, pp. 59-92; pp. 65 s.).
11.3.
Expresiones de la comprensión técnica del mundo
Algunas de las expresiones de la comprensión técnica del mundo
son lo que Heidegger llama “huida de los dioses”, el subjetivismo
en el arte y la conversión de la “investigación” en “empresa” (V.
“La época de la imagen del mundo” (1938), en Heidegger, M., Caminos
del bosque, Madrid, Alianza, 1995, pp. 63-91)
11.4.
La técnica como “consumación” de
la Metafísica y como “máximo peligro”
[Textos de
referencia clave: “Superación de la metafísica”, loc. cit., XXV-XXVIII
y "La
pregunta por la técnica",
loc. cit., pp. 24 ss]. He aquí una extrema síntesis:
Ese modo
del desocultamiento de la técnica posee, al menos, dos rasgos que
lo convierten en el máximo peligro (extremo olvido del ser):
a) Abandono
del ser y penuria.
En la técnica el hombre mismo es sojuzgado como un objeto más y como
materia prima (Cfr. “Superación de la metafísica”, XXV, p.
82; XXVI, p. 83 y 85). Esto es sólo una manifestación de algo más
sustancial: que en la técnica el hombre, impelido compulsivamente
por la voluntad de voluntad, se siente complacido. No sólo ha olvidado
el ser, sino que existe como si no lo necesitase en absoluto. Esto
significa abandono del ser (Seinverlassenheit).
Al mismo tiempo, en su autosuficiencia, el hombre no experimenta su
penuria (que es la más profunda de las penurias) [Cfr. “Superación
de la metafísica”, loc. cit., XIV y XV]
En
este sentido la técnica es el máximo peligro porque amenaza con negarle
al hombre la posibilidad misma de experimentarse alguna vez como interpelado
(lo que constituiría una completa narcosis, un olvido del olvido
mismo):
«El
dominio de la estructura de emplazamiento amenaza con la posibilidad
de que al hombre le pueda ser negado entrar en un hacer salir lo oculto
más originario, y de que de este modo le sea negado experienciar la
exhortación de una verdad más inicial. Así, pues, donde domina la
estructura de emplazamiento, está, en su sentido supremo, el peligro»
(“La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos,
Barcelona, Serbal, 1994, p. 30)
Pedro
Cerezo aclara del modo siguiente el sentido de este abandono del
ser en cuanto penuria. La penuria posee un sentido originario.
Indica
«tanto
la necesidad que el Dasein tiene del ser en cuanto ek-sistencia
o apertura a su verdad, como la que el ser mismo tiene del Dasein como su medio de revelación. La penuria es, pues, la experiencia de 'lo
que hace falta' y lo que se echa en falta, del mutuo necesitar (brauchen) de
la apropiación (Er-eignis)» (Cerezo, P., “Metafísica, técnica
y humanismo”, loc. cit., p. 79).
La
penuria de la técnica es no experimentar el sentido originario de
la penuria:
«Su
penuria (Not) es precisamente su ‘ausencia de penuria’ (Not-losigkeit),
el encubrimiento de su propio vacío-de-ser en la exuberancia de lo
disponible y lo ya dispuesto, y la invasión de lo nuevo y lo por llegar.
No se advierte entonces 'lo que hace falta' (Brauch), a saber,
el reconocimiento del hombre como medio indispensable en el destino
(Ge-schick) de la de-ocultación (Un-verborgenheit)»
(Ibid., p. 78).
b) La
técnica como compulsión a lo esencialmente imposible.
La técnica es un abandono del ser, no sólo pasivamente, sino de un
modo activo: al querer prescindir del ser en cuanto ocultamiento va contra la esencia misma del ser. Pero esto es querer lo imposible:
«El abedul no va nunca más allá de aquello que
para él es posible. El pueblo de las abejas habita en lo que le es
posible. Sólo la voluntad, que por todos lados se instala en la técnica,
zamarrea a la tierra, estragándola, usándola abusivamente y cambiándola
en lo artificial. Obliga a la tierra a ir más allá del círculo de
lo posible, tal y como ha crecido en torno a ella, la obliga a aquello
que ya no es lo posible y por tanto es lo imposible» (“Superación
de
la Metafísica”, en Conferencias
y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, p. 88)
Comentario.
