ALGUNOS EJEMPLOS DE «ACTITUD FENOMENOLÓGICA»
1.
Estética fenomenológica
"El
objeto estético hace promesas que tiene que mantener. Dicho
de otro modo, su esencia es para él una norma. Pero no una
norma que nuestra reflexión o nuestro gusto le imponga, sino
una norma que él se impone a sí mismo o que su creador le
ha impuesto. O, quizás, haya que decir que él impone a su
creador, pues exige de él su autenticidad. No podemos decir
cuál sea esta norma del objeto estético, puesto que es inventada
por cada objeto y éste no tiene otra ley que la que se da
a sí mismo. Pero se puede decir al menos que, cualquiera que
sean los medios de una obra, el fin que ésta se propone para
ser una obra maestra, es a la vez la plenitud del ser sensible
y la plenitud de la significación inmanente a lo sensible".
[M. Dufrenne, Fenomenología de la experiencia estética,
Univ. Valencia, 1983, vol. I, p. 33]
2.
Fenomenología de la religión
Experiencia
del espacio como sagrado. "Toda morada se
sitúa cerca del Axis mundi, pues el hombre religioso
desea vivir en el 'centro del mundo'; dicho de otro modo,
en lo real (...) Como la ciudad o el santuario, la
casa está santificada, en parte o en su totalidad, por un
simbolismo o un ritual cosmogónico. Por esta razón, instalarse
en cualquier parte, construir un pueblo o simplemente una
casa, representa una grave decisión, pues la existencia misma
del hombre se compromete con ello: se trata, en suma, de crearse
su propio 'mundo' y de asumir la responsabilidad de mantenerlo
y renovarlo. No se cambia de morada con ligereza, porque no
es fácil abandonar el propio 'mundo'. La habitación no es
un objeto, una 'máquina de residir': es el universo que
el hombre se construye imitando
la
Creación ejemplar de los dioses, la cosmogonía. Toda construcción
y toda inauguración de una nueva morada equivale en cierto
modo a un nuevo comienzo, una nueva vida. Y
todo comienzo repite ese comienzo primordial en que el Universo
vio la luz por primera vez"
[Mircea
Eliade, Lo sagrado y lo profano, Madrid, Guadarrama,
1973, p. 54]
3. Fenomenología de la experiencia ética
El
otro como rostro. "[Pregunta Ph. Nemo] En Totalidad e Infinito usted habla ampliamente del rostro.
Es uno de sus temas frecuentes. ¿En qué consiste y
para qué sirve esa fenomenología del rostro, es decir, ese
análisis de lo que pasa cuando miro al otro cara a cara? [Respuesta
de E. Levinas] (...) El acceso al rostro es de entrada ético.
Cuando usted ve una nariz, unos ojos, una frente, un mentón,
y puede usted describirlos, entonces usted se vuelve hacia
el otro como hacia un objeto. (La mejor manera de encontrar al otro es la de ni siquiera darse cuenta
del color de sus ojos! Cuando observamos el color de los ojos,
no estamos en relación social con el otro. Cierto es que la
relación con el rostro puede estar dominada por la percepción,
pero lo que es específicamente rostro resulta ser aquello
que no se reduce a ella. Ante todo hay la derechura misma
del rostro, su exposición derecha, sin defensa. La piel del
rostro es la que se mantiene más desnuda, más desprotegida.
La más desnuda, aunque con una desnudez decente. La más desprotegida
también: hay en el rostro una pobreza esencial. Prueba de
ello es que intentamos enmascarar esa pobreza dándonos poses,
conteniéndonos. El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos
a un acto de violencia. Al mismo tiempo, el rostro es lo que
nos prohíbe matar. (...) El rostro es, en sí mismo, sentido.
Tú eres tú. En este sentido, puede decirse que el rostro no
es 'visto'. Es lo que no puede convertirse en un contenido
que vuestro pensamiento abarcaría; es lo incontenible, os
lleva más allá (...) El rostro es lo que no se puede matar,
o, al menos, eso cuyo sentido consiste en decir 'no matarás'"
[E. Levinas, Ética e infinito, Madrid,
Visor, 1991, pp. 79-81]
4.
Fenomenología de la risa
"La
risa es satánica, luego es profundamente humana (...).
En el hombre se encuentra la idea de su propia superioridad;
y, en efecto, así como la risa es esencialmente humana,
es esencialmente contradictoria, es decir, a la vez es signo
de una grandeza infinita y de una miseria infinita (...) La
risa resulta del choque perpetuo de esos dos infinitos (...).
Hay que distinguir bien la alegría de la risa. La alegría
existe por sí misma, pero tiene diversas manifestaciones.
En ocasiones es casi invisible; otras se expresa mediante
el llanto. La risa no es más que una expresión,
un síntoma, un diagnóstico. La alegría
es una. La risa es la expresión de un sentimiento doble
o contradictorio".
[Charles Baudelaire, Lo cómico y la caricatura,
Madrid, Visor, 1988, pp. 28-33]