En Roma el veneno era un arma en manos de los poderosos. El veneno más utilizado fue el arsénico, además de algunos venenos vegetales, como el acónito y beleño. Los emperadores y patricios tienen sus envenenadores profesionales. Locusta fue una esclava que habiendo sido condenada a muerte, se le conmutó la pena para que trabajara como envenenadora para el Estado. Así, Agripina la contrató para envenenar a su marido Claudio. Tan abusivo uso se hizo del veneno que Lucio Cornelio dictó la "Lex Cornelia", castigando con la muerte el envenenamiento. Dioscórides, médico de Nerón, publicó su tratado "De Universa Medica" en el que hace una recopilación de venenos y plantas con propiedades medicinales.