La esencia de la técnica, dice Heidegger, es la propensión a convertir
todo en disponible. El ser es indisponible porque se oculta. La voluntad
de hacer disponible lo indisponible es la esencia de la técnica: hacer
salir lo oculto y ponerlo enfrente como objeto. Por eso dice Heidegger
que
la Ge-stell
«empuja
hacia un respecto que está dirigido en el sentido opuesto a aquello
que es. (...) La esencia de la técnica, como un sino del hacer salir
lo oculto, es el peligro» (“La pregunta por la técnica”, en Conferencias
y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, p. 29; Cfr. pp. 26-29).
11.5.
En ningún caso la superación de la técnica coincide con la reivindicación
de un mundo sin instrumentos
En
cualquier caso, el pensar esencial, que ha de minar
la Metafísica de
la Técnica desde su interior y promover
un nuevo comienzo, no puede ser entendido como una reivindicación
de un mundo sin instrumentos. Es éste un prejuicio habitual erigido
contra Heidegger.
Hay
que tener en cuenta que la concepción heideggeriana de la técnica
no es “antropológica”, no se dirige al hecho de fabricar instrumentos
y usarlos. En ese sentido, el
pensar esencial reclama del hombre un modo muy peculiar de habérnoslas-con el mundo tecnificado que nos envuelve. Lo ha denominado Heidegger serenidad. No puedemos reprimir reproducir aquí lo más esencial
al respecto, reuniendo extractos extraídos de:
Martin Heidegger, Serenidad, Barcelona, Serbal, 1989 (ed.
orig.: 1959). pp. 24-29 (El subrayado es nuestro).
«En el verano
de este año de 1955 volvió a tener lugar de nuevo en Lindau el encuentro
internacional de los premios Nobel. En esta ocasión, el químico norteamericano
Stanley dijo lo siguiente: “Se acerca la hora en que la vida estará
puesta en manos del químico, que podrá descomponer o construir, o
bien modificar la sustancia vital a su arbitrio”. Se toma nota de
semejante declaración. Se admira incluso la audacia de la investigación
científica y no se piensa nada al respecto. Nadie se para a pensar
en el hecho de que aquí se está preparando, con los medios de la técnica,
una agresión contra la vida y la esencia del ser humano, una agresión
comparada con la cual bien poco significa la explosión de la bomba
de hidrógeno. Porque precisamente cuando las bombas de hidrógeno no
exploten y la vida humana sobre
la
Tierra esté salvaguardada será cuando, junto con la era atómica, se
suscitará una inquietante transformación del mundo.
Lo verdaderamente inquietante, con todo, no es que, el mundo se tecnifique
enteramente. Mucho más inquietante es que el ser humano no esté preparado
para esta transformación universal; que aún no logremos enfrentar
meditativamente lo que propiamente se avecina en esta época. Ningún
individuo, ningún grupo humano ni comisión, aunque sea de eminentes
hombres de estado, investigadores y técnicos, ninguna conferencia
de directivos de la economía y la industria pueden ni frenar ni encauzar
siquiera el proceso histórico de la era atómica. Ninguna organización
exclusivamente humana es capaz de hacerse con el dominio sobre la
época. Así, el hombre de la era atómica se vería 1ibrado, tan
indefenso como desconcertado, a la irresistible prepotencia de la
técnica. Y efectivamente lo estaría si el hombre desistiera de poner
en juego un juego decisivo, el pensar meditativo frente al pensar
meramente calculador. (...) El pensamiento meditativo requiere
de nosotros que no nos quedemos atrapados unilateralmente en una representación,
que no sigamos corriendo por una vía única en una sola dirección.
El pensamiento meditativo requiere de nosotros que nos comprometamos
en algo (einlassen) que, a primera vista, no parece que de
suyo nos afecte.
Hagamos la prueba. Para todos nosotros, las instalaciones, aparatos
y máquinas del mundo técnico son hoy indispensables, para unos en
mayor y para otros en menor medida. Sería necio arremeter ciegamente
contra el mundo técnico. Sería miope querer condenar el mundo técnico
como obra del diablo. Dependemos de los objetos técnicos; nos
desafían incluso a su constante perfeccionamiento. Sin darnos cuenta,
sin embargo, nos encontramos tan atados a los objetos técnicos, que caemos en relación de servidumbre con ellos. Pero también podemos
hacer otra cosa. Podemos usar los objetos técnicos, servirnos de ellos
de forma apropiada, pero manteniéndonos a la vez tan libres de ellos
que en todo momento podamos desembarazarnos (loslassen) de
ellos. Podemos usar los objetos tal como deben ser aceptados. Pero
podemos, al mismo tiempo, dejar que estos objetos descansen en sí,
como algo que en lo más íntimo y propio de nosotros mismos no nos
concierne. Podemos decir “sí” al inevitable uso de los objetos
técnicos y podemos a la vez decirles “no” en la medida en que rehusamos
que nos requieran de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan
y, finalmente, devasten nuestra esencia.
Pero sí decimos
simultáneamente “sí” y “no” a los objetos técnicos, ¿no se convertirá
nuestra relación con el mundo técnico en equívoca e insegura? Todo
lo contrario. Nuestra relación con el mundo técnico se hace maravillosamente
simple y apacible. Dejamos entrar a los objetos técnicos en nuestro
mundo cotidiano y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los
dejamos descansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto,
sino que dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar
esta actitud que dice simultáneamente “sí” y “no” al mundo técnico
con una antigua palabra:
La Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas. Con esta actitud
dejamos de ver las cosas tan sólo desde una perspectiva técnica.
Ahora empezamos a ver claro y a notar que la fabricación y utilización
de máquinas requiere de nosotros otra relación con las cosas que,
de todos modos, no está desprovista de sentido (sinn-los).
Así, por ejemplo, la agricultura y la agronomía se convierten en industria
alimenticia motorizada. Es cierto que aquí —así como en otros ámbitos—
se opera un profundo viraje en la relación del hombre con la naturaleza
y el mundo. Pero el sentido que impera en este viraje es cosa que
permanece oscura. Rige así en todos los procesos técnicos un
sentido que reclama para sí el obrar y la abstención humanas (Tun
und Lassen), un sentido no inventado ni hecho primeramente por
el hombre. No sabemos qué significación atribuir al incremento
inquietante del dominio de la técnica atómica. El sentido del mundo
técnico se oculta. Ahora bien, si atendemos, continuamente y en
lo propio, al hecho de que por todas partes nos alcanza un sentido
oculto del mundo técnico, nos hallaremos al punto en el ámbito de
lo que se nos oculta y que, además, se oculta en la medida en que
viene precisamente a nuestro encuentro. (...)
De momento, sin embargo, no sabernos por cuánto tiempo el hombre
se encuentra en una situación peligrosa ¿Por qué? ¿Sólo porque podría
de pronto estallar una tercera guerra mundial que tuviera como consecuencia
la aniquilación completa de la tierra y la destrucción de la humanidad?
NO. (...) (Extraña afirmación! Extraña, sin duda, pero sólo mientras no reflexionemos
sobre su sentido. (...) ¿Qué gran peligro se avecinaría entonces? Entonces, junto a la más alta y eficiente sagacidad del cálculo que
planifica e inventa, coincidiría la indiferencia hacia el pensar (...), una total ausencia de pensamiento».
[12]
LA INSERCIÓN DE NIETZSCHE EN
LA
HISTORIA DE
LA
METAFÍSICA
Texto relevantes: “La frase de Nietzsche 'Dios ha muerto'”(1943)
en Caminos del bosque, Alianza, 1995, pp. 157-198; “Superación
de
la Metafísica”, en Conferencias
y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, X-XXII.
Reconstruimos
dos tesis centrales:
a)
La teoría nietzscheana de la voluntad de poder consuma la moderna
metafísica de la subjetividad porque es voluntad de autoaseguramiento
y aseguramiento (es la clave ontológica de la certeza cartesiana).
«En
la medida en que la voluntad de poder dispone a modo de valor necesario
la conservación, es decir, el aseguramiemto de sí misma, también justifica
el aseguramiento de todo lo ente. (...) Así, según el juicio de Nietzsche,
la certeza (...) sólo se encuentra verdaderamente fundamentada en
la voluntad de poder (...). Esto evidencia en qué medida en la teoría
de Nietzsche de la voluntad de poder en cuanto “esencia” de todo lo
efectivamente real, se consuma la moderna metafísica de la subjetividad»
(“La frase de Nietzsche 'Dios ha muerto'”(1943) en Caminos del
bosque, Alianza, 1995, p. 178).
b)
La voluntad de poder no admite ninguna meta que no sea la de su propio
quererse. Es voluntad de voluntad. De ese modo, constituye
la clave de la voluntad técnica de dominio: el valorar (que es el
medio de la voluntad de poder) es un afianzar la seguridad del
poder y, así, un poner lo ente y hacerlo disponible.
«La
voluntad de voluntad se impone como formas fundamentales de su aparecer
el cálculo y la organización de todo, pero esto sólo para asegurarse
a sí misma, de tal forma que pueda seguir de modo incondicionado»
(“Superación de
la Metafísica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal,
1994, X, p. 71).
[13]
LA CUESTIÓN DEL NIHILISMO
13.1.
El ser y la nada
Entre ser
y nada existe una copertenencia en dos sentidos
13.1.a.
Copertenencia ser-nada desde la experiencia de la angustia
Lo más provocador del temprano
ensayo “¿Qué es metafísica?” (1929) radica en que intenta mostrar
que es la experiencia de la nada la que nos abre a la experiencia
del ser. Expresado de un modo
máximamente conciso. La nada no es la negación lógica de lo ente.
Es la experiencia (siempre tácita en la existencia, pero emergente
explícitamente en la experiencia de la angustia) de un radical extrañamiento
ante el ente en total. Pues bien, este extrañamiento:
i)
pensado en su esencia, es el que se expresa en la pregunta radical
de la metafísica: “por qué hay ente y no más bien nada?” (“¿Qué es
Metafísica?”, en Hitos, Madrid, Alianza, 2000, p. 108). Esta
pregunta no interroga por una causa entitativa de todo lo real, sino
que, por sí misma y en su carácter irrebasable, revela que no hay
razón entitativa o fundamento para el ser. Ser es, pues, nada como Ab-grund.
ii)
es el que nos abre a la experiencia que es “la maravilla de las maravillas”:
que el ente es (de que es ente y no nada). [En el Epílogo
de 1943 aclara H.: “De entre todos lo entes, el hombre es el único
que, siendo interpelado por la voz del ser, experimenta la maravilla
de las maravillas: que lo ente es. Así pues, el que, en su
esencia, es llamado a la verdad del ser está ya siempre y por eso
mismo determinado de un modo esencial. El claro valor para la angustia
esencial garantiza la misteriosa posibilidad de la experiencia del
ser (...)” (Hitos, p. 254)]
«La
esencia de nada, cuyo carácter originario es desistir reside en que
ella es la que conduce por primera vez al ser-ahí ante lo ente como
tal» (“¿Qué es Metafísica?”, en Hitos, Madrid, Alianza, 2000,
p. 102)
En
definitiva: el ser se descubre como nada y ésta como fuente de todo
ser:
«La
nada no es ya este vago e impreciso enfrente del ente, sino
que se nos descubre como perteneciendo al ser mismo del ente.
(...) Ser y nada se copertenecen mutuamente, pero no porque desde
el punto de vista del concepto hegeliano del pensar coincidan las
dos en su intdeterminación e inmediatez, sino porque el propio ser
es finito en su esencia y sólo se manifiesta en la trascendencia de
ese Dasein que se mantiene fuera, que se arroja a la nada (...). Entonces,
la antigua frase: ex nihilo nihil fit, encierra otro sentido
que afecta al problema mismo del ser y que reza así: ex nihilo
omne ens qua ens fit. Lo ente en su totalidad sólo llega a sí
mismo en la nada del Dasein de acuerdo con su posibilidad más propia,
es decir, de modo finito» (“¿Qué es Metafísica?”, en Hitos, Madrid, Alianza, 2000, p. 106)
13.1.b. La
copertenencia ser-nada pensada desde el ser mismo: la nada como ocultamiento
necesario
«El
ser es lo más fiable, lo que nunca nos intranquiliza (...) Y sin embargo,
el ser no nos ofrece un fundamento y un suelo como el ente, al cual
nos volvemos, sobre el cual construimos y al cual nos atenemos. El
ser es el decir-no [Absage] a ese papel de fundación, recusa
[versagt] todo lo fundante, es abismal [ab-gründig]»
(Nietzsche II, Barcelona, Destino, 2000, p. 203).
13.2.
Definición de nihilismo
El término nihilismo posee dos acepciones, una positiva (la
copertenencia entre ser y nada) y otra negativa (el olvido del ser
de
la Metafísica,
la conversión, a manos del Metafísica de
la Presencia, del ser en pura nulidad).
La nada inherente al ser es productiva, creativa. Lo que llama H. nihilismo propio es esta dimensión creadora de la nada:
«La
esencia del nihilismo propio es el ser mismo en el permanecer fuera
(Ausbleiben) de su desocultamiento, el cual, en cuanto suyo,
es Él mismo y determina, en el permanecer fuera, su es» (Nietzsche
II, Barcelona, Destino, 2000, p. 289).
Por
el contrario, el nihilismo impropio consiste en la des-atención
o el dejar fuera (Auslassen) el acontecimiento de la sustracción
o del permanecer fuera (Aus-bleiben). Esto es lo que ocurre
en
la Metafísica de
la
Presencia:
«Pero
en la medida en que en la metafísica acontece este permanecer fuera,
esto que es lo propio (Eigentliche) no es admitido como lo
propio del nihilismo. Por el contrario, precisamente en el pensar
de la metafísica se deja fuera el permanecer fuera en cuanto tal,
de manera tal que la metafísica deja fuera también este dejar fuera
como acción propia suya» (N., II, 293).
En
la historia de la metafísica el nihilismo propio acontece en
la impropiedad de sí mismo (ésta es la paradoja) . El nihilismo
propio, en tanto que acontece en la metafísica y como metafísica,
“no es lo propio” o, lo que es lo mismo, “acontece en la impropiedad
de sí mismo” (N, II, 293). De este modo requiere una superación de
la metafísica para encontrar el sentido propio del nihilismo como
sustracción . “La plena esencia del nihilismo (concluye H) es la unidad
originaria de lo que le es propio y lo que le es impropio” (N. II,
293).
13.3.
Dos modos de superar el nihilismo
El
nihilismo disuelve el ser en la nada como vacía nulidad. Desde un
primer punto de vista, superar el nihilismo implicaría pensar la nada
como perteneciente al ser y como un fenómeno productivo. Se trata
de plantear expresamente la pregunta por el ser.
«Penetrar
expresamente hasta los límites de la nada —al preguntar por
el ser— e incluirla en la pregunta ontológica es (...) el primer y
único fecundo paso para una verdadera superación del nihilismo» (Introducción
a
la Metafísica, p. 238).
El
nihilismo, en sentido impropio, es, por otro lado, y al mismo tiempo,
el modo en que
la
Metafísica se comporta respecto al ocultamiento del ser. La esencia
nihilista de esa Metafísica es el “dejar fuera” (Auslassen)
al acontecimiento del “permanecer fuera” (Ausbleiben) [N.,
II, 293]. Superar el nihilismo, desde esta perspectiva, no implica
ahora pensar de modo directo la diferencia óntico-ontológica y el
ser como ocultamiento, sino “superar la metafísica” de modo mediado,
desde su interior. Este cauce es el que hemos descrito como superación
de
la Metafísica de
la Presencia a través de la rememoración (Andenken).
13.4. Superar
el nihilismo implica, en último término, experimentar su consumación
(en
la
Metafísica de
la
Presencia como técnica).
Y es que tal vez no se pueda superar la metafísica más que experimentando
el máximo peligro. Lo propio sólo puede ser abierto en la medida en
que la metafísica se hace cargo de la máxima impropiedad. La superación
de la metafísica implica, así, pensar la metafísica en su consumación:
«
La Metafísica, en todas sus figuras y en todos sus niveles históricos
es una única fatalidad [Verhängnis: horizonte inevitable].
(...) Pero esta fatalidad, que debe ser pensada desde el punto de
vista de la historia del ser, es necesaria porque el ser mismo sólo
puede despejar en su verdad la diferencia entre ser y ente que está
resguardada en él, si esta diferencia misma acaece de un modo propio.
Pero ¿cómo puede hacer esto sin que antes el ente no haya entrado
en el extremo olvido del ser?» (“Superación de
la Metafísica”, en Conferencias
y artículos, Barcelona, Serbal, 1994, VIII, p. 69)
Esta
consumación de
la
Metafísica es
la Metafísica en cuanto técnica (Ibid., X, p. 72). Resuenan aquí
los versos de Hölderlin que Heidegger introduce en su meditación sobre
la esencia técnica de nuestra época:
«Pero
donde está el peligro, crece /también lo que salva» (“La pregunta
por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal,
1994, p. 31).
Ahora bien,
la consumación de
la
Metafísica no hace más que llevar a cumplimiento lo que estaba ya
al comienzo de ésta y la recorre como su necesidad inmanente. Pensar
la consumación coimplica, en cuanto paso atrás, rememorar el
comienzo. Este comienzo es el carácter ontoteológico de la metafísica
(“La constitución onto-teo-lógica de la metafísica”, en Identidad
y diferencia, Barcelona, Anthropos, 1988, p 119), a condición
de que no lo interpretemos como un comienzo en la historia, como una
vuelta a los pensadores más antiguos (Cfr. Ibid., p. 117) y
de que no entendamos el paso del comienzo a la consumación de modo
dialéctico, como la historia de una progresiva Aufhebung (Cf.
Ibid., pp. 109-11). El comienzo de la metafísica ha de ser entendido
ante todo como el espacio más originario que instaura o inicia la
esencia de la metafísica. Como tal, rige, de hecho, en la tradición
desde su comienzo histórico, pero “está siempre por delante de ella”
(Cfr. Ibid., p. 111).
[14]
EL NUEVO COMIENZO Y EL PENSAR ESENCIAL
[Textos
clave: “El final de la filosofía y la tarea del pensar”, en Sartre,
Heidegger/otros, Kieerkegaard vivo, Madrid, Alianza, 1968); "Hacia
la pregunta por el ser”, en Acerca del nihilismo, Paidós, Barcelona,
1999 (Hay otra traducción en Hitos, Madrid, Alianza, 2000);
aquí el título es: “acerca de la cuestión sobre el ser”)]
La
cuestión clave puede ser contextualizada del modo siguiente: habiendo
sido esclarecido hasta ahora que la metafísica y el nihilismo (en
sentido impropio) han alcanzado en el presente el momento de su “consumación”, es necesario preguntarse por el futuro del pensar desde esa situación “final”, lo cual implica aclarar con mayor detenimiento
el sentido de dicho “final” (consumación). Comenzamos por la segunda
de las problemáticas planteadas.
14.1.
“Final” como “lugar” de una experiencia de “consumación”
Heidegger
no entiende “final” como término puntual (en un sentido extensivo)
de un proceso, sino como un espacio de experiencia (en un sentido intensivo) en el que las posibilidades de la metafísica, incoadas
desde el inicio, alcanzan una especie de plenitud expresiva (¿realizativa?):
«"Final
de la filosofia" significa el acabamiento de la metafísica. (...) La antigua significación
de la palabra alemana Ende (final) es la misma que la de la
palabra Ort (lugar) [...] El final de la filosofía es el lugar
—el lugar en que el todo de su historia se reconcentra en su posibilidad
más extrema—. Acabamiento significa esta reconcentración en un solo
lugar» (“El final de la filosofía y la tarea del pensar”, en Sartre,
Heidegger/otros, Kieerkegaard vivo, Madrid, Alianza, 1968,
p. 132).
14.2.
La tarea del pensar, la de superar el nihilismo (en sentido impropio),
consiste en “preparar” la superación (en cuanto “Verwindung”:
torsión) de
la Metafísica
Posee un sentido provisional: preparar el advenimiento de una
nueva “posibilidad” que supere el nihilismo técnico (del que ya sabemos
que es metafísica consumada):
«[La
tarea del pensar] tiene el sentido de una preparación y no de una
fundación. Le basta con hacer despertar una disponibilidad del hombre
para algo posible, cuyo perfil permanece oscuro y cuyo advenimiento
resulta incierto. Piénsese aquí en la posibilidad de que la civilización
mundial, que no ha hecho más que comenzar, deje atrás un día la configuración
cuyo signo técnico, científico e industrial lleva, como la única medida
de una estancia del hombre en el mundo (...)» (“El final de la filosofía
y la tarea del pensar”, en Sartre, Heidegger/otros, Kieerkegaard
vivo, Madrid, Alianza, 1968, pp. 136-137).
El
advenimiento de una nueva posibilidad, superar el nihilismo, no tiene
sentido como trans lineam (como piensa Jünger), es decir, como
un “pasar más allá” de una supuesta línea que nos separa del verdadero
ser. Razón fundamental de ello: no podemos pensar la superación como
un paso desde la caída en la nada (nada negativa, vacía) a una situación
en la que el ser es traído a presencia del hombre. Ello implicaría
comprender (erróneamente) a la nada como exógena respecto al
ser y, además, creer que el hombre puede colocarse frente al
Ser, cuando en realidad, ser y nada se copertenecen y el hombre pertenece
ya a dicha unidad ser-nada.
«Igual
que el ser [con aspa], así tendría también que ser escrita, es decir,
pensada,
la Nada. Importa aquí: a
la
Nada pertenece, no como aditamento, la esencia humana que recuerda.
(...) entonces el hombre no sólo está afectado por el nihilismo, sino
que participa esencialmente de él. Pero entonces tampoco está toda
la 'consistencia' humana en algún lugar más acá de la línea, para luego cruzarla y establecerse
más allá de ella en el Ser. (...) En ningún caso es la línea, pensada
como signo de la zona del nihilismo consumado, aquello que está frente
al hombre como algo rebasable. Pero entonces también cae la posibilidad
de un trans lineam y de su cruce» ("Hacia
la pregunta por el ser”, en Acerca del nihilismo, Paidós, Barcelona,
1999, p. 109).
[Comentario.
El hombre no puede superar “a voluntad” o por medio de una simple
“decisión subjetiva” la situación del nihilismo consumado. Una tal
superación sólo podría tener lugar como un acontecimiento del ser
mismo, un acontecimiento en el que el hombre fuese convocado por el
ser a morar en “otro lugar” distinto al del nihilismo (en sentido
impropio). A esa superación como acontecimiento mismo del ser es a
la que llama Heidegger, en “Superación de la metafísica” (Conferencias
y artículos, Odós, Barcelona. Cfr. pp. 63-64), “torsión” (Verwindung). Un “ir más allá”
sólo puede ser pensado como “torsión” en el sentido indicado, la cual
abriría un “lugar” en el que el hombre, habiendo rebasado el olvido
del ser, re-encuentra el modo más propio de su existencia.
Pues
bien, dado que el hombre no puede provocar arbitrariamente, como decimos,
la torsión, tiene que contentarse con algo “provisional”, a
saber, con la preparación del camino que conduce a que ella “acontezca”.
Ese camino es el de la rememoración de la historia nihilista de la
metafísica. Por eso dice Heidegger:]
«(...)
en lugar de querer superar [en cuanto Verwindung] el
nihilismo tenemos que intentar primero entrar en su esencia.
La entrada en su esencia es el primer paso por el que dejamos tras
de nosotros el nihilismo. El camino de esta entrada tiene la dirección
y la índole de una retirada [mejor: retroceso: Rückkehr] (...)
El hacia atrás nombra aquí la dirección hacia aquella posición (el
olvido del Ser) desde la que recibe y mantiene ya la metafísica su
origen» ("Hacia
la pregunta por el ser”, en Acerca del nihilismo, Paidós, Barcelona,
1999, p. 123. El surbrayado es nuestro)
[Aclaración.
¿Por qué ha de ser así?
Porque mediante este pensar rememorante, que pone en obra la superación
(en cuanto Überwindung) de
la Metafísica, se accede a lo impensado
de
la Metafísica, es decir, al acontecimiento del ser (que ha sido olvidado).
Recuperado el nexo propio hombre-ser, se supone, acontecerá
la Werwindung]
14.3.
El pensar (esencial) posee la forma de un acontecimiento
No es sistema,
no es construcción teórica.
Lo
digno de ser pensado —dice Heidegger—, el decir del pensar, «no es
la expresión del pensar, sino él mismo, su paso y cántico» (AHacia
la pregunta por el ser”, en Acerca del nihilismo, Paidós, Barcelona,
1999, p. 125).
14.4. Es
un pensar en el que se reúnen “apelación” y “escucha”
La
superación de la metafísica de la presencia, y del nihilismo
en sentido impropio, no puede hacerse a voluntad (como hemos visto
más arriba). La superación misma sólo puede ocurrir como acontecimiento
del ser. A ello nos reclama, según Heidegger, el ser mismo:
«[A
este pensar] le basta con hacer despertar una disponibilidad del hombre
para algo posible, cuyo perfil permanece oscuro y cuyo advenimiento
resulta incierto. (...)». Hay que dejar atrás la metafisica técnica
«a partir de la disponibilidad de los hombres para un destino para
el cual no deja de llegar a nosotros, los hombres, en el corazón de
una partida no detenida aún, y se la oiga, una llamada» (“El final
de la filosofía y la tarea del pensar”, en Sartre, Heidegger/otros, Kieerkegaard vivo, Madrid, Alianza, 1968, p. 137).
Es
necesario apreciar aquí que el ser se manifiesta como Geschick (destinación) en la medida en que el hombre lo escucha y se abre a
la interpelación. La responsabilidad del pensar es la de mantener
viva la capacidad de escucha. Por
eso, cuando Heidegger se pregunta cómo será que salgamos del nihilismo
(impropio) afirma que tal superación tiene que ocurrir como un advenimiento
del ser mismo (N., II, p. 298). Pero, al mismo tiempo señala que
semejante advenimiento no tendrá lugar sin que el hombre vaya al
encuentro del ser mismo (p. 299). Ese ir al encuentro del ser es ser capaz de escuchar la liberación que él promete:
«El
ser mismo, en cuanto se retiene y se reserva a sí mismo en el desocultamiento
de su esencia, ya se ha anunciado con su palabra [vorgesprochen]
en la esencia del hombre y ha intercedido [eingesprochen] en
ella. El ser que dirige de este modo su palabra, pero que se retiene
en el quedar fuera, es la promesa [Versprechen] de
sí mismo. Pensar al encuentro del ser en su permanecer fuera quiere
decir: penetrar en esa promesa, como la cual ‘es’ el ser mismo. (...) La esencia de la metafísica descansa en que es la historia del
misterio de la promesa del ser mismo» (N. II, p. 300).
En
el epílogo de
1943 a “¿Qué es Metafísica?”, este pensar que presta
oído a la interpelación del ser, se muestra próximo y diferente, a
un tiempo, respecto al poetizar:
«Obediente,
todo oídos a la voz del ser, el pensar busca para éste la palabra
desde la que la verdad del ser llega al lenguaje. (...) El pensar
del ser protege a la palabra y, en esa tutela, cumple su determinación
y su destino. Es el cuidado en el uso del lenguaje. (...) El nombrar
del poeta tiene el mismo origen (..) Como, sin embargo, lo igual sólo
es igual en cuanto algo distinto, (...) ambos se encuentran a un tiempo
separados en su esencia del modo más diferente. El pensador dice el
ser. El poeta nombra lo sagrado» (Hitos, p. 258).
Añádase
a esto que el pensar, para hacer realidad la promesa de un nuevo comienzo,
debe ser educado en esa tarea de escucha:
«Acaso
hay un pensar extraño a la distinción de lo racional y lo irracional,
más sobrio aún que la técnica científica, más sobrio y, por lo tanto,
apartado, sin efecto sobre el mundo y, sin embargo, poseyendo su necesidad
propia. Si se plantea en nosotros la cuestión de la tarea de tal pensar,
no es sólo y en primer lugar ese pensar, sino también la cuestión
misma que se inquieta por él, la que ocupa el centro de la cuestión.
De cara a la tradición entera de la filosofía esto significa: mientras
somos, todos nosotros tenemos todavía necesidad de una educación del
pensar, e incluso necesitamos, antes de esto, saber lo que puede querer
o no decir, en el terreno del pensar, educación» (“El final de la
filosofía y la tarea del pensar”, en Sartre, Heidegger/otros, Kieerkegaard
vivo, Madrid, Alianza, 1968, p. 151).
|
|
|